Por Hernán Andrés Kruse.-

El ataque mafioso que sufrió el supermercado de la familia política de Lionel Messi tuvo repercusión mundial. Que el apellido Messi apareciera en todos los medios de información del planeta hizo posible lo que hasta ese momento era imposible: que todos se enteraran de la tragedia que vive desde hace años la ciudad de Rosario, esa hermosa ciudad situada junto al majestuoso Río Paraná y que es la cuna de la Bandera.

Casi como por arte de magia el intendente de Rosario, Pablo Javkin, el gobernador santafesino, Omar Perotti, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández y el presidente de la nación, Alberto Fernández, tuvieron conciencia del avance narco sobre Rosario. Es como si de golpe hubieran reaccionado exclamando lo siguiente: “¿qué pasó en Rosario? ¿Atentaron los narcos contra el supermercado de la familia Roccuzzo? Muchachos, algo hay que hacer porque el mundo nos observa”.

¿Qué fue lo que hicieron? Lo de siempre: enviar a Rosario un puñado de gendarmes y un puñado de policías federales para “garantizar el orden” en nuestra vapuleada ciudad. Una vez más se aplicó la receta de la represión como única garantía para combatir al narcotráfico. El resultado no será otro que el más rotundo fracaso. ¿Por qué me atrevo a afirmarlo? Porque cada vez que en Rosario se enviaron gendarmes y policías federales para “colaborar” con la policía santafesina en la “lucha” contra los narcos, el fracaso fue estruendoso. Tal es así que hoy, como acaba de reconocer el ministro de Seguridad, “ganaron los narcos”.

La pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿por qué las autoridades políticas de turno siguen valiéndose de una estrategia que ha probado su enorme ineficacia para combatir al narcotráfico? La respuesta se cae de madura: porque no les interesa combatir a los narcos. No les interesa porque no quieren dañar un negocio multimillonario que se apoya fundamentalmente en la clandestinidad. En efecto, el consumo clandestino de drogas mueve montañas de dólares y con ese dinero los narcos han comprado en Rosario -y también en la Bota- la conciencia de políticos, jueces, fiscales, empresarios, policías y periodistas.

Ello explica por qué en Rosario jamás se intentó analizar seriamente un tema que es considerado tabú por mucha gente: la legalización del comercio y consumo de drogas. ¿Por qué, de una vez por todas, no se analiza seriamente combatir al narcotráfico legalizando tanto el comercio como el consumo de drogas? La razón es muy simple y contundente: porque si legalizan la comercialización y el consumo de drogas los narcos perderían cifras colosales de dólares, lo que terminaría por producir el derrumbe del negocio. Y al producirse el derrumbe de ese negocio, los políticos, jueces, fiscales, policías, empresarios y periodistas comprados por los narcos quedarían a la intemperie.

En estos momentos me viene a la memoria una escena del notable film de Brian De Palma “Los intocables”. Está Ness en su oficina con sus intocables. De repente ingresa un político de Chicago y le dice a Ness que necesita hablar con él. Inmediatamente Ness le pide a los intocables que abandonen la oficina. Cuando se quedan solos, el político acusa a Ness de dañar un negocio sumamente lucrativo-el alcohol-con sus bravuconadas. Acto seguido saca de su bolsillo un sobre con una importante suma de dinero en su interior. A continuación, Ness hace ingresar a los intocables y delante de ellos acusa al político de querer sobornarlo y lo echa de la oficina. La escena es memorable porque pone al descubierto la razón fundamental del éxito de Capone: la corrupción e impunidad imperantes en la Chicago de los años veinte y treinta del siglo pasado.

Pues bien, el éxito del narcotráfico en Rosario se debe a las mismas razones: la corrupción e impunidad imperantes en la cuna de la Bandera. Este escenario dantesco es alimentado por la clandestinidad, la prohibición de la comercialización y el consumo de drogas. Ello explica por qué el tema de la legalización de las drogas seguirá siendo considerado un tema tabú. Pero más temprano que tarde el asunto deberá ser analizado como corresponde, si es que realmente deseamos liberarnos del poder narco.

En su edición del 12 de marzo Página/12 publicó un artículo de Alfredo Zaiat titulado “La guerra contra la droga se gana con la legalización”. Escribió lo siguiente:

“Más gendarmes, militares a la zona conflictiva, declaraciones políticas de unos y otros postulando más represión y la imprescindible vulgaridad de gran parte de los medios de comunicación para generar indignación y miedo en la audiencia. El abordaje de la situación crítica en Rosario por las muertes asociadas al comercio de las drogas no aprobadas por autoridades sanitarias se desentiende del análisis económico de un mercado que es ilegal, pero tiene reglas de funcionamiento como cualquier otro. Ignorar esas reglas sólo colabora en la consolidación de grupos económicos que crecen al margen de la ley y que a medida que acumulan capital construyen estrechas relaciones con otros sectores económicos legales, como la construcción, las finanzas, el juego y el inmobiliario urbano y rural, entre otros (…).

Sólo la parafernalia del combate contra las drogas impide abrir un debate que es políticamente incorrecto y está muy alejado del interés de encararlo por el mundo de la política, ya sea por temor al linchamiento mediático, por carecer de conocimientos en la materia o, en algunos, por el vínculo sinuoso que tienen con el producido por esta actividad ilegal. De todos modos, es necesario exponer lo que no se quiere decir: la guerra contra la droga se gana con la legalización. No se requiere de un grupo de expertos para elaborar una estrategia novedosa para arribar a esta conclusión. Existe un antecedente potente acerca de qué sucedió y cómo se encaró el problema social, económico, de salud y de seguridad que provocó la prohibición y persecución a la producción y comercialización de bebidas alcohólicas. La conocida ley seca fue un fracaso estrepitoso, del mismo modo que hoy es la denominadas guerra contra la droga, y la solución fue, finalmente, legalizar el comercio de bebidas alcohólicas (…).

Milton Friedman ha ofrecido los argumentos económicos más contundentes sobre los beneficios de la legalización del negocio vinculado con la producción y comercialización de drogas prohibidas. En una entrevista que le realizaron en 1991 en el Foro Americano sobre Drogas, un programa de debate nacional sobre asuntos públicos, afirmó que “si se observa la guerra contra las drogas (se refiere al gobierno de Estados Unidos) desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno es proteger al cártel de las drogas. Esta es la realidad, literalmente” (…).

El mundo conservador ilustrado está convencido de que la prohibición ha fallado. Pese a que no se siente cómodo con esta postulación, reconoce que la legalización es la solución menos mala. Así lo planteó la revista The Economist en marzo de 2009, en el artículo “Cómo detener la guerra contra las drogas”. Sentencia que el combate contra las drogas es “el tipo de promesas que a los políticos les encanta hacer”. Dice que de ese modo mitigan la sensación de pánico moral y que el objetivo es tranquilizar a los padres de adolescentes. “Sin embargo, es una promesa enormemente irresponsable, porque no se puede cumplir”, indica. En forma categórica asegura que la guerra contra las drogas ha sido un desastre porque ha creado Estados fallidos en el mundo en desarrollo. “The Economist sigue creyendo que la política menos mala es legalizar las drogas”, para agregar que “menos malo” no significa bueno. Explica que lejos de reducir el crimen, la prohibición ha fomentado el gangsterismo en una escala que el mundo nunca antes había visto (…). Señala que la legalización no sólo ahuyentaría a los mafiosos, sino que transformaría las drogas en un problema de orden público a uno de salud pública, “que es como deberían ser tratadas”. Los gobiernos cobrarían impuestos y regularían el tráfico de drogas y usarían los fondos recaudados (y los miles de millones ahorrados en la aplicación de la ley de prohibición) para educar al público sobre los riesgos del consumo de drogas y para tratar la adicción. En definitiva, la problemática de las drogas hoy ilegales (igual que con el alcohol y el tabaco) no debe encararse desde un enfoque represivo, sino desde uno de salud y educación a partir de la legalización”.

El artículo de Zaiat debería ser leído y comentado en los colegios y universidades del país, y en los canales de televisión. ¿No le parece, estimado lector?

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