Por Eduardo Difonso.-

Hay que bajar el gasto, no subir los impuestos

Los ajustes que se basan en la caída del gasto público son más sostenibles y producen un efecto reactivador en la economía de un país.

El gran desequilibrio de las cuentas públicas del gobierno PRO-RADICAL, producto de una herencia recibida pero, profundizado por errores en las decisiones de la conducción político-económica del país a partir de diciembre del 2015, más el alto grado de endeudamiento externo contraído en sólo los últimos tres años de gobierno (ya supera los U$S 100.000 millones de dólares sin contar la asistencia mediante acuerdos con el FMI de U$S 57.000 millones de dólares), ha obligado a cumplir con las pautas establecidas por aquel organismo de crédito internacional, del cual Argentina es miembro, y presentar un proyecto de ley de presupuesto con un mal llamado ¨Ajuste¨ que en realidad significan recortes de partidas presupuestarias en áreas de Salud, Educación, Asistencia Social, pero también la creación e incrementos en impuestos que se aplicaban durante el gobierno anterior y el Ing. Macri los derogó o disminuyó por considerarlos distorsivos y porque atentaban contra el crecimiento de la economía nacional.

Estas marchas y contramarchas del actual gobierno nos trasladan una sensación de incompetencia, impericia, negligencia y contradicciones insalvables en la administración de los fondos y bienes públicos. A lo que debemos sumarle decepción y desilusión en aquellos argentinos que confiaron en Cambiemos y que generalmente pertenecen a la clase media asalariada que tienen ingresos fijos mensuales.

Estos sectores que apoyaron electoralmente al Ing. Macri se verán afectados, de sancionarse la ley de presupuesto prevista y hoy con media sanción de la Cámara de Diputados, ya que los que no pagaban impuesto a las ganancias, ahora la mayoría estará alcanzada por el mismo y consecuentemente los que ya pagaban, ahora, verán incrementado su pago. La gran mayoría de argentinos cuyos bienes superen los $ 2 millones de pesos van a tener que tributar el 0,75% en concepto de impuesto a los bienes personales en lugar del 0,25 que tributaban en el corriente año. Se vuelven a aplicar las retenciones a las exportaciones del agro y agroindustria y así también se crean nuevos gravámenes a los particulares para constituir un fondo compensador para las provincias por el recorte que la nación le practicará a los subsidios como el caso del transporte público, por ejemplo.

Las consecuencias de este “shock” todavía están por verse, pero seguramente implicarán recesión, mayor inflación y, lamentablemente, un mayor nivel de pobreza.

A la hora de darle una solución al desequilibrio fiscal, algunos proponen bajar el gasto público, otros proponen subir más los impuestos, y hay otros que opinan que deben combinarse ambas fórmulas.

Aparentemente la solución adoptada por el gobierno PRO-RADICAL y propuesto en el proyecto de ley enviado para su tratamiento y consensuado con dieciocho de los veinticuatro gobernadores, el esfuerzo debe ser compartido por todos mediante el mix de aumento de impositivo y reducción del gasto, y algunos sectores deberían aceptar de buena manera que les suban los impuestos (o que no se los bajen, como estaba previsto).

No han tenido en cuenta que la carga tributaria que tolera el sector privado en Argentina está entre las más altas del mundo (supera el 57% de los ingresos) y que ese esfuerzo del que reclaman desde el gobierno, lo vienen haciendo hace años, financiando un estado que cada vez gasta más y de manera menos eficiente en la prestación de servicios básicos para la población.

También ignoran una lección de la historia: que para ajustar las cuentas públicas, es mucho más eficiente reducir el gasto público que subir los impuestos.

Antecedentes Históricos

En el año 2009, cuando el gobierno de los Estados Unidos lanzó el más masivo estímulo fiscal de la historia reciente, los profesores de Harvard Alberto F. Alesina y Silvia Ardagna se propusieron investigar qué impacto tenía la política fiscal en la economía.

Lo que estos académicos deseaban encontrar era la respuesta a las siguientes preguntas: ¿qué es mejor para promover el crecimiento, un estímulo fiscal basado en el aumento del gasto o uno basado en el recorte de impuestos? ¿Qué es mejor para reducir el déficit y la deuda, una baja del gasto público o un aumento de los impuestos? Y, por último: ¿resienten la actividad económica los ajustes fiscales basados en una baja del gasto?

Para responder dichas preguntas, indagaron en los datos de 21 países de la OCDE (entre ellos, Estados Unidos, Holanda, Nueva Zelanda, Alemania, Francia y Finlandia) para un período de 37 años, desde 1970 al año 2007.

Sus conclusiones son más que interesantes y de importancia crucial para nuestra coyuntura local.

Según Alesina y Ardagna:

“Nuestros resultados sugieren que los recortes tributarios son más expansivos que los aumentos del gasto en los casos de estímulo fiscal. Para los ajustes fiscales, mostramos que los recortes de gastos son mucho más efectivos que los aumentos de impuestos para estabilizar la deuda y evitar las recesiones económicas. De hecho, descubrimos varios episodios en los que la reducción del gasto público adoptada para bajar el déficit se vio asociada a períodos de crecimiento económico, no recesiones.”

A la luz de los datos obtenidos, Alesina y Ardagna sostienen:

“De aquí que los ajustes que se hacen por el lado del gasto tengan efectos mejores sobre el crecimiento que los que se hacen con base en el aumento de la recaudación”

Los autores continúan indagando en qué tipo de ajuste fiscal es más exitoso en términos de reducir el déficit y la deuda. Aquí, nuevamente, concluyen que el recorte del gasto es la forma más segura de resolver un desequilibrio presupuestario.

Tras décadas de crisis fiscales, en Argentina todavía debatimos si el déficit no debería cerrarse cobrando más impuestos o mediante reducción de gastos.

Esperemos que los datos de estos 21 países analizados por los profesores de Harvard nos ayuden a pensar mejor las cosas.

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