Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«Parecen resonar infinidad de ecos lejanos, sonidos de viejos combates olvidados, gritos de todos cuantos aullaron su miedo y su coraje cuando ponían de manifiesto lo grande, lo temible que alberga el corazón humano». Arturo Pérez-Reverte.

La historia universal está llena de episodios heroicos, en los cuales, ya sin esperanza alguna, grupos de hombres sin fanatismo, pero con amor propio y por lealtad, salieron a pelear una última batalla, para perder la vida pero pasar a la inmortalidad. Los espartanos del paso de las Termópilas, los británicos de la carga de la Brigada Ligera, los polacos a caballo que combatieron a los Panzer de Hitler y hasta los exangües ejércitos alemanes de la ofensiva de las Ardenas son algunos de esos hechos en que los muertos se cubrieron de gloria.

Lamentablemente, todos ellos pertenecen a un pasado que, al menos en la Argentina, resulta irrecuperable. Aquí, la última ofensiva la está llevando a cabo Cristina Fernández de Kirchner mientras se cubre de vergüenza e ignominia, para pasar a la historia patria como la gobernante que, en pos de su desmedido afán de lucro y de poder despótico, no dudó en arrasar con todos los cimientos -pocos- que quedaban de la República.

Para defender su fortuna mal habida y la libertad propia, de su familia y de sus testaferros y cómplices, no trepidó -con la bastarda colaboración de un sector de los jueces y fiscales- en confesar, tácita pero escandalosamente, su culpabilidad en los enormes delitos que se les imputan para obtener la cabeza del Juez Bonadío en la causa que los investiga por lavado de dinero cuando comenzó a sentir su aliento en la nuca. Antes lo había hecho con el Fiscal Nisman (a quien le costó la vida), con el Procurador Righi, con el Juez Cabral, e intentó fallidamente contra el Fiscal Campagnoli y con el Juez Fayt. Está dispuesta a arrastrar a la sociedad toda al lamentable camino emprendido por Nicolás Maduro en Venezuela, un país que, flotando sobre un mar de petróleo, hoy no puede alimentar a sus habitantes a los cuales, por lo demás, se ha privado de todas las libertades y derechos humanos.

La Corte Suprema de Justicia en especial, pero todo el Poder Judicial en general, ese universo donde están injustamente «en el mismo lodo todos manoseados», hoy acosados por el golpe de estado que la noble viuda está ejecutando en su contra, tienen una enorme deuda con la sociedad civil, a la cual le reclaman apoyo; debieran, ya mismo, pedir al Congreso la destitución de la Presidente por violar la Constitución. Mientras no lo hagan, resultará muy difícil que la resistencia se corporice porque, a pesar de que los argentinos discuten, con pretendido conocimiento, acerca de las novedades que se producen diariamente, lo cierto es que se trata de temas muy áridos y complejos, fuera del alcance de las mayorías; por eso resulta difícil convocar a grandes manifestaciones de protesta y, sin ellas, la ciudadanía continuará dormida e inerme, chapaleando en esa ciénaga que tan bien describió Santiago Kovadloff ayer, en La Nación.

Claro que doña Cristina olvidó qué tipo de personalidad gasta Claudio Bonadío; ya avisó que, si aparece suicidado, busquen al asesino. Al día siguiente de su desplazamiento -¿de cuánto habrá sido el cheque que recibieron los corruptos jueces Freiler y Ballestero por lograrlo?- de la causa Hotesur, el magistrado allanó el Ministerio de Planificación Federal, Enarsa e YPF en busca de documentación para continuar con la investigación -bien demorada, por cierto- de sobreprecios en la importación de gas licuado. Si no es apartado también de su conocimiento y esta causa avanza, tengo la certeza de que mi teoría acerca de las razones por las cuales la Argentina perdió el superávit energético que poseía en 2003 se verá confirmada: formó parte de un plan de don Néstor (q.e.p.d.) para robarle YPF a Repsol; como escribí mucho sobre el tema y las notas pueden leerse en mi blog, me abstendré de entrar en detalles aquí.

Debo confesar, la Presidente tiene razón a veces, sobre todo cuando repite «todo tiene que ver con todo». Uno de los principales problemas de quien la suceda en el cargo será, precisamente, el déficit energético que este gobierno legará y que, dado que en el camino habrá saqueado hasta las fotocopias de los dólares del Banco Central, complicará muchísimo la importación de energía, que se debe pagar al contado y la suma involucrada es gigantesca.

Ese saqueo incluye a la ANSES, al PAMI y a cuanta caja tuvo a su alcance, pues necesitó financiar un gasto público que se ha desmadrado y que hoy se percibe como un déficit del orden del 8% del PBI; ante la escasez de divisas, el Gobierno recurre, además, a la emisión desmedida, generadora de la gigantesca inflación que integrará su acervo hereditario.

Esa inflación es, principalmente, la razón de la existencia, después de la mejor década para los precios de los productos argentinos, del 28,7% de pobres que registra el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Tampoco en este tema la Presidente trepida en sumergirse en el ridículo: las desmentidas de sus adocenados lenguaraces hubieran sido risibles -para Anímal Fernández, Alemania tiene mayor porcentaje de pobreza- de no haber resultado trágicas: los Kirchner han cometido, a través del saqueo y del despilfarro populista, un verdadero genocidio, y por él habrá de juzgarse a esta nefasta familia que tanto se nos parece.

El imperio está llegando a su fin, sea que su final se parezca a la forma en que Alfonsín dejó el poder o a la que lo hizo Nerón. He intentado infructuosamente, estos días, imaginar el futuro de la emperatriz saliente: ¿se quedará a vivir en alguna de sus propiedades porteñas o se recluirá en El Calafate administrando sus múltiples hoteles y jugando su rol de abuela?, ¿cómo se desplazará cuando carezca de helicópteros y aviones oficiales?, ¿podrá salir, como cualquier ciudadano, a circular por la calle?

Con los Estados Unidos y el mundo entero dispuestos a ejercer la justicia universal en materia de corrupción, no creo factible que se radique en el extranjero, a gozar del producto de sus robos; basta ver qué sucedió con Fujimori cuando Japón, el país del cual era también ciudadano, lo devolvió a Perú, donde se pudre en una cárcel, o con los muchachos de la FIFA. Podría optar, obviamente, por Caracas o Quito, pero me parece que las encontraría peligrosísima o aburrida, respectivamente, y no podría allí lucir sus joyas y sus carteras Louis Vuitton. Las respuestas a esas preguntas, que parecen nimias, determinarán por cuál de los caminos optará para recorrer este final que, en pocos días más, podría darle disgustos aún mayores.

Hoy, los porteños deberemos concurrir a la segunda vuelta de las elecciones para Jefe de Gobierno, en una legal pero innecesaria y absurda contienda a la que nos obligó Martín Lousteau quien así, a mi entender, habrá cavado su fosa política; los votos de más que obtenga procederán sólo del ¿Frente para la Qué?, y su campaña deterioró, por la violencia que le impuso, el armado nacional del «espacio» que dice compartir. De igual manera, me parece lamentable, si es que fue cierto, que Mauricio Macri haya sugerido modificar las reglas del ballotage que rigen para las elecciones ejecutivas en la ciudad (50% + 1) para adecuarlas al original mamarracho inventado para las nacionales (45% + 1 o 40% y 10 puntos porcentuales de diferencia con el segundo); las normas se han hecho para ser cumplidas por todos siempre, y no sólo cuando nos viene bien hacerlo.

¡Que, al menos hasta noviembre, Dios se acuerde que alguna vez fue argentino y abra pronto los ojos de los esclavos para que éstos dejen de hacer tiranos!

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