Por Paul Battistón.-

Sería realmente de ilusos pensar que en un futuro cercano la Argentina existirá tal cual la conocemos, si no realizamos cambios en cuanto a nuestras políticas exteriores y a las estrategias a largo plazo de defensa de nuestra soberanía sobre los territorios que aún integran nuestro país.

Durante años estudiamos la geografía Europea mediante cartografía de la cual uno llegó a hacerse la idea de perpetua; sin embargo la misma se esfumó de un plumazo y aún estamos en un período donde posiblemente siga mutando.

En cuanto a la geografía sudamericana y más precisamente latinoamericana, la circunstancia pareciera conservar la inmovilidad que uno sospecha como perpetua; pero que en realidad abarca períodos de tiempo que nos hacen perder la noción de su cambio.

¿Cuál sería la razón para suponer que un país que constantemente ha perdido territorio a lo largo de su historia dejará repentinamente de hacerlo?

La suposición inversa también es válida y podríamos preguntarnos por qué dejaría de ganar territorio una Nación que constantemente ha avanzado en extender el mismo.

La realidad nos pone en la primera suposición y, con las actuales (o inexistentes) estrategias de política exterior, la respuesta a la pregunta puede resultarnos dolorosa.

1811, 1825, 1830, 1833, 1870, 1982, 1994 son sólo algunas de las fechas en que hemos visto reducido nuestro territorio por circunstancias de enfrentamiento armado, diplomacia o simplemente desidia.

1.550.000 Km2, la superficie perdida por nuestra Nación a lo largo de su historia; representa el 50% de su actual territorio teniendo en cuenta la superficie Antártica, esta última claramente en la mira del contexto de naciones que nunca dejan de aumentar su territorio, como una futura presa a repartir. De perder Argentina su potestad sobre su territorio Antártico, habrá perdido más territorio del que conserva.

Por lo menos 8 naciones extranjeras han puesto pie en territorio argentino o territorio que pertenecía al Virreinato del Río de la Plata a lo largo de su historia con fines de usurpación y conquista.

Un mínimo de 19 invasiones territoriales (incluyendo mares y ríos propios) acosaron nuestra integridad y soberanía, primero como unidad territorial del Virreinato del Río de la Plata y luego como la Nación Argentina.

De esta serie de intromisiones surge nuestra primera certera conclusión: la del importantísimo valor estratégico de nuestro territorio.

La segunda importante conclusión, que debería ser la piedra fundamental de la política exterior argentina, pero que sin embargo no lo es, surge de analizar los partícipes de las constantes agresiones al territorio nacional actual y anterior a su emancipación.

De las 19 intromisiones destacables, 11 fueron llevadas a cabo por Gran Bretaña

A enumerar en forma sintética:

1763 – Colonia del Sacramento

1765 – Malvinas

1769 – Malvinas

1788 – Isla de los Estados y parte de tierra del Fuego

1806 – Buenos Aires

1807 – Montevideo y Buenos Aires

1833 – Malvinas

1845 – Río de la Plata y Río Paraná

1908 – Aguas territoriales argentinas

1917 – Aguas territoriales argentinas

1982 – Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur

Sin embargo, las mayores pérdidas territoriales sufridas no fueron a manos inglesas; la mayoría de ellas se debieron a la desidia de las administraciones centralizadas que, en el mejor de los casos, menospreciaban territorios alejados de su urbe.

Así fue como tempranamente perdimos Paraguay en 1811, Bolivia (Alto Perú) en 1825 y definitivamente Uruguay en 1830.

Inglaterra sólo nos ha arrebatado 13.000 Km2 de nuestro territorio pero ha sido el más persistente de nuestros adversarios (una forma gentil de evitar la denominación de enemigo).

Hoy día la ocupación de más territorio argentino por parte de Gran Bretaña parece utópico, pero siempre pareció utópico. Sin embargo, hace treinta años, tras el fin del conflicto de Malvinas, volvíamos a resignar nuevos trozos de territorio (Georgias y Sandwich). Es que los períodos de tiempo entre los constantes avances del imperio, aunque parezcan estrechos, son lo suficientemente precisos y aptos para crear esa sensación de “cuestión del pasado” que Gran Bretaña sabe aprovechar de una manera eficaz.

Hoy día la sensación de utopía colonialista vuelve a sobrevolar nuestras cabezas y nadie supone que Gran Bretaña esté trabajando en el avance sobre nuestro territorio más allá de Malvinas. Pero cabe preguntarse si el interés de Gran Bretaña sobre nuestro territorio ha disminuido. Entonces, ¿cuál es la razón de su persistencia en evitar todo camino de solución en el conflicto Malvinas?

La respuesta es simple y se llama Antártida. (British Antarctic Territory) es la denominación que desde el 3 de marzo de 1962 da el Reino Unido al territorio de la Antártida sobre el que reclama soberanía y al que otorga la consideración jurídica de territorio británico de ultramar. Abarca todas las tierras al sur del paralelo 60°S, entre los meridianos 20°O y 80°O con vértice en el Polo Sur, con una superficie aproximada de 1 709 400 km². Esta reclamación se superpone parcialmente con el área reclamada por Chile, y totalmente con la reclamada por Argentina (Antártida Argentina). El interés de Gran Bretaña sobre nuestro territorio Antártico no es sólo imaginación, es un hecho contundente afirmado por las demandas presentadas por Gran Bretaña contra Argentina y Chile el 4 de mayo de 1955 ante la corte internacional de justicia pidiendo la invalidez de las reclamaciones de soberanía de ambos países sobre el territorio Antártico, actitud que no obedece a poner a la Antártida a resguardo de reclamos soberanos, ya que Gran Bretaña pretende impugnar los reclamos de soberanía de Argentina y Chile para imponer los suyos

Tanto Australia como Nueva Zelanda reconocieron al territorio Británico de ultramar proclamado en 1962, desconociendo el argentino. Gran Bretaña inició inmediatamente una emisión de sellos postales de su territorio de Ultramar.

Es muy poco hoy día lo que nos diferencia de Gran Bretaña en cuanto a ser poseedores del sector Antártico en cuestión. Lejos quedaron los días donde nuestra certeza de poseerla era equivalente a la de poseer cualquier otra provincia. Poco queda de las 23 bases que Argentina llegó a tener. Y está claro que frente a Gran Bretaña lo único que da certeza de posesión es la posesión en sí misma.

Haber participado activamente en los hechos que conducen a la emancipación de un país, ser el primer comandante de un Regimiento creado específicamente tras la defensa heroica de su país, alcanzar por mérito el grado de General, ser el primer presidente de su incipiente Patria y conducir uno de los ejércitos claves que consolidó la independencia de su tierra, seguramente supera cualquier mérito necesario para ocupar el frente de un papel moneda (aunque luego sean defenestrados por ese fenómeno llamado inflación, porque a estos héroes polifacéticos siempre les toca contradictoriamente el de más baja denominación).

Este héroe en cuestión no tuvo que librar esta desigual batalla contra la inflación que sí lleva adelante George Washington en su billete de una cifra.

Al general Cornelio Saavedra, nuestro primer presidente, el papel moneda y otras cuestiones que deberían recordar sus méritos parecen haberles sido esquivos a tal punto que parece haberse creado un cargo especial para su persona, el de “Presidente de la Primera Junta” al solo fin de mezquinarle el título de “Primer presidente de los argentinos”.

¿Pero cuál es la mácula que hizo mella en sus méritos, para ser dejado a un costado de los reconocimientos?

Quizás sea el hecho de haber nacido en la provincia de Potosí y tener que reconocer que nuestro primer presidente fue boliviano. Pero en realidad no es así, porque Potosí en esos momentos de nuestra temprana historia pertenecía a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Lo cual no quita la vergüenza de tener que reconocer que la Nación ya no tiene soberanía sobre la Provincia de origen de su primer presidente.

Tal es la relación que nos une con nuestra hermana República de Bolivia que en los albores de nuestro nacimiento nos dio nuestro primer gobernante y hoy día reside en nuestro país la mayor comunidad boliviana en el extranjero.

Nuestra inconsciencia diaria nos resta atención sobre la penetración cultural que Argentina ejerce sobre sus vecinos; es que la geografía de las Provincias Unidas del Río de la Plata parece no haber sido casual, sus antiguos límites parecen demarcar con precisión una fuerte influencia de nuestra cultura.

Seguramente no tenemos una verdadera noción de la forma que nuestra cultura en todos sus aspectos influye en nuestros vecinos y en el caso de Uruguay en particular es un ida y vuelta que mimetiza nuestras músicas, prosas y costumbres.

Los conflictos surgidos con nuestros vecinos limítrofes deberían ser tratados y desarticulados con gran eficacia y rapidez. No nos podemos dar el lujo de litigar con quienes representan una órbita de satélites del Río de la Plata, con quienes son consumidores de nuestra cultura, de quienes aportan mano de obra valiosa en nuestras tierras.

El establecimiento de normas precisas para quienes emigran desde estos viejos territorios de las provincias Unidas hacia nuestra actual territorio no debe ser visto como un acto discriminatorio sino como un medio para evitar conflictos que sólo nos perjudicarían al distanciarnos de nuestros hermanos limítrofes y potenciales aliados en toda causa común a la órbita del Río de la Plata.

Cualquier conflicto debería ser primero analizado como posible mecanismo foráneo de intento de resquebrajamiento de la geografía rioplatense (de hecho seguro la mayoría de los conflictos entre las ex provincias del Río de la Plata han tenido ese origen).

Desde los comienzos del Virreinato, pasando por la presencia de William Robertson (agente del Foreign Office) observando la batalla de San Lorenzo hasta la actualidad con las pretensiones antárticas del Reino Unido, nuestro mayor enemigo no declarado ha sido siempre el mismo. Siglos de inalterable existencia de este reino le han dado la capacidad de influir de las formas más diversas en asuntos ajenos para torcer el destino de países enteros a su beneficio.

Sólo 22 naciones en el mundo no han padecido la incursión de Gran Bretaña en sus territorios; algunos la han sufrido 2 y hasta 3 veces pero los territorios que forman o conformaron nuestra nación la sufrieron 11 veces.

La política exterior Argentina no puede dejar de mostrar como piedra fundamental el tema Malvinas pero la resolución del mismo es casi imposible, siendo ésta sólo un paso intermedio de Gran Bretaña a sus verdaderas aspiraciones.

Argentina debe acabar con las causas que llevan a Inglaterra a ser capaz de permanecer en Malvinas contra viento y marea (y costos extremos deberíamos agregar).

Dos mecanismos surgen para este objetivo

1) La ocupación plena de Antártida, (militar, científica y civil)

* La construcción y puesta en servicio de bases estratégicamente ubicadas

* Tener los medios para una comunicación regular con el continente

* Darle al territorio un status similar al de una provincia con todas sus características

2) La unidad plena con nuestros vecinos limítrofes

* Resaltar y promover  todas las características que nos unen

* Llevar adelante políticas de integración y cooperación  y de resolución de cualquier conflicto en forma rápida y eficaz

* Argentina debe ser puerto y vía exterior de Bolivia y Paraguay transformando las exprovincias en literales satélites de nuestro país

Sólo así, reforzando nuestra unión regional, formando una unidad geográfica más amplia que nos proteja y aniquilando las verdaderas causas de la persistencia británica con una ocupación plena de los territorios aspirados por Gran Bretaña, lograremos debilitar sus políticas expansionistas y habrá una luz de posibilidad de recuperar por primera vez un territorio perdido.

Argentina debe dejar de marchar tras los atropellos británicos mordiendo el polvo para luego sucumbir en reclamos que siempre resultan estériles frente al monstruo de la política exterior inglesa. Por el contrario, debe adelantarse a las aspiraciones británicas, aunque esta misma se encargue de hacer parecer estas aspiraciones sólo como utopías conspiracionistas.

La ocupación plena de nuestra Antártida Argentina y su incorporación a la lista de nuestras provincias sólo serán comparables a la plena ocupación de la Patagonia iniciada por el general Julio A. Roca que, adelantándose (quizás por única vez) a pretensiones extranjeras, permitió preservar el extenso territorio que nos pertenece.

Acabar con las posibilidades de concretar sus objetivos por parte de Gran Bretaña puede ser el comienzo del retroceso de sus pretensiones sobre nuestro territorio y el retroceso en sí mismo de su presencia de los territorios que actualmente mantiene usurpados, Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

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