Por Luis Alejandro Rizzi.-

Esta vez las encuestas acertaron y Mauricio Macri se ha convertido en el próximo presidente de la Nación Argentina, en una de las situaciones más complicadas de nuestra historia.

A su vez, Daniel Scioli ha tenido un triste fin de carrera, consecuencia lógica de su falta de idoneidad, como lo demuestra el estado en que entregará la Provincia de Buenos Aires y de su falta de dignidad durante los doce años de gobiernos “k”.

Es probable que en su derrota, esto último haya incidido más que los pobres resultados de su gestión ya que en los últimos días de la campaña electoral mostró su real dimensión humana de persona hipócrita y necia incapaz de respetar los mínimos valores de la decencia.

Demostró que ignora totalmente lo que es la dignidad.

Es probable que el sorprendente triunfo de María Eugenia Vidal el pasado 25 de octubre haya sido la causa eficiente de este triunfo de Mauricio Macri y haya ilustrado políticamente el afán de cambio de la población de una provincia vapuleada y menoscabada por la dékada “K” que solo fue tenida en cuenta para construir una red de poder personal, abusivo y desmesurado.

La sumisión de la Provincia es probable que haya generado la sumisión incomprensible del partido Justicialista o lisa y llanamente del peronismo, esa suerte de sentimiento, pasión e inocente fundamentalismo que sucumbió ante la bipolaridad de una mujer que supo hacerse temer.

Kristina fue y probablemente lo será por un tiempo más un fenómeno político difícil de explicar y de entender. Mucha gente se pregunta cómo ha sido posible que hayamos soportado el “kristinismo” durante ocho años, y seguramente no ha sido por la eficiencia de su gestión que deja un país con alta inflación y sin moneda, que son las dos caras de una misma cuestión; sin reservas disponibles; aislado e ignorado por el mundo, con desabastecimiento energético; precaria infraestructura; un argentino sumido en la pobreza; 8% de déficit fiscal; un estado que absorbió el empleo que no pudo crear el sector privado; una deuda previsional millonaria, que no solo se refiere a las deudas resultantes de juicios impagos sino a haberes previsionales vergonzosos; un gobierno que pulverizó la cultura del trabajo y elevó nuestros vicios a la categoría de virtudes. Menospreció la inteligencia y convirtió la sofistica en excelsa sabiduría y al paleto lo convirtió en modelo.

Estos son los resultados de una gestión familiar de ejercicio del poder que duró algo más de doce años cuyo estilo fue la chabacanería, la soberbia y la perversidad.

Sin embargo sorprende que de todos modos el FPV haya obtenido un caudal que no deja de ser importante de los votos emitidos, un caudal que obviamente este frente de partidos políticos diversos que integra “Cambiemos” no podrá ni deberá ignorar.

La misión esencial de Mauricio Macri a partir de hoy será la de crear nuevos usos, ya que no se trata de corregir “abusos” porque en ese caso la tarea sería fácil.

Los nuevos usos facilitarán la resolución de las cuatro o cinco cuestiones, que como decía Carlos Floria, son los problemas de problemas.

A partir de ahora se deberá trabajar para construir la gestión a través de los consensos y la participación que en la mayoría de los casos será de buena fe y en otros, con evidente mala fe como ya lo preanunciaron algunos dirigentes gremiales de la Provincia de Buenos Aires, en cuanto se supo el triunfo de María Eugenia Vidal.

Las políticas para abatir la “inflación” deberán proponer una nueva cultura económica en la que se valore que la “estabilidad es creativa” y que la modificación de las variables, una vez logrado el objetivo, serán mínimas.

Que debemos tener una moneda que realmente tenga valor a lo largo del tiempo y que el ahorro es una virtud necesaria para los pueblos.

Que la competencia, lejos de ser un vicio debe ser una virtud y que el objetivo debe apuntar a ser los mejores, no los superiores, estado más propio de un complejo psicológico de inferioridad que una demostración de calidad.

Aunque parezca fantasioso se deberá gobernar a partir de la cultura, entendida como un sistema vital de ideas del tiempo que nos toca vivir y de lo que es la persona, deberá obviar la soberbia de los nuevos bárbaros que son los profesionales, sabios en lo suyo, pero “groseramente incultos” en cuanto a la sabiduría que debe guiar la técnica.

La gran cuestión argentina, es una “cuestión de cultura” y desde que tengo uso de razón siempre se erró el diagnóstico, y así se sucedieron los afanes golpistas a partir del 13 de noviembre de 1955, los fusilamientos de 1956, el culto a la inestabilidad política, la barbarie terrorista a partir de 1970, barbarie que tuvo dos bandos y finalmente el desprecio institucional de los últimos años.

Todo esto fue causado por la “incultura” imperante y la creencia que los problemas argentinos se solucionaba con buenos técnicos o con ideologías pasadas de moda.

Lo cierto es que Argentina en los últimos años no estuvo a la altura de los tiempos y lo que nos ha pasado fue su consecuencia.

Es la cultura… ¿Nos daremos cuenta?

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