Por Hernán Andrés Kruse.-

El gobierno de Mauricio Macri hace de la mentira un estilo de gobierno, una forma de entender y hacer política. En noviembre pasado, poco antes del crucial balotaje, el por entonces candidato presidencial Mauricio Macri prometió solemnemente que Fútbol para Todos continuaría pero achicando los costos y dejando de emitir los avisos políticos durante el entretiempo de los partidos. También reconoció su hartazgo por la “campaña del miedo” desatada por el gobierno de Cristina en su contra. Hace unos días el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis, expresó en conferencia de prensa: “queremos ratificar que Fútbol para Todos no va a existir más desde el primero de enero, cumpliendo lo que habíamos dicho, que se terminaría el programa”. La mentira hace, pues, a la esencia de Cambiemos. Jorge Triaca viene sosteniendo que no hay crisis laboral pero la realidad se empecina en desmentirlo: la desocupación creció, según números oficiales, de 5,9 a 9,3 por ciento. Alfonso Prat Gay afirma que la economía ha dejado de caer mientras el Indec no hace más que presentar números que confirman el derrumbe del consumo, la actividad industrial y la construcción. Para el ministro de Producción las pymes son actores relevantes de la actividad económica. Sin embargo, en el presupuesto el apoyo al sector no alcanza el 20 por ciento en el año. El ministro de Ciencia y Tecnología asegura que continúa en el cargo por el decidido apoyo del gobierno a la ciencia y tecnología mientras los científicos marchan al parlamento reclamando más plata para trabajar. Mientras el ministro de Turismo asegura que las economías regionales deben ser cuidadas confirma que deben terminarse los feriados puente. El presidente de la nación no se cansa de decir que la inflación está bajando mientras octubre apunta a una inflación del 3 por ciento y del 45 por ciento para 2016. El titular del Indec, Jorge Todesca, se presenta como el abanderado de la transparencia pese al apagón estadístico que tapó los desastrosos efectos económicos y sociales de la devaluación y la quita de retenciones. Esteban Bullrich, ministro de educación, dice defender los valores de la escuela pública mientras destruye el plan Conectar Igualdad de distribución gratuita de netbooks a estudiantes.

Los hechos se encargan de desmentir las palabras oficiales prácticamente todos los días. A veces pareciera que el gobierno se burla de la población. La promesa de la pobreza cero fue, desde un principio, un ataque a nuestro coeficiente intelectual. De ahí que lo más conveniente es analizar no lo que dice el gobierno sino lo que hace, no su relato sino las decisiones que toma. De esa forma se podrán prever sus futuras acciones y los efectos que produzcan sobre todos nosotros. Ahora bien, si el gobierno ha mentido de manera descarada sobre cuestiones sensibles como Fútbol para Todos, lo que está aconteciendo con asuntos de mayor relevancia técnica implica lisa y llanamente una estafa. Tal el caso de la denominada “Reparación Histórica” para los jubilados. El gobierno no hace más que reproducir lo que hizo en los noventa el dúo Menem-Cavallo con la Ley de Solidaridad Previsional. En los últimos tiempos diversos especialistas en temas jubilatorios vienen señalando las deficiencias de esta norma y que su puesta en práctica no hace más que confirmarlas. Una vez más, lo prometido y lo efectivamente cumplido van por carriles paralelos. La Anses lejos está de cumplir con la promesa de pagar a los jubilados que tienen sentencia firme el juicio que legítimamente ganaron, sino que trata de convencerlos de que acepten acuerdos a la baja. Ello se debe a que el organismo se vale de un índice para efectuar el cálculo de la actualización de las remuneraciones cuyos resultados son menores a los del índice de que se vale la Justicia en función a lo consagrado por la Corte Suprema. David Cufré, en su artículo “Estafa histórica” (Página 12, 29/10/016), se vale de los siguientes ejemplos para clarificar la estafa del gobierno de Macri. Un jubilado que por ley 24.241 recibe una jubilación de 8369 pesos y cuyo ingreso debería actualizarse hasta alcanzar los 23.050 pesos según los parámetros de la Justicia, recibe de parte del gobierno nacional una reparación histórica de 9733 pesos. Ello significa que este gobierno miserable le paga a ese jubilado 13.300 pesos menos. “En este caso”, remarca Cufré, “se observa una particularidad adicional, sobre la que ya están alertando los estudios jurídicos dedicados al derecho previsional: la Anses está haciendo mal los cálculos dentro de los parámetros que fija la propia ley, lo cual seguramente derivará en una avalancha de nuevos juicios para hacer cumplir lo que garantiza la ley”. Según la ley 24.241 la reparación histórica debería ser de 13.701 pesos y no de 9733 pesos. La diferencia (4100 pesos), obviamente, se la queda la burocracia. Piense el lector lo que puede llegar a recaudar el gobierno si esto mismo se lo hace a centenares de miles de jubilados que esperan la famosa “reparación”. Por ley 18.037 otro jubilado cobra 15.141 pesos. Pues bien, gracias a la reparación histórica esa suma se eleva a 36.733 pesos. Sin embargo, según lo estimado por los abogados que lo representan debería percibir 41.474 pesos valiéndose de la misma norma. En realidad, de seguirse los criterios de la Justicia el jubilado debería percibir 56.778 pesos. Todo este “desaguisado” se debe a que la Anses “estima actualizaciones a grandes rasgos, sin detenerse en análisis riguroso expediente por expediente, dado que su capacidad operativa le permite liquidar de 4 mil a 5 mil juicios por mes, muy lejos de los 600 mil casos que ya resolvió en apenas tres meses desde la promulgación de la ley”. Lo que está haciendo el gobierno es, lisa y llanamente, “rifar el sistema previsional”.

Cufré culmina su análisis explicando las implicancias de esta reforma previsional cuyo objetivo no es otro que garantizar el retorno de las AFJP. 1) “A los que tienen sentencia firme, además, se les achica el monto de los retroactivos que acompañan la actualización de haberes. Esto es porque la ley de Recuperación Histórica los dispuso desde el momento del traslado de la demanda, en lugar de hacerlo desde el primer reclamo por vía administrativa” (…) “Para quienes no tienen sentencia firme, la reducción puede ser muy superior, puesto que la ley fijó un tope de cuatro años cuando hay juicios iniciados antes que eso”. 2) “El reconocimiento del Estado de que estaba liquidando mal las jubilaciones está multiplicando la litigiosidad previsional en lugar de terminarla, como había prometido el gobierno en los fundamentos de la ley” (…) “La Anses está haciendo una invitación masiva, servida en bandeja, para litigar contra el Estado, y con lógica, cada vez son más los jubilados y los abogados que aprovechan la oferta”. 3) “Otra consecuencia de la confesión de violación de derechos previsionales que hizo el gobierno con la ley de Reparación Histórica es que el Estado argentino será demandado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por vulnerar el acuerdo de solución amistosa al que había llegado el kirchnerismo en 2009, en la causa Menéndez y Caride, por el cual entre otros compromisos la Argentina asumió la obligación de liquidar las sentencias judiciales firmes en el plazo de 120 días. Como el macrismo ahora no paga las sentencias sino que ofrece acuerdos a la baja, afectando derechos que, como los previsionales, son irrenunciables según la Constitución, expone al país a una condena en ese tribunal internacional”. 4) “El universo de jubilados alcanzados por la reparación histórica no serían 2,5 millones, como sigue diciendo la Anses, sino a lo sumo un millón, de acuerdo a lo que surge de los propios datos oficiales”. 5) “La reparación para quienes no hicieron juicio no alcanza a compensar en la mayoría de los casos la pérdida de poder adquisitivo que los jubilados sufrieron este año por una movilidad del 32 por ciento contra una inflación en torno al 45. Los datos son muy imprecisos, pero para 191 mil personas la actualización de haberes llega a un máximo de 550 pesos. Dentro de ese universo, serían miles los casos en que no son siquiera 100 pesos, pero esa información es una incógnita porque la Anses no lo reveló”. 6) “La Anses sigue sin aclarar qué ocurrirá si los 600 mil jubilados que empezaron a cobrar la reparación rechazan o no homologan en la Justicia lo que les dieron de manera automática, sin haber hecho ninguna solicitud ni expresado ninguna aceptación del convenio. ¿Les sacarán lo que les aumentaron? ¿Les obligarán a devolver la plata? El desmanejo es gigantesco”. 7) “El compromiso asumido por la Anses achicará el fondo de garantía de sustentabilidad. La disminución será de 10 millones de dólares en cuatro años si el blanqueo funciona bien y aporta 5000 millones de dólares, o de 15 mil millones en caso de que fracase el blanqueo, de acuerdo a la propia estimación que publicó la Anses”.

En su edición del lunes 31 de octubre La Nación publicó un muy interesante artículo de Vargas Llosa titulado “Los peligros de la rabia ciudadana”, en el que analiza la bronca de los ciudadanos como fuerza capaz de provocar profundos cambios en las sociedades. En la edición del viernes en The New York Times Jochen Bittner publicó un escrito en el que sostiene que la rabia capaz de movilizar a numerosos ciudadanos puede ser, según los casos, positiva o negativa. Sin la presencia de ciudadanos rabiosos los pueblos no hubieran progresado, no hubiera habido ni seguridad social ni empleos bien remunerados; estaríamos, en suma, en la época medieval donde los reyes absolutos hacían lo que se les antojaba. Pero, al mismo tiempo, esa rabia desvirtuó ese gran acontecimiento que fue la Revolución Francesa, creando las condiciones para el advenimiento del terror, traducido en un sinnúmero de decapitados. En nuestra época, señala el autor, la rabia condujo al Brexit en el Reino Unido y a la existencia en Alemania de un partido xenófobo con fuerte raigambre popular, mientras que en Estados Unidos hizo posible el surgimiento de Donald Trump. Vargas Llosa añade otros ejemplos de una “rabia positiva” en los últimos años. Centra su atención, no de manera inocente, en el proceso que condujo a la destitución de Dilma Rousseff. Para el Nobel de Literatura lo que pasó con Rousseff no fue un golpe de estado sino el fruto de una gigantesca movilización de ciudadanos hartos de la corrupción política. Dice Vargas Llosa: “Y se ha visto en todos estos meses cómo la guadaña de la lucha contra la corrupción enviaba a la cárcel por igual a parlamentarios, empresarios, dirigentes gremiales de todos los sectores políticos, un hecho del que sólo puede sobrevenir una regeneración profunda de una democracia a la que la deshonestidad y el espíritu de lucro habían infectado hasta el extremo de causar una bancarrota nacional”. Cree sinceramente que “la gran movilización popular en Brasil ha sido un movimiento más ético que político y enormemente positivo para el futuro de la democracia en el gigante latinoamericano” (…) “en este caso, la movilización tenía como fin no destruir el sistema legal existente, sino purificarlo, erradicar la infección que lo estaba envenenando y podía acabar con él”. Vale decir que para Vargas Llosa el derrocamiento de Rousseff ejecutado por el establishment y que contó con el apoyo de los sectores medios altos y altos de la población brasileña y, obviamente, de los medios de comunicación y de la república imperial, tuvo como objetivo desratizar la política brasileña. Fue una suerte de cruzada tendiente a oxigenar el ambiente político brasileño, lleno de impurezas a raíz de los gobiernos populistas y corruptos de Lula y Dilma. La parte “noble” y “sana” de la sociedad decidió movilizarse para desalojar del poder a una gobernante que simbolizaba la parte “corrupta” y “enferma” de la sociedad. El mismo criterio emplea para referirse a lo que está sucediendo en Venezuela. Dice: “Una mayoría de venezolanos, a los que la ineficacia y la corrupción de los gobiernos democráticos habían desencantado de la legalidad y la libertad, le creyeron. Han pagado carísimo ese error. Por fortuna lo han comprendido, rectificado y hoy existe una mayoría aplastante de ciudadanos que pretende rectificar aquella equivocación”. Para Vargas Llosa el chavismo es el malo de la película, un engendro que solo fue posible por la miopía de una sociedad desencantada de la democracia de partidos vigente. Lo que Vargas no ve-o no quiere hacerlo-es que el tradicional bipartidismo venezolano estaba carcomido por la corrupción (como lo está el actual gobierno brasileño surgido del golpe contra el PT) y condenaba a la exclusión más escandalosa a millones de venezolanos. Lo que hizo Chávez fue darles identidad a los ignorados por el orden estatuido. Que después el bolivariano haya pretendido eternizarse el poder es otra cuestión cuya relevancia no admite duda alguna. Hoy Venezuela está sumida en la ruina producto de una feroz división de la sociedad en dos sectores irreconciliables. Se trata, en realidad, de dos países en guerra dentro de un mismo territorio. Para Vargas Llosa la oposición es la civilización y el chavismo es la barbarie.

Vargas Llosa concluye su aguda reflexión expresando que su “impresión es que es preferible erradicar la rabia de la vida de las naciones y procurar que ella transcurra dentro de la racionalidad y la paz, y que las decisiones se tomen por consenso, a través de la persuasión y el voto. Porque la rabia cambia rápidamente de dirección y de bienintencionada y creativa puede volverse maligna y destructiva, si quienes asumen la dirección del movimiento popular son demagogos, sectarios e irresponsables”. La lectura del artículo de Vargas Llosa no hace más que traer a la memoria la bronca de vastos sectores de la población contra la presidente Cristina Kirchner. La crisis desatada por la resolución 125 desató una feroz ofensiva de la oligarquía agroexportadora, apoyada por el poder mediático y los sectores medios altos y altos de la sociedad. La bronca se tradujo en piquetes, cacerolazos e insultos de todo calibre. Lo notable del caso es que nunca amainó ya que fue brillantemente manipulada por el multimedios Clarín para ir lentamente esmerilando la autoridad presidencial. La goleada de Cristina en octubre de 2011 lejos estuvo de enervar la embestida de Clarín. Por el contrario, se incrementó a lo largo de su segunda presidencia hasta desembocar en las elecciones presidenciales de 2015 que le abrieron las puertas de la Casa Rosada a Mauricio Macri. La bronca lo había instalado en la casa del poder. La rabia ciudadana había triunfado. Hoy estamos pagando las consecuencias de semejante demostración de irracionalidad.

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