Por Hernán Andrés Kruse.-

En medicina todos los pacientes son igual de importantes. Todos merecen ser tratados con igual esmero y dedicación porque son personas, no cosas. Sin embargo, hay pacientes que, por la actividad que desarrollan, marcan una diferencia con los restantes mortales. En efecto, en casos de personas públicas, en especial de aquellas que pretenden alcanzar la presidencia de la nación, su salud adquiere estado público, a diferencia de los demás pacientes que, por no ser conocidos, sus enfermedades son conocidas sólo por sus seres queridos. Lo que no significa, reitero, que sus dolencias sean menos importantes que la dolencia de un posible futuro presidente.

Cuando una persona de estas características arriba a un nosocomio determinado y luego de ser examinado se decide su internación, lo que le pasa debe ser conocido por la opinión pública. Porque no es un paciente cualquiera. Es nada más y nada menos que un paciente que puede ser el próximo presidente de la Argentina a partir del 10 de diciembre próximo. Me refiero, obviamente, al doctor Alberto Fernández, que el lunes pasado ingresó al Sanatorio Otamendi aquejado por una fuerte tos y un dolor en el tórax. Cuando todo tipo de rumores habían comenzado a expandirse como reguero de pólvora sobre el estado de salud del jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner, el citado nosocomio emitió un comunicado firmado por su directora, la doctora María Lanfranconi. Dice lo siguiente: “El paciente Alberto Fernández ingresó al Sanatorio Otamendi por sus propios medios, el día de ayer, lunes 3 de junio, con un cuadro de tos seca y dolor torácico, sin otros síntomas asociados. En consideración de las intensas actividades presentes y futuras del paciente y sus antecedentes heredo familiares, se decide la internación para explorar el cuadro presentado y realizar una serie de chequeos generales sobre su estado de salud. Lego de realizar varios estudios diagnósticos, se detectó una inflamación pleural que podría corresponder a una obstrucción arterial subsegmentaria. Presentó un ecocardiograma normal. El paciente presenta buen estado general, con adecuado control del dolor, deambulando por la habitación, acompañado por su familia”.

Hasta aquí, todo perfecto. Lo que hizo el Sanatorio Otamendi es correctísimo. Los médicos que atienden a AF esperaron el momento oportuno para dar a conocer a la opinión pública el estado de salud del paciente. Pero horas más tarde Claudio Savoia, periodista de Clarín, dio a conocer una situación muy diferente respecto a la salud de AF. Manifestó que “el diagnóstico de Alberto Fernández es tromboembolismo pulmonar subsegmentario con infarto pulmonar izquierdo. No fue un chequeo. Llegó a la guardia por emergencia. Dolor en la pierna y dificultad respiratoria. Está estable. Anticoagulado. No es una pavada. Está internado con otro nombre…y los médicos no están de acuerdo con que deje el sanatorio sin investigar la causa. Pero quizá se vaya… Informo sobre un tema de interés público ante una elección nacional”.

¿En qué quedamos? ¿Qué es lo que padece AF: una inflamación pleural según el propio nosocomio o un tromboembolismo pulmonar segmentario con infarto pulmonar izquierdo según el periodista? Porque uno no necesita ser médico para darse cuenta de que no es lo mismo una inflamación pleural que un infarto pulmonar. ¿Quién dice la verdad: el nosocomio o el periodista? Resulta evidente que Savoia recibió información privilegiada del propio Otamendi, lo que evidencia hasta qué punto es delicado el asunto. O el sanatorio mintió o al periodista le vendieron “mercadería podrida”. Lamentablemente, a partir de ahora se producirá una grieta entre quienes le creen al Otamendi y quienes le creen al periodista de Clarín. Los primeros dirán que lo de Savoia es una burda operación política tendiente a perjudicar a AF, mientras que los segundos saldrán a decir que el kirchnerismo no dudará un segundo en ocultar el real estado de salud de Fernández para no perjudicar sus chances electorales.

Lo real y concreto es que a partir de ahora se pondrá en duda todo lo que se diga respecto a un tema tan delicado como éste. Es probable que ni siquiera se le crea al propio AF cuando no se cansa de expresar que está muy bien de salud. Estamos tan enfermos como sociedad que ya no le tenemos confianza ni siquiera a los comunicados médicos. Porque lo que seguramente sucederá de aquí a octubre es que la salud de AF pase a ser uno de los temas centrales de la contienda electoral que se avecina.

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