Por Luis Américo Illuminati.-

«Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron» (Marcos 5:13).

Según la psicología, existe una categoría de madre que excede a la madre sobreprotectora que protege al hijo débil y vulnerable y es la madre devoradora que con el tiempo convierte al hijo en un mocoso insoportable, con un ego incontrolado. El pequeño monstruo permanece sin cortar el cordón umbilical con la madre hasta la edad adulta. Si a un individuo de la especie humana mientras va creciendo, no se le inculcan valores perdurables, desarrollará más vicios que virtudes y se convierte, por así decirlo, en una especie de gólem estúpido que no razona ni piensa correctamente.

Al haber sido privado de las posibilidades de maduración y de parámetros de reflexión, respeto y rectificación, resultará la versión opuesta del homo sapiens, es decir, un Neanderthal posmoderno. Este individuo es el prototipo del zángano, típico hijo de una madre dominadora. Una gran madre devoradora o cocodrilo, animal que Lacan utiliza como metáfora. Ella decide todo y defenestra a quien la contradice o no hace su voluntad.

Este tipo de gobernanta sólo compatibiliza con los que son perversos como ella; y a sus seguidores los trata como si ella fuera la «madrastra» y ellos sus «hijos adoptivos». Si accede al poder, no querrá soltarlo nunca. Su sed de poder no tiene límites. No cree ni en la democracia ni en el equilibrio de los poderes.

Estamos hablando de La Gran Madre Cocodrilo: Cristina Fernández, viuda de Kirchner y de su hijo Máximo, candidato a déspota de pacotilla, con un discurso berreta y con un escandaloso manejo de la billetera estatal para pagar a viles sujetos llamados «punteros» que arrastran una gran masa o fauna sublevada, piaras que paralizan la ciudad, chillan, orinan y defecan como bestias escapadas de un zoológico.

Y así La Gran Madre Cocodrilo y su hijo malcriado convierten el país en un terrorífico pantanal para que nade a sus anchas la raza de cocodrilos, la nefasta cría kirchnerista, una plaga que parece venida de Egipto. Pero tarde o temprano llega un día que renace la virtud como el Ave Fénix de sus cenizas, ese día está cercano.

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