Por Luis Tonelli.-

“Las cosas caen dispersas; el centro no puede sostenerse
La mera anarquía se desata sobre el mundo,
Una marea de sangre oscura se esparce, y por todas partes
La ceremonia de la inocencia se asfixia
Los mejores han perdido toda convicción, los peores
Están llenos de apasionada intensidad.”
Yeats, La segunda venida (1919).

2016 ha sido un año de grandes acontecimientos: el Brexit, la llegada de Trump al poder. La muerte de Fidel Castro, el No al proceso de Paz en Colombia. Si uno adoptara una perspectiva do ideológica del mundo podría decir que todos fueron fracasos de la izquierda en el ascenso de una derecha conservadora que encuentra símbolo perfecto en la muerte del patriarca revolucionario.

Otros todavía son más apocalípticos: nos estamos alejando raudamente de los ideales democráticos. Ideológicamente, Castro hacía décadas que había muerto. Especialmente cuando terminó para Cuba la muy material ayuda que le daba la USSR por el arrendamiento de ese inmenso portaviones terrestre que era la isla. Pero la reacción frente a su desaparición ha sido masiva y en muchas partes del Globo. Como si de nuevo se levantará el famoso Muro, pero ahora no entre Occidente y el Comunismo, sino dentro de los países, entre integrados y excluidos.

Algo huele mal en el Mundo. Es evidente que entramos en una nueva fase de tensión entre capitalismo y democracia. Situación que a partir del colapso del Comunismo se veía ya superada, en donde la globalización podía generar sus descontentos, pero estos iban a ser marginales e impotentes frente a la prosperidad generalizada. La posthistoria descripta por Fukuyama, en su boutade síntesis de una era caracterizada por la aburrida libre elección de autoridades y de electrodomésticos. Incluso, dos acontecimientos fueron interpretados en clave de la fortaleza de la Globalización para asimilarlos: la Caída de las Torres Gemelas y la Gran Crisis Financiera Mundial que se inició en el 2008.

Sin embargo, el Viejo Topo que comenzó a horadar nuevamente los cimientos de la relación entre capitalismo y democracia es solo una variante del descripto por Marx en su prehistoria. El capitalismo para funcionar demanda de eficacia. Pero quedan fuera darwinianamente cada vez más personas fuera del gran circuito del consumo que solo es recorrido por un puñado de millonarios.

Estos empresarios, cultivan como Peter Sloterdijck ha advertido un perfil de estrellas del rock. Es el pequeñísimo mundo de los superhombres. Pero el mundo es el mundo de las personas comunes y silvestres. Los espectadores que se maravillaban de esas vidas mirándolas por televisión, y que ahora han comenzado a relacionar la extrema riqueza que esta pequeña fracción de personas acumulan y que los años de los Happy Years de la posguerra ya no volverán. El libro que ha sintetizado todas las alertas respecto al impacto de la desigualdad es el best seller de Thomas Piketty. La desigualdad finalmente va a impactar sobre el rendimiento económico mundial al transformar la Gallina de los Huevos de Oro que son los emprendedores en Reyes Midas sentados sobre sus riquezas jaqueados por un mundo de indignados.

El capitalismo se ha convertido en exclusivo, y la democracia que es el mecanismo inclusivo por excelencia (ya que le da poder a los que no tienen poder) reacciona frente a esto a Indignación ciudadana no es revolucionaria, ya que le falta una ideología, sino un mero estado de ánimo y encuentra en la democracia el carril para expresarse. El problema que la alternativa al capitalismo neoliberal es el populismo. Y si uno está siendo insustentable políticamente, el otro lo ha sido económicamente.

La Argentina como país que adelanta las contradicciones mundiales caricaturescamente, también se debate en esta. Con un mundo para atrás, con Brasil para atrás, no se puede esperar que la Argentina crezca. El presidente tiene que dar eficiencia a la economía argentina pero eso llevaría a problemas sociales y políticos en el presente. Por otro lado, el status quo político y social bloquea toda esperanza de futuro. Por eso, esta sensación de impasse en la que nos encontramos. Todo es difícil. Todo es complejo. Todo parece imposible.

Y aquí aparece el gran interrogante. ¿Es hoy la sociedad global un panel de abejas o un ejército?. Los teóricos de la globalización, tanto los integrados como los apocalípticos nos hablaban del ascenso incontenible del autómata. Del Imperio del Mercado. Ningún actor individual o colectivo podía hacer nada contra el “sistema”. Niklaus Luhmann podía decir con su retórica gélidamente caústica que de los más de 7.000 millones de sistemas de conciencia (como denominaba a las personas) no había nadie imprescindible. La complejidad engendraba más complejidad. El centro subsumía a los extremos.

Pero el 2016 ha sido abundante en acontecimientos que han sorprendido al mundo. La pregunta es si estos acontecimientos podrán cambiar al mundo. Pero hay una todavía más inquietante: sí lo podrán cambiar para mejor. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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