Por Elena Valero Narváez.-

Ludwig von Mises expresó, de forma clara y precisa, que ir en pensamiento y obra, contra la economía de mercado, es un despropósito, ya que es un subsistema social espontáneo, no creado por nadie, surgido dentro del sistema de división del trabajo. El hombre, en un largo proceso evolutivo, pasó de la vida primitiva a la civilización mediante el descomunal esfuerzo de adaptarse a las condiciones de un medio con leyes naturales y sociales que él no puede cambiar.

Mises considera, con buen criterio, que un sistema que permitió mejorar en tan alto grado la calidad de vida de la humanidad, no tiene por que no hacerlo en el futuro.

Argumentar, entonces, al revés, como lo hizo Marx, y promover un sistema que vaya contra la economía de mercado es ir contra la realidad y, cómo se ha experimentado en los países socialistas, las consecuencias son, desde todo punto de vista, catastróficas para la vida y la dignidad humana.

El presidente de los argentinos, Mauricio Macri, pese a algunas inconsistencias, está rumbeando hacia un orden favorable al capitalismo-democrático. Se reunió, hace un par de días, con representantes de importantes empresas, para decirles, con propiedad, que el Gobierno es el responsable de la inflación y, que por ello, éste dedicaría todos sus esfuerzos en bajarla considerablemente, a partir del segundo semestre. También que preparaba la cancha para que ellos comenzaran a jugar en primera.

En todos los programas de TV se promovía, en estos días, una actitud de mano dura del presidente hacia los empresarios, para obligarlos a invertir, algo parecido a lo que hacía el ex Secretario de Comercio del gobierno anterior, pero con guante blanco.

Por suerte, el presidente Mauricio Macri, actuó bien, evitando el patoterismo al que nos acostumbraron Néstor y Cristina Kirchner.

Asistieron al encuentro con el presidente, empresarios habituados a los favores del Estado, provenientes del gobierno intervencionista y populista anterior, que prefieren el proteccionismo, los monopolios y la abolición de la competencia. Pero, también, estuvieron otros, quienes desean volver al libre comercio local, e internacional. Debiera, Mauricio Macri, convencer para que inviertan, a todos ellos, terminando rápidamente con las rigideces de las condiciones económicas.

Nadie vendrá a la Argentina a invertir y apostar a un futuro en el país, si no ve un escenario favorable a las inversiones y a obtener ganancias, motor de la actividad empresarial; derogar, por ejemplo, la ley que no permite la salida al exterior de dividendos, como así también, a todas las que ponen trabas al comercio.

No alcanza sólo con salir del default, aunque, por supuesto, fue un gran acierto que unido a la salida del cepo, nos permitirá acceder al crédito internacional, fundamental para empezar a jugar en primera.

Vienen grandes desafíos para superar la crisis, entre otras cosas, convencer a los líderes sindicales de regresar a su función de origen: contribuir al orden de estabilización social trabajando para lograr mejores sueldos y condiciones laborales adecuadas, evitando las tensiones entre obreros y empresarios.

Para lograrlo el Gobierno se tendrá que preocupar por fortalecer el sistema de partidos, evitando con ello que los gremios dejen de golpear directamente al poder, en su voraz ambición de ir más allá de sus atribuciones, exigiendo una participación, no solamente en las determinaciones de las empresas, sino también en la política económica y financiera del Gobierno. Además, a través del manejo de los fondos manejados por el gremio, seguir presionando para manejar la economía a piacere.

Hay que hacerles entender, para que cooperen, que sólo el dinamismo económico del mercado podrá garantizar la ocupación de la mano de obra nacional, como también aminorar, considerablemente, la desocupación.

Macri debe explicar a la sociedad, con paciencia y dedicación, qué pretende decir con su insistencia en que solucionaremos el problema económico todos juntos. Quiero creer que se refiere a los consumidores quienes son los que gobiernan el mercado incentivando a los empresarios a crear bienes cada vez mejores y a más bajo precio. Ellos con su poder de compra pueden bajar o subir el pulgar enriqueciendo a un empresario o llevándolo a la quiebra. Son los que en definitiva definen el precio de todos los bienes, ya sea un kilo de azúcar, un avión o un libro de poesía.

Pero, para que pueda funcionar una economía capitalista, Macri, no debiera dejarse torcer la muñeca. Evitar, a toda costa, que los grupos de presión lo obliguen a la distribución de privilegios y dádivas a costa de grupos más débiles.

Debiera devolver los grados de libertad que nos quitaron los gobiernos Kirchner, para que todos podamos ser más autónomos para producir, comprar, vender, dependiendo así, los unos de los otros, en libres intercambios, respetuosos de leyes pro-mercado.

Despejar la cancha, entonces, es en términos generales, evitar la coerción del Estado y de grupos de presión, destinada a promover acciones que perjudiquen la cooperación social. ¡Ojalá se pueda y la mayoría acompañe!

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