Por Paul Battistón.-

El soldadito cubano nos volvió a hablar, ahora desde Managua, donde es asesor del tirano Ortega, ese que logró la primera avanzada cubana consolidada sobre tierra firme. Mario Firmenich, quien en los 70 se entrenaba con la OLP y hasta hace poco se pintaba de catedrático en España, nos dispara con palabras. Nada que lo indique como argentino, salvo su lugar de aparición física que, en caso de reclamar, debería ponerlo en la condición de traidor a la Patria. No le sería extraño lo de traidor, es un título con el que ha logrado la supervivencia.

Elegido por Eva para defender la censura (expuesta en la clausura del diario La Prensa), elegido por Perón desde su exilio venezolano para organizar la resistencia peronista, John William Cooke es el primer soldadito cubano (extra isleño) llegado al mundo en nuestras tierras. Fugado desde Río Gallegos (1957) hacia Chile y luego Cuba, certificó su condición de soldado cubano combatiendo en Bahía de los Cochinos. Muy cercano a otro mercenario del comunismo cubano, Ernesto Guevara se propuso lograr que los partidos abiertamente de izquierda de argentina se fusionaran con el peronismo como único camino para la conquista del poder y lograr la conversión del país en un satélite de la “revolución cubana”. Sólo a través del peronismo se podía acceder a la colectivización direccionada de la clase obrera y así superar “el hecho maldito de ser un país burgués”, según sus textuales palabras (nada que estuviera en contraposición con la doctrina peronista).

Desde 1955 hasta las elecciones de 1957, se detonaron más de 5000 artefactos explosivos. El ejército de cubanitos comenzaba a gestarse. Partiendo con los Uturuncos en 1959 y continuando con Palabra obrera, el Frente indoamericano revolucionario popular, el Ejército guerrillero del pueblo (EGP), las Fuerzas armadas revolucionarias (FAR), el Frente argentino de liberación (FAL), el Partido revolucionario de los trabajadores (PRT), el Ejército revolucionario del pueblo (ERP) y llegando a los Montoneros, todos a excepción del FAL, escindido del partido Socialista, tuvieron su origen en el peronismo. El supuesto objetivo de todos ellos, el regreso de Perón como único camino posible para la pacificación nacional (léase en realidad, único camino para la instauración de un régimen revolucionario pro cubano).

Hubo y hay (aunque ya no tanto) una tendenciosa intención de indicar un ala izquierdista como una anomalía dentro del peronismo al que pretenden sindicar como de centro derecha. Un movimiento empecinado en controlar, regular, ideologizar y alivianar el peso de la propiedad privada combatiendo los mecanismos de capitalización sólo indica dos cosas muy claras: la primera es que el peronismo no es derecha (y si existiese un ala de derecha en el mismo, en todo caso ésta sería la anomalía) y la segunda es que hubo un ejército de propagandistas encargados de cambiar esa percepción y un ejército de ignorantes encargados de creerlo.

La libertad individual es el gran ausente en la doctrina, “seremos fanáticas”, “la doctrina del general”, mis descamisados”, nada que Fidel Castro no hubiera podido utilizar con un tono y léxico más caribeño.

De Perón a Fidel (24-2-74): “Las revoluciones no pueden ser idénticas en todos los países porque tampoco todos los países son iguales, ni todos los pueblos tienen la misma idiosincrasia. Es preciso que cada uno actúe dentro de su soberanía con sus propios métodos”. Un pequeño trozo muy revelador de la carta de Perón a Fidel. No deja duda de la condición de izquierda del peronismo por la propia mano de Perón y además absolutamente reveladora de la preocupación de Perón por la injerencia cubana en Argentina. Dos meses después vendría la expulsión de Montoneros, a los cuales algunos deshistoriadoes señalan con un origen de derecha por provenir de la unión de Tacuara y Guardia resistencia nacionalista (pero liberales no eran).

Los montoneros se preguntaban: ¿Qué hacemos con el viejo? Y el viejo los rajó en vivo y en directo de la plaza. Si Argentina se iba a convertir en un paraíso socialista, él sería su amo y no algún pendejo revolucionario entrenado en Cuba.

Santucho había prometido un millón de fusilados que, comparado con los tres millones de fusilados y la población numérica de Camboya, indicaba una revolución más austera. ¿Qué es tan solo un millón en 25 millones?

Hicieron la guerra y se les respondió con guerra y cuando el viejo sintió en peligro su proyecto, decidió que exterminarlos (declaración abierta de guerra) era la solución y su salvación (pero la muerte lo jodió más temprano).

Entre 7.000 a 10.000 estimaban los servicios secretos la cantidad de combatientes de las agrupaciones guerrilleras de izquierda en Argentina en la década del 70.

¿Nos quitó Perón nuestro destino de Camboya con su decreto?

¿Y qué, si el exterminio se hubiera concretado sin golpe de estado de por medio?

¿Un triunfo de los del martillo y la pluma hubiera sostenido el decreto?

No lo sabemos, pero claramente un golpe de estado se interpuso en ese rumbo (ya no voy a aclarar cuál).

Los soldaditos cubanos por adopción no pudieron concretar su plan de campos de re adoctrinamiento, fusilamientos y políticas de primitiva miseria agraria. Les respondieron con el mismo fuego, la misma inteligencia y contra inteligencia, la misma tortura y el mismo secuestro. El martillo y la pluma juzgaron con un ojo tuerto.

Quizás ya no hay tiempo de corregirlo pero sí el suficiente para no repetirlo.

Sólo hay que recordar que los redactores fueron escribiendo el texto con el camino de la reconversión: subversión, guerrilla, guerra sucia, represión, terrorismo de estado, jóvenes idealistas, por poco no llegamos a beatos.

El decreto de Perón le puso un nombre simple, guerra. En el decreto sólo puede estar en duda la sinceridad de Perón en cuanto a la prioridad de las dos razones existentes, un ataque foráneo a nuestra nación, o un ataque que ponía en riesgo su condición de líder de la revolución.

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