Por Luis Américo Illuminati.-

En su primera aparición pública tras el atentado, la vicepresidenta dijo que está viva gracias a «Dios y la Virgen». Lo hizo en el marco de una reunión con los Curas villeros, Curas en opción por los pobres y hermanas, religiosas y laicas. Además, contó que la llamó el Papa Francisco.

Ninguna personalidad mundial de los últimos 100 años, ni reyes ni presidentes ni papas que se hayan salvado de un atentado que haya puesto en peligro sus vidas, han reaparecido en los días sucesivos, con la verbosidad y desmedida sobreactuación como la vicepresidente Cristina Kirchner y con una aureola sobre su cabeza sostenida de un alambre con la indisimulada intención de ser observada como una «santa» por sus adeptos y seguidores que compran un producto berreta.

Es tan evidente la dramatización, que hay que ser medio zombi, o por entero, cholulo acrítico, o estúpido para no darse cuenta. Rodeada de curas villeros. Exagera tanto el papel de víctima, casi una profeta, cuasi santa, que uno duda de todo el bagaje de cosas que recita en un estilo tan patéticamente desarreglado que hace pensar que, si tomó clases de teatro reprobó los exámenes para ser actriz dramática.

Tiene tan poca originalidad que le ha copiado al papa la muletilla: «recen por mí», muletilla de Bergoglio que devino retórica, toda vez que nadie -y mucho menos un Pastor de la Iglesia- que no vaya hacer algo inconveniente e injusto, dice tal cosa, sino que, a la inversa, exhorta al pueblo a rezar por los demás: sus familias, sus amigos y por la salvación del mundo entero, incluso por los que son sus enemigos.

Un mundo que ha entrado en un tenebroso y sórdido cono de sombra apocalíptica. Y la respuesta puede hallarse en los santos evangelios -libro sagrado sobre el cual juran los gobernantes, pero que nunca leen- está escrito y anunciado de que en los últimos tiempos surgirán falsos profetas y malos predicadores y, por extensión y analogía, aspirantes a santos, tal como Franz Kafka se refería a los políticos.

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