Por Hernán Andrés Kruse.-

El 12 de agosto de 2012, Redacción Popular me publicó un artículo titulado “El 2015 en el horizonte”. He aquí su contenido:

“Cuando aún no se ha cumplido un año del arrasador triunfo de Cristina, el 2015 ha aparecido de manera amenazante en el horizonte. Los duelos que la presidenta mantiene con Hugo Moyano, Daniel Scioli y Mauricio Macri, ponen en evidencia que la clase dirigente comenzó a pensar en las futuras elecciones presidenciales.

La relación con Moyano comenzó a enfriarse luego del fallecimiento de Néstor Kirchner y terminó de resquebrajarse del todo cuando el líder camionero convocó recientemente a un paro general con movilización a la Plaza de Mayo. Si bien la concurrencia fue importante, el acto se redujo a una protesta del poderoso gremio de los camioneros y un discurso antigubernamental de un Moyano que estuvo acompañado en el palco por un dirigente gremial que tolera la explotación de los peones rurales. A partir de entonces, Moyano se transformó en un referente del arco opositor. Su altísima imagen negativa atenta contra sus aspiraciones políticas, pero no le impide descargar toda su furia contra Cristina cada vez que puede. De golpe, su tosca figura fue bendecida por el establishment y el poder mediático opositor. Pese a que Marcelo Borelli no ocultó el malestar que le produjo estrecharle la mano en “A Dos Voces”, el camionero se había convertido en la figura estelar del firmamento político opositor. El antiguo enemigo había pasado a ser un amigo entrañable. Qué mejor para la derecha que tener de aliado a alguien que es capaz de paralizar a la Argentina si ordena a su gremio el cese de actividades. Eduardo Buzzi, el ambiguo líder de la Federación Agraria, acaba de acercársele con el objetivo de construir un polo opositor sindical. Mientras tanto, el sector antimoyanista de la CGT confía en proclamar en octubre a Caló como el nuevo secretario general de la CGT oficial.

Daniel Scioli nunca gozó de la confianza del matrimonio Kirchner. Siendo vicepresidente de la nación entre 2003 y 2007, Néstor Kirchner aprovechó cuanta oportunidad se le presentó para vapulearlo sin piedad. Dando muestras de un estoicismo inquebrantable, Scioli aguantó las humillaciones, tragó saliva y siguió adelante. En 2007 ganó holgadamente la elección a gobernador por la provincia de Buenos aires. Sin embargo, su dependencia con el matrimonio Kirchner era cada vez más pesada. En 2009 Kirchner lo obligó a acompañarlo en la boleta bonaerense del Frente para la victoria. Soportó como pudo la derrota y siguió gobernando. Obtuvo la reelección en 2011 y al poco tiempo ejecutó su gran acto de sincericidio político: reconoció que quería ser presidente de la nación, pero aclarando que sólo se presentaría si la presidenta no obtenía la re-reelección. Si su objetivo fue provocar la ira presidencial, su éxito fue contundente. La represalia del gobierno nacional no se hizo esperar. Cristina le demostró quién manda en la Argentina. Durante varios días Scioli no encontró la manera de cumplir con el medio aguinaldo. Finalmente, la plata apareció y Scioli pudo pagar el sueldo anual complementario. Los bonaerenses respiraron aliviados y el fuerte gremio docente desactivó el paro que tenía planeado para luego del receso invernal.

Cuando el fuego cruzado entre la presidente y el gobernador comenzó a apagarse, el subte porteño comenzó a acaparar la atención de todos. Desde hace tiempo que el gobierno nacional y el gobierno porteño mantienen una dura disputa por el subte y el premetro. Desde hace una semana que el subte no funciona y los atribulados ciudadanos se ven en figurillas para arribar a su trabajo como corresponde. Casi un millón de personas se ven obligadas a utilizar el servicio de colectivos, provocando un caos en las paradas. Mientras tanto, el gobierno nacional dice que el subte es responsabilidad del gobierno porteño, Macri dice que no es responsabilidad suya, la empresa sostiene que su déficit le impide entablar negociaciones salariales con los trabajadores, y una jueza recibe en su despacho a las partes en conflicto para tratar de arribar a una solución. Lo cierto es que desde el viernes pasado el subte está parado y la gente se está enloqueciendo.

El 2015 explica esta lucha de todos contra todos. Cristina ganó holgadamente las elecciones presidenciales de 2011. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que diera comienzo la durísima lucha por la sucesión presidencial. Si la presidenta se presentara nuevamente dentro de tres años, ganaría nuevamente por goleada. Pero la constitución se lo prohíbe. En consecuencia, todos aquellos que están obsesionados por sentarse en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre de 2015 esperaron muy poco para calentar motores. Daniel Scioli picó en “pole position” al confesar su deseo de ser presidente. Macri también quiere serlo al igual que Hermes Binner, pero ninguno de ellos fue tan sincero como el ex motonauta. En consecuencia, la presidenta no tuvo más remedio que apretar a fondo el acelerador. Tanto a Scioli como a Macri les demostró su poder de fuego. Los conflictos por el medio aguinaldo y el subte no son más que los primeros escarceos de una batalla que será encarnizada. Sin embargo, daría la sensación de que la presidente Scioli no es lo mismo que Macri. Creo que a Scioli no pretende destruirlo ya que probablemente lo considere “tropa propia”, pese a no ser un kirchnerista puro. En cambio, a Macri quiere pulverizarlo. Nada le haría más feliz que verlo preso por el escándalo de las escuchas ilegales. Macri simboliza lo que Cristina más odia: la petulancia y la soberbia del poder corporativo.

La presidente está haciendo sucesivas demostraciones de fuerza para “convencer” a sus “adversarios” que aún es la presidente y que no está dispuesta a que nadie la lleve por delante. La lucha por el poder explica los duelos que Cristina ha estado manteniendo con Moyano, con Scioli y ahora con Macri. Consciente de que en 2015 termina su segundo y último mandato, no demostrar firmeza ahora la condenaría a perder en 2013 y llegar a 2015 con un respirador artificial. Ahora bien, cabe formular la siguiente pregunta: ¿Cristina demuestra este formidable espíritu de lucha para no ser un pato rengo o porque ya tiene decidido ir a fondo con la reforma constitucional que le permita presentarse en 2015? Hace unas semanas, en un programa de televisión de la localidad santafesina de San Lorenzo (“Nadie sabe cómo”) que se emite de lunes a viernes en directo entre las 15 hs. y las 16 hs. por Televisión Regional (Cablevisión), estuvo presente la senadora nacional Roxana Latorre quien, en un momento de la entrevista, manifestó que, en su opinión, Cristina tenía decidido ir por la reforma constitucional que habilite su re-reelección. El paso previo fundamental era, agregó, la elección parcial del año que viene. Un triunfo resonante en 2013 le abriría las puertas a la presidenta a su sueño dorado: quedarse en el poder más allá de diciembre de 2015. De manera pues que lo más probable es que la presidente haya comenzado a transitar el ríspido y largo camino rumbo a la re-reelección, reforma constitucional mediante. No fue casual la confesión de Scioli. Sabe perfectamente de la existencia de los planes re-reeleccionistas del cristinismo y que sería suicida interponerse en el camino de Cristina si las elecciones de 2013 le dan luz verde. Por eso se esmeró en aclarar que sólo sería candidato si dichos planes fracasaban. Macri, en cambio, será candidato presidencial y hará todo lo que esté a su alcance para evitar la reforma constitucional. Lo mismo hará Hermes Binner. A ninguno de los dos les conviene competir con Cristina en 2015 porque sufrirían una derrota estrepitosa. Por eso tanto desde el socialismo como del macrismo se están enviando señales contrarias a la reforma constitucional.

Guste o no guste, comenzó la carrera presidencial de 2015. Faltan tres años y unos meses: para la Argentina, una eternidad. Si bien nadie discute la legitimidad de las ambiciones presidenciales de Cristina, Scioli, Binner y Macri (no son los únicos, obviamente), sería aconsejable que dedicaran la mayor parte de sus energías (Cristina gobernando y sus adversarios ejerciendo una oposición seria y responsable) en ver cómo se solucionan los graves problemas que aquejan a los ciudadanos, como la inseguridad y la inflación. El pueblo, infinitamente agradecido”.

Escribí este artículo hace una década. Parece que lo hubiera escrito ayer. Hoy, al igual que hace diez años, la clase política sólo tiene en mente las próximas elecciones presidenciales. Hoy, al igual que hace diez años, su mezquindad repugna. Tal es así que con sólo cambiar algunos nombres podría adecuar el artículo al 2022. Por razones de espacio sólo transcribiré el último párrafo. Quedaría de la siguiente manera:

“Guste o no guste, comenzó la carrera presidencial de 2023. Faltan 21 meses: para la Argentina, una eternidad. Si bien nadie discute la legitimidad de las ambiciones presidenciales de Alberto, Macri y Larreta (no son los únicos, obviamente), sería aconsejable que dedicaran la mayor parte de sus energías (Alberto gobernando y sus adversarios ejerciendo una oposición seria y responsable) en ver cómo se solucionan los graves problemas que aquejan a los ciudadanos, como la inseguridad y la inflación. El pueblo, infinitamente agradecido”.

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