Por Máximo Luppino.-

Mauricio es un gladiador del fracaso, un hábil corredor de fondo en arenas movedizas, un patriota de las finanzas extranjeras. Macri, un compulsivo creador de pobreza extrema. Mauricio Macri en su última etapa de gobierno aplicó un “cepo cambiario” más drástico aún del que tanto defenestró y que empleara Cristina Fernández en su presidencia. Además, echó mano al “ahora 12”, a la eficaz tarjeta SUBE y publicitó Tecnópolis casi como una propia obra.

Pero eso no es todo. Cuando aún gobierna el país, ya se autoerigió como el “jefe de la oposición”. Inconsulta actitud que le generó una cascada de críticas entre sus propios allegados. El orden natural indicaría que Horacio Rodríguez Larreta sería el señalado para desarrollar un rol de opositor activo. Toda vez que se consagró triunfador de la Ciudad de Buenos Aires y que mostró habilidad para relacionarse con moderación con opositores. Sumando, además, la destacada y prolija relación que guarda con María Eugenia Vidal.

Como frutilla del postre, Macri descubre la maravillosa magia de las populares manifestaciones. Así, Mauricio es un populista a destiempo, un reprimido admirador de la mítica liturgia justicialista. Lástima que al egresado del Newman le suelen producir urticaria aguda los humildes de la patria.

Para una sociedad nada más funesto que un “bruto voluntarioso”. La capacidad de insistir en los errores dramáticos torna a un dirigente político en un peligro comunal.

Continuando con este afán macrista de sustraer ajenas inspiraciones, los amarillos ya cantan: “¡vamos a volver!… hecho que dependerá del resultado de las medidas de gobierno de Alberto Fernández. Lo cierto es que parece imperar una polarización de alianzas que deglutiría a los partidos pequeños, forzándolos a ser parte de una confluencia de fuerzas mayores. De esta manera, el Peronismo y aliados por un lado y el Pro por otro serían las dos puntas en disputas. Hoy, la UCR fragmentada buscará desplazar al Pro en su centralidad y ganarles el centro del ring de la oposición. Veremos si logran este objetivo.

Aflora con irreverente mal gusto vestirse de oposición electoral cuando aún el traje de presidente de la Nación continua ataviando el hemisferio corpóreo de Mauricio Macri.

El peronismo con sus históricos aliados ha retornado al poder político de la República, las difamaciones de algunos multimedios de comunicación no lograron hacer olvidar en el corazón del proletariado nacional aquello de que “los mejores días de los trabajadores fueron peronistas”.

Durán Barba parece haber sido abofeteado por el tratado político del gran General: “Conducción Política”, libro de cabecera de todo dirigente que desee transitar el sendero de la política activa.

El pueblo de la Nación posee renovadas esperanzas de progreso y bienestar. El margen de error de Alberto Fernández será nulo. Debe acertar sobre los logros. Es una etapa dura que exigirá 10 sobre 10 en el efectivo rendimiento de mejoras que deben llegar raudamente al bolsillo de los empleados.

Mauricio debería guardar por un tiempo discreto su tan anhelado rol de opositor fatal. La gente no le perdonaría “palos en la rueda” a esta posibilidad de salir de la crisis que sufrimos.

Alberto Fernández parece construir consensos para gobernar y compartir el poder político con aquellos dirigentes que deseen el bien común.

La epopeya de una Argentina solidaria, creciendo y sin hambre debe ser una realidad que construyamos entre todos.

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