Por Carlos Andrés Ortiz.-

Interesante el análisis del conocido economista de EEUU, en el cual desarrolla su idea que el decrecimiento (o estancamiento) de la población de China, llevaría a serios problemas económicos del gigante económico asiático.

Krugman presupone que el esperable incremento porcentual y total de la población pasiva (jubilada) de China, podrá desfinanciar a los sistemas previsionales y sanitarios, pues ante ese contexto de disminución poblacional, el sector económicamente activo también se reducirá, y con ello, sería insuficiente la contribución de los activos para sustentar a la población pasiva.

Siguiendo el razonamiento de Krugman, el desfinanciamiento de la población pasiva, al reducirse porcentual y fácticamente la población activa respecto a los pasivos, provocaría serios trastornos económicos, obligando al endeudamiento del Estado Chino para mantener a los pasivos (jubilados, pensionados, y similares), o caso contrario, a disminuir las coberturas de ingresos, sanitarias y previsionales, que sustentan el muy mejorado nivel de vida de su enorme población pasiva.

El economista norteamericano toma como referencias los casos de Japón y de EEUU, para su evaluación del futurible que supone sucederá en China.

Cita como causa del prolongado retroceso y freno económico japonés, al estancamiento cuantitativo de su población, en un prolongado período que puede calcularse en tres décadas con poco o nada de crecimiento, e incluso con alguna caída del PBI. Pero omite totalmente las presiones de EEUU a los nipones, ante la que era una imparable avalancha de exportaciones industriales y tecnológicas de Japón en el mercado de EEUU. Hasta casi el fin de los años ’80, la economía de Japón venía creciendo a muy altas tasas, posicionándose como la segunda economía mundial y con perspectivas de superar a EEUU en pocos años, como primera potencia económica mundial.

Entonces se dieron una serie de hechos que frenaron drásticamente a la economía japonesa, entre ellos y principalmente, las presiones de EEUU para apreciar el yen (encareciendo las exportaciones niponas), y encarecer las tasas de intereses bancarios del mercado japonés; ambas medidas con consecuencias recesivas. A eso se le agregaron algunos fenómenos naturales destructivos, como terremotos y tsunamis.

Ante la dependencia geopolítica nipona respecto a la primera potencia mundial, acorde al rol de derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y en el contexto de poder excluyente que tuvo EEUU sobre todo en la efímera década unipolar (1990-2000), Japón operó insertándose en un estancamiento relativo del cual aun no se puede recuperar.

Claramente, el caso japonés no es asimilable a China, potencia que demuestra tener espaldas y decisión para no subordinarse a los “mandatos” del establishment del Atlantismo (EEUU, Reino Unido, Unión Europea y otros), y en particular de EEUU.

Hoy China es la segunda economía mundial, y si se mide el PBI PPA (de acuerdo a la paridad del poder adquisitivo), ya los anglosajones estarían siendo superados. Y claramente China no muestra ninguna señal de sumisión, ante los múltiples embates de EEUU y del Bloque Atlantista.

Krugman también cita comparaciones con el sistema previsional y asistencial de EEUU, el cual no alcanza las amplias coberturas de otras potencias del Atlantismo. O sea que teniendo EEUU un PBI mucho mayor que las mayores economías de Europa Occidental, estas tienen mejores coberturas de salud y de previsión, mientras que porcentajes considerables y crecientes de la población de Norteamérica se debaten en la miseria y las carencias sanitarias y previsionales.

EEUU tiene fondos casi ilimitados para alimentar su armamentismo y para financiar operaciones militares propias y de terceros “vinculados” o alineados a sus intereses; pero en cambio muestra serias estrecheces presupuestarias para atender a sectores empobrecidos y carecientes crónicos de su población.

Y el alarmante grado de concentración de la riqueza en EEUU, que se acentuó mucho desde la presidencia de Reagan (impulsor del neoliberalismo, en su país y a escala mundial) en adelante, contrasta con la creciente miseria de vastos sectores de la población de esa, la nación más rica del mundo. Desde Reagan y casi sin excepciones, se privilegió a las grandes fortunas y a los sectores financieros y especulativos, mientras que buena parte de las industrias se “deslocalizaban” (léase emigraron sus fábricas), provocando desocupación y ciudades en crisis, de lo cual posiblemente Detroit (ex “capital mundial de la industria automotriz”), es el ejemplo más patético, según múltiples referencias.

Desde la óptica económica tradicional, muy ligada al crudo liberalismo económico y político, las erogaciones crecientes en atención a la salud y la previsión social, no se podrán atender, por el acentuado e inmanejable déficit presupuestario que ocasionarán, incrementando el endeudamiento estatal a volúmenes inmanejables o que podrían hacer colapsar la economía del actual gigante mundial. Ese enfoque tornaría “inviables” a las actuales coberturas previsionales y sanitarias, ya bastante deterioradas en EEUU, y similar cuadro se supone que se dará en China, siempre desde esa óptica económica, Pero existe otro enfoque, expuesto por la economista estadounidense Stephanie Kelton, en su interesante y didáctico libro “El Mito del Déficit”.

Esta economista, para nada revulsiva respecto a “los valores de occidente”, desarrolla sus ideas ya señaladas en el subtítulo del libro citado: “La Teoría Monetaria Moderna (TMM) y el Nacimiento de la Economía de la Gente”.

El enfoque de la TMM, centrado en las naciones que poseen monedas nacionales con jerarquía de divisas en el mercado mundial, afirma contundentemente, que no se debe temer ni menos “demonizar” a los déficits presupuestarios, siempre que no sean generadores de inflación. Queda en claro que el enfoque de la TMM se considera aplicable a naciones con monedas como el dólar (de EEUU), la libra esterlina, y el yen (citados por esa economista), a las que deberían agregarse el yuan (China), el rublo (Rusia), y posiblemente algunas pocas más. Y no es el caso del Euro, pues abarca (o subordina) a un mosaico de países de economías muy diferentes.

No considera la TMM a los déficits presupuestarios, como causas directas e “ineludibles” de inflación (tal como repiten como mantra de “fe” pagana, los economistas alineados con la ortodoxia y el neoliberalismo).

Afirma que si la economía tiene recursos (humanos, científicos, de infraestructura, de equipamiento) para incrementar la producción que significará volcar esos recursos adicionales a la respectiva economía nacional, eso no será causa de incremento de la tasa de inflación, pero en cambio tendrá un efecto muy positivo en el PBI. Es decir, que cambia el eje del análisis (y de las preocupaciones vinculadas), no centradas en el déficit presupuestario (que se cubriría con más emisión de la propia divisa), sino por eventuales efectos inflacionarios, si la economía de esa nación no tuviera capacidad para incrementar sus producciones de bienes y servicios en forma acorde a la mayor circulación monetaria que esa monetización adicional demandará.

Un tema poco conocido, y aplicable a economías de países sin divisas propias, como Argentina (tenemos moneda propia, pero no es aceptada para transacciones internacionales), es que hubo en la historia económica mundial, algunos pocos países, “díscolos” con los “mandatos” de la ortodoxia económica, que para concretar grandes inversiones en infraestructura, realizadas con insumos nacionales, imprimieron dinero en cantidades similares a esas inversiones, con lo cual financiaron esas obras para el desarrollo, y el adicional de dinero circulante no provocó inflación, pues tuvo destino a dichas obras y no fue al circuito especulativo ni a ampliar las demandas de otros bienes o servicios. Este es un tema como para ser analizado y aplicado, sobre todo en obras en las cuales todos los insumos pueden ser íntegramente nacionales, como los planes de viviendas; o aplicados a los porcentajes de insumos nacionales, en grandes obras con componentes importados, como por caso son las grandes centrales hidroeléctricas y nucleares, entre otros ejemplos citables. Respecto a errores y dogmas “sacrosantos” del liberalismo económico, nada inocentes como lo es toda esa doctrina político-económica, pensada para mantener en el subdesarrollo a los países “obedientes”, cabe recordar que repiten que “la inflación es causada por la emisión monetaria”, pero callan en el caso de Argentina, donde la emisión está muy acotada, por lo que se demuestra que no es la causal de la alta inflación que padecemos.

Pero tanto los economistas ortodoxos (léase liberales, neoliberales y libertarios), así como los voceros de los medios concentrados (llamarlos “periodistas” es ofensivo respecto a los pocos que practican en forma leal y honesta esa difícil profesión), todos ellos, callan ante la evidencia de la falacia que centra las responsabilidades inflacionarias en la emisión monetaria…y también callan, culposamente, ante el accionar egoístamente especulativo y abusivo, de las grandes empresas locales, formadoras de precios, que aumentan en forma desmedida sus precios, para maximizar en forma alevosa y descontrolada, sus ya elevadas ganancias.

El país y nuestra gente, nada importan a esos dirigentes empresarios que, de argentinos, tal vez algunos tengan el documento, pero no demuestran en nada, el patriotismo que debería ser acorde a la nacionalidad.

Entender todo esto, también hace al conocimiento real de la economía.

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