Por José Luis Milia.-

“Lo más indignante de este asunto no son los errores de esa gente: uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a la verdad. Lo que me saca de mis casillas es que, aun equivocándose, se creen infalibles.” Fiodor Dostoievsky. “Crimen y Castigo”.

Es natural que quienes votaron a los Fernández hagan apuestas sobre el precio del asado luego del 10 de diciembre; mediocres en sus expectativas, mangantes de puestos públicos, puchereadores de planes varios, son hoy parte del problema nacional. Ellos son quienes componen esa postergada plebe a las que los políticos les permiten vivir del esfuerzo de los argentinos que trabajan y que hacen inviable cualquier ecuación económica. Horda que por enésima vez se comerá la galletita Nac & Pop y cuando se indigesten de carencias, los políticos del palo les dirán que están así por culpa de la cipayería que infecta la vida nacional.

No son ellos los culpables, sólo son simple carne de urna que vive de promesas incumplidas. Ellos han sido espectadores baratos y sin conciencia de los desastres repetidos en los últimos cuarenta años; creyentes fieles de plaza y “marchita” todo lo que han recibido de los políticos se condensa en pocas palabras todas asociadas a un par de adverbios comparativos: más pobreza, más droga, más inseguridad; menos educación, menos trabajo, menos salud, menos ilusiones.

Los culpables son quienes los llevaron a esa situación, políticos que no necesitan votantes, sí una hacienda electoral sumisa, compuesta por individuos embrutecidos y desilusionados ya que solo en estas condiciones es posible hacerles creer cada cuatro años, con fuerza de dogma, la misma mentira. Admitámoslo, esa es la mayoría que ha votado.

Esto da resultado, ¡Vaya si lo da!, y esa mayoría ha decidido votar criminales de lesa esperanza, los que se han hecho de nuevo con el poder. Enfermos de ficción, y apenas repetidores de un desgastado mito- Perón- quienes han ganado las elecciones creen que el voluntarismo está por encima de la razón. Suponen que si son capaces de juntar a un imbécil mediático con un premio Nobel berreta y algún obispo oportunista en medio de una claque de ignorantes del tema, esto es suficiente para terminar con el hambre; que volviendo con la cantinela zaffaroniana de las “víctimas de la sociedad” se arregla la inseguridad, que el control de precios remedia la inflación y que el consumo y no la inversión productiva es la base del crecimiento.

No hay lugar a la ilusión. Repetirán, por enésima vez, fórmulas sin resultados reales pero que les permitirán, generando antagonismo, ampliar la brecha social, porque ellos son “la patria” y el resto, nosotros, los cipayos. Y para curar, según dice el segundo de los Fernández, la infección que enferma a Argentina, no dudará en utilizar como remedio para la sanación a los mismos microbios que han generado la enfermedad -sindicalistas que deberían estar retirados o en la tumba, piqueteros de pelaje variado, vividores de planes sociales, políticos corruptos y empresarios coimeros de la obra pública- plan que no tiene otra doctrina, para que al menos dure algo, que incrementar las retenciones al campo y a la minería, estúpidos pensamientos peronistas que nos permitirán ver cuán rápidamente volvemos de los 19 millones de tons de trigo de la cosecha 2018/19 a los escasos 9,34 millones de tons. de la mejor cosecha que tuvo Cristina.

Hoy, a menos de tres semanas de la asunción presidencial la indefinición del Fernández número dos en materia económica ya empieza a generar ansiedad e inquietud en los mercados, en el sector empresario y en la mayoría de los actores económicos y, pese al ofrecimiento de Macri de poner a su disposición toda la información necesaria para la transición, nadie, del riñón de él, o de ella, se ha acercado a dialogar con Sandleris o Lacunza.

En verdad el Fernández número dos, ya que por ahora es quien funge como vocero de la dupla, gasta su tiempo en la enorme tarea de cambiar la iconografía de los billetes argentinos, en chumbar a Bolsonaro, olvidando que Brasil es el principal socio de Argentina o en desconsiderar a Trump, olvidando también que es el garante frente al FMI mientras pierde el rumbo ilusionándose con el grupo de Puebla (puro grupo si lo hay) o invitando a Evo a que pase su exilio en Argentina, preocupación presidencial que, seguramente, nos permitirá brillar entre las naciones.

En definitiva, quizás tenga razón Diosdado Cabello cuando le advirtió al segundo de los Fernández que: “…a quien están eligiendo no vaya a creer que lo están eligiendo porque es él». Si es así, sólo debemos esperar que aparezca el titiritero para que se lleve los aplausos.

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