Por Carlos Pissolito.-

En concordancia con su significado etimológico, a la Geopolítica, en términos generales, se le atribuye como objeto de estudio el impacto de la Geografía sobre la Política, y viceversa. Pero, con los años, este campo de acción se ha visto ampliado. Especialmente, se la ha orientado hacia el diseño de estrategias vinculadas al posicionamiento, al desplazamiento y al empleo de fuerzas en relación a las masas terrestres y a los espacios marítimos circundantes y a su mutua interacción.

Es en este concepto que la Geopolítica nos puede aportar el marco conceptual para que podamos entender la compleja evolución que están sufriendo los distintos espacios geográficos sometidos a diferentes variables. A saber: el aumento poblacional, los cambios que introduce el Cambio Climático en la capacidad de todos los espacios para satisfacer la necesidades básicas de esa población y, finalmente y más importante, qué estrategias desarrollan los actores estatales y supraestatales, para adaptarse a estos cambios de situación.

Empecemos por describir esta situación

A través de la historia conocemos numerosas situaciones en las que un cambio en la condiciones climáticas produjo una escasez de recursos naturales (fundamentalmente agua y alimentos) en determinadas zonas, lo que, a su vez, impulsó a grandes migraciones/invasiones humanas en dirección a lugares más favorecidos.

Actualmente, aunque se desconozcan las causas del denominado Cambio Climático, ya no hay dudas de que el mismo está produciendo una mutación importante en las condiciones climáticas y que éstas, a su vez, está generando fenómenos como una creciente carencia de agua, tanto de la potable como de la destinada a los cultivos para consumo humano y animal.

Se suma a esta condición natural, diversas deficiencias humanas. Las que van desde un mal aprovechamiento de los recursos naturales disponibles hasta una sobreexplotación de los mismos.

Sea como sea, hay dos fenómenos que marchan paralelos: un incremento del número y de las necesidades de la población mundial y una decreciente capacidad para satisfacer dichas necesidades. Lo dicho no implica adoptar la famosa tesis malthusiana ni suscribir a los límites del crecimiento propugnado por el Club de Roma. Es simplemente, reconocer la existencia de un problema.

El precio de los alimentos es el problema

El precio de los alimentos, por ejemplo, es un factor que permite seguir la interacción entre los fenómenos señalados. Veamos.

Históricamente, sabemos que los picos de precios de los alimentos tendieron a subir cada vez que se produjeron grandes desórdenes climáticos como una gran tormenta monzónica en la India, una sequía en la antigua Unión Soviética o una ola de calor en el medio oeste de los EEUU.

Cuando estos fenómenos ocurrían, en un pasado reciente, los grandes productores de alimentos como los EEUU, Brasil o la Argentina, pudieron usar sus excedentes para concurrir a satisfacer a los mercados de los países menos favorecidos para que no sufrieran hambre.

Por ejemplo, cuando el monzón afectó a la India en 1965, el gobierno del presidente de los EEUU, Lyndon Johnson, envió una quinta parte de la cosecha de trigo a la India, Lo mismo hizo la Argentina con respecto de España, luego de su Guerra Civil o cuando la ex URSS sufrió el boicot cerealero en los años 80.

Los expertos en clima nos vienen diciendo que por cada grado Celsius de aumento de la temperatura por encima de las medias, es de esperar una disminución del 10% en los rendimientos de la cosecha de granos. Hoy, sabemos que se están registrando temperaturas máximas records en el verano boreal.

Pero, a diferencia de lo ocurrido en el pasado cercano, si la creciente ola de calor que afecta, actualmente, al Hemisferio Norte malograra las cosechas de granos, el mercado mundial encontraría varias desventajas para reaccionar en una forma similar que impidiera la escasez y, eventualmente, la hambruna de millones.

En principio, porque, hoy, esa demanda, no solo es mayor, ya que la población ha aumentado. Es más difícil de satisfacer, porque el destino de esos granos ya no es la alimentación humana directa, sino que sirven de forraje para el engorde del ganado destinado a esa tarea. Por lo que el tema es más complejo.

Paralelamente, las porciones de granos, especialmente de maíz, que son destinados a la producción de biocombustibles no han dejado de aumentar. Y los seguirá haciendo, mientras los precios del petróleo sigan en alza.

Ante estos hechos las respuestas de los respectivos Estados nacionales han variado en función de su mayor o menor facilidad para lograr lo que se denomina su “soberanía alimentaria”. Vale decir, su capacidad para darle de comer a su población con sus propios recursos.

Desde el punto de vista de los Estados nacionales. En un extremo, se ubican aquellos favorecidos por la naturaleza, como los EEUU, Brasil y la Argentina que no solo disponen de todo lo necesario para alimentar a sus poblaciones, también, cuentan con excedentes que pueden vender y colocar en otros mercados que los necesiten.

En el otro extremo, se encuentran países como China, la India y Vietnam que no disponen de suficientes recursos naturales para obtener la ansiada soberanía alimentaria.

En épocas de escasez, como la actual, ambos grupos de Estados reaccionan en forma similar y opuesta. Por un lado, los grandes productores de granos, tienden a privilegiar sus respectivos mercados internos, por lo que suelen aportar menos volúmenes de su producción a los internacionales. Mientras que los países en los que reina la escasez están desarrollando diversas estrategias destinadas a mitigar esta falencia vital.

Entre los primeros, los de la abundancia, se encuentra Rusia y la Argentina, dos de los principales exportadores de trigo. Vietnam, el segundo exportador mundial de arroz, por ejemplo, prohibió las exportaciones durante varios meses a principios del 2008. También, lo ha hecho la Argentina en su pasado reciente.

Entre los segundos, los de la escasez, pero que no carecen de otros recursos y ante el temor de que no poder comprar el grano necesario, como Arabia Saudita y Corea del Sur dieron un paso inusual. El de comprar o arrendar tierras en otros países en los cuales cultivan los granos para ellos mismos. La mayoría de estas adquisiciones de tierras se han realizado en África, donde algunos gobiernos les arriendan tierras por menos de U$ 0,5 por hectárea, por año.

Paradójicamente, los países receptores de tales inversiones, como es el caso de Etiopía o el de Las Filipinas, también, carecen de una buena soberanía alimentaria. Pero, sus gobiernos están hambrientos de inversiones y de obras de infraestructura. Por lo que terminan entregando sus tierras cultivables a estas grandes empresas.

Pero, las burbujas de comida más grandes están en la India y en China. En la primera, han sido sus propios agricultores los que han perforado unos 20 millones de pozos de riego, pero los niveles freáticos están cayendo y los pozos están comenzando a secarse. Al respecto, El Banco Mundial nos informa que 175 millones de indios están siendo alimentados con granos producidos por el exceso de bombeo. En la segunda, por su parte, el exceso de bombeo se concentra en la llanura del norte de China, que produce la mitad del trigo y un tercio del maíz. Por lo que, un estimado de 130 millones de chinos son alimentados, actualmente, con este sistema.

Llegado a este punto, las preguntas se acumulan: ¿Cómo compensarán estos Estados las inevitables deficiencias cuando se agoten sus acuíferos o se traben las negociaciones comerciales por alimentos en otros países o cuando las compañías arrendatarios intenten sacar su producción de esos países transidos por hambre?

Concretamente, nadie sabe a dónde iremos a parar con esta competencia, cada vez más intensa, por el suministro de alimentos, ya que el mundo parece estar alejándose de la cooperación internacional que se desarrolló a lo largo de varias décadas después de la 2da GM. Y el nacionalismo alimentario parece ser la ideología de reemplazo, una que si bien puede ayudar a asegurar el suministro de alimentos para los países ricos; hace poco por una mejora en la seguridad alimentaria mundial.

En pocas palabras, los suministros mundiales de alimentos se están convirtiendo, rápidamente, en una nueva forma de presión geopolítica. Ya que cualquier civilización puede evolucionar y manejar la pérdida de varios de sus recursos, pero no puede sobrevivir sin un abastecimiento seguro de comida.

La particular situación geopolítica de la Argentina

La economista Iris Speroni, respecto a la posición relativa de la Argentina en el mercado de granos, nos dice lo siguiente:

“La Argentina es un país pequeño en el comercio internacional como un todo. Constituye una parte ínfima del total medido en millones de dólares.” (…) “Sin embargo la Argentina no es pequeña en todos los productos. Uno es grande si puede influir en el precio”. (…) “Nuestro país no sólo es grande en maíz. Lo es en innumerables productos: soja, miel, maní, poroto, garbanzos, pesca. Ha dejado de ser un país grande en carne (ahora en vías de recuperación) y en trigo (ídem)”. (1)

Iris Speroni se pregunta y se responde, luego, que la Argentina es “grande” en el comercio de granos. Le agrego que esa grandeza viene, hoy, unida a una importancia geopolítica. Sobre la que debemos interrogarnos. Veamos.

Por un lado, China se ha lanzado a una campaña por la supremacía mundial. Para ello, necesita, entre otras cosas, de recursos materiales, especialmente materias primas y comida. A los efectos de poder transportarlas hacia sus centros de poder a puesto en marcha la denominada “Nueva Ruta y Cinturón de la Seda”. Una red de carreteras terrestres y rutas marítimas. También, ha puesto en funcionamiento “rutas” virtuales a través del ciberespacio y se ha lanzado a la conquista del espacio exterior. (2)

Por otro lado, los EEUU han decidido enfrentar esta pretensión, ya que ven amenazada su supremacía mundial. Para ello, ya durante la presidencia de B. Obama, los EEUU cambiaron su centro de gravedad geopolítico del Océano Atlántico hacia el Pacífico. Con el consecuente cambio de sus dispositivos de defensa estratégica y una reformulación de su sistema de alianzas.

Las características más agresivas de Donald Trump han disparado un conflicto que ya se encontraba planteado. El que ya se desarrolla en forma abierta en lo comercial y en lo tecnológico. Pero, que muy bien, puede escalar a otros niveles más duros.

En el medio de esta puja se encuentra la República Argentina. En principio, por lo ser uno de los principales proveedores de granos y, potencialmente, de carne de China y siguiendo, porque los EEUU han reinstalado su vieja Doctrina Monroe para dificultar, precisamente, este comercio. (3)

La puja se manifiesta, por el momento, en forma discursiva. Vale decir en el campo de la comunicación estratégica. Por ejemplo, no han sido pocas las manifestaciones y las visitas de altos funcionarios de los EEUU a la Argentina que han hayan “aconsejado” al gobierno argentino de tener cuidado y no profundizar sus relaciones con China.

Por su parte, China, fiel a sus tradiciones estratégicas, ha guardado silencio. Pero, sin duda que debe estar consciente de esta situación y adoptando contramedidas.

Nos queda a nosotros, los argentinos desarrollar un entendimiento, primero, y una estrategia acorde, después, con esta grave situación geopolítica. Ya que no hacerlo constituiría una grave omisión.

Notas:

(1)       SPERONI, Iris. “El Maíz, la Pachamama y el presidente Pagano”. http://restaurarg.blogspot.com/2019/07/el-maiz-la-pachamama-y-el-presidente.html

(2)       KUO, Lily y KOMMENDA. Niko “¿Qué implica la iniciativa china de la ruta y el cinturón de la seda?” https://espacioestrategico.blogspot.com/2019/07/que-implica-la-iniciativa-china-de-la.html

(3) PISSOLITO, Carlos. “EEUU: de Truman a Monroe”. https://espacioestrategico.blogspot.com/2018/08/eeuu-de-truman-monroe.html

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