Por Hernán Andrés Kruse.-

Hace pocas horas falleció el ex juez de la Corte Suprema Carlos Fayt quien además era un experto en derecho político e historia de las ideas políticas. Académico sumamente prolífico integró el máximo Tribunal desde diciembre de 1983 hasta diciembre de 2015. Socialista democrático y libre pensador Carlos Fayt se había transformado en hueso duro de roer para la ex presidente Cristina Kirchner, quien rogaba para que el veterano jurista renuncie a su cargo para así llenar ese vacío con un jurista cercano a ella. No pudo ser. Fayt se fue cuando quiso. Eligió, irónicamente, el 11 de diciembre para hacerlo. Todo un símbolo. Lo cierto es que el ex Supremo fue protagonista de un capítulo más de la grieta que amenaza con no desaparecer jamás. En efecto, el doctor Fayt despertó sobre el final de su vida amores y odios igualmente intensos, y ello se vio reflejado cuando se conoció su fallecimiento. El jueves 24, veinticuatro horas después de su entrada en la eternidad, Página 12 y La Nación hicieron alusión al deceso del académico con miradas tan diferentes que realmente invitan al asombro. Página 12 publicó un artículo de Irina Hauser donde el trato que le brinda es de una frialdad inocultable. En cambio, el editorial que le dedica la Nación lo ubica en la categoría de prócer de la Patria.

Hauser titula su nota “El juez que se eternizó en la Corte Suprema”. El doctor Fayt, narra la periodista, falleció en la noche del martes a la edad de 98 años, once meses después de dejar el cargo que había ocupado desde diciembre de 1983, por decisión del presidente Raúl Alfonsín. Cuatro fueron los oradores que despidieron al doctor Fayt en el hall del cementerio de la Recoleta. Pablo Hirschman, cercano colaborador del académico, portaba en su mano un ejemplar de su libro “Derecho Político”. Contó a los presentes que con Fayt tocaban todos los temas y en un momento el tema fue la muerte, frente a la cual Fayt se mostró escéptico. No dudó en tildarlo de “prócer”. Jorge Rizzo, titular del Colegio de Abogados de Capital Federal, quien lo llenó de elogios, expresó: “Este señor que se está riendo de nosotros se va sin sospechas de corrupción. No participó de golpes de Estado, luchó contra las dictaduras y enfrentó a la mayoría automática”. También hizo uso de la palabra Andrés Abramovich, del Foro de Práctica Profesional y Estudiantes de Santa Fe, al que el doctor Fayt donó su biblioteca al abandonar la Corte. Por su parte, el presidente de la nación manifestó sus condolencias por intermedio de un tuit: “Fue un hombre comprometido hasta el último día de su vida con la Justicia”. El actual presidente de la Corte rememoró aspectos que se destacaban de la personalidad de Fayt: su humor y su mordacidad. En los plenarios, narró el doctor Lorenzetti, Fayt se valía de la acidez de sus comentarios para introducir temas polémicos. “¿Qué aeropuerto del mundo gozó de su presencia?”, solía preguntarle al doctor Zaffaroni como cuestionamiento de sus viajes académicos. Había decidido bautizarlo “piel de valija”. A la doctora Elena Highton de Nolasco siempre le ensalzaba su vestuario. Carlos Fayt llegó a la Corte en diciembre de 1983. Siempre afirmó que no conocía al doctor Alfonsín. Mostró en todo momento su intención de presentarse como un juez independiente y con el paso de los años se valió de sus votos para ponerlo en evidencia. El constitucionalista Gustavo Arballo, a través de un estudio sobre fallos políticamente perfilados, concluyó que durante el gobierno de Alfonsín el doctor Fayt firmó un 75 por ciento de votos afines al alfonsinismo mientras que durante el menemismo firmó solo un 32 por ciento de votos afines al metafísico de Anillaco. Durante los doce años y medio de kirchnerismo sólo firmó el 19,6 por ciento de votos cercanos al matrimonio K. Fue el miembro de la Corte que más votó en contra del oficialismo, en un período caracterizado por un duro enfrentamiento entre la Corte y el Poder Ejecutivo. Varios juristas y abogados hacían memoria y destacaron sus votos a favor de la libertad de expresión, su voto contrario al per saltum que hizo posible la privatización de Aerolíneas Argentinas durante el menemato, su postura pro divorcio, su apoyo a que la comunidad homosexual tuviera personería jurídica, su voto favorable a aquellos trabajadores que reclamaban actualización de haberes recortados por la última dictadura militar, su apoyo al fiscal Ricardo Molinas por haber investigado hechos de corrupción. Hay quienes consideran que sentó las bases de fallos ejemplares, como el que se conoció como “Peralta” (Plan Bonex) que le concedía al Poder Ejecutivo la facultad de valerse de un decreto para estipular la constitucionalidad de un régimen de emergencia. Defendió durante muchos años la investigación de la Corte sobre el atentado contra la Embajada de Israel. En 1986 y en 1990 se mostró partidario de criminalizar la tenencia de droga para consumo personal. Sin embargo, en 2009, a raíz del caso “Arriola”, consideró que la norma que consagra la criminalización de la tenencia de droga para autoconsumo demostró que “devino irrazonable” para los fines previstos. Con 75 años a cuestas dio comienzo a un amparo para permanecer en la Corte, contrariando lo estipulado por la constitución Nacional que establece que cuando los supremos llegan a esa edad deben jubilarse salvo que consigan un nuevo acuerdo senatorial. Logró que sus colegas supremos declararan en 1999 la inconstitucionalidad de la Constitución, lo que le permitió continuar en el cargo. Hay quienes dicen que Cristina kirchner comenzó a atacarlo por su edad como represalia por haber votado para obligar a Chevron a pagar una demanda millonaria que complicaba su acuerdo con YPF. Luego de la crisis de 2001 apoyó con fervor la postura de los ahorristas que habían resultado damnificados por el corralito. También defendió las leyes de Punto final y de Obediencia Debida y se destacó su oposición a la ley de medios, a la que tildó de inconstitucional. Su última sentencia obligó al gobierno nacional a devolverle a las provincias millones por la coparticipación.

El editorial de La Nación se titula “Fayt, un juez ejemplar”. Dice el mitrismo: “Autor de fallos memorables y de decenas de libros de derecho, defensor de la libertad de expresión, Carlos Santiago Fayt…encarnó en su extensa trayectoria judicial el ideal de lo que debe ser un juez: honesto, transparente e independiente, y con el temple necesario para resistir las presiones e incluso los ataques del poder político. Su magisterio fue creciendo no sólo en lo jurídico, sino también en el campo de lo moral, hasta ubicarse en las antípodas de una Justicia en la que empezaron a descollar por sus escándalos los Oyarbide, los Canicoba Corral, los Freiler, los Ballestero, los Rafecas y otros menos conocidos” (…) “Fue, así, el juez decano de toda la historia del más alto tribunal del país y le tocó protagonizar la restauración democrática y luego convivir con los ministros de la llamada “mayoría automática” del menemismo” (…) “No temía disentir, como ocurrió cuando defendió la irretroactividad penal y la cosa juzgada y fue disidente en los fallos en los que la Corte ratificó la ley que declaró la nulidad de la Obediencia Debida y el Punto Final” (…) “siempre independiente, su arribo a la Corte antes de la reforma de la constitución de 1994 le permitió continuar más allá de los 75 años. Pero su resistencia a todo tipo de presión lo convirtió en un obstáculo cada vez más serio e insalvable para los designios del kirchnerismo, a medida que ese régimen se perpetuaba en el gobierno y estallaban, uno tras otro, los escándalos de corrupción y la consecuente necesidad del oficialismo de entonces de manejar y sojuzgar a la prensa independiente y a la Justicia” (…) “Mientras resistía los ataques, votó siempre impartiendo lecciones de docencia republicana, en defensa de la libertad de expresión y de prensa, sin importar hacerlo en minoría” (…) “En una época en que algunos jueces presentan abultadas declaraciones juradas de bienes que luego no pueden justificar y en que aceleran o frenan las investigaciones judiciales según las necesidades del gobierno de turno, lo único que pudo encontrar el kirchnerismo para intentar una salida de Fayt fue su edad, pero hasta la biología estaba de su lado, pues se encontraba tan bien que cuando, en septiembre del año pasado, presentó su renuncia a la Corte, lo hizo con una aclaración: su retiro no se haría hasta el 11 de diciembre de ese año” (…) “La historia de la República se escribe también en las sentencias del máximo tribunal de la Nación y Fayt nos ha dejado su obra de 32 años en más de 80 ejemplares de la colección de fallos de la Corte Suprema, para que las próximas generaciones encuentren en sus votos-mayoritarios, concurrentes o disidentes-el recto sentido que este eximio jurista, auténtica expresión de autoridad de gobierno republicano, les ha dejado con fecundo espíritu constitucional”.

El 18 de septiembre de 2011 La Nación publicó una entrevista que Raquel San Martín le hizo a Carlos Altamirano para analizar el fenómeno del kirchnerismo. ¿Es el kirchnerismo una superación del peronismo, una fuerza política que enarbola las banderas peronistas por conveniencia o es una continuidad actualizada del movimiento político creado por Perón? En la entrevista Altamirano considera que si bien el kirchnerismo rescata los ideales del primer peronismo, se limitó a efectuar reformas y no hacer la revolución, considera a Perón un emblema histórico de los trabajadores, rescató el valor de la militancia juvenil y situó en el centro de su épica a Néstor Kirchner. En ese momento se reeditaba el libro de Altamirano “Peronismo y cultura de izquierda” en el que analizaba las reacciones tanto de la izquierda radical como moderada frente a la aparición del peronismo. Así como John William Cooke acuñó la célebre frase “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, Altamirano acuña la frase “el kirchnerismo es el hecho maldito del progresismo” para poner en evidencia lo incómodas que se ponen las fuerzas de izquierda ante el modelo kirchnerista. Las partes más salientes de esta jugosa entrevista son las siguientes.

-“La relación con el pasado del peronismo que han manifestado tanto Néstor como Cristina Kirchner nunca ha sido simple, ni muy expresa, sino más alusiva que definida. Si uno tuviera que recortar con cierta nitidez, diría que hay en el kirchnerismo una reanudación de ideales, pero en ellos ya no está ni la revolución ni la idea de partido armado. Y esos ideales han sido estilizados en términos de una idea de justicia. Por otra parte, el kirchnerismo retoma la idea, que quedó en un sector de los jóvenes de los 70, de que el peronismo auténtico ya no estaba encarnado en Perón, sino en los jóvenes. Hasta donde puedo recordar, en general las referencias al creador del movimiento no han sido frecuentes en el discurso ni de Néstor ni de Cristina. La idea de que esa juventud encarnaba lo mejor se asocia con la referencia de que “venimos de aquella generación y somos los hijos de las Madres”, invirtiendo un poco la relación entre madres y desaparecidos. Con esa constelación, no muy precisa, nebulosa, de elementos está constituido lo que podríamos llamar la identidad kirchnerista, en lo que tiene de novedad”.

-El kirchnerismo “es un movimiento de reformas sociales, centrado sobre todo en una nueva distribución. A los ojos de un setentista de 1972 o 73, sin embargo, es un proyecto redistribucionista, no uno que apunte, hasta ahora, a cambiar las estructuras sociales. Junto al reformismo social, está la incorporación de derechos de nuevo tipo, como el relativo al matrimonio igualitario. Incluso la renovación de la Corte Suprema se inscribe dentro de una dimensión más liberal que nacional-popular de las reivindicaciones. Hacer de la Corte Suprema un objetivo a renovar no formaba parte del imaginario radical de los años 70, no sólo para la izquierda peronista, sino para ningún sector de la izquierda. Los jóvenes que son parte de las filas del kirchnerismo tienen un lazo muy laxo, muy tenue, con aquel pasado, de modo que este elemento también novedoso no puede sino tener efectos sobre la composición de la conjunción kirchnerista. Otro elemento importante es que en la épica del peronismo, y también en la del setentismo, el 17 de octubre es una fecha de gran valor simbólico, que simboliza el encuentro del líder con el pueblo trabajador. No hay un lugar para el 17 de octubre en la épica kirchnerista. Más que el pueblo, el gran actor es el propio gobierno kirchnerista y sus dos figuras centrales. Esto hace que el relato sea el relato de un gobierno, que dice que en medio de una Argentina en escombros aparece un dirigente que está en condiciones de elevar al país del infierno y enfrentar a los poderosos”. Es lo que Altamirano denomina “reencantamiento ideológico”: “Para los que son de mi generación, muchos de ellos agrupados en Carta Abierta, cabe lo del reencantamiento porque quizás pensaran que la política no les reservaría este capítulo. Pero no sería propio para los chicos de entre 20 y tantos y 30 y tantos años que se han incorporado a la constelación kirchnerista, y para quienes la política vuelve a ser algo que motiva frente al escepticismo que era característico, o a esa idea de que en la política valía el cinismo y no la creencia”.

-“El peronismo clásico fue el cauce de la incorporación del movimiento obrero a la vida pública. Tal vez el kirchnerismo aspire a ser el canal a través del cual se incorporen de manera masiva nuevas generaciones a la vida pública. En eso, nada podría llamar la atención porque, periódicamente, un político convoca a los jóvenes con distintos mensajes” (…) “El kirchnerismo abre cauces para los jóvenes y lo asocia a un compromiso ideológico. No dice simplemente “ustedes pueden hacer carrera acá”, aunque puedan, sino que agrega que la empresa vale la pena por razones de justicia, de búsqueda de la igualdad”.

-“El menemismo ya había unido los extremos, y conservó el voto de los descamisados, lo que todo dirigente peronista cuenta como su capital. El asunto es qué añade a ese punto de partida, a ese treinta y tanto por ciento por debajo del cual nunca baja el peronismo. Menem no pudo incluir a una parte muy significativa de las clases medias, que fue antimenemista en parte importante. Como novedad, el kirchnerismo ha incorporado a esa conjunción a buena parte de esas clases medias progresistas que querían otra Argentina. La crisis de los partidos no ha sido superada, pero la virtud que ha tenido el kirchnerismo, sobre todo bajo la gestión de Cristina, ha sido ensamblar esas partes. De modo que ha vuelto a plantearle un nuevo desafío, no a la izquierda radical, sino a lo que se llama progresismo, que no es sino reformismo de izquierda. Ese ha sido el verdadero “hecho maldito” para el progresismo, para Carrió y para una parte del radicalismo, y es un desafío para la coalición que aspira a encarnar Binner. Deja, en cambio, el campo amplio para la derecha, lo que abriría lugar a quienes pretenden encarnar expresiones de ese universo, como Macri”.

-“El antiperonismo impugnaba moralmente al peronismo, en particular, por su avance sobre las libertades cívicas. ¿Qué ha pasado con este sector de las clases medias progresistas que parecen haber olvidado esos cuestionamientos frente a un kirchnerismo sobre el que hay denuncias y comprobaciones de corrupción y de avances sobre las instituciones?” (…) “Por parte de las clases medias, yo no sé si se trata de insensibilidad, porque es el mismo sector que fue muy sensible a las denuncias de inmoralidad del menemismo. Pero sí creo que es un sector social que piensa que, aun cuando todas esas denuncias sean ciertas, hoy no harían más que lesionar a un gobierno que en líneas generales es mejor que cualquiera de los otros gobiernos posibles. Los políticos o los columnistas que dicen que con el kirchnerismo vivimos en el peor de los mundos van contra el sentido común de las personas en la Argentina. Hablar de “países serios” en un mundo revuelto, en el que países que hace unos años eran ejemplo hoy se hunden, es pagar tributo a una ideología, no a la experiencia. Toda interpelación al ciudadano que adopte este enfoque está condenada al fracaso. Otro elemento importante es que el kirchnerismo transmite un valor político, no importa si es un gobierno conservador o reformista, que es que puede gobernar un país difícil de gobernar. Es un valor difícil de cuantificar y de definir. Para mucha gente, el gobierno de Cristina reduce la incertidumbre”.

Como bien dice Altamirano el kirchnerismo poco tiene que ver con el peronismo de izquierda de los setenta. La diferencia fundamental se da en el hecho de que el kirchnerismo no están ni la idea de la revolución ni la apología de la lucha armada. Máximo Kirchner nada tiene que ver con Mario Eduardo Firmenich. Además, no se pueden comparar los contextos históricos en que se desenvolvieron ambos procesos. Los montoneros fueron el resultado de los fusilamientos de José León Suárez y de un contexto internacional favorable a los movimientos guerrilleros en una Latinoamérica que había conmocionado por la revolución cubana. Los montoneros querían realmente reemplazar el sistema capitalista por el sistema socialista, perseguían un auténtico y profundo cambio de estructuras en la Argentina. El kirchnerismo en ningún momento se planteó un cambio de sistema sino solamente hacer del capitalismo un sistema más humano, más inclusivo, más “redistribucionista”. Mientras los jóvenes montoneros fueron revolucionarios los jóvenes kirchneristas enarbolan las banderas del reformismo moderado. La diferencia es, pues, de naturaleza, no de grado.

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