Por Luis Alejandro Rizzi.-

En una nota anterior (Es una cuestión de cultura) hacíamos referencia a la necesidad de contar con una clase dirigente culta, lo que significa estar a la altura de los tiempos.

El hombre necesita un marco de ideas que le sirvan para orientarse y así encontrar los vientos favorables. Ésa es la función de la cultura, distinta a la idoneidad profesional que es un saber técnico.

Umberto Eco dijo que “el drama de Internet es que ha aprobado al tonto del pueblo como el portador de la verdad” y en otra nota afirmaba con relación a la TV y a las redes sociales que “La dinámica de la audiencia hace que en cuanto el insipiente aparece ante las cámaras, se convierta en un insipiente famoso, y esta fama se mide en contratos publicitarios, invitaciones a reuniones y fiestas, a veces incluso en ofertas de prestaciones sexuales…”

Estimo que este fenómeno que se viene dando encuentra en la política su expresión más cabal y brutal no solo en la Argentina sino en el mundo ya que son evidentes las dificultades e incapacidades para prevenir y enfrentar las cuestiones generadas por la crisis de septiembre de 2008 cuando se produjo la caída de “Lehman Brothers” y más recientemente la crisis de la deuda en Grecia que puso en jaque a la eurozona y a la propia Unión Europea, sin ir a otras cuestiones como el medio ambiente o los conflictos de Medio oriente que por ahora pintan como fatales.

A esa imposibilidad se suma la crisis de representación de los partidos políticos causada por la mediocridad e incultura de sus dirigencias.

Este cocktail provoca lo que señalaba Eco: los insipientes toman la palabra que solo tienen capacidad para desarrollar sofismas que cautivan a las mayorías que son incitadas a la desobediencia, la rebeldía y la obstrucción.

Hoy la política pasa por las redes y esta comunicación horizontal puso en crisis la noción de los límites que tiene que ver también con la pérdida de respeto a ciertos valores que nos han llevado a una suerte de etnocentrismo nihilista

Los filósofos griegos relacionaban lo bueno con el desarrollo del potencial del hombre, lo que significa estar abierto a lo bueno, venga de donde venga.

Allan BLOOM decía que “La apertura, antes era la virtud que nos permitía buscar lo bueno usando la razón. Ahora significa aceptarlo todo y negar el poder de la razón”.

Hoy hacemos culto de la insipiencia y además queremos imponerla, es de alguna manera lo que se llama “contrademocracia”, la soberanía del pueblo se expresa negativamente, es decir mediante rechazos y obstrucciones. El pueblo pasa a ser “anti”, nada lo convoca, nada lo conforma.

Un periodista italiano, Andrea Rizzi, explicaba el fenómeno “Donald Trump”, tratando de entender su ocurrencia y decía que ello se debe por la existencia de “Individuos resentidos ante la clase política tradicional que no supo ofrecerles los resultados anhelados, proteger su estatus o su expectativa de progreso”. Este concepto serias válido asimismo para explicar los inexplicables ocho años de “kristinismo”.

Esto significa que la política, como tal, está fracasando hasta que no se advierta que la construcción de poder ya no depende de mayorías, sino de consensos que constituyen de lo que se ha dado en llamar “gobernanza”.

España en este momento es la expresión más real de este fenómeno dado que en las elecciones de diciembre la mitad del electorado optó por las propuestas de “rechazo” y “obstrucción”. En cierto modo Donald Trump, pese a militar en el partido Republicano se presenta como un candidato anti sistema y en ello encuentro un parecido con el “Syriza” de Tsipras, en Grecia o Podemos en España

Syriza, Podemos y Ciudadanos serian los partidos de la “contrademocracia” y el PP y el PSOE impotentes para superar las aspiraciones negativas de una mayoría de la ciudadanía. En España hasta ahora gana la “insipiencia” como lo mostró el fracaso del PSOE y CIUDADANOS para formar nuevo gobierno en la noche de ayer al no conseguir, esta rara coalición, los 176 votos.

Recordemos que Tsipras finalmente debió arriar sus banderas y acordar con Bruselas y con el FMI, pero ese “acuerdo” tampoco fue un éxito para los acreedores.

Lo importante en el caso griego es que ni la Unión Europea ni la propia Grecia tuvieron la capacidad política para desmenuzar las causas del default que exige poner límites a la política financiera por parte de los Estados y revisar las bases de la eurozona ya que países tan diferentes como Alemania o Francia y Grecia no pueden tener la misma moneda. Sin embargo todo sigue igual o quizás explote por el llamado “Brexit” si resulta votado en el referéndum de junio.

Es difícil definir o dar un concepto de “gobernanza”.

Diría como aproximación que la “gobernanza” es más bien un modo de conducta institucional y una forma para la toma de decisiones en lo que llamo “cuestiones”, es decir en aquellos temas que pueden ser esenciales para beneficio del bien común. Este modo de actuar exige un enfoque multidisciplinario y la participación ciudadana en lo político.

En lo político, los gobernantes deben seleccionar el menú de “cuestiones” que se deben enfrentar. En nuestro caso, el Presidente Mauricio Macri enumeró tres cuestiones: pobreza, narcotráfico y educación. Ahora se abre un proceso en el que la sociedad debe expresar su acuerdo con estas “prioridades”, podrá proponer alguna más y luego vendrá el proceso para la toma de las decisiones necesarias para resolver esas cuestiones y el control en su ejecución.

En este proceso, la participación de la sociedad debe ser lo más amplia posible y se manifestará por sus distintas representaciones, políticas, gremiales y sociales.

Estos procesos de toma de decisiones tienen varios riesgos y el más importante es el del rechazo y la obstrucción, porque esta actitud en verdad de rebeldía, expresa también y esto es lo importante, el nivel de frustración de la gente y lo difícil que resulta romper con la “dependencia del sendero”.

Estos procesos exigen pues dirigencias cultas capaces de comprender lo que ocurre y exponer las ideas que nos ayudarán a buscar y trabajar por lo bueno pensando y usando la razón.

La RAE nos da dos acepciones de la palabra “gobernanza”, una de ellas dice: “arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”; la otra es más simple: “acción y efecto de gobernar y gobernarse”.

La gobernanza no es ni más ni menos que un método de gobierno para mantener lo que se llama “legitimidad de ejercicio del poder o del gobierno”.

La legitimidad de origen ya no es suficiente.

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