Por Hernán Andrés Kruse.-

Hebe de Bonafini es el emblema de los derechos humanos en la Argentina. Su historia de vida es archi conocida. Sus dos hijos, combatientes revolucionarios, forman parte de la legión de desaparecidos que hubo durante la última dictadura militar. Ya en democracia, no tuvo miramientos con Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Si bien apoyó con entusiasmo el juicio a las Juntas militares, no le perdonó a Alfonsín las leyes de punto final y obediencia debida. Lo pasó a considerar un traidor y lo puso en su lista de enemigos irreconciliables. Ni qué hablar de Carlos Menem y su indulto a los ex comandantes del proceso. A De la Rúa prácticamente lo ignoró y a Duhalde lisa y llanamente lo despreció. Recién con Néstor Kirchner Hebe de Bonafini se sintió aliviada. Por fin había encontrado un presidente cercano a ella, un aliado político. La relación de Bonafini con el kirchnerismo se afianzó cuando Cristina arribó a la Casa Rosada. Terminó siendo una aliada incondicional de la ex presidente y aún hoy lo sigue siendo.

Ideológicamente Bonafini se encuentra en las antípodas de la democracia capitalista y liberal que impera en Occidente. Descree de la propiedad privada de los medios de producción y del sistema de partidos políticos propio de la democracia liberal. Para ella, por ejemplo, el partido republicano y el partido demócrata son meros apéndices del complejo militar industrial, el verdadero centro neurálgico del poder en los Estados Unidos. También descree del Poder Judicial. Para ella los jueces están al servicio del gobernante de turno, son mercenarios que se postran ante el sistema de dominación. Bonafini no cree en las elecciones como mecanismo de acceso al poder ni en los controles. Para ella todo es una farsa. Considera a la democracia como un sistema cínico y perverso que encubre la característica fundamental del capitalismo: la explotación del hombre por el hombre. Bonafini es comunista hasta el tuétano. Por eso ama a Fidel Castro, el emblema del comunismo latinoamericano y abrazó como a un hermano a Hugo Chávez, uno de los hijos dilectos de Castro en el continente.

Bonafini es, además, una persona profundamente dogmática. Ella está convencida de que su pensamiento es la verdad revelada. Ello explica su peligroso autoritarismo. Con solo escucharla y verla en televisión, especialmente cuando efectúa sus clásicas arengas, emerge en toda su magnitud su dogmatismo y fanatismo. Ella está convencida ciegamente en lo que cree y piensa, y sitúa a quienes no están de acuerdo en territorio enemigo. Si hubo alguien en la Argentina contemporánea que puso en práctica la concepción política amigo-enemigo fue Bonafini. Ahora bien, ello no significa que no sea sincera. Bonafini es transparente, cristalina, diáfana. Ella dice realmente lo que piensa sin importarle las consecuencias. Es absoluta y totalmente intransigente. Para Bonafini no hay grises, sólo el blanco y el negro. Representa el maniqueísmo más extremo. En este sentido es el emblema de la antipolítica, si se entiende a la política como el arte de la negociación y la transa. Bonafini no negocia, lucha a muerte por sus ideales. Una vez, el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni dijo de Bonafini lo siguiente: “y, Hebe es Hebe”. Toda una definición filosófica. Bonafini es tal como es. Se la ama o se la odia con igual intensidad. La semana pasada debe haberse sentido exultante por lo que consideró una pequeña victoria obtenida contra su enemigo macrista. Ella cree realmente que no tiene por qué rendirle cuentas a un juez al que considera un empleado del poder. Efectivamente, Hebe es Hebe. En el fondo, evidencia de manera dramática la tragedia que nos tocó vivir como pueblo hace muy poco y cuyas reglas de juego podían sintetizarse en una sola: matar o morir en el sentido literal del término.

En su edición del 7 de agosto Página 12 publicó una entrevista que Bonafini concedió a Nora Veiras, en la que expone su opinión sobre lo que pasó los otros días y la realidad política del presente. Jamás pensó que se desplegaría un operativo semejante luego de negarse a declarar ante el juez de la causa “Sueños compartidos”: “Nunca, si no detienen a nadie de los que tienen que detener. Llegaron marchando con escudos, vestidos para la guerra. Y ya estaba llena de militares la casa de las Madres. Había civiles armados. Sí, la gente que ellos mandan de civil, los espías, vienen siempre, esta vez había muchos. A veces en las marchas los detecto y los echo y se van. A veces vienen vestidos de viejos, camuflados, o te mandan una piba mal vestida y te das cuenta que están espiando, se pone al lado mío, ocupan lugares estratégicos en la plaza, para escuchar a la gente que me viene a ver” (…) “La verdad, siempre me sometí a la ley. Fui muchas veces, no es que no fui. Viste que Kafka decía que la ley es la ley de los burgueses y lo que hicimos un poco es rebelarse ante eso, a que los burgueses siempre tengan razón. Después eso que pasó: llamaron de todas partes de Latinoamérica, de Europa, de todas partes del mundo, no me dieron paz” (…) “No sé, no entiendo de derecho, lo que sé es que es muy bueno que pase esto y que los pueblos tengamos claro que cuando salimos a la calle y tenemos razón, tenemos razón. Si nos quedamos adentro, es complicado”.

Así evalúa Bonafini este hecho: “Si el juez viene a la casa de las Madres, lo vamos a recibir. Nosotros nunca le cerramos la puerta ni a los allanamientos. Muchas veces nos allanaron pero como no tenemos nada que ocultar” (…) “En el primer allanamiento que tuvimos por lo de Schoklender vino cualquier cantidad de milicos”. Cree que le puso un freno al macrismo: “Claro. No es que puede hacer todo lo que quiere. Macri no es el rey del país, eso se lo hicieron creer los yanquis, pero no es el dueño del país. Él vino a gobernar el país, no para adueñarse del país, que es otra cosa. Él se adueñó del país y lo está rematando y regalando” (…) “La falta de trabajo es un crimen que alguien tiene que pagar, se ven colas de gente que busca comida a la noche y no la gente que vive en la calle. Gente que no puede comprar la comida no porque no puede pagar el gas, no puede comprar la comida porque no tiene trabajo” (…) “Yo tengo derecho a no declarar. Me lo dijo Zaffaroni, muchos de los que me han llamado” (…) “Yo pensaba qué querrían mis hijos y qué le haría bien a toda la gente. Me parece que es lo que hicimos” (…) “Yo no quiero ser iguales a ellos (Macri, Michetti y Peña) ni ante la ley. Lo más lejos posible de ellos. Mirá cómo se quieren igualar a nosotros ahora. No nos parecemos en nada” (…) “Lo que no puede decir (por el juez de la causa) es que no soy sincera. Así que bueno. Yo lo voy a recibir con mucho respeto. No tengo por qué faltarle el respeto, se lo falto públicamente porque a veces uno se zarpa. Las Madres no tenemos ningún problema y de paso le va a venir bien conocer la casa de las Madres. Conocer la casa de las Madres es sanador, es linda, es alegre, tenemos tantas cosas para mostrar”.

“El operativo de seguridad desató todo”, afirmó Bonafini. Y agregó: “No hay dimensión de la historia. Él cree que soy una pobre mujer del pueblo que va todos los jueves a la Plaza. No sabe el juez todo lo que han hecho las Madres, no sabe lo que nos quiere el pueblo. Es el trabajo de cuarenta años. Yo nunca medí, mucha gente me decía “Hebe te puede pasar algo”. Yo desde el principio, cuando se llevaron a mis hijos, la pasé mal pero nunca pensé en mí. Cada vez que uno hace algo es como un parto, uno no puede pensar en uno, uno tiene que pensar que el bebé tiene que nacer sano. Esto era como un parto, tenía que nacer sano lo que saliera de esto” (…) “Cuando hice esta presentación, pensaba en eso, pensaba en mis hijos, pensaba en cuánta gente tiene que darse cuenta cuánto poder tenemos para hacer las cosas que queremos y que sentimos que debemos hacer” (…) No compañeros, hay muchas cosas: no romper nada, no tirar nada, no ser provocadores. Ellos lo que están buscando es un muerto”. Bonafini le dio la razón a la periodista cuando afirmó que lo que los medios dominantes buscaban era presentarla como la inspiradora de un hecho de violencia: “Exactamente. Así que uno tiene que ver hasta dónde va y cómo va. Las Madres estamos acostumbradas a gambetear a la policía. Hace cuarenta años que los esquivamos, hace cuarenta años que los echamos de la plaza, no los queremos en la plaza porque no los necesitamos. Cuando De la Rúa un jueves nos cerró la plaza y no la quiso abrir, alquilamos dos escaleras de aluminio, subimos por una y bajamos por la otra por sobre las vallas y entramos” (…) “Los pueblos siempre tenemos formas de hacer otra cosa” (…) “A nosotras muchas veces nos llevaban presas y nos ponían con un muerto en una celda, un muerto con olor, que sabíamos que era uno de los nuestros, para asustarnos y que no saliéramos más. ¿De qué nos vamos a asustar ahora?, ¿de que nos lleven presas?”.

Bonafini destacó la necesidad de reformar la constitución de 1853: “Es una ley de burgueses. Tenemos que cambiar la constitución, tenemos que tener una constitución que nos defienda. Los países que están más firmes en América Latina son los que han cambiado la constitución, aunque tengan problemas no es lo que le pasa a Brasil o lo que nos pasó a nosotros. Si nosotros hubiésemos tenido otra constitución, estos tipos no nos hubiesen sacado la ley de medios y todo lo que nos están sacando”. En esta lucha no cree que la relación de fuerzas sea adversa: “Depende, si contamos con la gente que está en la calle no. Ellos lo que no tienen es eso. Macri para algunos actos contrata extras. Inauguran casas pero no aparece la gente que va a ocupar las casas, llevan a su gente por el miedo a que lo puteen” (…) “Eso es lo que ellos no tienen, pueblo. El pueblo está en otro lado. Y ni somos todos chorros, ni somos todos tarados, ni somos todos traidores. Con Cristina conducción vamos a llegar lejos. Hay muchas maneras de conducir y ella es un ejemplo todo el tiempo” (…) “Yo estoy muy honrada de haber hecho esto y honrada de que me permitan ser kirchnerista. El peronismo y el kirchnerismo son los que más sufrieron, los que más han sido castigados, han sufrido masacres. No por las masacres sino porque eran tipos que se jugaban: desde Walsh hasta el que pidas, sabiendo lo que les iba a pasar, sí que sabían”.

Bonafini expresa, a manera de colofón, lo siguiente: “depende de la gente, hay que salir a la calle y cuidar que no pase nada. Ahora creo que hay que salir por la falta de trabajo de todo el mundo. Basta de echar gente, hay que pararlo de alguna manera, el pueblo en la calle puede parar los despidos. Siempre el hombre es ingenioso” (…) “No hay nada imposible para el hombre”.

Así es Hebe de Bonafini. Tómela o déjela.

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