Por Hernán Andrés Kruse.-

Pocas veces ha quedado en evidencia la distancia sideral que separa a la clase política del pueblo. Éste, inmerso en serios problemas, asiste absorto a un espectáculo al que no fue invitado. Mientras los argentinos tenemos la mente puesta en la inflación, la pobreza y el desempleo, la clase política sólo piensa en las candidaturas. Sus máximos referentes se creen dioses del Olimpo con derecho a ignorar los padecimientos del “ciudadano común”.

Para la clase política nosotros, los ciudadanos de a pie, no existimos como tales. Para la clase política nuestros derechos son entelequias. La constitución de 1853-60 es mero papel higiénico. En esto coincide toda la clase política: desde Cristina Kirchner a Mauricio Macri, pasando por Alberto Fernández, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Roberto Lavagna y compañía.

La clase política es una oligarquía hermética. Quienes estamos afuera nos debemos conformar con observar pasivamente lo que hace y decide. Hace un par de semanas Cristinas Kirchner sorprendió a todos con su decisión de ungir a Alberto Fernández como candidato a presidente por el espacio Unidad Ciudadana. Fue una decisión personal calculada en función de sus propios intereses. En ningún momento pensó en el pueblo. Es probable que haya pensado lo siguiente: “me es imposible perforar el techo. Mi imagen negativa, pese a haber bajado últimamente, sigue siendo muy alta. No consigo “enamorar” a aquellos sectores “independientes” que confiaron en mí en 2011 pero que hoy me odian visceralmente. Si compito por la presidencia seguramente ganaré la primera vuelta pero lo más probable es que pierda en el balotaje. ¿Qué puedo hacer? Lo ideal sería ganar en primera vuelta, pero es muy difícil. Evidentemente necesito contar con la ayuda de alguien más flexible que yo, nacido para negociar, para transar, capaz de sentarse a conversar con aquellos disgustados conmigo, fundamentalmente del peronismo. Esa persona tiene nombre y apellido: Alberto Fernández. Es cierto que habló pestes de mí pero ahora lo necesito. Es alguien muy hábil para acomodarse a los tiempos que corren. Además, es el candidato perfecto para congraciarse con los mercados y, fundamentalmente, con Wall Street. Pero hay algo fundamental: si Alberto gana, recibirá una herencia tremenda que lo obligará a continuar con el ajuste. Estará obligado a hacer el trabajo sucio mientras yo me refugio en el Senado. En política hay que ser paciente, saber esperar el momento oportuno para dar el zarpazo”.

¿Qué está pensando Macri? “Hay que reconocer que Cristina es inteligente. Es notable su capacidad para sorprendernos. Pero yo no debo desviarme un segundo de mi plan. La única chance que tengo para seguir en la Rosada es polarizar con ella. Debo seguir haciendo hincapié en la corrupción K. Para ello tengo la ayuda invalorable de dos grandes soldados: Claudio Bonadío y Carlos Stornelli. Están haciendo un trabajo estupendo. Son, qué duda cabe, expertos en el “arte” de hacer operaciones políticas. Mi gran problema es la economía. La inflación me está volviendo loco. Menos mal que el dólar está quieto. Otro problema es el radicalismo. Justo ahora los radichetas me quieren imponer condiciones. Ellos quieren la vicepresidencia. Los haré sudar como locos para ablandarlos y así tener más chances de elegir al candidato que yo quiera. Otros que me tienen loco son los del círculo rojo. Presionaron para que me bajara. ¡Ni loco lo haré!”

¿Y Sergio Massa? “Obvio que no tengo chances de llegar a la presidencia. Pero soy joven y el tiempo corre a mi favor. Desprecio tanto a CFK como a Macri. Como tengo la sartén por el mango me haré el difícil hasta el último segundo del 22 de junio. ¿Qué es lo que más me conviene? Si abandono el Peronismo Alternativo le hago el juego a Cristina. Si participo en las PASO de ese espacio le hago el juego a Macri. ¡Qué dilema!”

¿Y Roberto Lavagna? “Yo soy mejor que Massa, Schiaretti, Pichetto y Urtubey juntos. ¿Quiénes son para obligarme a competir en las PASO? El Peronismo alternativo no es más que una parte de la coalición que yo lidero. Repito: que yo lidero. Lo lógico sería que el Peronismo Alternativo me apoye, tal como lo hacen el socialismo santafesino, Stolbizer y los radicales enojados con Macri”.

Me parece que esto es lo que piensan los dirigentes recién mencionados. Todos tienen en común un ego gigantesco. Ellos creen sinceramente que son superiores a los millones de argentinos que están en llano. Por eso se dan el lujo de pensar exclusivamente en sus estrategias electorales. Ser miembros del Olimpo tiene sus ventajas, qué joder.

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