Por Malú Kikuchi.-

En el 2011, la empresa de aviación chilena LAN se fusionó con la brasileña TAM. Así nació LATAM, la mayor aerolínea de la región. En el 2018 movilizó a 74 millones de pasajeros. LATAM Airlines Group tiene filiales en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y los Estados Unidos. Tenía en la Argentina.

El 17/6/2020 LATAM comunicó que se iba del país. Deja 1.715 trabajadores desempleados. Abandona 12 rutas de la región y 4 internacionales. LATAM cuenta en el país con 13 aviones Airbus 320 y 8 aviones Boeing y 14 aeropuertos nacionales y 6 internacionales.

Contaba con casi el 18% de los vuelos. A partir de ahora Aerolíneas Argentinas fusionada con Austral, tendrá alrededor del 85% de los vuelos, casi un monopolio. Quedarán sólo dos “low cost” (empresas que permiten volar a bajo costo) Flybond y Jet Sharp. La empresa Andes desaparecerá.

LATAM venía con problemas económicos en todas partes, más en la Argentina. Las excesivas regulaciones para proteger a Aerolíneas Argentinas que desde el 2011 le ha costado al país US$ 4.800 millones, la pulseada con 10 gremios aeronáuticos, la pandemia y la vuelta de la Cámpora, “too much” diría la vicepresidente. Por todo eso levantan vuelo.

LATAM no abandona Chile, ni Perú, ni Ecuador, ni Colombia, ni los EEUU, abandona Argentina. Esta resolución debería hacer reflexionar al gobierno. Si acá LATAM encontró la tormenta perfecta, Argentina también: pandemia, deuda cerca del default, pobreza creciente, Vicentín.

Con la pandemia todo se desbarató, los vuelos en particular, pero impresiona que una empresa de aviación hasta ahora exitosa, se vaya solo de su filial argentina. Como si el país tuviera una enfermedad altamente contagiosa y letal. El gobierno no es el responsable directo de la decisión, pero sí lo son las políticas que se arrastran.

Justamente la Argentina pareciera ser, considerando las filiales de LATAM, el país que mejor ha manejado la pandemia. Es obvio que se trata de otro virus, no del covid-19, de otra pandemia. Una mortal política populista, una vieja, polvorienta y setentista idea de pobreza compartida.

Compartida por el pueblo, no por los gobernantes. De ahí la exagerada centena o como se llame este encerrar a los decentes, mientras se suelta a los presos, esta negociación con los bonistas que nunca se cierra, el proyecto de atentar contra la propiedad privada con el caso Vicentín. Y la impunidad que avanza a diario en los casos de corrupción del gobierno K, mientras diluvian las denuncias contra el gobierno de Macri; la falta de respeto por la ley y el estado de derecho. De todo eso huye LATAM.

La pandemia es real. Tratar de minimizar sus efectos es un deber del gobierno y de hecho, parece que lo hace. El costo es terriblemente alto. Mientras dice proteger a la población mediante un encierro que no tiene parangón en el resto del planeta, Alberto F. gobierna con DNU.

Ignora casi al extremo a los otros dos poderes. El problema mayor es que no se sabe si gobierna Alberto o si lo hace Cristina. El hombre que trabajó en el gobierno de Alfonsín, con el gobierno de Menem, que fue legislador por el partido de Cavallo, ¿es el que propone expropiar Vicentín?

Dice no escuchar “ideas locas” (diputada Vallejos proponiendo que las empresas ayudadas por el estado paguen la deuda con acciones) y de pronto saca de la galera en plena convocatoria judicial de acreedores, un proyecto de expropiación de Vicentín. Dice algo, hace lo contrario.

Las señales que da el presidente del Grupo de Puebla, también presidente de la Argentina, en materia económica, ahuyentan a los posibles inversores nacionales e internacionales. La Argentina ha dejado de ser un país creíble hace muchos años y cada día se aleja más de volver a serlo.

Parafraseando a Raymond Chandler en el “Largo adiós” (1953) se podría decir que la Argentina sigue en su “largo adiós (al país que estaba destinado al éxito), triste, solitario y… ¿final?”

De los ciudadanos depende cambiar el rumbo, expresarse y recordar que en el 2021, se vota.

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