Por Hernán Andrés Kruse.-

La jornada del jueves 4 de agosto no sólo fue “picante” por el “ruidazo” en contra del tarifazo macrista. También lo fue porque Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, estuvo a punto de ser detenida por la Justicia.

Durante la mañana, el abogado de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Eduardo Barcesat, había presentado un escrito ante el juzgado del doctor Marcelo Martínez de Giorgi para anticiparle lo que luego sucedió: que Hebe de Bonafini no se presentaría a la segunda citación indagatoria por la causa Sueños Compartidos. La reacción de “su Señoría” fue inmediata. Quiso allanar la sede de la Asociación para detener a Bonafini. Como falló en su cometido, la declaró en rebeldía, ordenó su captura y le prohibió salir del país. La indagatoria falló porque Bonafini fue protegida por una verdadera guardia pretoriana que impidió que las fuerzas policiales cumplieran con la orden del juez. Esa guardia estuvo a su lado en la Casa de las Madres y por la tarde, cuando Bonafini se acercó a la Plaza de Mayo para participar de la tradicional marcha. Al caer la noche, el juez se convenció de que, al menos por esas horas, no lograría detener a Bonafini. Sin embargo, les encargó a la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura, la posibilidad de detenerla cuando lo creyeran más conveniente. Como el juzgado habría tratado de obligar a Bonafini a pasar la noche en una unidad policial, la fiscal Paloma Ochoa presentó a Martínez de Giorgi un escrito exigiéndole garantías para que de inmediato le tomaran declaración indagatoria sin que quedara detenida.

Bonafini decidió, en lugar de presentarse o mandar un abogado, enviar al juez una carta en el que expresa que “desde el año 1977 vengo padeciendo las agresiones de la mal llamada justicia, implementada por jueces de la Nación”. Rememoró el calvario que viene significando desde hace décadas la búsqueda de sus hijos Jorge y Raúl en la última dictadura, y de su nuera, María Elena. “Siempre la misma ignominia, la misma indiferencia” de parte de los jueces a quienes acusó de ser “cómplices de los asesinos militares y marinos”. Rememoró un episodio de torturas a su hija Alejandra en 2001, sin respuesta judicial, y luego el escándalo protagonizado por Sergio Schoklender. Al respecto señaló que desde el principio “las madres aportamos 60 cajas con pruebas, junto con 40 backup, y otros elementos más, primero a Oyarbide y después a usted, que ni siquiera leyeron algo de lo aportado. Asistimos cuantas veces nos llamaron a declarar, hicimos pericias de las firmas que constataron que no eran mías, siempre a disposición de la verdad, incluso hace unos meses asistí voluntariamente a su despacho para informarme ante la indigna marcha de la causa. Y otra vez sufrimos la burla, que nos castiga a todas, ancianas de 85 y 90 años, y nos condena a pagar las deudas, injustas y ajenas”. En la resolución el juez Martínez de Giorgi expresa que había convocado a Bonafini a indagatoria para el 7 de julio pero que no se hizo presente. Dice el juez que Bonafini “tiene pleno conocimiento de que su presencia es requerida por este tribunal para el día de la fecha a fin de recibirle declaración indagatoria, y aún así no ha comparecido, no ha brindado explicaciones que justifiquen su inasistencia” (…) “declárese en rebeldía a Hebe María Pastor y, en consecuencia, ordénese su inmediata detención”. Luego expresa que para detener a Bonafini había que allanar la sede de las Madres. “Hágase saber que se podrá hacer uso de la fuerza pública”, destaca la resolución.

Hebe de Bonafini había sido citada por la justicia como sospechosa dentro de una lista de 43 imputados implicados en una investigación acerca del desvío de una suma importante de dinero para financiar la construcción de viviendas sociales por intermedio del programa Sueños Compartidos patrocinado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo. La causa se originó en 2011 y un año después fueron detenidos los hermanos Sergio y Pablo Schoklender quienes fueron acusados de lavar el dinero que recibían en su carácter de apoderados y administradores de la Asociación de parte del Ministerio de Planificación. La investigación también apunta a determinar si las obras efectivamente se hicieron y bajo qué condiciones, además de averiguar qué sucedía realmente con los pagos a los trabajadores, ya que quedó demostrado que no se habían pagado tres millones de pesos en concepto de cargas sociales. Pese a que la Asociación es querellante en el caso porque fue defraudada, Hebe de Bonafini, su titular, es imputada. Martínez de Giorgi le imputa a Bonafini la firma de algunos convenios con el ministerio de Trabajo en virtud de los cuales éste le otorgaba subsidios de 600 pesos por cada trabajador que participaba en la obra, pero que la Asociación terminaba quedándose con esa masa de dinero. En otros términos: los trabajadores no recibían un peso de esos subsidios. Como evidencia de las desprolijidades que ponían al descubierto la ausencia de las Madres en el manejo administrativo del proyecto, están las firmas falsificadas de Bonafini encontradas en ciertos documentos durante el desarrollo de la causa. El juez decidió firmar las indagatorias cuando el ex secretario de Obras Públicas, José Francisco López, imputado por su rol en la distribución de los subsidios, quedó detenido cuando intentó introducir bolsas repletas de dólares en el famoso convento de General Rodríguez (fuente: Irina Hauser: “Una mujer rebelde por decisión propia”, Página 12, 5/8/016).

Al dar el juez Martínez de Giorgi la orden de detención se montó un operativo policial inédito para ejecutarla respecto a una mujer anciana, bordeando los 90 años, que estaba a punto de comenzar una nueva ronda en la Plaza de Mayo. La noticia de la orden de detención de Bonafini y su fracaso comenzó a esparcirse por numerosos medios de todo el mundo mientras cientos de manifestantes y dirigentes políticos se acercaban a la plaza para luego dirigirse a la sede de la Asociación. Como era de preverse, la plana mayor del kirchnerismo se hizo presente: Axel Kicillof, Oscar Parrilli, Juan Cabandié, Martín Sabbatella, Gabriela Cerruti y muchos otros. Luego de hablar telefónicamente con Víctor Hugo Morales, el hijo de la ex presidente, Máximo Kirchner, se acercó y expresó que rescataba “la dignidad de Hebe y las Madres, siempre están dispuestas a poner el cuerpo: como en la dictadura, en el 2001 cuando les tiraron los caballos de la policía encima y también en este momento”. Por su parte, Kicillof señaló “la vergüenza internacional que provoca el intento de detener a Hebe. La noticia hoy es que los luchadores populares son perseguidos mientras quieren liberar a los represores. Este proyecto sólo se puede imponer con la represión de los que luchan”. En diálogo con Página 12 Bonafini manifestó: “el sistema no lo asimila, hay que tirarle un poquito de soda cáustica para que se lo diluya. La soda cáustica viene a ser el pueblo en la calle. Hoy el pueblo diluyó muchas ideas y abrió muchas cabezas. Se dan cuenta que se puede pensar. Un juez no es Dios, le han hecho creer a estos jueces que pueden hacer cualquier cosa. Pasan quince años de un crimen y no condenan a nadie. A Macri nadie le pregunta lo que hizo con la plata, lo que estafó mientras persigue a Cristina”. “Me detuvieron por primera vez en La Plata no bien se llevaron a mi hijo porque yo le exigía que reciba un habeas corpus. En 1977 el juez Ruso me detuvo porque le grité y lo insulté…Después en la comisaría 5 donde estaba mi hijo. Después muchas veces en la plaza” (…) “No. En democracia, en la época de Alfonsín fue muy duro cuando nos pintaron las casas, nos pusieron “madres terroristas”. A mí me rompieron todo el frente de la casa…dos veces nos quisieron matar, nos tiraron el coche encima, a mi hija la torturaron. Me vaciaron la casa varias veces. Yo nunca denuncié porque el capitalismo iguala todo” (…) “El ex juez Norberto Oyarbide allanó y nunca hicieron nada (por la causa Sueños Compartidos). A Martínez de Giorgi fui a verlo con otra persona y le dije que no nos escuchaba a nosotros porque él sólo se sometía al dinero que le ponía Schoklender sobre la mesa” (…) “A mí me gustaría ser chamán porque los chamanes en serio que saben cosas, pero no lo soy. Creo que depende (cómo sigue la causa) mucho de cómo le pegó a Macri la marcha, cómo el mundo reaccionó. Si a nosotros nos llevan presas es porque los yanquis se lo pidieron. Él ideas propias no tiene. Yo lo que quise mostrar es que hay otra cosa que se puede hacer. No es que ellos (por los jueces) te llaman y vos tenés que ir, hablar todas las veces, no importa para qué. Yo hice otra cosa, decirle todo lo que me pasó y todo lo que pasa. Eso lo podemos hacer nosotras, no necesitás el escrito de un abogado. Eso también les molesta, es el escrito de una mujer que no fue casi a la escuela. Parece que nosotros los pobres no podemos tener ideas, lucidez para romper con los esquemas de ellos. Esto es romper con el esquema del capitalismo. Cuando dije que en la Corte Suprema eran unos turros y se enojaron conmigo. Me quedé corta cuando les dije turros” (fuente: Nora Veiras: “El juez no es Dios, no puede hacer lo que quiera”, Página 12, 5/8/016).

El ex juez de la Corte Suprema Raúl E. Zaffaroni consideró que el juez Martínez de Giorgi podría haber evitado todo esto. “La indagatoria es un acto de defensa; si la persona no quiere declarar, no lo hace y está en todo su derecho”. “Dada la edad y circunstancia, bien puede el juzgado constituirse en donde se encuentre la persona, imponerla del derecho a defenderse y preguntarle si quiere declarar”. “Si la persona se niega a declarar, se hace un acta, se hace constar eso y se termina la cuestión”, explicó el jurista. Hebe de Bonafini es un emblema de los derechos humanos en la Argentina. Sin embargo, en esta oportunidad debe aclarar su situación en el caso del plan de viviendas “Sueños compartidos”, que estaría plagado de irregularidades. Como la igualdad ante la ley es un principio fundamental del Estado de Derecho, Bonafini debe presentarse ante la Justicia para aclarar definitivamente la cuestión. ¿Por qué? Porque Bonafini es una ciudadana como cualquier otro ciudadano que camina libremente por las calles de la Argentina. Lo que aconteció ayer, desde el punto de vista jurídico, atenta contra el principio de la igualdad ante la ley. ¿Hubieran podido Fulano o Mengano hacer lo mismo que hizo Bonafini en las mismas circunstancias? No, obviamente. Bonafini sí pudo hacerlo precisamente porque es el emblema de los derechos humanos. Y en una democracia que se precie de tal nadie tiene coronitas.

Ahora bien, como vivimos en la Argentina tenemos todo el derecho del mundo a dudar de todo. ¿Por qué el juez de la causa no actuó como lo explica Zaffaroni? ¿Por qué permitió que se armara semejante desaguisado? Y aquí entra en acción la política. Siempre manejándonos en el terreno de las hipótesis, podemos suponer que lo que habría hecho el magistrado, en una supuesta connivencia con el poder político, habría sido obligar a Bonafini a actuar de esta manera para ver cómo reaccionaba la opinión pública y, fundamentalmente, el kirchnerismo. El gobierno nacional habría querido observar en el campo de batalla el poder de fuego de Bonafini. La pregunta que cabe formular ahora es la siguiente: ¿por qué el gobierno habría tomado semejante decisión? Es probable que el gobierno haya lanzado este globo de ensayo para tener una idea de cómo reaccionaría la opinión pública en general y el kirchnerismo en particular en caso de que la próxima “víctima” de la Justicia sea la mismísima Cristina Kirchner. No sería nada extraño que los miembros del círculo áulico que rodean al presidente se estén formulando las siguientes preguntas: a) ¿cómo podría reaccionar la opinión pública y el kirchnerismo si la ex presidente fuera eventualmente detenida por la Justicia?; b) ¿cómo reaccionaría la propia Cristina si ello llegara a pasar?; c) ¿podría llegar a repercutir electoralmente la supuesta detención de la ex presidente?; y d) ¿qué conviene más al gobierno nacional desde el punto de vista político: una Cristina libre o una Cristina eventualmente presa? Quizá todo esto suene más a ciencia ficción que a realidad pero, como estamos en la Argentina, todo puede suceder, absolutamente todo.

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