Por Oscar Dufour.-

La corrupción sigue al hombre, como la sombra al cuerpo. Corrupción e impunidad.

A 60 días de su asunción, el gobierno del Presidente Macri tiene el desafío de enfrentar a una corrupción sistémica, enquistada en las entrañas del Estado, corrupción que, como un fantasma que ha acompañado toda la vida política argentina, donde el ansia de poder de unos pocos, la avaricia desmedida de algunos y luchar por el interés individual de otros por sobre el interés grupal, logró que la Argentina sea un País poco confiable para la inmensa mayoría del mundo. No me voy a enfocar en la pelea de ayer entre el Diputado Eduardo “Wado” de Pedro y sectores macristas, que impulsan a Pablo Tonelli, por la vacante en el estratégico Consejo de la Magistratura, voy a intentar recurriendo a un “ejercicio de memoria”, no distraer el eje de la nota con estos “juegos de distracción” e ir al centro de la cuestión.

En gran parte de esta última década, la corrupción en la Argentina aumentó y los controles judiciales y patrimoniales de los funcionarios de turno, brillaron por su ausencia; es notorio en consecuencia que hubo vacíos de Estado. En la región, Argentina fue la Nación con peor imagen; luego siguió Venezuela, gobernado hace 15 años por el chavismo, y México, que por estas horas recibe en visita oficial al Papa Francisco, que encara una guerra al narcotráfico y a la delincuencia transnacional, 48 horas atrás, como una evidente muestra política ante Su Santidad, quien permanentemente reclama un freno al flagelo de la droga ante los primeros mandatarios del mundo, detuvo a la financista de la delincuencia transnacional, Guadalupe Fernández Valencia apodada “La Patrona” y vinculada al Jefe del cartel de Sinaloa, del narco, Joaquín “Chapo” Guzmán.

En el contexto descripto, a fines de 2015, Argentina fue ubicada en el puesto 139º -sobre 144 naciones- en un reporte del Foro Económico Mundial, en el que destacan el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia del Estado y el despilfarro de los fondos públicos. Traducido en criollo, somos uno de los países más corruptos del mundo. El FEM es una influyente entidad independiente con sede en Ginebra, que suele reunir en Davos a los principales líderes políticos y empresariales de todo el planeta, recientemente tuvo la visita del Presidente Macri, acompañado por uno de los líderes de la oposición, el Diputado Sergio Massa.

Me pregunto ¿Qué hicieron mejor los más de 130 Países que resultaron mejor posicionados que el nuestro? ¿O también son 130 Países que conspiraron todos estos años contra nosotros, que están bancados por los llamados “buitres” o que el FEM responde a sus intereses?

Lo que ciertamente ocurre y podemos afirmar, es que cuando a un delito de corrupción no lo sucede un castigo ejemplar, cuando un crimen se queda huérfano del castigo que le correspondería, es que su orfandad puede inducir a otros a repetir el intento, con la esperanza de obtener otra vez la impunidad. En nuestro léxico cotidiano, podemos apreciar que se habla mucho de corrupción, pero se habla poco de impunidad, sin pretender una justificación sociológica al fenómeno, tal vez ocurra por la desesperanza de un número importante de compatriotas al sistema. Es de manual en cualquier Nación del mundo, que cuando hay corrupción, el transgresor tuerce el sentido de la Ley en beneficio propio, ya que cuando hay impunidad, no recibe el castigo que le correspondería por haberlo hecho o simplemente por haberlo intentado.

Un ejercicio de memoria: “Cuando la Justicia es subordinada de la Política”

En Argentina el organismo clave para investigar la corrupción y otros delitos contra la Administración Pública, es la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, es bueno realizar un ejercicio de memoria y recordar que estuvo vacante desde Marzo de 2009, cuando renunció Manuel Garrido tras acusar a Esteban Righi de recortar sus funciones, algo que el “Bebe”, entonces Procurador General, siempre negó. Uno de los Fiscales de la segunda línea de esa misma Fiscalía, asumió entonces como subrogante, pero a fines de ese mismo año ganó notoriedad pública, cuando no apeló el polémico sobreseimiento de los Kirchner en la causa por su presunto enriquecimiento ilícito, que manejó el cuestionado Juez Federal Norberto Oyarbide. El subrogante que asumió entonces fue el abogado Sergio L. Rodríguez, quien llevaba los últimos 27 años trabajando en la administración pública nacional, empezó en un juzgado de instrucción, pasó por el Ministerio de Economía, desde septiembre de 2009 fue gerente de Sumarios Penales de la ANSES. El 1° de agosto de 2014, la entonces Presidente Cristina Fernández, envió su pliego al Senado de la Nación para ocupar la Fiscalía de Investigaciones Administrativas. El 8 de octubre los Senadores Nacionales Mario Cimadevilla y Gerardo Morales, impugnaron el pliego del candidato que elevó la Casa Rosada, tras considerar que su elección surgió de un concurso con «arbitrariedades manifiestas», y «vicios graves de procedimiento» y que fue, por tanto, «nulo». Finalmente, la designación recayó en la cuestionada Gils Carbó. El Orden Republicano requiere de la independencia y el buen funcionamiento de sus tres Poderes, y afecta la salud de la República que ello no ocurra, en lo que denominó “Síndrome de Argentina”, es un hecho recurrente separar con ‘distintos artilugios legales’ de sus funciones a quien no es funcional al gobierno de turno, como fue el caso del entonces suspendido Fiscal Campagnoli por sus investigaciones realizadas referentes al lavado de dinero en la que está imputado el ‘empresario’ Lázaro Báez; a nadie escapa en ello “la mano” de la Procuradora General de la Nación Alejandra Gils Carbó, quien aún se resiste a dejar su cargo. Y tampoco escapa, y estimo que no debemos dejar pasar por alto, porque ahí está el meollo de la cuestión, cuál fue el verdadero objetivo de la suspensión de Campagnoli, sino la de efectuar con total impunidad una clara advertencia al resto de los Fiscales del Ministerio Publico.

También en este ejercicio voy a recordar -la misma ‘trampa’ que la Ley de Medios’- la Reforma al Código Civil que fue la primera auto amnistía encubierta lanzada por el anterior Gobierno Nacional en su beneficio, dejando latente un ‘tsunami’ de corrupción e impunidad, sino es así, como sostienen algunos, pregunto entonces, ¿Por qué la nueva Ley establece puntualmente que «el Estado no debe responder, ni aun en forma subsidiaria, por los perjuicios ocasionados por los concesionarios o contratistas de los servicios públicos», y “establece que la sanción pecuniaria es improcedente contra el Estado, sus agentes y funcionarios”?

La actuación de la Justicia ante el asesinato del Fiscal Especial de la Unidad AMIA, Dr. Alberto Nisman, merece un capítulo aparte, que tampoco debemos olvidarlo.

Cuando la corrupción y la impunidad se imponen en una sociedad mansa

De los tantos males que sufrimos los argentinos, corrupción e impunidad son dos de los peores. Se agravan notablemente con consecuencias impredecibles cuando el accionar de la Justicia, demuestra una extrema lentitud al tratarse de investigar importantes casos de corrupción que involucran a altos “funcionarios” o “amigos” del poder, como ha ocurrido esta última década en esta Argentina que califico de despojada.

La corrupción y la impunidad, emergen en la sociedad por la falta o ausencia de Justicia. Si entendemos que la Justicia es la búsqueda del bien común y del bienestar conjunto, la injusticia será entonces el beneficio de “algunos” en pos del perjuicio a otros.

El filósofo Platón, decía “la peor forma de injusticia es la Justicia simulada”, vaya si tenía razón. Ahora bien, la imparcialidad, es un criterio de Justicia que sostiene, que las decisiones deben tomarse en base a criterios objetivos, sin influencias de sesgos, prejuicios o tratos diferenciados por razones inapropiadas. Pareciera que hoy, en nuestro tiempo, las cosas en nuestra querida Argentina, no son así.

En conclusión: Argentina es un País que demuestra día a día a través de sus actos en esta pasada última década, que nos encontrábamos sin Estado de Derecho, sin controles judiciales, sin controles patrimoniales, sin controles de la corrupción política, y sin controles sociales que permitan que la competencia electoral asegure que los que son elegidos, reflejen después las preferencias ciudadanas. Por lo tanto, hasta tanto la clase dirigente no sea nuevamente virtuosa, hasta que no actúe en función del futuro común, la tendencia de fracaso estimo que no podrá revertirse, propiciemos un virtuosismo que sirva para crear un País digno, serio y desarrollado para las próximas generaciones de argentinos.

Lo descripto, no es atacar a un Gobierno, ni presente, ni pasado, sino con hechos ciertos intentar despertar a la política. El Presidente Macri, con ya 60 días de gestión, debería propender a articular una fuerte coalición parlamentaria, ya que en el transcurso de estos próximos cuatro años, no va poder gobernar solo, en tanto, la oposición política y gremial debería estar a la altura de las circunstancias.

Finalizando, como fuerte contraste a la corrupción, nada mejor que estas palabras finales que les dejo a los lectores y que le pertenecen al Dr. René Gerónimo Favaloro. Pasó a la historia enarbolando las banderas de la honestidad, fue Favaloro un verdadero benefactor de la humanidad, poseedor de una dignidad de alma, una conducta ética y moral admirables; son extractos de su libro “Recuerdos de un médico rural”.

“Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes. ¡Si resurgiera San Martín, caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes!”

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