Por José M. García Rozado.-

Suenan, a casi tres meses de Gobierno Macri, las primeras alarmas sobre algunas impolíticas del nuevo gobierno, aclarando que objetarlas no implica de ninguna manera mostrarlas como contracara de un muy equivocado y no contemplado “virtuosismo cristikirchnerista”. El Gobierno MM debe de una vez por todas “diseñar” un programa política y económicamente viable para corregir la causa de la aceleración inflacionaria que hoy padece, y que ya no puede seguir achacando a la herencia recibida.

Esta nota la escribo porque nunca fui partidario de los K, y mucho menos del proceso de la “reforma económica” que implementó Brasil, pues ambos cantos de sirena -el cristikirchnerismo, y Lula y Dilma- amistosos, o enemigos (pour la galerie), con los mercados deberán explicar como de repente Brasil pasó de ser la “estrella de la región” a ser la mayor fuente de preocupación; tanto como una economía argentina de déficits gemelos superavitarios se trastocó en una economía inflacionaria con recesión. Cuando el verano va llegando a su fin, y también con él, la “fase de encantamiento del nuevo gobierno MM”, la conflictividad social -más allá del parcial arreglo con los gremios docentes (con idas y vueltas, marchas y contramarchas inexplicables) que permitió el inicio de clases en 16 de los 24 distritos del país-, comienza a tomar inusitada fuerza.

Los problemas actuales y futuros de Brasil reflejan un punto central que más vale que el Gobierno MM entienda con claridad: “que los esfuerzos por recuperar la confianza, generar buenas expectativas y seducir inversores para que inviertan “nunca es sustituto” de tener un programa “macroeconómico” consistente y bien diseñado”, cosa que hasta hoy Argentina no tiene más acá o allá de medidas inconexas -con éxitos y/o fracasos- para intentar hacer creer que esas son un “programa macroeconómico”. Y como esto es así, resulta particularmente importante prepararse para resistir la encerrona, o la simple extorsión, a la que van a ser sometidos por el cristinismo residual que se contrapondrá a todas y cada una de las medidas intentando hacerle creer al pueblo que los “problemas surgidos en estos casi 90 días resultan la contracara de las (mal supuestas) dignidades propias del viejo gobernó CFK”. Y es propio aclarar que “las críticas al nuevo gobierno MM “no importan reivindicación alguna” del gobierno anterior”, porque las críticas se realizan desde la objetividad de sentirnos parte del pueblo argentino que trabaja y aporta al crecimiento nacional.

El mal ejemplo de Brasil, que lo acarreó a la actual crisis, no hace otra cosa que reflejar la “venganza de la macroeconomía” cuando un programa mal diseñado (o la falta de uno), es financiado “solo por el ingreso de capitales y las expectativas favorables”, debiendo entenderse que un “buen programa económico bien diseñado” debe ser: “simultáneamente viable” desde lo político y “tolerable” desde lo social, porque de nada sirve sino tiene un muy amplio respaldo político y social y aquí radica el talón de Aquiles de las medidas (inconexas y hasta en algunos casos contradictorias) del Gobierno MM. En primer lugar, un reacomodamiento tarifario de la luz, que no nos refieren a la pericia sino, por el contrario, a la “irracionalidad con que el cristinismo” manejó la política energética, y que el ministro Aranguren no sabe o no pudo explicar porque se deben ajustar las tarifas y no exigir a la vez, o con anterioridad, a las empresas generadoras, transportadoras y distribuidoras “las inversiones correspondientes” exigidas por los contratos de las privatizaciones.

Contratos estos que “enriquecieron desmesuradamente” a aquellas en los primeros 15 años, donde nunca fueron controladas por el Estado, y es más, se les permitió en la enorme mayoría de los casos no solo “no invertir” sino que se les autorizó a “retirar las ganancias a sus países de origen” sin haber cumplido con los contratos y las inversiones. Es cierto que el régimen K las desfinanció, pero eso fue durante 10 años, y luego de que aquellas o sus empresas vendedoras del inicio, se “llevaran los dólares a paladas” sin siquiera reinvertir una parte minoritaria en la adecuación de los servicios que debían prestar. Ajustar brutalmente -aunque sea lógico reacomodar tarifas a los costos reales de generación, transporte y distribución- sin exigir la contraprestación correspondiente es de necios, de ingenuos, de incapaces o de condescendientes, por no decir de socios corruptos. Este ejemplo es válido también para el próximo y anunciado ajuste de la tarifa del gas, y mucho más aún para la barbaridad de “quitar las retenciones a la minería” que se enriqueció, además de contaminar el medio ambiente como ya está probado, y se enriquecerá aún mucho más sin siquiera exigir que las regalías provinciales multipliquen por 10 y que aquellas empresas deban procesar dichos minerales en el país y no afuera como lo vienen realizando.

Lo es tanto como mantener un precio de venta de los combustibles líquidos muy superior al internacional, y llegar a subsidiar la exportación de esos -petróleo- con el dinero del pueblo argentino para que las petroleras ganen hasta un 100% de más del costo del petróleo internacional, bajo el espurio dilema de “mantener las fuentes laborales”. ¡Es que no se puede poner al zorro a cuidar el gallinero! Y don Aranguren es parte interesada del negocio petrolero de las empresas privadas que están aquí radicadas. Lo que el Gobierno MM debe tener muy presente es que es imperioso tener, además de un amplio respaldo político, consistencia macroeconómica; encontrar el punto de “intersección entre viabilidad política, social y económica” refleja justamente, el “arte de gobernar”, sin que se pueda privilegiar un punto sobre el otro, como en algunos casos está sucediendo. Por otro lado, y junto con todo aquello que siempre criticamos del cristikirchnerismo, tampoco resulta aceptable que el macrismo o Cambiemos nos induzca a leer sus políticas en las áreas conflictivas -tarifas, empleo o desempleo, DNU innecesarios, o políticas seudo represivas- como contracara o necesaria respuesta frente a las sinrazones propias de lo que fuera el cristikirchnerismo”.

Por el contrario, sus acciones en tales ámbitos nos mueven a pensar en la presencia de “vicios, amenazas y graves riesgos” que anidan en la nueva mecánica de gobierno, a saber: la política tarifaria (como ya explicamos) nos llama poderosamente la atención sobre la presencia de “grupos de peso, dentro del gobierno, que promueven un tipo de “decisionismo económico” ya archiconocido”. Para ser claro: grupos de economistas o funcionarios que miran con desdén a todo lo que tenga que ver con política, alentados por la salvaje idea de que “a la gente (nunca al Pueblo) sólo le importa la performance económica”. Y aquí nuevamente el ejemplo de Brasil nos obliga a mirar y aprender, porque aquel país hermano aunque está con problemas mucho menos graves que los de Argentina en 2001/2002 porque su tipo de cambio flotante y una economía que funciona con “moneda local y sin mirar el dólar”, aplica un esquema muy rígido de metas de inflación no consistente con el resto de su política económica. Atado a tener una inflación baja y estable del 6/8% anual, que era un lujo al que no podía aspirar debido al resto de su política económica, especialmente la fiscal y cambiaria, terminó entrando en un “círculo vicioso” donde cada aumento de sus tasas de interés locales para cumplir la meta inflacionaria empeoró los números fiscales consolidados porque -al igual que la Argentina actual- el gran deudor es el propio gobierno.

Al pretender que su BC imponga su “dominación monetaria” con independencia del déficit fiscal, el Tesoro toma deuda muy cara, sube el déficit fiscal futuro, agrava la recesión y complica el ajuste fiscal primario que se quiere imponer como “solución al problema central”. Aunque es la “situación inversa” del problema argentino, donde la dominancia es fiscal y el BCRA y la política monetaria son esclavos del déficit fiscal. Mientras en Brasil el déficit fiscal consolidado es más de 9% del PBI, el déficit primario es cercano a 0% y “todo el agujero es “financiero” por la altísima tasa de interés y la gigantesca deuda pública”, en Argentina, los servicios de la deuda “no son el problema principal” -por lo menos hasta hoy y antes del arreglo con los holdouts y las posteriores “tomas” de deuda nacional y provinciales- porque la tasa de interés en pesos es baja y la deuda pública bien medida es la mitad de la de Brasil como porcentaje del PBI, aquí casi “todo el origen del problema es el déficit primario donde el gasto (muy influido por los ridículos subsidios -antes a los servicios y ahora a la exportación de petróleo y la falta de recaudación por quita de retenciones-) es casi 6% superior a los ingresos”.

Como vemos en ambos casos -Brasil y Argentina-, el “corazón del problema es el tamaño del déficit fiscal con independencia de su forma de financiamiento”; allá el BC no perdió reservas porque el sector privado entró capitales externos pero la macro ajustó vía el tipo de cambio para revertir el atraso cambiario (US$ 2 reales a US$ 4 reales) que afecta a las exportaciones, cuando el sector público financia el déficit fiscal con deuda interna desplaza al sector privado del mercado de crédito por las altísimas tasas de interés. Mientras en Argentina, el financiamiento monetario sin colocaciones de deuda genera inflación, puede ser abierta como en 2014 o reprimida como en 2015; pero la causa de la actual aceleración inflacionaria -3,8% noviembre, 3,6% en diciembre y 4,1% enero y casi seguro más de 4% en febrero- es el efecto rezagado del despilfarro fiscal y monetario de los últimos años más allá de que el gatillo haya sido la unificación cambiaria, y la falta de una política macroeconómica de la actual gestión. El anterior gobierno despilfarró a mansalva, y el actual genera inflación por ajuste monetario y el descontrol del empresariado, que impone ganancias desmedidas sobre lo que paga al productor y porque además el Gobierno MM ajusta tarifas sin medir consecuencias inflacionarias, subsidia exportaciones petroleras con impuestos y agrava el déficit fiscal que pretende corregir vía la quita de subsidios energéticos.

¡No existe sustituto a reducir el déficit discal! Encontrar fuentes de financiamiento alternativas a la emisión del BC puede ser un buen punto de partida si simultáneamente se baja el déficit fiscal y se corrige el déficit comercial para que este pase a ser superavitario, pero eso no se logrará financiando exportaciones como la petrolera o la de las mineras (quitarles retenciones sin aumentarles las regalías y exigirles tratarlas en el país no puede ser la política adecuada para aumentar las exportaciones), todo lo contrario aumentaremos aún más el déficit fiscal aunque ajustemos tarifas energéticas y despidamos ñoquis o empleados públicos que no trabajen o no rindan en su trabajo. Porque a este ritmo el déficit agrandado por los subsidios al petróleo y las mineras solo lo vamos a poder recomponer -con el criterio economicista de ciertos economistas y funcionarios- desarmando los Planes Sociales o manteniendo la inequidad del impuesto al sueldo (mal llamado a las Ganancias), sus aberrantes escalas nunca ajustadas más allá de que desde 2000 a hoy la inflación fue del 1.400% y la moneda se depreció en un 1.600% mientras los salarios se recompusieron en apenas un 980%. Sin macroeconomía seria y hasta que se pueda revertir el círculo vicioso habrá que financiar el déficit fiscal primario más los intereses de la deuda en pesos y en US$ más los vencimientos de capital y una balanza comercial deficitaria. Brasil no muestra que con la macroeconomía “no puede jugarse demasiado tiempo y que las venganzas económicas suelen ser terribles”, es por esto que el Gobierno Macri debe con suma urgencia diseñar un programa políticamente viable, socialmente tolerable y económicamente consistente y sustentable. ¡Hasta ahora no se ha visto nada de ello! Este es el momento de empezar y el corazón debe ser la convicción de eliminar, no financiar, el déficit fiscal y el comercial en no más de cuatro años.

La buena noticia de estos tiempos es que ha quedado en claro de qué modo la política argentina no se dividía en dos opciones únicas y excluyentes: que las invectivas frente al cristinismo en absoluto significaban alineamiento con el macrismo; o que la crítica al nuevo gobierno de MM tiene nada que ver con la reivindicación del horrible gobierno cristinista. Permitirnos desconfiar de ciertos movimientos del Gobierno Macri, no significa ni por asomo coincidir con el cristikirchnerismo en ningún aspecto; pero tampoco significa que vamos a aceptar aquellas condiciones o políticas que sigan perjudicando al Pueblo argentino en favor de los sectores concentrados de la economía, el comercio, la banca, la industria -minería y petróleo incluidas- y el campo.

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