Por Cosme Beccar Varela.-

Voy caminando por la calle Reconquista hacia Plaza de Mayo. Al llegar a la cuadra entre Sarmiento y Cangallo, frente al Banco Central, me encuentro con tres carpas blancas enromes, una orquesta desafinada en la cual predomina el tambor, y como ocupantes de las carpas y probablemente como fuerza de choque de los invasores, una cantidad de individuos de la peor catadura a los que no dudo de calificar como negros de m….., con rebuscados cortes de pelo, pelados hasta la coronilla y ésta poblada de hirsuta pelambrera. Todo ello exhibido con una insolencia descarada. Como jefes de la comparsa hay algunos individuos en mangas de camisa, despatarrados en cómodos sillones, obviamente los jefes del operativo. La puerta del Banco Central está cerrada por una reja en la cual los mencionados usurpadores de la vía pública han puesto carteles que alegan ser empleados bancarios que exigen no ser despedidos.

El espectáculo es capaz de hacerle hervir la sangre a un esquimal, pero no al Sr. Macri, ni al Sr. XXX Presidente del Banco Central (no sé cómo se llama ni me interesa), ni a la Sra. Bullrich ministro de seguridad, ni a los borregos domesticados que circulan por las veredas, apretados contra la pared, porque el resto de la vía pública está ocupada del modo descripto.

Juro que si hubiera tenido un equipo de cinco hombres valientes con cachiporras y unos 20 años menos, hubiera desalojado la calle de esa canalla en menos de diez minutos, no importa cuantos descalabrados hubiera dejado en el camino.

¡Y dice Macri que aprobó un «protocolo» para impedir que los «piquetes corten las calles»! Estos delincuentes están ahí hace por lo menos dos meses y nadie les dice nada. Ellos, en cambio, implícitamente les dicen a los que transitan por calle Reconquista: «¡Embrómense! Nosotros hacemos lo que se no da la gana. ¿Uds. creyeron que votando a Macri nosotros perderíamos el dominio de la calle? ¡Que idiotas que son! Nos regocija hasta el éxtasis ver la sumisión con que Uds. pasan a nuestro lado mientras nosotros hacemos todos este batuque, jugamos a la baraja, los ensordecemos con nuestra orquesta de pacotilla y los amenazamos con nuestra mera presencia».

Y para colmo, es obvio que esos salvajes no son empleados bancarios (¡si lo fueran sería necesario evitar toda operación con el Banco que los tuviera en su nómina!). Son provocadores, patoteros, gente de armas llevar y delincuentes avezados.

Ésta es la argentina de Macri. Una verdadera porquería que es el anuncio de peores porquerías.

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