Por Hernán Andrés Kruse.-

Una de las mayores preocupaciones de Mauricio Macri (también del orden conservador) es lo que piensa de la Argentina “el mundo”. En realidad, cuando Macri (y el orden conservador) habla de “mundo” alude a Estados Unidos y Europa, es decir, Occidente. Oh casualidad, son los lugares donde residen las sedes de las matrices de las principales multinacionales que operan en el planeta. La expresión “volver al mundo” significa la decisión del gobierno nacional de volver a hacer buena letra ante los poderosos del mundo, que no ven con buenos ojos la presencia de gobiernos que no acatan sus órdenes, como el de Cristina Kirchner. El retorno al “mundo implica, entonces, una decisión política de buscar la protección del centro del poder mundial para no ser ignorado por ese “mundo”. Apenas asumió como presidente de la nación Mauricio Macri puso en ejecución la tradicional política de buenos modales y señales de sumisión hacia el poder financiero transnacional. No resultó casual que en enero haya viajado a Davos para presentar sus credenciales frente a los poderosos del mundo. Acompañado por Sergio Massa, el presidente mantuvo entrevistas con todos los empresarios y mandatarios europeos que le fue posible para “invitarlos” a que invirtieran en la Argentina. Mientras tanto, con el apoyo de la “oposición responsable” el gobierno dejó satisfecho al buitre Paul Singer, una prueba de amor fundamental para congraciarse con “el mundo”. Pero no fue hasta que Barack Obama viajó a Buenos Aires para estrecharle su diestra que Macri sintió que había llegado a la cima del Everest. La Argentina había, por fin, vuelto a la “normalidad”. Tal como aconteció durante el menemismo, el embajador norteamericano y los organismos multilaterales de crédito comenzaron a alabar exageradamente a la flamante administración. Para la prensa internacional, en sintonía con el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa de Estados Unidos, Cristina Kirchner fue una presidente de izquierda mientras que Mauricio Macri era considerado un dirigente proclive a hacer negocios. Para el establishment mundial Cristina era sinónimo de “maldad” y Macri, de “sustentabilidad y racionalidad”.

La comprensión de lo que se publica del país en el exterior exige tener una clara visión de cuáles son las reglas del mundo de los negocios y, fundamentalmente, la ideología y los intereses que defiende quien envía la información al exterior. En efecto, muchas veces lo que los principales medios norteamericanos y europeos publican sobre la Argentina es redactado por periodistas que viven acá y que, obviamente, no son inmunes al clima político y económico del momento. Lo mismo vale para las consultoras locales de matriz ortodoxa que hacen circular información estrictamente económica y financiera. Dicha información es el basamento de los informes que elaboran los organismos financieros internacionales sobre nuestro país. Vale decir que la mirada foránea está estrechamente vinculada con el establishment vernáculo. Sin embargo, al menos hasta ahora, “el mundo” no mira con tanta “simpatía” al gobierno de Macri. Temas como los Panamá Papers, la prisión de Milagro Sala y el estancamiento económico no son ignorados por “Occidente”.

La agencia Bloomberg publicó el 30 de noviembre un informe titulado “La economía argentina no muestra señales de salir de la recesión”. Los inversores tuvieron la ocasión de leer que en octubre la industria tuvo una contracción del 8 por ciento y la construcción del 19 por ciento, indicadores que no entusiasman a quienes eventualmente estarían interesados en invertir en la Argentina. El artículo recordó que el presidente Macri había prometido que el repunte económico comenzaría en el cuarto trimestre, “más tarde que su promesa inicial”, pero que a pesar de ello “las últimas estadísticas sugieren que la recesión todavía tiene un camino por recorrer”. El 26 de octubre el Financial Times publicó un artículo titulado “La bonanza de la deuda argentina compra tiempo, pero aumenta los riesgos”, en el que expresa que el endeudamiento aseguró “un colchón financiero para las reformas” y si bien “el récord alcanzado por Argentina en el mercado de capitales ya fue roto este año por Arabia Saudí, el gobierno continúa sorprendiendo a los inversores con una agresiva estrategia de deuda” como consecuencia de una combinación de “las tasas de interés reales más altas del mundo” y “un sólido balance soberano”, lo que permitió que los bonos en pesos resulten atractivos para tomar deuda a tasas baratas en una plaza y colocarlas en otra a tasas más elevadas (carry trade). El escenario es propicio, “mientras que la deuda soberana argentina rinde alrededor del 6,5 por ciento, Colombia puede endeudarse más cerca del 2 por ciento”. Como consecuencia de ello, “la búsqueda mundial de altos rendimientos está ayudando a Argentina a posponer un doloroso pero inevitable ajuste fiscal hasta después de las elecciones legislativas de mediano plazo del año próximo, cuando el gobierno espera fortalecer su posición en el Congreso para consolidar su programa de reformas”. Para el Financial Times, entonces, luego de la fiesta de la deuda vendrá un ajuste inhumano. Frente a semejante endeudamiento los dueños de los dólares han comenzado a ponerse nerviosos por una simple y contundente razón: “no pueden seguir endeudándose a estos niveles cada año”. Sin “una solución a la situación fiscal”, expresa el artículo, “los inversores podrían empezar a perder confianza”. “En algún momento el pozo se queda seco”.

En septiembre, El País de España publicó un artículo titulado “Mauricio Macri pone a prueba la paciencia de los argentinos” porque “tras nueve meses en el cargo, todos los datos son negativos, pero el presidente aguanta por la confianza en que mejoren en 2017 y la división de la oposición”. Su balance es lapidario: “la economía está parada, empieza a haber despidos aunque aún no masivos, gracias a la presión de los sindicatos, y los precios siguen subiendo, lo que ha convertido a Argentina en el país más caro de Latinoamérica. Si a eso se le suman los datos de pobreza” (…) “hay 1,4 millones de nuevos pobres desde que llegó Macri, la combinación es explosiva”. En la BBC de Londres se lee en varios artículos que “la economía argentina está en fase de diagnóstico. Y algunos síntomas no son buenos: hay quejas de que los salarios no alcanzan, este año se prevé una recesión y el gobierno aplica un severo ajuste a las tarifas de los servicios públicos que preocupa a los argentinos. Macri, sin embargo, habla de buenos tiempos por venir”. “De acuerdo a diversas encuestas, la mayor preocupación de los argentinos es la inflación, que según cifras oficiales e independientes supera el 40 por ciento anual. En 2015, reportearon agencias privadas, el alza de precios fue de 25 por ciento” (…) “Expertos atribuyen el aumento de la inflación, sobre todo, a las políticas promovidas por Macri”. En noviembre el sitio británico sostuvo que “algo-o alguien-tenía que aguar la fiesta. En Argentina, un grupo cada vez más grande y diverso de economistas y políticos muestran preocupación por los niveles inéditos de endeudamiento a los que ha llegado el gobierno de Mauricio Macri, a un mes de cumplir un año en el poder. Este nerviosismo contrasta con el entusiasmo que se siente en algunos círculos y medios de comunicación, que celebran con frases como “no terminamos como Venezuela” el viraje de las políticas “populistas” del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner”. Para The Economist “el señor Macri está desesperado por buenas noticias. Con las elecciones legislativas previstas para octubre de 2017, su fortuna política dependerá de si los argentinos empiezan a sentir mejoras tangibles en la economía. La inflación está finalmente desacelerándose: en agosto los precios subieron sólo 0,2 por ciento (cabe acotar que el artículo fue publicado en septiembre y el mes anterior la caída de la inflación se debió fundamentalmente al freno judicial de las tarifas). Pero la avalancha de inversiones extranjeras que el señor Macri prometió que llegarían tras el regreso de la Argentina a los mercados no se materializó hasta ahora”.

Para los principales diarios financieros del mundo no resulta claro cuándo la economía argentina logrará salir de la recensión. Si efectivamente se producen ingresos de capitales, ello se deberá exclusivamente a que la tasa de interés real es una de las más elevadas del mundo. La nueva deuda es de tal magnitud que el futuro se presenta bastante incierto con probabilidades de inestabilidad a mediano plazo. Para colmo, más temprano que tarde, se vendrá una etapa de un profundo y doloroso ajuste, máxime si el oficialismo se impone en las legislativas del año próximo. Pese al esfuerzo del gobierno por ofrecer a los eventuales inversores las áreas de energía e infraestructura, el mundo considera al país un lugar mucho más atractivo para hacer negocios financieros a corto plazo y no para hundir capitales. Ello significa que la confianza que despierta la Argentina es, hoy por hoy, mínima. Por su parte, la prensa tradicional, no tan especializada en temas económicos, ha comenzado a reflejar los números de la recesión y las promesas no cumplidas. Lo cierto es que, a pesar de las palmadas en los hombros presidenciales y la lluvia de adulaciones, no hubo hasta ahora un apoyo más “material” (dólares). Únicamente se registraron créditos a tasas extraordinarias pero que en nada se parecen a la lluvia de inversiones prometida. El macrismo, evidentemente, esbozó un voluntarismo propio de un adolescente. El gobierno creyó que cumpliendo con todos los deberes que exige el neoliberalismo en materia de pagos a los holdouts y desregulación a los movimientos de capitales, casi por arte magia llegarían al país los recursos que necesitaba el gobierno para hacer despegar la economía. Pero olvidó una regla elemental: difícilmente los capitales fluyen hacia aquellos mercados con recesión. Además, hubo otros factores que han impedido hasta el momento la entrada de las inversiones. La buena imagen inicial del gobierno macrista se vio opacada en su legitimidad por el escándalo de los Panamá Papers y por la arbitraria detención de Milagro Sala. Para colmo, Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, fue muy criticado por el contenido de la comunicación que sus empleados más cercanos mantuvieron con el presidente de la Argentina. Según The New York Times, Trump se comunicó con Macri no para fortalecer las relaciones bilaterales entre ambas naciones sino para fortalecer sus negocios inmobiliarios (fuente: Claudio Scaletta, “Cómo nos ven…”, Página/12, 11/12/016).

Noviembre fue un mes muy malo en cuanto al nivel de consumo de la población. Comparado con noviembre del año pasado, el mes pasado el consumo se contrajo 5,5 por ciento. La demanda de alimentos, bebidas y electrodomésticos sufrió una fuerte caída debido a los siguientes factores: a) el impacto de la inflación sobre la capacidad de compra del salario; b) el desempleo; c) el desmantelamiento de las capacidades estatales en materia de administración de precios; d) el carácter contractivo de la política monetaria; e) la reducción en la inversión estatal; y f) el parate general de la economía. Esta caída del consumo, medida por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) en base a su Indicador Mensual de Consumo (IMC), se viene dando en los últimos once meses y la de noviembre es la más pronunciada de 2016. De febrero a noviembre el IMC establece un rojo del 3,3 por ciento. La contracción en los niveles de consumo se da en los diferentes indicadores de varias cámaras empresarias, universidades y consultoras privadas. Según la firma Scentía se produjo el mes pasado una contracción del 5,9 por ciento interanual en grandes cadenas y mercados de cercanías. En rubros como “perecedero+frío” y “limpieza de ropa y hogar”, la contracción ascendió al 10 por ciento. En lo que va del año el descenso en las cantidades vendidas es del 4,5 por ciento. Según dicha consultora el mes pasado registró un “record en caída de transacciones para las grandes superficies, completando así el peor trimestre”. Por su parte, los investigadores del instituto dependiente de ATE Capital y la Unión de los Trabajadores de la Educación señalan en su último informe que “la caída del consumo se sostiene en el tiempo, y golpea a los más vulnerables”. Dentro del PIB el consumo privado ocupa un sitio de privilegio ya que alcanza las tres cuartas partes de dicho Producto. En consecuencia, queda de manifiesto que más allá del esfuerzo del gobierno para retornar al mundo y enamorar a los grandes capitales, el crecimiento económico depende de la expansión del mercado interno debido a la mejora salarial y el crecimiento del empleo. Los investigadores del ITE consideran que “los sectores urbanos medio-bajos, sobre todo en el interior del país, fueron los que absorbieron la mayor parte del impacto del incremento de precios. Esto deja en evidencia la insuficiencia de las políticas compensatorias aplicadas por el Gobierno y la necesidad de repensar la política de ingresos considerando los impactos diferenciales que tiene la inflación sobre los ingresos de los sectores más vulnerables”.

Los datos que brindan los concesionarios ponen en evidencia el dispar impacto que provocan en la sociedad las medidas económicas de Cambiemos. Según los números que maneja Acara la pick up Hilux de Toyota fue el cero kilómetro más vendido entre enero y octubre (28.144 unidades). Para los investigadores del ITE “esto se debe a la gran transferencia de recursos que realizó la nueva gestión a principio de año a favor de los sectores vinculados al agro, con la baja de los derechos de exportación y la devaluación del tipo de cambio”. La carrera de Economía del Desarrollo de la Universidad de Quilmes acaba de estrenar el Índice Hecho en Argentina (IHA) que, a diferencia de las estadísticas públicas y privadas, no tiene en consideración las importaciones y exportaciones, ofreciendo por ende una estimación bastante exacta del nivel de consumo interno de los productos nacionales. Durante los primeros nueve meses de 2016 la demanda de productos industriales fabricados en el país cayó un 8,3 por ciento en relación con igual período de 2015. “En definitiva”, expresan los investigadores del ITE a manera de colofón, “lo que se observa es que sectores de altos ingresos pudieron sortear la tendencia generalizada a la caída de los ingresos reales y no bajaron su consumo” (fuente: Tomás Lukin, “Sin brotes ni secos ni verdes en el consumo”, Página/12, 13/12/016).

Martín Guzmán es un economista ligado al Nobel Joseph Stiglitz, investigador y docente en Columbia (Nueva York). Estuvo hace poco en el país participando en una jornada de debate junto a Silvina Batakis, ex ministra de Economía de Scioli, y Pablo Chena, investigador del Conicet. Hizo una evaluación muy crítica de la performance de Prat Gay y Sturzenegger. Dijo Guzmán: a) “el Banco Central y el Ministerio de Economía se manejan con una pobreza conceptual alarmante. Cuando el ministro de Hacienda y Fianzas, Alfonso Prat-Gay, asistió a la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, desarrolló un solo concepto: que el Gobierno había terminado con el populismo y que ahora Argentina pasaba a ser un país creíble para atraer inversiones. Eso no ha funcionado nunca en ningún lugar del mundo”; b) “la condición primera del esquema de desarrollo es la del pleno empleo. La economía debe manejarse de manera tal que genere empleo para todos los sectores de la población. Eso implica que haya trabajo para las 13 millones de personas que no cuentan con entrenamiento. Además, el esquema debe propiciar el cambio productivo y debe ser consistente en lo macroeconómico. Entonces, la búsqueda del equilibrio pasa por contar con los sectores que generan divisas y mejoran el horizonte macro pero que no resuelven el tema del empleo, como la soja, junto a sectores que generan empleo y consumen divisas (la industria), y por último los sectores que generan cambio tecnológico pero sólo ofrecen oportunidades de empleo a los sectores con alto nivel de entrenamiento, como el software”; c) “a lo largo de este año, el Gobierno mostró mucha miopía y pobreza conceptual en diversos frentes. El llamado Plan Productivo Nacional es reflejo de ello. Australia y Argentina son dos países muy diferentes, en cuanto a riquezas, estructura demográfica y social. Australia tiene 22 millones de personas y Argentina, 40 millones. Australia es un país exportador de materias primas sin gran desarrollo industrial, en donde el sector de servicios alcanza para incluir laboralmente a toda la sociedad, que además está muy bien entrenada. En Argentina, en cambio, la destrucción de la industria implicaría un efecto de exclusión muy fuerte. Tal vez la economía en un escenario así crezca, pero no al servicio de la gente. Durante fines de los ‘70 y los ‘90 también se aplicaron políticas de exclusión con un costo muy alto, hoy mucha gente no está en condiciones de acceder a un entrenamiento básico que le permita tener un buen empleo”. Más claro, imposible. Es por ello que resulta incomprensible que Prat-Gay Sturzenegger no tengan en cuenta estos conceptos. Creo que el problema no es que estos funcionarios tengan una pobreza conceptual alarmante, sino que tienen en mente un modelo de país que necesariamente expulsa a millones de personas.

Silvina Batakis manifestó que “el Gobierno no entiende que el mundo está en una posición netamente vendedora. De manera que abrir la economía en este contexto no equivale a vender más sino a perder puestos de trabajo o a que no se generen los empleos que podrían generarse”. Además, remarcó que durante 2016 se produjo una dura disputa entre el sector financiero y el agro, lo que transforma a la industria nacional en “un convidado de piedra”. Por su parte, Chena consideró que el gobierno macrista implica una “revolución de los ricos, caracterizada por la negativa de este sector a pagar impuestos”. “El problema en la Argentina es que los ricos no tienen modelo de desarrollo, no tienen un proyecto de acumulación. Por eso el excedente en los sectores de mayor rentabilidad (agro, bancos y minería) se fuga y vuelve como deuda externa. Con la deuda, los ricos logran cobrar intereses al Estado. En consecuencia, se debilita el Estado, que se convierte en deudor. El debilitamiento equivale a pérdida de soberanía, que implica que el Estado se acopla ciegamente a lo que marca la división internacional del trabajo, es decir, una inserción silenciosa en las cadenas de producción de las empresas multinacionales. Por eso, en la concepción del macrismo, hay sectores viables y otros inviables. En este esquema, el horizonte es de una precariedad laboral del 50 por ciento de la fuerza de trabajo, como ocurre en los países de la alianza del Pacífico, y la destrucción de entre el 20 y el 30 por ciento de los trabajos en el país” (fuente: Javier Lewkowicz, “Pobreza conceptual alarmante”, Página/12, 13/12/016).

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