Por Paul Battistón.-

Yo también puedo sarasear, le aclaraba Martín Guzmán a quien lo sucedería un poco más adelante en la línea del tiempo, acabando con su gestión empoderada de un aura nobel. O sea, a quien se autopercibiría economista a nivel ministro, Don Sergio Tomás Massa. La precisión de la magnitud “sarasa” era un ilustrativo de la dirección inocua de la ley de presupuesto por aquellos tiempos, el objetivo de la misma estaba sólo centrado en la demostración de fuerza previa a su aprobación consistente en un traslado representativo de la fuerzas callejeras al recinto legislativo. Fuerzas que la oposición jamás tendría. El incumplimiento de los presupuestos no eran una falla, eran el objetivo mismo de gestión, por lo tanto cualquier cálculo incierto o dudoso sólo eran una formalidad ante la imprecisión de “sarasa”.

La vista ciega de las oposiciones ante los verdaderos objetivos de la puesta en escena de la obra llamada “ley de leyes” culminaba siempre con los ojos prestados del oficialismo cargados de esas supuestas buenas intenciones que suelen tapizar el camino al infierno y que en el plano terrestre se visualizan como despilfarro estúpido financiado con destrucción monetaria (sencillamente justicia social).

El boceto enérgicamente dado a modo de presentación de la ley de leyes 2025 se centra en despejar la incógnita de la disponibilidad, exactamente a la inversa de crear la necesidad de la cual luego no se dispondría de otra forma de satisfacerla que no fuera la ficticia creación de sustento monetario sin respaldo.

Tan sencillo como despejar X de una ecuación algebraica, salvo la dificultad de que los términos que deberían dar el valor de X tras su aporte en el despeje de la ecuación, también deben ser calculados, estimados u obtenidos de subsecuentes estimaciones.

¿Qué posibilidades hay de que el crecimiento de Argentina sea del 5% y no del 3,2% como estima el FMI? ¿Con qué tanta certeza se puede asegurar un dólar a $1207?

La validez de la ley de presupuesto como base de credibilidad (que seguro se verá reflejado en el riesgo país) no debería pasar en mayor medida ya por el acierto de las estimaciones numéricas sino en el respeto irrestricto de ese valor de X obtenido de ellas. Sencillamente restringir las posibilidades de gasto a la disponibilidad real.

Lo de un presidente presentando la ley de presupuesto no ha sido una adecuación política al hambre del medio fagocitador acostumbrado a ser un privilegiado frente de choque sentado en costosas bancas. Por el contrario, amenaza ser el indicativo de la extinción de ese constante reclamo hambriento, motor del ecosistema inviable alimentado de riqueza inventada a puro papel. Invento que siempre había redundado en riqueza de privilegiados y pobreza de devaluados a ritmo de inflación.

¡Vaya que si a la casta le convenía ese objetivo incalculado fruto de la disciplina tan exactamente denominada como sarasa de Guzmán, Massa y cía!

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