Por Hernán Andrés Kruse.-

Fue necesario que cocaína adulterada provocara una tragedia en el conurbano bonaerense para que de repente, casi mágicamente, los argentinos nos enteremos de la existencia de un flagelo que nos viene azotando desde hace mucho tiempo: la gran cantidad de compatriotas sojuzgados por la droga. Las escenas que mostró la televisión fueron sencillamente dantescas. Padres desesperados aguardando en la puerta del hospital de la zona que algún médico se acerque para informarles sobre el estado de salud de su hijo/a que ingresó al nosocomio al borde de la muerte. Vecinos que se niegan a hablar con la prensa porque saben muy bien qué les sucederá si abren la boca. Un ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires que se limita a comentar la tragedia. Un ministro de seguridad nacional que sólo atina a mandar mensajes a las redes sociales. Un ex narco que, entrevistado por la televisión por cable, afirma que el narcotráfico existe porque la policía y la política tienen precio. ¡Vaya novedad!

La cocaína adulterada puso en evidencia la dramática descomposición del tejido social argentino. Se cuentan por miles los jóvenes destruidos por la droga. Se asemejan a zombis que deambulan por las calles, a entes carentes de personalidad. Mientras tanto, las autoridades de turno afirman sin ruborizarse que la lucha contra el narcotráfico es sin cuartel. Los narcos, obviamente, lanzan estruendosas carcajadas. Lo real y concreto es que el narcotráfico está ganando la guerra. Desde hace mucho tiempo que el Estado se muestra impotente ante el embate narco. ¿Incapacidad, miedo o complicidad? A esta altura creo que todos coincidimos en que la causa fundamental del avance narco en el territorio argentino no es otra que la corrupción enquistada en los más altos niveles de las esferas política, policial y judicial.

¿Qué hacer, entonces? ¿Debemos cruzarnos de brazos asumiendo la derrota? La tragedia de la cocaína adulterada demostró que la prohibición de la comercialización y consumo de drogas fracasó estruendosamente. En consecuencia, creo que ha llegado el momento de que las autoridades y la opinión pública se planteen seriamente la imperiosa necesidad de poner en práctica otra estrategia de combate al narcotráfico. Esa estrategia no es otra que legalizar de una vez por todas tanto la comercialización como el consumo de drogas. Muchos pondrán el grito en el cielo al escuchar esta propuesta. Pero bien vale la pena este camino porque, en última instancia, estamos jugados. Entonces ¿qué podemos perder? Total, la guerra se está perdiendo irremediablemente. Si la legalización no da ningún resultado, por lo menos se intentó buscar otro camino para erradicar el flagelo de las drogas.

Ahora bien, ¿por qué se deben legalizar las drogas? A continuación transcribo un artículo de Juan Carlos Hidalgo que responde a este interrogante. Considero que su enfoque aporta claridad y sensatez, valores ausentes desde hace mucho tiempo en la clase dirigente argentina.

10 razones para legalizar las drogas (*)

La prohibición de las drogas ha tenido consecuencias desastrosas muy similares a la que sufrió el alcohol en los años veinte en Estados Unidos. Sin embargo, en vez de reconocer el fracaso de dicha política, la mayoría de los gobiernos alrededor del mundo se han empeñado en gastar más recursos y atentar más contra las libertades de sus ciudadanos en un esfuerzo inútil por detener el comercio ilegal de narcóticos. Legalizar las drogas eliminaría o mitigaría significativamente las terribles consecuencias que enfrentamos bajo el actual enfoque prohibicionista:

1-La legalización pondría fin a la parte exageradamente lucrativa del negocio del narcotráfico, al traer a la superficie el mercado negro existente. Y con la desaparición de la clandestinidad del narcotráfico disminuye dramáticamente la problemática social ligada a dicha actividad. La actual prohibición de las drogas no detiene al mercado, simplemente lo ha sumergido bajo el manto de la ilegalidad, y cuando un negocio es un crimen, los criminales tomarán parte de éste. Según las Naciones Unidas, el tráfico de drogas genera $400.000 millones anuales, lo cual representa un 8% del comercio mundial, comparable con la industria de textiles. Dicho botín representa una tentación irresistible para los criminales del mundo.

2-La legalización reduciría dramáticamente el precio de las drogas, al acabar con los altísimos costos de producción e intermediación que implica la prohibición. Esto significa que mucha gente que posee adicción a estas sustancias no tendrá que robar o prostituirse con el fin de costear el actual precio inflado de dichas substancias.

3-Legalizar las drogas haría que la fabricación de dichas sustancias se encuentre dentro del alcance de las regulaciones propias de un mercado legal. Bajo la prohibición, no existen controles de calidad ni venta de dosis estandarizadas. Esto ha conducido a niveles de mortalidad altos a causa de sobredosis o envenenamiento por el consumo de drogas. De hecho, según un estudio del Cato Institute realizado por James Ostrowski, el 80% de las muertes relacionadas con drogas se deben a la falta de acceso a dosis estandarizadas.

4-El narcotráfico ha extendido sus tentáculos en la vida política de los países. Importantes figuras políticas a lo largo de Latinoamérica han sido ligadas con personalidades y dineros relacionados con el tráfico de drogas. Tal vez aquí yace la razón por la cual la guerra contra las drogas se intensifica año con año. Los grandes narcotraficantes son los que más se benefician con la actual prohibición, y los operativos anti-drogas que se practican en Latinoamérica sirven para eliminarles la competencia que enfrentan por parte de los pequeños y medianos distribuidores. La legalización acabaría con esta nefasta alianza del narcotráfico y el poder político.

5-Legalizar las drogas acabaría con un foco importante de corrupción, la cual aumenta en todos los niveles del gobierno debido a que una substancial cantidad de policías, oficiales de aduana, jueces y toda clase de autoridades han sido comprados, sobornados o extorsionados por narcotraficantes, creando un gran ambiente de desconfianza por parte de la población hacia el sector público en general.

6-Los gobiernos dejarían de malgastar miles de millones de dólares en el combate de las drogas, recursos que serían destinados a combatir a los verdaderos criminales: los que le violan los derechos a los demás (asesinos, estafadores, violadores, ladrones, grupos terroristas). Además, con la legalización se descongestionaría las cárceles, las cuales hoy en día se ven inundadas por gente cuyo único crimen fue el consumo de substancias que están prohibidas por la ley. Todos estos esfuerzos por combatir el tráfico de drogas han sido inútiles. Por ejemplo, las mismas autoridades reconocen que a pesar de todo el dinero gastado, los esfuerzos actuales solo interceptan el 13% de los embarques de heroína y un máximo del 28% de los de cocaína. De acuerdo con las Naciones Unidas, las ganancias de las drogas ilegales están tan infladas que tres cuartos de todos los embarques deberían ser interceptados con el fin de reducir de manera significativa lo lucrativo del negocio.

7-Con la legalización se acaba el pretexto del Estado de socavar nuestras libertades con el fin de llevar a cabo esta guerra contra las drogas. Intervenciones telefónicas, allanamientos, registro de expedientes, censura y control de armas son actos que atentan contra nuestra libertad y autonomía como individuos. Si hoy en día las drogas son accesibles incluso en las áreas de máxima seguridad de las prisiones, ni siquiera convirtiendo a nuestros países en cárceles vamos a lograr mantener a las drogas fuera del alcance de aquellos que quieran consumirlas. Legalizando estas substancias evitaremos que los gobiernos conviertan a nuestros países en prisiones de facto.

8-Legalizar las drogas desactivará la bomba de tiempo en la que se ha convertido Latinoamérica, especialmente países como Ecuador, Bolivia y Colombia. En este último, las guerrillas financiadas por el narcotráfico manejan miles de millones de dólares en equipos militares de primera línea, y amenazan con extender su lucha a países como Panamá, Brasil y Venezuela. Hace un par de años se descubrió la fabricación de un submarino en Colombia para el transporte de armamentos y drogas, lo que demuestra el poderío de estos grupos guerrilleros. Todo esto ha llevado a una intervención creciente por parte de Estados Unidos, quienes desde hace un par de años han venido fortaleciendo su presencia militar en la región de una manera nunca vista desde el fin de la Guerra Fría.

9-En una sociedad en donde las drogas son legales, el número de víctimas inocentes producto del consumo y la venta de estupefacientes se vería reducido substancialmente. La actual política afecta directamente tanto a los consumidores de narcóticos como a terceros. Es así como gran cantidad de personas que nunca han consumido estas sustancias o que no están relacionadas con la actividad se ven perjudicadas o incluso pierden la vida debido a las «externalidades» de la guerra contra las drogas: violencia urbana, abusos policiales, confiscación de propiedades, allanamientos equivocados, entre muchos otros.

10-La legalización conducirá a que la sociedad aprenda a convivir con las drogas, tal y como lo ha hecho con otras sustancias como el alcohol y el tabaco. El proceso de aprendizaje social es sumamente valioso para poder disminuir e internalizar los efectos negativos que se derivan del consumo y abuso de ciertas sustancias. Sin embargo, políticas como las de la prohibición, al convertir a los consumidores en criminales, desincentivan la aparición de comportamientos y actitudes sociales necesarios para poder lidiar con los problemas de la adicción y el consumo tempranero de dichas sustancias.

Luego de muchos años de malas experiencias con la política actual, y tras un análisis detallado de las consecuencias no deseadas de prohibir el consumo y la venta de substancias que la gente quiere, es necesario que lleguemos a la conclusión de que las drogas deben ser legalizadas si no queremos seguir el camino autodestructivo al que nos está conduciendo la prohibición moderna.

(*) Elcato. org-2/4/2003

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