Por Hernán Andrés Kruse.-

El 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas derrocaron a María Estela Martínez de Perón. La inmensa mayoría del pueblo respiró con alivio. El miedo imponía sus códigos. Nadie se sentía seguro. El vacío de poder era inocultable, al igual que la crisis económica. El accionar de la guerrilla paralizaba nuestros corazones. El golpe militar fue, por ende, tomado con naturalidad. El pueblo lo esperaba desde hacía varios meses, harto de la inacción e incapacidad de un gobierno que se desmoronaba sin remedio.

El poder quedó en manos de una Junta militar integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. El 30 de marzo el general Videla asumió la presidencia. He aquí un fragmento de sus palabras: “El país transita por una de las etapas más difíciles de su historia. Colocado al borde de la disgregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la corrupción y la complacencia (…) el uso indiscriminado de la violencia de uno y otro signo, sumió a los habitantes de la nación en una atmósfera de inseguridad y de temor agobiante. Finalmente, la falta de capacidad de las instituciones (…) condujo a una total parálisis del estado, frente a un vacío de poder incapaz de dinamizarlo. Profundamente respetuosas de los poderes constitucionales (…) las Fuerzas Armadas hicieron llegar, en repetidas oportunidades, serenas advertencias sobre los peligros que importaban tanto las omisiones como las medidas sin sentido. Su voz no fue escuchada. Ninguna medida de fondo se adoptó en consecuencia. Ante esta drástica situación, las Fuerzas Armadas asumieron el gobierno de la nación. Sólo el estado, para el que no aceptamos el papel de mero espectador del proceso, habrá de monopolizar el uso de la fuerza y consecuentemente sólo sus instituciones cumplirán las funciones vinculadas a la seguridad interna. Utilizaremos esa fuerza cuantas veces haga falta para asegurar la plena vigencia de la paz social. Con ese objetivo combatiremos, sin tregua, a la delincuencia subversiva en cualquiera de sus manifestaciones, hasta su total aniquilamiento” (fuente: La Nación, 31 de marzo de 1976).

En diciembre de 1977 Videla habló frente a periodistas británicos: “La Argentina es un país occidental y cristiano, no porque esté escrito así en el aeropuerto de Ezeiza; la Argentina es occidental y cristiana porque viene de su historia. Es por defender esa condición como estilo de vida que se planteó esta lucha contra quienes no aceptaron ese sistema de vida y quisieron imponer otro distinto (…) Por el solo hecho de pensar distinto dentro de nuestro estilo de vida nadie es privado de su libertad, pero consideramos que es un delito grave atentar contra el estilo de vida occidental y cristiano, queriéndolo cambiar por otro que nos es ajeno, y en ese tipo de lucha no solamente es considerado como agresor el que agrede a través de una bomba, del disparo o del secuestro, sino también aquél que en el plano de las ideas quiera cambiar nuestro sistema de vida a través de ideas que son justamente subversivas; es decir subvierten valores, cambian, trastocan valores (…) El terrorista no sólo es considerado tal por matar con un arma o colocar una bomba, sino también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización” (fuente: La Prensa, 8 de diciembre de 1977).

El “Proceso de Reorganización Nacional” tuvo como finalidad, en palabras de Videla, salvar a la Argentina de las garras del comunismo subversivo. En consecuencia, todo lo que oliera a izquierda debía ser aniquilado. He aquí la historia oficial. Todos o, al menos, la inmensa mayoría del pueblo, la creímos en aquel momento.

En su edición del 7 de mayo Infobae publicó un esclarecedor artículo de Juan Bautista Tata Yofre titulado “Videla, Viola, este es un golpe piola”: los documentos sobre la relación del gobierno militar con la URSS y Cuba”. Dichos documentos demuestran que el gobierno militar, que se autoproclamaba occidental y cristiano, no dudó en mantener relaciones nada más y nada menos que con la URSS (una de las potencias en aquel momento) y la Cuba de Fidel Castro, alineada con lo soviéticos y patrocinadora de la subversión marxista en Sudamérica.

Escribe Yofre: “Otro ítem que llama la atención es la información que lograba la Unión Soviética sobre la Argentina que estaba por entrar a marzo de 1976. En el Archivo del Departamento 52 de la Inteligencia Checoslovaca encontré una nota del Departamento 52 que acompaña un informe cuyo texto dice lo siguiente: “Enviamos en forma de adjunto la preparación del golpe militar en la Argentina”, obtenido de los amigos soviéticos”. Es importante porque la KGB tenía con más de un mes de antelación la decisión militar de derrocar a Isabel y establece, además, una fecha del encuentro Videla-Balbín. El resto del texto constituye una interpretación sobre los papeles de Videla y Viola en las cercanías del poder. La gran pregunta es: ¿quién le informó a los soviéticos? El que informó fue un alto oficial del ejército con el visto bueno del alto mando. A diferencia de Chile, la Argentina mandó un “guiño” a Moscú de lo que se venía”.

En aquel entonces la URSS era gobernada por Leonid Brézhnev, un halcón de la guerra fría. Era “el padrino” de la guerrilla marxista que solaba a Latinoamérica. Era, por ende, el jefe de todos los jefes del enemigo de la dictadura militar argentina. Ahora bien, ¿cómo es posible, entonces, que Moscú supiera con antelación lo que sucedería en el país el 24 de marzo de 1976? ¿Cómo es posible que Moscú apoyara el derrocamiento de Isabel por unas fuerzas armadas declaradamente anticomunistas que pondrían inmediatamente en ejecución un plan sistemático de desaparición de personas, muchas de ellas comunistas? ¿Cómo es posible que Videla, Massera y compañía no tomaran la decisión de romper relaciones diplomáticas con la URSS y Cuba? Si tan preocupados estaban los militares en salvaguardar nuestro estilo de vida occidental y cristiano ¿por qué le informaron con antelación al dictador soviético lo que pensaban hacer? Según Yofre “A diferencia de Chile, el régimen militar no rompió relaciones con la Unión Soviética, los países del Pacto de Varsovia y Cuba. Tampoco abandonó al Movimiento de Países No alineados, esencialmente por tres razones: 1) Chile dejó el bloque No Alineados por pedido de Cuba; 2) El futuro gobierno de Videla intuía que frente a su política de derechos humanos tenía más para perder si dejaba el bloque; y 3) además, para la cuestión del Canal de Beagle los NOAL podían brindar algún tipo de ayuda en el plano diplomático, especialmente la diplomacia cubana”.

En su artículo Yofre corrobora lo que siempre se dijo: que el Partido Comunista (PC), alineado con la URSS, estuvo de acuerdo con el derrocamiento de Isabel. Escribe Yofre: “El 25 de marzo de 1976, entre sus primeros actos de gobierno, la Junta militar suspendió la actividad política de los partidos tradicionales, incluido el Partido Comunista Argentino. Pero proscribió al Partido Comunista Revolucionario, el Partido Comunista Marxista-Leninista, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Obrero Trotskista y el Partido Obrero. Horas más tarde, el PCA emitió una declaración en la que se señalaba: “Ayer, 24 de marzo, las fuerzas armadas depusieron a la presidenta María E. Martínez, reemplazándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas. No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un límite extremo “que agravia a la nación y compromete su futuro”, como dice uno de los comunicados de las fuerzas armadas (…) El PC está convencido de que no ha sido el golpe el método más idóneo para resolver la profunda crisis política, cultural y moral. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos: su confrontación con las palabras y promesas”. “El PC considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución pinochetista (antiperonista)”. Fue una declaración moderada, no condenatoria del golpe, que iba en consonancia con algunas consignas de jóvenes comunistas: “Videla, Viola, éste es un golpe piola”.

El Partido Comunista Argentino apoyó el golpe del 24 de marzo de 1976. Tanto me interesó el artículo de Yofre, especialmente la parte dedicada a la postura del PCA respecto al derrocamiento de Isabel, que decidí bucear en Google para encontrar mayor información. Y la encontré. A continuación paso a transcribir partes de un artículo de Alfo Duzdevich titulado “El Partido comunista y el “carácter democrático y progresista del presidente Videla” (Agencia Paco Urondo, 11/7/022). Duzdevich cita a Horacio Tarcus y Jorge Cernadas, dos historiadores de izquierda, quienes elaboraron un trabajo de recopilación de una serie de documentos del PCA (“Las izquierdas argentinas y el golpe del 24 de marzo de 1976. Una selección documental”) que ponen en evidencia su postura ante el golpe del 76. Estos documentos llevan la firma de los miembros del Comité Central del PC: Gerónimo Arnedo Álvarez, Rodolfo Ghioldi, Rubens Iscaro, Pedro Tadioli, Fernando Nadra y Oscar Arévalo.

“Documento número 2: “Estado de ánimo de las fuerzas armadas”. “Desde hace algunos años el pueblo y las fuerzas armadas han sabido encontrar diversidad de formas y grados de coincidencia. Tal vez la más relevante por su forma y contenido haya sido la lucha contra la expresión fascistizante del lopezreguismo-en lo que se diera en llamar tácito acuerdo cívico-militar-con las masas en la calle y el asentimiento militar a las luchas populares. A este proceso de reencuentro se suma la democratización y la toma de conciencia que se sigue operando entre el personal militar”. “Sectores de la oficialidad analizan con sentido crítico al capitalismo como formación económico-social incapaz de dar solución a los problemas del pueblo y de la nación; precisan el enemigo fundamental en las empresas monopolistas y se desarrolla un creciente sentimiento antiimperialista; a la vez se mira a los países socialistas con creciente espíritu de investigación, estudio y comprensión.

Entre las masas de suboficiales y la tropa se abren paso posiciones antioligárquicas y antiimperialistas y se pone de manifiesto una creciente resistencia a ser utilizados en aventuras golpistas. Ante este estado de ánimo en las fuerzas armadas, los sectores gorilas tratan de reagrupar sus fuerzas, contando con el sostén de la CIA (…) Su táctica consiste en desdibujar al enemigo-los monopolios y la oligarquía latifundista-, poniendo en primer plano la lucha contra la subversión, con el propósito de poner distancia al proceso de reencuentro pueblo-fuerzas armadas. Son palancas importantes de este plan los enemigos de la democracia y de la independencia, los que siembran el caos para “desestabilizar” a la nación, el terrorismo de las Tres A-aún no perseguido-y la guerra psicológica. Sirven a estos planes-objetivamente-el terrorismo llamado de ultraizquierda, el que se considera “revolucionario” matar militares por el sólo hecho de ser militares. En este marco cobran vuelo las declaraciones del comandante, general Videla, al ubicar el problema del terrorismo como un problema de dimensiones políticas, sociales y económicas, las que interpretan el sentir de vastos sectores del arma.

Documento número 5: “Es la hora del diálogo abierto y fecundo” (…) El discurso del general Videla, con motivo del aniversario de la Batalla de Tucumán, y en ocasión de cumplirse el sexto mes, desde el 24 de marzo, cuando las fuerzas armadas se hicieron cargo del gobierno nacional, tiene indudable importancia. Confirma enunciados programáticos y condiciones mínimas de convivencia hacia (cita textual de Videla) “la fundación de un orden justo para todos, sin excepciones: para gobernantes y gobernados; para la solución pacífica de las controversias sectoriales; (…) para quienes se arriesgan con su espíritu de empresa y para quienes abonan con su trabajo el esfuerzo común; (…) y para que los que trabajan reciban prestaciones dignas y no dependan de caprichos demagógicos; para que se pueda criticar y aplaudir sin temores. El proceso no está dirigido contra ningún sector-reitera el general Videla, en momentos en que esta afirmación es atacada por los voceros del oscurantismo y la desunión de los argentinos-agregando que la “reorganización nacional en que las fuerzas armadas están comprometidas tiene por finalidad instaurar, en su momento, una democracia republicana, representativa y federal, adecuada a la realidad y exigencias de evolución y progreso del pueblo argentino.

Luego de citar a Videla, los firmantes del documento expresan: “El gobierno debe escuchar-y proceder en consecuencia-los angustiosos requerimientos del pueblo y las altas voces que se han alzado contra el crimen terrorista. Antes que nada, hay que poner fin al baño de sangre que está sufriendo el país y que apunta también al deterioro del gobierno y a la inestabilidad política (…) Urge escuchar la voz del pueblo, asegurando el pleno ejercicio de las libertades democráticas (…) La opinión democrática de la inmensa mayoría del país, que rechaza el pinochetismo, apoyará decididamente aquellos enunciados programáticos formulados por el presidente Videla en Tucumán, y que por su carácter democrático y progresista pueden contribuir a la construcción, entre todos, de la Argentina que queremos”.

Para el PCA Videla era democrático y progresista. Confieso que recién hoy me enteré de la existencia de estos documentos. Realmente asombran por su cinismo. Pero no hay que olvidar que la URSS apoyaba a Videla y el PCA dependía del PC ruso. También asombran por su cinismo las palabras de Videla citadas al comienzo de la nota. Este defensor de los valores occidentales y cristianos no dudó en congraciarse con la URSS y CUBA, principales patrocinadores del terrorismo marxista que Videla reconoció como enemigo de la patria. Semejante hipocresía repugna a las fuerzas morales inmortalizadas por José Ingenieros. Le hizo un daño atroz a la Argentina, cuyas consecuencias aún las padecemos.

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