Por Luis Alejandro Rizzi.-

Se llama “sicofanta” al impostor, al calumniador y Pierre Rosanvallon nos recuerda que los “sicofantes” eran aquellos que pervertían los derechos de denuncia, se presentaban como los “perros del pueblo”, preocupados por defender la democracia contra los “poderes concentrados” (como dice ella) o los complots de la oligarquía (¿se acuerdan de los piquetes de la abundancia que supuestamente la amenazaban?). Eran en verdad vulgares demagogos y extorsionadores (como quedó en evidencia al dejar a la Provincia de Buenos Aires sin presupuesto).

Representan, los sicofantas, una cultura que se sustenta en la sanción, la descalificación (en eso Kicillof fue maestro); conciben a la “justicia legítima” como un poder de venganza, resentimiento y quizás odio. (El caso de la Sra. de Noble fue un ejemplo de ese uso del Poder Judicial con fines difamatorios y quizás de extorsión, que terminó en un sobreseimiento largamente demorado hasta el cambio de Gobierno, la denuncia contra Papel Prensa, entre otros casos).

En ese rol tenemos otro personaje pintoresco, que es el ex Jefe de Gabinete que, palabra por palabra, se va enredando en su propio circuito de contradicciones y constituye el mejor símbolo de lo que fue y es el populismo “k”.

En ese sentido, Aníbal Fernández puso y pone en evidencia permanentemente, como dice Beatriz Sarlo, la baja productividad intelectual de los enfrentamientos y de las ideas.

Esto tiene que ver con una construcción horizontal de las relaciones sociales y sus ejemplos son el “Twitter” y el “Facebook”, a tal punto que las “modernas campañas políticas” pasan por esos medios y el “retwitero” se pone a la par del “twitero”, es decir, se genera una sensación de igualdad que en verdad no existe.

En este campo, la habilidad de disponer de 140 caracteres coloca a los “sicofantas” en un centro de atención, sea para su bien o su mal.

No dudo en afirmar que el “kirchnerismo” se nutre en una suerte de ese “lumpen cultural” al que somos tan afectos una parte de nosotros.

Ese “lumpen cultural”, se conforma por un sector que cree que la vida se vive sin esfuerzo y los beneficios son innatos. Esto explica el desborde de los subsidios, convertidos en gasto inútil y la magnitud del déficit fiscal, en el que no se contabiliza la desinversión padecida en esta “dékada” que nos deja a una mayoría la sensación de una pesadilla incomprensible.

Aún no se han hecho estudios de ese verdadero “cisne negro” que fue María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires en general y en especial para Aníbal.

Pero, siempre hay más de un pero, lo probable es que esa comunicación horizontal de los vecinos de la Provincia haya sido la causa del triunfo de la Sra. Vidal y de la derrota de Aníbal Fernández. En este juego, habrían ganado los “retwiteros”, que esta vez “retwitearon” optando por el corte de boleta.

Es tarea complicada enfrentar a los “sicofantas” porque, al modo de Aníbal Fernández, tienen explicación para todo, pero también es cierto que, cuando se pretende explicar todo, se termina confesando, sin querer, las propias tropelías.

En definitiva, es probable que esa argentina oculta esté comenzado a emerger porque, como dijo Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

¿Será el fin de lo que llamaría “sicofancia”?

Pero la política nos debe llevar a lograr consensos y hacerle ver a la gente que de nuestro propio esfuerzo dependerá nuestro presente y nuestro futuro.

La cosa no pasa sólo por formar equipos, aunque fueren los mejores, sino por la reivindicación de la política y el viaje conjunto de Macri y Massa a Davos puede ser el anticipo de otro buen “cisne negro” para esta Argentina que quiere salir de la profundidad de la indiferencia.

Share