Por Hernán Andrés Kruse.-

Mauricio Macri y Cristina Kirchner son más parecidos de lo que se cree. Ambos conciben el ejercicio del poder de la misma forma: todo debe girar en torno a su figura. Es cierto que en Cristina era mucho más visible, pero ello no significa que Macri reniegue del ejercicio centralizado y personalizado del poder. Ambos son, por ende, sumamente autoritarios y cuando toman una decisión es cosa juzgada. Durante sus ocho años como presidente Cristina probablemente tenía en mente, aunque nunca lo dijo de manera explícita, la idea de un nuevo bipartidismo (cabe aclarar que su extinto esposo también la tenía). Por un lado, una fuerza de centroizquierda; por el otro, una fuerza de centroderecha. Vale decir, el kirchnerismo y el macrismo o, si se prefiere, Cristina y Macri. La fuerza de centroizquierda se apoyaría fundamentalmente en el peronismo y recibiría el apoyo de otras fuerzas políticas progresistas menores, como, por ejemplo, Nuevo Encuentro. La fuerza de centroderecha se apoyaría fundamentalmente en el macrismo y la estructura nacional del radicalismo. En aquel entonces no se sabía muy bien qué harían el socialismo, la coalición cívica de Elisa Carrió y otras fuerzas menores no peronistas. Vale decir que los Kirchner y Mauricio Macri tenían en mente probablemente algo similar en cuanto a la edificación de un nuevo sistema de partidos bipartidista que sustituyera al bipartidismo tradicional, peronismo-radicalismo.

El domingo 27 de noviembre de 2011 Mariano Grondona publicó en La Nación un artículo con un título por demás sugestivo: “Cristina y Mauricio: ¿hacia un nuevo bipartidismo?”. Dice don Mariano: “El bipartidismo es la forma superior del desarrollo político porque, gracias a él, dos partidos predominantes se alternan periódicamente en el poder según los humores del electorado. En los países políticamente desarrollados, el bipartidismo regula los latidos de la democracia. Cuando el partido en el poder sufre el desgaste que trae consigo la función de gobernar y el electorado se “enfría” respecto de él, el partido de oposición crece simétricamente porque le ha llegado su hora” (…) “Otro rasgo común de los sistemas bipartidarios es que, en tanto que uno de los dos partidos se inclina hacia la centroizquierda, el otro oscila hacia la centroderecha. Mientras la centroizquierda se caracteriza por enfatizar el papel del Estado en la economía y por obedecer a una estrategia distribucionista, la centroderecha apela al mercado y piensa en la inversión” (…) “con sutiles variaciones, éste es el formato de las democracias avanzadas de nuestro tiempo. Un formato que la democracia adolescente de los argentinos todavía no ha alcanzado. ¿Por qué nuestro país soporta aún un grado de desarrollo político menor no sólo que los principales países europeos, sino también que naciones vecinas como Uruguay, Brasil, Chile o Colombia? Porque nuestros dos partidos históricos, el peronista y el radical, no consiguieron implantar el bipartidismo al que estaban llamados. El peronismo, porque sus anisas de dominación fueron excesivas. El radicalismo, porque no logró ubicarse como “el otro gran partido” de los argentinos” (…) “En el peronismo, las ansias de dominar sin límites la vida política se manifestaron en el vicio del reeleccionismo” (…) “Dos acontecimientos recientes han reabierto las posibilidades del bipartidismo en la Argentina. El primero de ellos es que, al margen de la excepción insostenible de la furia cambiaria de Moreno, Cristina parece girar desde el agresivo populismo de izquierda del cual venía hacia una centroizquierda moderada” (…) “Todas estas medidas, que ella ha defendido en sus últimos discursos urgida por nuestra novedosa estrechez económica, indican cierto desplazamiento a una centroizquierda más racional, más próxima al “centro”. Lo cual es lógico no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista político ya que, habiendo venido el amplio respaldo electoral que ella obtuvo el 23 de octubre de la clase media que antes no la seguía, para conservar este nuevo apoyo necesita moderarse. ¿En competencia con quién? Precisamente con la centroderecha de Mauricio Macri, el único opositor que ha quedado en pie” (…) “El hecho de que Cristina gradúe el populismo mientras Mauricio ocupa la centroderecha como no supo hacerlo el radicalismo apunta hacia un horizonte del que habíamos carecido: la de dos partidos que viajan desde la izquierda y desde la derecha hacia ese “centro” que les promete la victoria”.

El nuevo bipartidismo que en ese momento tenía en mente Cristina suponía una centroizquierda ganadora en 2015, con ella nuevamente de candidata a la presidencia de la nación. Aunque nunca lo reconoció públicamente Cristina siempre tuvo en mente la re-reelección, es decir, la continuidad en el poder luego de concluida su segunda presidencia. Para el logro de ese objetivo necesitaba sí o sí tener como “adversario” a Mauricio Macri, referente excluyente de la centroderecha. En realidad, el plan primigenio fue la alternancia entre Cristina y Néstor durante varios años. El matrimonio jamás pensó en la derrota electoral. Ello explica su interés en contar con Macri como “adversario” ya que suponían sería fácil de vencer. Muy diferente hubiera sido la situación si el “adversario” de centroderecha hubiera surgido de las filas del peronismo. Este plan de eternización en el poder quedó trunco el 27 de octubre de 2010. La muerte de Néstor Kirchner hizo añicos la alternancia que el matrimonio tenía planificada seguramente desde que Kirchner asumió la presidencia en 2003. A partir de entonces Cristina se vio obligada a luchar por la reelección en 2011, que ganó cómodamente por la bonanza económica y por su condición de viuda. En 2011, lejos de haber un bipartidismo como el soñado por Grondona, había un partido dominante y una oposición débil y fragmentada. Los referentes opositores que perdieron-Binner, Alfonsín y Duhalde-recibieron un golpe durísimo. Como bien señala don Mariano sólo Macri, quien tomó la sabia decisión de no competir, quedó en pie. El análisis que hace Grondona a partir de la goleada de Cristina en 2011 expresa, en última instancia, una expresión de deseos ya que lo qué él pretendía era la instauración en nuestro país de un bipartidismo anglosajón, es decir, de una fuerza de centroizquierda o socialdemócrata y una fuerza de centroderecha o conservadora. El kirchnerismo jamás fue socialdemócrata porque su política económica siempre giró en torno a la idea básica de la intervención del Estado en la economía mientras que la socialdemocracia europea es proclive al libre mercado.

En febrero de 2012, en el monumento a la Bandera en Rosario, Cristina pronunció la frase “vamos por todo”. Consciente o inconscientemente la presidente desnudó sus ambiciones políticas: quería sí o sí continuar en el poder en 2015. Ante la ausencia de Néstor, a Cristina no le quedó más remedio que apostar por la reforma constitucional para poder participar en las presidenciales de 2015. Fue entonces cuando emergió en toda su magnitud la debilidad política del kirchnerismo. Su continuidad en el poder sólo podía ser garantizada por Cristina. La presidente jamás toleró que ningún otro dirigente kirchnerista que no fuera ella misma tuviera la posibilidad de competir por el poder en 2015 en nombre del kirchnerismo. Mientras se mantuvo firme el sueño de la re-reelección, Macri continuaba siendo el “adversario” preferido de Cristina. Las elecciones de medio término de 2013 demolieron las chances de la presidente de continuar en el poder en 2015. El resultado electoral hizo realidad la pesadilla tan temida por Cristina: el surgimiento de un dirigente justicialista capaz de discutir su liderazgo. Ese dirigente fue Sergio Massa, su ex jefe de Gabinete. La victoria del tigrense en la provincia de Buenos Aires le hizo ver que había sectores importantes dentro del peronismo que no querían saber nada con la re-reelección.

Al quedar trunco el sueño de “la eternidad política”, a Cristina se le hizo realidad el peor de los escenarios posibles: el retorno al llano en 2015. A partir de entonces la sucesión presidencial pasó a ser el problema político fundamental. No estando Cristina como candidata natural ¿quién debería ser el candidato que garantizase la continuidad del kirchnerismo en 2015? Cristina decidió no bendecir a ningún dirigente de peso dentro del universo K y ello por una sencilla y contundente razón: Cristina sentía aversión por todos ellos. “Si yo no puedo ser candidata presidencial”, razonó, “entonces que no sea nadie”. Es muy difícil comprobarlo pero a partir de la derrota de 2013 la presidente prefirió la victoria de la oposición en 2015 y no la de algún delfín bendecido por ella. En otros términos: Cristina prefirió que ganara Macri y no un candidato peronista, sea del kirchnerismo (léase Scioli) o del no kirchnerismo (léase Massa). Para Cristina probablemente hubiera significado el fin de su carrera política si el ganador en el ballottage de 2015 hubiera sido Scioli. El sciolismo hubiera sepultado al kirchnerismo. Hubiera surgido un nuevo “macho Alfa”. Ello explica por qué La Cámpora hizo huelga de brazos y piernas caídos durante la campaña electoral. El kirchnerismo no quería que Scioli sucediera a Cristina. Es probable que Cristina tampoco haya querido la victoria del peronismo en provincia de Buenos Aires. Si no, no se explica su bendición de la candidatura de Aníbal Fernández, un piantavotos de aquellos.

Mientras tanto, Macri sacaba provecho de la derrota electoral kirchnerista. Siguiendo los consejos de Durán Barba y Elisa Carrió, armó una coalición con fuerzas políticas no peronistas -el socialismo, el radicalismo y la coalición cívica-. La presencia de Scioli y la de Massa en la competencia electoral de 2015 favoreció ampliamente sus planes. Fragmentado el peronismo, Macri se encontró con el camino despejado rumbo a la Casa Rosada. Ese camino había sido despejado por la propia Cristina. El 22 de noviembre de 2015 compitieron dos candidatos de centroderecha: Macri y Scioli. Nada que ver con lo que había previsto don Mariano en su artículo. Como lo habían anunciado todas las encuestas el triunfo le correspondió a Macri, el primer dirigente de centroderecha no peronista que accede a la presidencia en elecciones libres y transparentes. Cristina respiró aliviada. Ahora en la oposición y con Scioli como el “gran responsable” de la derrota, sueña con liderar la oposición y ser la candidata del kirchnerismo en 2019. Para que este plan funcione es esencial que a Macri le vaya mal, que la experiencia de Cambiemos se vea coronada con el más estruendoso fracaso. Por su parte, a Macri le conviene, obviamente, que su presidencia sea exitosa y que Cristina sea la jefa de la oposición. Macri necesita imperiosamente que el antagonismo entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo no desaparezca. Macri y Cristina, entonces, se necesitan mutuamente. Macri necesita a Cristina vivita y coleando para que los argentinos tengan miedo de que el kirchnerismo retorne en 2019. Cristina necesita que Macri la haya elegido como su “adversaria” preferida para mantenerse en el candelero y tener chances de volver a la Rosada en 2019. Claro que para que esta sociedad política tenga éxito es fundamental que Cristina siga en libertad…

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