Por Malú Kikuchi.-

Es fácil confundir lo legal con lo legítimo, pero no son lo mismo. Legal es todo aquello que es refrendado y permitido por la ley. Legítimo, además de ser legal, no proviene de ninguna institución legislativa, pero confiere autoridad, aceptación y consenso por parte de la comunidad. Es decir que lo legal tiene que ver con la ley y lo legítimo con la aprobación de la sociedad.

Mauricio Macri (Cambiemos) salió 2º en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2015, pero el 22/11, ganó el balotaje enfrentado a Daniel Scioli (FPV). En las PASO, 25/10/2015, Scioli ganó con el 36,86% de los votos, frente a Macri que sacó el 34,33%. En el balotaje Macri se impuso con el 51,40%, mientras Scioli sacó el 48,60%. Votaron 25.738.560 personas, la diferencia fue del 2,8%.

La diferencia de sufragios fue pobre, pero en las democracias se gana o se pierde por un voto. Cambiemos ganó a pesar del 2,8%. Se enfrentó a un país en ruinas que había que reconstruir. Al mismo tiempo que se gestionaba y se construía infraestructura, se intentaba cambiar la mentalidad de la mayoría de los argentinos, que creen en los mesías y en el irrealismo mágico latinoamericano.

Con pobreza creciente, minoría en ambas cámaras, la mayoría de las provincias en manos de la oposición, se comenzó el arduo, largo y fructífero camino de la discusión de ideas, del debate, de aceptar que el otro a veces, tiene razón. Se construyeron consensos con una oposición (Frente Renovador y PJ) que hizo honor al difícil momento del país. Oposición, que no incluyó ni al FPV, ni a la izquierda.

Se equivocaron desde el gobierno demasiadas veces, lo reconocieron y dieron marcha atrás. Por un tiempo este sistema fue casi una política de estado. La inflación se disparó, el déficit creció al mismo tiempo que lo hizo la pobreza. Se aumentaron las ayudas sociales y pareció que el populismo seguía como en la era K. Entonces el descontento se generalizó, entre votantes y opositores.

Daba la sensación que se hacía más populismo para ganar las elecciones de medio término y así, finalmente, poder terminar con el populismo. Kafkiano. No se conocía un plan de gobierno concreto, y salvo en materia de política exterior donde todos los movimientos fueron exitosos y recolocaron al país en el mundo, el resto de las políticas fueron caóticas y difíciles de comprender.

Llegaron las temidas elecciones legislativas del 22/10 de este año. CFK (Unidad Ciudadana) se presentaba como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires y había ganado, una forma de decir, las PASO ante Esteban Bullrich (Cambiemos) por un escuálido 0,21%. Pero, en las democracias se gana o se pierde por un voto. Se votó. Inesperadamente, el mapa argentino se pintó de amarillo.

La provincia de Buenos Aires a nivel senador, la ganó Cambiemos por el 41,38% (Esteban Bullrich-Gladys González), frente a Unidad Ciudadana de CFK con el 37,25%. A nivel país, Cambiemos sacó el 40,59% y el kirchnerismo más aliados sacó el 21,03%. El panorama cambió, Cambiemos ahora ya no es solo legal, también es legítimo. Tiene el apoyo de la sociedad; el club del helicóptero se acabó.

Con la legitimidad asegurada, el gobierno ha convocado a todos los sectores para proponer políticas de estado. Políticas que se discutirán, algunas se aceptarán, otras se mejorarán y otras morirán. Porque el gobierno no tiene mayoría en ninguna de las 2 cámaras, y eso es una bendición. Ojalá nunca más un gobierno argentino tenga mayorías absolutas, es la única forma de recuperar la república.

Esperamos, con esperanza positiva, que Cambiemos inicie el camino del cambio que la Argentina necesita y al que la sociedad, con su voto, le ha dado acceso.

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