Por Jacinto Chiclana.-

Sí, señor.

Está perfectamente comprobado que a los argentinos no hay porongo que nos venga bien.

“Sí, está bueno… pero, podría haber sido más lindo y prolijo…”

“¿Te gustó… lo pasaste bien?… —Sí, pero… ¡duró muy poco…!!

“Parece que da buenos resultados… pero, hay que esperar un poco para apreciarlo mejor…”

“Claro… se arregló esto… pero nada se dijo de lo otro…”

En fin, repito, no hay porongo que nos venga bien.

Se llama lagenaria siceraria.

¡Ése es el nombre serio del coso ese al que nosotros llamamos porongo…!!

Algunos los prefieren de boca angosta, porque dicen que conserva más tiempo el sabor.

Otros, en cambio, los prefieren de cabeza y boca bien ancha, para poder llenarlo con más facilidad.

A otros nos gusta petizón y corpulento, casi le diría grueso y robusto.

Otros, en cambio, lo prefieren más fino y alargado. Les da sensación de más aguantador.

Íntimamente conectado con el valorado y conocido gataflorismo vernáculo, el cambiante gusto porongónico (amo el Word, porque invento una palabra y la incorporo al diccionario más fácil que las cifras del INDEC de morenito) reina dentro de los confines de nuestra patria.

Usted cuente bien.

Es tan poco y elemental que no hace falta que haya estudiado análisis matemático, derivadas e integrales o física cuántica.

Si no me engañó la vieja señorita Celia (que ya debe hacer más de cincuenta años que pasó a la mortalidad), diez más diez es veinte, es decir que hace sólo diez días que la Argentina estrena nuevo Presidente… (y así como otras veces lo ponía en minúsculas, hoy, con toda la sana pero jodida intención, se lo pongo en Mayúscula, negrita y si quiere reforzado en acero inoxidable). (Y remarco: “Presidente”, no sólo porque es varón, sino además, por respetar las numerosas veces violadas reglas gramaticales de nuestro generoso y riquísimo idioma).

¡Sólo diez días….! ¿Se da cuenta usted de que, en los 4380 días que duró el espejismo mágico kirchnerista, diez días son de una nimiedad tan absoluta que apabulla?

Diez días en los que no sólo se han destruido varios mitos y leyendas inmorales inculcados por los maestros de la simulación y el engaño, sino que se han enderezado un montón de líneas torcidas con las que nos hicieron la croqueta durante esa enorme cantidad de jornadas… y nosotros, tan, pero tan bolu…bles, como para creerlas y aceptarlas.

¿Llega usted a percibir en la epidermis las cosas que han cambiado en estos diez días?

Mire, sin entrar a analizar el levantamiento del cepo y otras medidas económicas relacionadas, como el cese de las retenciones y la apertura de las exportaciones; sin siquiera pensar en el calamitoso estado de las finanzas del Estado que dejaron estos mentirosos consuetudinarios, sin mencionar los cien millones de pesos que encontró la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires para afrontar los sueldos y los aguinaldos de su provincia; sin rozar tan sólo la manera como los funcionarios salientes abandonaron sus puestos dejando tierra arrasada, las bolsas enormes de papeles triturados y la escalera en el suelo y rota y la brocha colgada del aire; haciendo la vista gorda sobre las desapariciones de computadoras, aires acondicionados, escritorios, etc.; sin evaluar los numerosos comentarios que narran cómo eran las relaciones entre la gente que trabajaba cerca de los poderosos, como ascensoristas, granaderos, cafeteros, mayordomos, con prohibición de miradas y con votos de silencio; dándole poca o muy relativa importancia a la decisión del nuevo Presidente y su equipo de cambiar los muy lujosos vehículos importados de muy alta gama, por autos de fabricación nacional y racionalizar la flota aérea de la presidencia para evitar gastos innecesarios… en fin, dejando de lado todas esas “nimiedades de quita ya esas pajas”, simplemente la posibilidad de poder lograr en un futuro, ya menos incierto y lejano, algún conocimiento o conclusión sobre lo que verdaderamente pasó con Nisman, es de una importancia tan sublime, que nos debería dejar a todos los que venimos bregando durante estos largos 4380 días con el descreimiento y la desazón, con la boca tan abierta como la fumarola del volcán de Krakatoa.

(Ya sé, usted, nostálgico Kamarada Kamporista, me va a querer convencer de que eso no tiene nada que ver con el cambio de gobierno. Déjelo ahí, nomás; no discutiré con usted porque entonces, de política entiende menos que yo de la vida sexual de la Mantis Religiosa).

Pero algo nos pasa.

No nos conforma.

Tampoco nos ponemos contentos con la inusual rectificación de una medida presidencial de nombrar a dos jueces “en comisión” para la Corte Suprema. Y eso que hemos soportado 4380 días de “verdades” de a puño, sin marcha atrás, salvo cuando la justicia ponía las cosas en su lugar ante los reclamos de constitucionalidad.

Lejos y atrás quedó en el tiempo la escasa bola que la Provincia de Santa Cruz le dio a la sentencia de la CSJN de reincorporar al procurador, despedido por no inclinar la cerviz ante el poder omnímodo de los Kirchner.

El caso es que… por muy corto… o quizás muy largo… o más bien por muy grueso… o muy fino… pero el porongo no nos conforma…!!

Y como si fuera poca cosa, nuestro inveterado gataflorismo histérico, al mejor estilo de Cavallo dando clases magistrales de economía, sale el “che pibe”, el “chiquito” de las patillas demodé, padre putativo del desastre de las reservas y el colapso del crecimiento, a decir que “…aún no hemos visto una sola medida a favor de los sectores populares…” adquiriendo en esa sola frase el rango de Magíster en Destrucción Aplicada”, graduado con honores en el Borda, turno noche.

Acuérdese, Lagenaria Siceraria, para filmarla de cultos.

Pero cuando vaya a comprar uno, porque el viejo y querido que usaba se le cayó al suelo y pierde, dígale al tipo su nombre popular: “…oiga… ¿me vende un porongo?

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