Por Hernán Andrés Kruse.-

El FMI estuvo por estos días en la Argentina evaluando la gestión económica del gobierno nacional. Sus conclusiones no admiten dudas: sus técnicos han quedado muy satisfechos con los “logros” de Cambiemos. “Hay que felicitar al gobierno de Macri por su compromiso para bajar la inflación a niveles de un dígito y reducir el déficit fiscal”, destaca la misión del Fondo. Sus técnicos defendieron cada una de las decisiones tomadas por el equipo económico de Macri para garantizar el “reordenamiento” de las variables macroeconómicas, sin hacer mención alguna a la pobreza, la pérdida de puestos de trabajo en la industria, la construcción y el comercio, y la distribución regresiva de la riqueza. Para estos tecnócratas con anterioridad a la llegada de Macri al poder se había promocionado de manera “insostenible” el consumo de la población, lo que atentaba contra la rentabilidad de las empresas.

La misión del Fondo, conducida por Roberto Cardarelli, arribó al país el pasado 19 de septiembre. Se reunió con funcionarios y representantes del sector privado. Tales encuentros tuvieron su punto culminante el jueves 29 con las reuniones de los tecnócratas con los titulares del ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central. La misión planteó que “al entrar en funciones en diciembre pasado, el nuevo gobierno argentino se enfrentó a desequilibrios macroeconómicos generalizados, distorsiones microeconómicas y un marco institucional debilitado. Los niveles de consumo eran insosteniblemente elevados, la inversión se encontraba en niveles históricamente bajos y los profundos déficit fiscales se financiaban mediante la creación de dinero, lo cual generó altos niveles de inflación”. Consideraron que entre las principales distorsiones se encontraban “una extensa red de controles administrativos-por ejemplo, barreras comerciales, restricciones cambiarias y controles de precios-y un clima empresarial que erosionaba la competitividad y socavaba el crecimiento a mediano plazo”. Lo que hicieron fue cuestionar la decisión del gobierno anterior de proteger la industria nacional, de luchar contra la fuga de capitales y de ejercer presión sobre los formadores de precios. Al kirchnerismo no le perdonan su heterodoxia económica y no ocultan su satisfacción por la decisión de Macri de retornar a la ortodoxia económica. Felicitó al gobierno por su decisión de recomponer los “equilibrios” macroeconómicos aunque ello hubiera traído aparejado un crecimiento exponencial de la inflación, el desempleo, la pobreza, el deterioro de las cuentas fiscales y la recesión. Los tecnócratas consideraron que “ante una difícil situación de inicio, se puso en marcha una transición ambiciosa y necesaria hacia un marco mejor de política económica. El avance es importante. El tipo de cambio del peso ahora es determinado por el mercado y los controles cambiarios han sido eliminados. El aumento de las tarifas de los servicios públicos los ha acercado a los precios internacionales”. Festejaron el acuerdo con los fondos buitre: “el acuerdo con los acreedores ha hecho posible el regreso a los mercados internacionales de capital, tanto para el sector público como para el privado. Se han anunciado además metas fiscales y objetivos de precios de mediano plazo, con la adopción de un esquema moderno de metas de inflación”. A continuación, el Fondo le “sugiere” a Macri cómo debe seguir manejando la economía: “Un plan fiscal a mediano plazo que guíe las expectativas sería valioso en el marco de esta corrección. Incrementando la eficiencia del gasto público se crearía espacio para una reducción muy necesaria de la carga tributaria, al tiempo que seguirían corrigiéndose los desequilibrios fiscales”. Sugestivamente no mencionó que para este año el déficit fiscal probablemente sea de 5 puntos del PIB, un punto más que el déficit fiscal del año anterior, la inflación alcance el 45 por ciento, casi el doble a la de 2015, y la cuenta corriente continúe con un rojo de 3 puntos del PIB. El Fondo también insistió con la necesidad de incrementar la rentabilidad de las empresas para potenciar inversiones y conseguir aumentar las exportaciones. Es la teoría del derrame de los noventa con otro léxico. “Es necesario un programa de reformas detallado de la oferta. Esas reformas crearán un entorno más conducente a la inversión privada y generarán significativos dividendos a mediano plazo en forma de más y mejores puestos de trabajo, así como una mejora constante de los niveles de vida de la población argentina” (fuente: Federico Kucher, “Al final del túnel de Michetti estaba el Fondo”, Página 12, 30/9/016).

Alejandro Werner, directivo del FMI, consideró que “tenemos una visión positiva de lo que está ocurriendo en la Argentina” y celebró las “correcciones” y los “cambios” implementados por Cambiemos. Responsable del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Werner arribó a la Argentina hace una semana para acompañar a los técnicos encargados de realizar las auditorías de la economía local luego de una década de “vacaciones” debido a la decisión del por entonces presidente Néstor Kirchner de cortar el cordón umbilical que mantenía unido al país con el FMI. El funcionario expuso el jueves 29 en FIEL, uno de los emblemas de la ortodoxia económica del país. “Hay que rebalancear las fuentes de crecimiento de una economía que se basó demasiado en el consumo y muy poco en la inversión”, enfatizó. Pese a las modificaciones macroeconómicas implementadas por Macri, el tecnócrata consideró que “el rebote de la inversión ocurrirá lentamente”. Pese a la contracción del comercio internacional Werner consideró que el financiamiento debe partir del mercado financiero internacional. Acérrimo defensor de la ortodoxia económica, Werner jamás toleró la heterodoxia implementada en materia económica por el kirchnerismo. Hizo su diagnóstico de la actual situación económica por la que atraviesa el mundo enfatizando el elevado gasto público y el nivel de inflación. Jugando de local en FIEL el tecnócrata repasó lo que consideró fue un conjunto de “episodios exitosos” de disminución de la inflación cuya duración se extendió por espacio de entre 4 y 10 años. Mencionó como ejemplos a Chile, Colombia, México y Brasil, aunque curiosamente no aludió al ejemplo argentino de la convertibilidad y su estallido en 2001. En julio pasado se refirió a nuestro país en un blog del FMI. Expresó que “el impacto adverso de la transición económica fue mayor de lo previsto” y bendijo el ajuste de Macri al que definió como una “política macroeconómica más coherente y creíble”. Causó sorpresa al comentar que la reactivación sería consecuencia directa de herramientas como el gasto público: “la actividad económica probablemente empezará a recuperarse hacia finales de 2016, a medida que la inflación se modere gradualmente, que se estimule el gasto y que se reduzcan las tasas de interés”. En su exposición ante los popes del empresariado nacional el tecnócrata se valió de conceptos tales como “la racionalización del gasto público” y “el balanceo de las cuentas fiscales”, en obvia alusión al clásico ajuste fiscal. “A la par del boom de crecimiento y los commodities, el déficit fiscal se expande en toda la región pero en el caso argentino la expansión del gasto público se dio con anabólicos”, remarcó no haciendo mención alguna al rol contracíclico del Estado. Cuando Página 12 le recordó lo que había escrito hace dos meses el funcionario manifestó: “si dije eso no lo debería haber dicho. Yo no sé si dije que gastando más se iba a crecer. Con racionalizar quiero decir que los gastos sean consecuentes con fuentes de ingresos y que sean eficientes para no desincentivar la producción y no interferir en la inversión y que tengan impactos positivos sobre la distribución del ingreso”. Pese a algunas críticas que podría realizar el FMI sobre algunos aspectos de la política económica, ha quedado en evidencia la buena relación que existe entre el organismo y el gobierno nacional. “Después de un año de importantes salidas de capitales estamos viendo un contexto bastante favorable para la región a medida que los inversores internacionales buscan mayor rentabilidad en un escenario de tasas de interés negativas”, describió Werner. Por último, destacó la capacidad del país para reinsertarse en el proceso de endeudamiento: “las condiciones iniciales, los cambios macroeconómicos, regulatorios y microeconómicos tienen las características para impulsar un proceso de inversión lento pero de importante magnitud en los próximos años, beneficiándose de un entorno internacional de amplio apetito por vehículos de inversión con retornos más elevados que los que hay en el mundo” (fuente: Página 12, 30/9/016).

La historia vuelve a repetirse. Es una suerte de “revival” de los “dorados años noventa”. En aquel entonces el país recibía continuamente la visita de los “expertos” del FMI que bendecían la “economía popular de mercado” impuesta sin anestesia por Carlos Menem. Íbamos, se nos señalaba desde adentro y desde afuera, por el “camino correcto”. Había que reinsertar a la Argentina en el mundo y para ello no había más remedio que mantener relaciones carnales con Estados Unidos y los organismos multilaterales de crédito, pontificaba el menemismo mientras su ministro de propaganda, Bernardo Neustadt, organizaba la Plaza del Sí. La Argentina hizo todos los deberes y Menem fue elevado por el establishment internacional a la categoría de líder planetario. Toda fue una ilusión, una farsa que terminó trágicamente. En diciembre de 2001 el modelo menemista estalló por los aires mientras el presidente de la Rúa huía de la Rosada en helicóptero. Al asumir Duhalde no hizo más que blanquear la situación. La convertibilidad había dejado un tendal de pobreza, indigencia y exclusión social. Un verdadero desastre económico, social y moral. Hoy no está Menem sino su discípulo más fiel, Mauricio Macri. Emulando a su mentor, el ex presidente boquense ha decidido aplicar un plan económico ortodoxo para sincerar las variables de la macroeconomía, única manera de congraciarse con los dueños del poder mundial. Que el retorno a la “normalidad” implique un elevadísimo costo para la población es algo irrelevante, tanto para el gobierno como para el FMI. Lo único que importa es que la Argentina vuelva a ser una tierra fértil para el cultivo de aquellos negocios financieros por cuyo intermedio se obtienen fortunas. El 22 de noviembre el pueblo decidió en las urnas retornar a los noventa manipulado por una habilísima campaña de acción psicológica. Lo que hizo el pueblo en el balotaje fue suicidarse, en suma.

La ex presidente de la nación, Cristina Kirchner, estuvo esta semana en Ecuador donde recibió la condecoración “Manuela Sáenz” en reconocimiento a su aporte a la integración regional. Además de estar reunida con Rafael Correa y dar una conferencia en el Encuentro Latinoamericano Progresista, habló en el parlamento ecuatoriano. “Trabajan en la restauración ni siquiera de lo que fueron los años noventa. En Argentina, por ejemplo, quieren un modelo pre-peronista. Quieren un modelo que no sea industrializador”. “Creo que la derecha conservadora y restauradora de los viejos privilegios y de esa América Latina mera exportadora de materia prima con millones de excluidos intentó para mí un final similar al de Dilma. Estoy convencida que el objetivo era destituirme para que no pudiéramos terminar el período de gobierno y, por lo tanto, tener un relato mediático”, remarcó la ex presidente. “Hay una creación del sentido común entre los medios de comunicación y sectores judiciales que persiguen y judicializan a los líderes de la región. Lo estamos viendo, como pasó en Brasil”, insistió. “El proceso que se dio en Argentina se dio también con la asunción de Rafael Correa en Ecuador, en el Estado Plurinacional de Bolivia con la asunción de Evo Morales y en la República Bolivariana de Venezuela con la asunción de Hugo Chávez”, consideró la ex presidente al dar comienzo a su discurso. Luego apuntó a la instalación de gobiernos conservadores en la región: “Quieren volver a un país y a países para pocos y esto también lo tienen que saber los empresarios”. “Trabajan en la restauración ni siquiera de lo que fueron los años noventa. Ahora es pre. En Argentina por ejemplo quieren un gobierno pre-peronista. Quieren un modelo que no sea industrializador donde la gente y las clases medias tengan una sensación de culpa por lo que lograron en estos años”, haciendo alusión al mensaje que viene dando el gobierno de Macri. Luego agregó que “los que no la tengan la convicción de lo que lograron en estos años no se debió a procesos económico sociales sino se debe a su impronta personal. Si no logran hacerlos sentir culpables le crean la fantasía de que todo lo que lograron era solo un esfuerzo individual”. Más adelante destacó que los representantes del orden conservador “lograron disociar a nuestros compatriotas de que su suerte personal es distinta a cómo le va al país. Pero yo les pregunto a los ecuatorianos, a los brasileños, a los chilenos, a los bolivianos y a cualquiera: ¿Cuándo le va bien a las grandes mayorías nacionales y populares cuando le va mal al país?”. “Si le va mal al país le tiene que ir mal a la gente. Si le va bien es porque al país también le está yendo bien más allá de las dificultades que pueden haber en todo proceso político y económico”. Recordó que cuando el bloque regional gozaba de buena salud “se pudo intervenir y detener intentos de destitución por ejemplo en Bolivia y en Ecuador” y resaltó que hoy existen “similitudes entre las fuerzas de derecha, parecen salir de un plan enlatado. Lo que inteligentemente Correa llama el nuevo Plan Cóndor”. Destacó que había que trabajar “sobre los jóvenes que son quienes darán continuidad a los proyectos populares” y también respecto a las nuevas tecnologías que habían servido de apoyo logístico a las campañas del orden conservador. Por último, se diferenció de los miembros de los nuevos partidos conservadores al señalar que “la militancia no es un plan de negocios para nosotros, es un plan de vida”.

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