Por Paul Battistón.-

Mirar el tablero y especular una serie de posibles jugadas sin mover las piezas es una forma de anticipar o crear el futuro de una partida. Todas esas posibles jugadas responden por supuesto a las reglas precisas del juego, como también sus posibles respuestas.

Las reglas están acotadas a una cantidad finita; aun así, la combinación de las mismas y el desarrollo mismo del juego dan una tremenda cantidad de posibilidades, lo que hace que el juego se extienda también en otro tablero, el de la lógica del adversario con su posible elección de estrategias y caminos a tomar.

Si el tablero fuera la realidad y el juego la política sobre la misma, todo se vuelve infinito y el tablero secundario de la lógica del participante adversario se convierte casi en principal agregando una complicada combinación de formas de interpretación de realidades y hasta de las reglas mismas. Aun así, quien tratara de aventurar futuro se atendría a las reglas suponiendo que cualquier posibilidad de anticipación estará encajada en la lógica que de las normas se deduzca.

La flexibilización de las normas, su reinterpretación y hasta la puesta en juego de nuevas reglas y repentinas normas pueden burlar cualquier intento de prestidigitación con intenciones de anticipar un futuro inmediato. El acierto de algún acontecimiento, por tal motivo, suele dar a quien lo logra un renglón de currículum.

“Yo tengo la lapicera”, dijo Alberto, la que debería ser una herramienta precisa en el desarrollo del ejercicio de un gobierno, la que tiene el camino de su trazo acotado por las reglas existentes (mientras no sean cambiadas).

La lapicera de Alberto no podría explicar los desaciertos en la gestión de su dueño, más que reconociendo haber escrito en la banquina. O simplemente la lapicera de Alberto es adorno para la foto de la humillación.

El desarrollo de una partida suele dar resultados favorables a aquellos que se escapan por la tangente, pensamiento lateral le dicen, son capaces de quitarles a las reglas cierto alcance que inconscientemente le damos por establecido y al cual nos acondicionamos bajo la guía del sentido común pero puede haber quedado por fuera del sentido de las letras. Un escape por la tangente puede acortar o crear un rumbo dejando a adversarios o problemas a un lado (no necesariamente resueltos).

Si bien pareciera ser una posibilidad que acomoda al constante avance indetenible del gobierno, la colección de torpezas hilvanadas una tras otra van en contra de la inteligencia y no sería el caso de un pensamiento lateral dispuesto a saltar cuestiones. Pero aun así, nada pareciera detenerlos y el abrupto final inevitable a semejante colección de tonterías pareciera diluir su llegada, convirtiéndose a un estado de constante crisis sustentable.

La inteligente marcha (llena de desinteligencias) responde a un pensamiento bipolar donde cada resultado indefectiblemente siempre es bueno y siempre es meritorio del redoble de apuesta. Se suma a esto otro detalle particular que apoyado en el redoble de apuesta crea situaciones en apariencia consistentes con una capacidad de encontrar atajos al mejor estilo de un pensamiento lateral pero en realidad no está encontrando atajos si no está inventando puntos de llegada convenientes.

Repentinamente Argentina está siendo guiada por una figura inexistente, la de un primer ministro. Juan Manzur ha sido ubicado en esa posición armado de un gabinete de emergencia (capaz de extremar en todo sentido) relegando a Alberto a una situación de decorado protocolar.

Ante la crisis o supuesta crisis muchos analistas echaron a rodar jugadas y movidas que la lógica permitía aventurar. Pero ni Alberto renunció, no hubo el blanqueo definitivo de la portación de poder que muchos esperaban, mucho menos el salto del agazapado Massa y la edificación del líder heredero tomó caminos erráticos entre encuestas de imagen muy negativa. Sencillamente porque la jugada tras la crisis post paso se movió sobre un escenario que hasta ese momento no existía, el aún actual. Nuestras reglas no hablan de un primer ministro sin embargo Manzur se mueve en tal sentido rindiendo a los pies de una reina también inexistente en las reglas. Estas reglas tampoco establecen una lapicera redactando el libreto de lo que nos deparara a la sombra de la Mont Blanc de Alberto, ocupada sólo para ocupar la atención.

Nuestra historia (o agenda, por si lo de historia les parece mucho) está siendo redactada con la anticipación de la necesidad de escenarios de quien es capaz de poner la inteligencia al servicio de una constante huida por la tangente de la realidad de las reglas escritas y con la escala de conversión a puro valor absoluto de lo que podría medirse como pie o traspié en una escala convencional. Los éxitos se redoblan y los fracasos se festejan, se reconvierten y por supuesto se redoblan.

Si la lógica o las reglas no dan escenario posible, entonces la lapicera de la reina tramoyista creará la escenografía necesaria capaz de reemplazar las realidades esperadas. En definitiva, creará la realidad (de la que todos pasaremos rápidamente a hablar) y por supuesto guionará el libreto para ese nuevo escenario.

Ningún anticipo por el lado de la lógica en cumplimiento de las reglas estará en condiciones de dar acierto cuando la redacción de las jugadas está hecha en base a una reinterpretación de calidad de valor absoluto sin positivos ni negativos y mucho menos con cambio de tablero (escenario) de innovación imaginaria amoldada a necesidades de resolución favorable.

En el tablero de “Democracy”, confinamiento severo de todo lo que se llame oposición (so pena de quedar en el capítulo de infames golpistas de algún futuro manual escolar progre), es casi inútil especular renuncias, traspasos, giros usando los caminos de las reglas.

Quizás una monarquía faraónica, una ola de persecución, un sitio de CABA o, casi en el borde con la lógica, una dolarización desprolija en la que la faraona podría disfrutar al fin ver en la superficie los dólares sumergidos en los ahorros de los argentinos, todas estas locuras pueden ser más probables que cualquier resultado pensado tras hilvanar lógica en escenarios preestablecidos.

Su arte de redactar (redactarnos) se asienta en su capacidad de crear escenografías escapadas de su imaginación de reglas particulares sin fracasos y con una marcada curvatura de la rectitud.

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