Por Hernán Andrés Kruse.-

La marcha del 1 de abril le vino de perillas a un gobierno que se había visto obligado a estar a la defensiva durante marzo, a raíz de las sucesivas manifestaciones que se dieron lugar en la CABA para protestar contra sus políticas. No fue casualidad que horas después de la marcha el presidente de la nación retomara un discurso de línea dura contra la dirigencia sindical y la clase trabajadora. Macri utilizó un acto en la Casa de Gobierno para descerrajar munición gruesa contra los gremios y hacer responsables a los trabajadores por la difícil situación económica por la que atraviesa el país. Dijo no entender las razones del paro del 6 de abril y se quejó por las pérdidas que le va a provocar al país (15 mil millones de pesos, calculó). Durante su alocución el primer mandatario hizo una tajante división entre la manifestación del 1 de abril, a la que tildó de “genuina”, y las manifestaciones contrarias a su gobierno, conducidas por mafiosos que sólo les interesa defender sus prebendas. “No podemos aceptar más comportamientos mafiosos en la Argentina”, exclamó para luego recalcar que el sindicalismo es el ámbito propicio para los mafiosos, razón más que suficiente para borrarlo de la faz de la tierra. Una vez más, apeló al doble discurso. Por un lado, destaca la necesidad del diálogo constructivo; por el otro, apalea a la oposición dedicándole “piropos” tales como “los que se creen los dueños de este país”, “los que ponen palos en la rueda” y “sacarle el poder a cada uno de estos mafiosos”. Gerardo Martínez y José Luis Lingeri, presentes en el acto, recibieron la reprimenda presidencial: “respeto, compañeros sindicales, esta decisión de hacer un paro, pero no la entiendo y no ayuda en nada a los trabajadores. Es un paro que va a costar más de 15 mil millones de pesos”. Hizo referencia a un supuesto panorama brillante de la construcción y “récord” para la obra pública, lo que motivó el aplauso de la platea. La réplica sindical no se hizo esperar. Juan Carlos Schmid, de visita por Rosario, dijo que “el gobierno ha gastado casi el 30 por ciento de su mandato y no le ha encontrado el agujero al mate en la cuestión económica, tenemos mayores dificultades que antes y se quebró la confianza”. Convencido de la medida de fuerza del jueves próximo, el triunviro manifestó que el paro “es la consecuencia del fracaso de la política, no se olviden que el año pasado estuvimos mucho tiempo en tratativas para intentar resolver estas cuestiones, y los resultados fueron bastantes mezquinos”. Y agregó a manera de colofón: “parece ser que los famosos brotes verdes que anuncian desde el gobierno nacional, hasta que se conviertan en rama, están asentados sobre el lomo del pueblo trabajador”. ¿Estará en lo cierto el sindicalista Viviani, quien acaba de decir que en el país se ha instalado la lucha de clases? (fuente: Fernando Cibeira, “Nada peor que un trabajador con un choripán”, Página/12, 4/4/017).

En su edición del 4 de abril, Página/12 publicó un artículo de Horacio González titulado “La multitud desnuda”. Dice el autor: “La multitud desnuda impone cierto temor, no son pocos ni muchos, ni llenan toda la plaza pero la ocupan en gran parte. ¿Por qué impondrían una ligera inquietud si solo invocan una democracia de artillería verbal mecanizada salida recién de un laboratorio recóndito? Quizás porque al salir a la calle esgrimen no ser lo que son; se declaran portadores de un despojamiento que no tienen, ausentes y distraídos de una politicidad que los constituye en cada átomo de su cuerpo deschoripaneado” (…) “Un relator de TN dijo que son clase media-alta, clase media-media y clase media-baja. Medidas de sastrería, catalogaciones para tasar ubicaciones en el teatro, en el buquebús o calcular el colesterol” (…) “¿Eran ellos un subsuelo entumecido no atraído por ningún llamado y de repente estaban allí con sus carteles reivindicando el terrorismo de Estado? Y muchos otros lo hacen y lo siguen haciendo, pero aquí venían con un argumento diáfano: no nos pagaron estipendio, dicen, insultando gravemente al resto de los que caminaron en largas procesiones a lo largo de la historia, desde las de Santiago de Compostela hasta las del 17 de octubre. “(…) “La Marcha tenía su fuerza en decir cómo se había hecho la Marcha. El no salir de las estrechas portezuelas de hacinados ómnibus escolares. Bien. ¿Pero eran hombres libres los que salen de la Nada? ¿Son copos de nieve contra grasientos embutidos?”

“Entonces, al choripán lo han convertido en un tótem, solemne ritual de arcaicas y bárbaras religiones. Este rechazo a las movilizaciones habituales donde hablan dirigentes en sus tablados y leen proclamas, tiene un aire de golpismo lingüístico. Entonces: contra el Choripán y el Golpe” (…) “Pero con este sábado de gloria para las neoderechas: ¿estamos ante el origen de un milagro político notable? ¿De una multitud que no es llamada sino que hace un llamado con solo flotar etéreamente sobre el pavimento, sin tirar un solo papelito o un envoltorio de caramelo al piso? “(…) “el sábado pasado no hubo pecheras, no hubo identificaciones específicas. Nada de una manifestación donde todos dicen quienes son, capítulo tras capítulo de una compacta marcha. Es que estas son las maduras manifestaciones de una democracia popular que florece en su antropología política democrática (de corte vitalista y no formalista) para hacerse eficaz, dúctil y digna en su futura arquitectura electoral (de corte veritativo y no con falsías de ocasión). Diferentes entonces de las manifestaciones de la muchedumbre desnuda, poseída por un ascetismo agresivo y por la militarización de los sentimientos por ahora aplicado al odio pavote al famoso sándwich nacional de emprendedores choripaneros, que deberían tratar mejor siendo sus trabajadores sujetos activos del micro-emprendimiento”.

“Los que salieron de la Nada salieron en verdad del interior de otra clase de ómnibus. Eran los camiones de exteriores de TN y de otra clase de sándwich, la viralización de individuos que encierra e inventa vidas desde un emparedado electrónico permanente. El golpe del que hablan es el que hacen revertir sobre su propio corazón machucado por servilismos que son insensibles a la experiencia, impermeables a la autorreflexión. No obstante, saben salir a la calle para construir una nueva oquedad sin rostro convocante, etérea, tan ligeras como volátiles” (…) “Así es esta República con apagados gritos de dolor que son audibles tras las bambalinas de una palabra que si tiene encarnación, hay que buscarla realmente en actos del gobierno anterior, donde se insinuaba una más convincente si bien indecisa República Social envuelta en una Democracia vivaz” (…) “¿Son multitudes “sin aparato”? ¿Son superiores a las que están organizadas pero que no deben condescender con el vocablo aparato, pues en el fondo con él se las menoscaba?” (…) “No fueron diferentes las multitudes de la Marcha por la Constitución y la Libertad en 1945, la Plaza de Lonardi o la Plaza de los Españoles en 2012. Plaza y Clase social establecen una genealogía oscura en la historia nacional. Todas son hijas de la gran desestabilización de la que acusan a los demás. ¿Cómo criticar este inagotable juego de espejos? Una ética de izquierda y una teoría del conocimiento popular, social y movilizador democrático, serían los polos complementarios de un pensamiento reconstruido sobre su propia memoria, la memoria de la gran marcha popular”.

“La iconografía de las marchas abstractas del concreto conservadorismo estamental argentino son las mismas, se asemejan en sus indumentarias, entre severas y diseñadas sin exaltaciones a pesar del cambio de las modas. Hay una uniformidad de sastrería, dobladillos, remeritas y ajuares cuyo epicentro sentimental puede surgir del pochoclo con el que salen de los Multiplex de Caballito” (…) “La multitud atomizada y sustraída ejerce paródicamente una coreografía de libre circulación del ciudadano para apoyar a Gobernantes de Derecha, que se sustraen de ella pero a la que reinventan” (…) “El choripán, acostumbrado a ser metáfora-es más, nació para ello-, sabe del elogio como del vitupero. En su digna inocencia fue convertido en fetiche funesto. Pobre sociedad argentina en su momento totémico, que vive deseando el momento del banquete que devoró al padre desconocido. No sabe que sus jefes son muchos de estos grandes conceptos de dominación, la remesa de ganancias, el lavado de capitales, las indemnizaciones sin fundamento a los magnates, las falsas acusaciones sobre el caso Nisman. No es entonces que no tengan jefes ni que inauguren una manifestación limpia, de esqueletos apenas carnales y de cuerpos que salen a la calle tal como se asiste a un desfile de modas. Agresivos y etéreos, lo uno en grado extremo, lo segundo en grado de inverosimilitud. No fueron convocados pero más que venir de la nada, iban a llenar el vacío del gobierno” (…) “La multitud coaccionada deviene abstracta, se desprende de mediaciones para humillarse más a sí misma creyéndose autónoma. Luego en la calle, no hay centro, no hay foco principal de atracción, no hay palcos, no hay discursos, no hay dirigentes. Las derechas son siempre el sentimiento de que sus ritos más calcáreos ya están implantados para siempre. Con sus íntimos desprecios e injurias, se empeñaron en una supuesta crítica a la barbarie del choripán a favor del copo de nieve que disimula con su pantomima el pasado represivo y el odio arcaico con el que vuelven. Actuaban por procuración, por sustitución, por sustracción. Derechas en estado de disponibilidad y gobierno disponible. Juegan a sustraerse mutuamente. Triunfaba así por un día una osatura cremosa, la política vista como vida desnuda, pero falsa en cuanto al salir a la calle revelaban su profunda incultura. Seguramente no lo percibían así, pero eran una forma de la barbarie, bajo el dudoso rostro de creerse una forma de la civilización”.

En su edición del 4 de abril, La Nación publicó un artículo de Natalio Botana titulado “Días de ira en que reinan los extremos”. Dice el autor: “La política volvió a la calle con estrépito en el mes de marzo. Estalló en el macrocentro porteño con protestas organizadas que se prolongan hacia la provincia de Buenos Aires de la mano del conflicto docente” (…) “No hay signo más dañino de la incapacidad de gobernantes y gremios para pactar reformas de fondo que la recurrente inclinación a tomar como rehenes de esa desatino histórico a los chicos más pobres de nuestra sociedad (y son legión). Nuestra declinación está pues a la vista. Invade los espacios comunes en los cuales la pobreza se naturaliza y es componente habitual del paisaje urbano, y también invade el espacio político: en una nación declinante, la dialéctica gobierno-oposición se agrava sin dar respiro” (…) “desde hace más de treinta años nuestra democracia no ha podido resolver un conflicto entre dos legitimidades: por un lado, el proyecto, aún inconcluso, de poner en pie una democracia republicana, atenta al valor de las reglas institucionales y al respeto que merece la alternancia pacífica en el ejercicio del poder; por otro, la realidad más tangible de una democracia concebida como instrumento del ejercicio hegemónico del poder y de la subordinación de las reglas a dicho designio”.

“Parece difícil encarar políticas de desarrollo económico y de distribución del ingreso sin la asistencia de acuerdos duraderos sobre aspectos cruciales que atañen a la estructura del estado y al desenvolvimiento de la sociedad civil (lo que Macri comprobó en Holanda). En su lugar nos atenaza el impulso hegemónico para imponer políticas que fracasan o, en su defecto, el afán por proceder sin tener en cuenta los efectos de las decisiones. En ambas circunstancias, siempre se despliega la pasión de impedir y bloquear proyectos. Se reproduce de este modo una variable de ajuste que acrecienta la pobreza y la exclusión social” (…) “Antes que perseguir el objetivo de la reconstrucción, es más sencillo dedicarse a derribar gobiernos. Para esto todo vale: la negación del título legítimo para gobernar que llega envuelta por la exaltación de la violencia del pasado y por la memoria de gobiernos derrocados antes de concluir su mandato. Perversa retórica del helicóptero. A estas actitudes se suma la presencia de la corrupción en los estrados judiciales. Como es sabido, se expurga la corrupción mediante sanciones judiciales. Pero estos procesos son lentos, engorrosos y avanzan a ritmo de carreta cuando las movilizaciones, los comicios primarios y las elecciones intermedias lo hacen, insistimos, a la velocidad de un jet”.

“Este contrapunto temporal es decisivo, en especial cuando la experiencia nos muestra que las elecciones intermedias han sido un factor más importante para vetar políticas y derrotar oficialismos…que para reforzar la gobernabilidad. De aquí la intensidad que conmueve a los actores de este proceso electoral. No solamente está en juego la gobernabilidad a futuro, aun cuando no varíe sustancialmente la distribución de bancas en el Congreso; también están en juego los procesos judiciales, siempre atentos a los vaivenes políticos, que hoy comprometen las cabezas del anterior gobierno” (…) “La democracia desemboca así en una carrera cuya meta consiste en conquistar privilegios. Con esto, esos diputados y senadores, si son elegidos, pervierten el principio de igualdad de toda la ciudadanía. Así se va formando una trama opaca en la que intervienen la recesión económica de un quinquenio, la inseguridad de la vida, la memoria de los gobiernos inconclusos gracias al poder de la calle, los juicios que ahora suscita la corrupción de la administración kirchnerista, la disputa por el liderazgo en el vasto mundo peronista, las demandas corporativas de sindicatos, organizaciones sociales e intereses empresarios, y una estructura federal que sigue reproduciendo hegemonías en provincias y municipios” (…).

“En principio éste es el cuadro de una radical heterogeneidad. En otro nivel éste es, sin embargo, el producto de un país político que no frena la declinación y no consolida una legitimidad que comparta un núcleo de políticas de Estado y acate una regla de sucesión. En este sentido el papel de los partidos y de las coaliciones es fundamental. El oficialismo de Cambiemos hace lo suyo en medio de errores (algunos gruesos) y rectificaciones, soportando su condición minoritaria en el congreso y provincias, y una herencia que no denunció de entrada diciendo la verdad” (…) “Por su parte, las oposiciones peronistas siguen trabadas entre el cuestionamiento a todo trance del kirchnerismo a la legitimidad del Gobierno y una reconstrucción republicana aún incipiente. Nada sería más negativo para el futuro de nuestra democracia y de una economía sustentable que una resurrección en sus filas de la memoria hegemónica y los liderazgos prepotentes. Por tanto, la campaña electoral de este año debería tener en mira no una sino dos victorias: la victoria del oficialismo y la victoria de los moderados en el seno del justicialismo”.

En su edición del 2 de abril La Nación publicó un artículo de Jorge Fernández Díaz titulado “La irresponsable convocatoria de los malos espíritus”. Dice el autor: “(…) Fue un hito histórico: organismos humanitarios reivindicando organizaciones armadas que sacralizaron el crimen político y conspiraron contra la democracia. Organismos ecuménicos asumiendo su nuevo rol partidario y explicando implícitamente que ERP y Montoneros tenían razón” (…) “Narcisismo revolucionario, elitismo militar, sanguinolento folklore, imaginería heroica y martirio: esas son las palabras con las que describía aquel fenómeno el ensayista Pablo Giussani” (…).

“La batalla contra el silencio y la “historia oficial” de los dictadores fue una epopeya cívica cuya principal arma resultó ser la verdad: nombres, datos, testigos, peritajes, trabajo científico. El magnífico triunfo de la Justicia, al cabo de tantos años, permitió que se edificara, sin embargo, una nueva “historia oficial”, que niega la verdad de la aritmética, como si 8500 fuera menos grave que 30.000, cuando alrededor de 900 casos le bastaron a Strassera para acusar a las tres primeras juntas militares. Y como si una manipulación estadística no pudiera ser revisada por la historiografía profesional sin el riesgo del insulto, que viene bajo la etiqueta de “negacionista” o de “apologista de los dos demonios” (…) “También hay un grosero negacionismo acerca de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante el gobierno justicialista: como si los 900 desaparecidos registrados en la Conadep y los 1500 ejecutados bajo esa luctuosa era de Perón e Isabel fueran vidas de segundo orden” (…).

“El llamado a despreciar la democracia (esa cosa de “buenitos”) y a homenajear a las organizaciones terroristas (imaginemos lo que sería reivindicar hoy en España los “ajusticiamientos” de ETA) se combina con una alucinada puesta en escena según la cual Mauricio Macri es directamente la dictadura, a pesar de que fue votado por casi 13 millones de ciudadanos. La jugada es un verdadero dislate porque asimila capitalismo con dictadura, de modo que cualquier atisbo de un sistema republicano con una economía abierta a la globalización es automáticamente considerado dictatorial y aberrante” (…) “¿Es posible concebir, a esta altura del conocimiento humano, que un dirigente (Mauricio Macri) tenga como propósito consciente hambrear al pueblo que debe votarlo? Idéntico infantilismo cunde en otras acusaciones: reducción de derechos laborales (no se han verificado todavía), apertura indiscriminada de las importaciones (los guarismos demuestran que es apócrifa y que seguimos siendo el tercer país más cerrado del planeta), la destrucción de la industria nacional (deteriorada por el estancamiento de los últimos cinco años), el aumento de la deuda externa (único recurso para no producir una sangría en la administración pública insustentable que legó Cristina), alineamiento con el FMI (hasta los países más progresistas de la región aceptan su auditoría)” (…) “la represión (hasta los propios votantes de Cambiemos le recriminan a Balcarce 50 su mano fofa con los piquetes y la inseguridad)” (…) “Esperemos que si pierden las elecciones de octubre no pasen a la clandestinidad. Que sigan eligiendo una vez más la farsa a la tragedia”.

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