Por Luis Alejandro Rizzi.-

“Se cansaron de polemizar, se cansaron de publicar que iba a tener un puesto, un cargo, lo que fuese que me diera fueros. No los necesito, tengo los fueros del pueblo. Los que me dio el pueblo en dos elecciones consecutivas…” (Kristina Elisabet Fernández de Kirchner).

Si vamos a la RAE, veremos que la palabra ‘fuero’ tiene varias acepciones tales como: “cada uno de los privilegios y exenciones que se conceden a una comunidad… o a una persona” o “privilegio, prerrogativa o derecho moral que se reconoce a ciertas actividades, principios, virtudes, etc, por su propia naturaleza y otra que dice “arrogancia, presunción”.

Recordemos que la expresión transcripta al principio, como tantas otras que dijo, fueron luego de concurrir a un juzgado penal que investiga y la imputa por la supuesta comisión de un delito, luego de haberse negado a explicar una decisión de gobierno que a “todas y todos” nos está costando mucho dinero.

Esas expresiones, que son la mejor colección de sofismas que jamás se hayan dicho y publicado, demuestran cabalmente algún tipo de enfermedad o inestabilidad de su sistema nervioso, algo que llamamos “neurosis”, que posiblemente le haga creer la realidad de sus propios cuentos.

Si realmente fuera una persona de bien, se hubiera esforzado por explicar, más allá de su eventual participación en la decisión, los motivos que la impulsaron a actuar de tal modo, que podrían haber sido razonables. Pero no, optó por lo contrario, descalificando y pidiendo luego el juicio político al juez interviniente, al que ya había logrado desplazar en la causa “Hotesur”, como en su momento lo hizo con el procurador General Esteban Righi, a raíz del caso de su “Amado Boudou”, su ex lindo vicepresidente, como dijo una vez para diferenciarlo de Julio Cobos, supuesto y feo traidor.

Incluso sus propios seguidores merecían una explicación, pero ella optó por refugiarse en “los fueros del pueblo…” en una muestra de enfermiza arrogancia e infalibilidad. Es obvio, “ella” está exenta de dar explicaciones ya que los “fueros del pueblo” la colocan en un estado sobrenatural; por eso no necesita del diálogo, ya que nadie está a su misma altura, salvo Dios o el diablo, con quien tiene obviamente más afinidad, pese a sus hipócritas peregrinaciones al Vaticano.

La sofística es una grave enfermedad del espíritu, como lo señaló Jacques Maritain, y lo grave es que ha logrado esparcir su enfermedad en un 20 o 25% de la población, a la que ha cegado, encandilándola con la falsedad de un relato en el que se presenta como la Blancanieves del cuento de los hermanos Grimm, sin darse cuenta de que en realidad es su madrastra que, finalmente, según una de las versiones del “relato”, terminó obligada a ponerse zapatos de hierro candente que la obligaban, por el dolor, a bailar por un largo tiempo… (así se los contaba a mis hijos, para no decirles “hasta morir…”, eran chiquitos).

Paradójicamente, podrá usar sus mejores zapatos, pero para convertirse en asidua visitante de comodoro Py y vaya uno saber por cuánto tiempo los tendrá que usar para resistir tanto tiempo de baile…

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