Por Paul Battistón.-

Se ha vuelto una constante en los cierres de ciclos en nuestro país que quienes pretenden presentarse como una alternativa a una continuidad agotada deban enfrentarse a diatribas que los encasillan en el lugar de esos enemigos nacidos de Épicas cuyos orígenes sólo fueron el justificativo de los errores y barbaridades que nos llevaron al desajuste.

Desajuste que salta a la vista, pero sólo a la vista de un reducido número de víctimas que lo padecen, ya que el resto ha sido enceguecido en sus conocimientos y endulzado con el desajuste dirigido a la creación del espacio de poder.

Para el financiador populista resulta fácil disfrazar hechos de lógica simple tras batallas épicas convenientes e inexistentes.

Así es como un gobierno que refriega a diestra y siniestra su mote de nacional y popular aniquila frente a los ojos de sus populares seguidores nuestra soberanía monetaria, transformando nuestra moneda en literal papel higiénico (y no es exagerado si consideramos que a esta altura la emisión descontrolada cuenta en su pasado con una anécdota de apropiación y prostitución de la casa emisora de la misma).

Quienes deban asumir las correcciones de estos estropicios, si la “democracia” así lo permite, deberán primero sortear los ataques de los “benévolos” desajustadores que usarán como caballito de batalla en la lucha electoral la certeza de que quien gane deberá ser un ajustador obligado (un anticipado fraude emocional).

De esta forma, nuestros recientes 30 años de “tiranía de las masas” fueron sólo una sucesión de períodos de conducción de alabados mesías que parecen disponer del guiño divino para deshacer a gusto y placer nuestra soberanía monetaria, aniquilar la autonomía del Banco Central o desequilibrar balanzas tributarias y comerciales, alternados por quienes después se ven acotados a ajustar los desajustes de la divinidad populista pero que, ante los ojos de las masas, serán los eternos amantes del oscuro ajuste del imperialismo y los buitres.

El ajuste inevitable suele transformarse en el camino del fracaso de las alternativas y no es casual ya que quienes son los “desajustadores seriales” del sistema ostenten durante los gobiernos de los obligados correctores el poder edificado mediante la financiación del desajuste.

El carácter a nivel legal o constitucional de “traición” a la pérdida adrede de nuestra soberanía monetaria es indispensable.

Las crisis cíclicas auto infligidas por motivos disfrazados de ideológicos o burda edificación de poder fuera de los poderes establecidos por la constitución no caben en una república ni en un sistema que pretenda ser democrático.

Será también una deuda pendiente entonces convertir masas en electorado consciente, si pretendemos poner fin a la parábola de los desajustadores inmunes.

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