Por Malú Kikuchi.-

El corajudo y justo juez Giovanni Falcone, asesinado por la mafia en Palermo, Sicilia (Italia), en 1992, con una bomba que asesinó también a su mujer y a sus dos guardaespaldas, decía:

“La primera condición para luchar contra el crimen organizado es aceptar que existe. Lo segundo es tener la íntima convicción que al combatirlo, estamos haciendo un país mejor.”

Hace no mucho, Macri le declaró la guerra a la mafia de los juicios laborales y el ministro Cabrera el día de la Industria dijo que, “necesitamos que las provincias adhieran a la ART para terminar con este flagelo.”

Nuestra Argentina está intrusada por distintas mafias, todas ellas devastadoras para la ciudadanía. Ninguna de ellas puede funcionar sin que el poder intente ignorarlas, o las proteja, o directamente se asocie con ellas.

Hemos tenido muchas mafias, algunas todavía están vigentes. La mafia del PAMI, la de ANSES, la de los medicamentos, la del oro, la del correo, la de la aduana, la de la trata, la del lavado de dinero, la de los narcos. Y la gremial.

No todos los gremialistas son mafiosos, pero muchos lo son. El hecho de la reelección indefinida es casi un aliciente para generar negocios truchos al margen de la ley. Usan la presión, el soborno, la extorsión y el miedo.

Tienen un enorme poder, el de poder paralizar el país y hacerle la vida imposible al gobierno, de paso a la población que harta de huelgas, cortes y escraches, termina echando al presidente de turno.

Pero, casi con incredulidad, nos enteramos en febrero de este año que el intocable Omar “el Caballo” Suárez, secretario general del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), era detenido.

Gran trabajo de la abogada Gladys González, que aportó las pruebas. Hoy es candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires por Cambiemos. El “Caballo” extorsionaba a los barcos mercantes que arribaban y partían.

Amasó una fortuna en casas, autos, campos y todo aquello que fuera síntoma de riqueza. En marzo, un mes después de la detención del “Caballo”, los costos portuarios habían bajado un 40%.

Con más incredulidad aún, el 27/9, la policía detenía a otro intocable, Juan Pablo “el Pata” Medina, dueño y señor de la sucursal del sindicato de la construcción, UOCRA, filial La Plata. Hombre de armas, amenazó con paralizar las obras de la provincia de Buenos Aires y de incendiarla.

Lo detuvieron de todas maneras. Extorsionando empresas constructoras, paralizaba las obras si no le pagaban lo que exigía. Así dejó sin trabajo a 16.000 albañiles. Mientras, él tenía 1.000 autos, varias casas, un yate, un avión, un helicóptero…

La detención de “el Caballo” Suárez y “el Pata” Medina, son dos logros del poder judicial que parece descontar el triunfo de Cambiemos en las elecciones del 22 de octubre próximo. Quizás esto sea un cambio de rumbo en ¿la Justicia?

¿O de ser distintos los resultados electorales todo dará marcha atrás y los sindicalistas volverán a ser intocables señores feudales en sus gremios?

La Argentina necesita cambiar con desesperación, ser transparente, castigar a los culpables, terminar con la impunidad que ensucia a todos, ya que no se sabe quién es quién, ni quien hace algo indebido o no.

Ojalá esto sea solo el primer paso hacia otro país, un país donde los inversores tengan seguridades de poder invertir para generar el trabajo de calidad que tanta falta hace. El problema para creerlo reside en que hemos sido engañados muchas veces y desde hace mucho tiempo.

Primero la Justicia debe actuar, luego una reforma laboral es imprescindible. La reelección debe tener un límite de 2 períodos, la mochila de los costos laborales debe disminuir, no en desmedro de los trabajadores, sino para no enriquecer indebidamente a los jefes de los sindicatos y para poder ganar competitividad en el exterior. Producir más y mejor a precios atractivos. ¿Es mucho pedir?

Empezamos y terminamos con Giovanni Falcone. “Cualquier campaña antimafia que nace alentada por miedo, o búsqueda de rédito político, o necesidad de calmar reclamos de la opinión pública, está condenada al fracaso. Combatir mafias es una misión de largo plazo que requiere pruebas, testimonios y sentencias judiciales. Necesita instituciones.”

La pregunta acuciante es: ¿tenemos esas instituciones funcionando?

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