Por Carlos Pissolito.-

Ya lo dijo el genial Clausewitz hace 200 años. Hay un error que tanto los políticos como los militares que enfrentan un conflicto, no pueden cometer. Cual es confundir la naturaleza del mismo.

Aquí la precisión conceptual, como en tantas otras cosas de la vida, es fundamental. Confundirse puede tener resultados catastróficos. Ya que no se puede encarar un problema complejo sin un marco conceptual adecuado.

En ese sentido, el denominado caso Maldonado y todas sus impensadas y extensas derivaciones no puede ser enmarcado en los estrechos límites de las operaciones militares convencionales, tampoco en los de la política tradicional.

Para su compresión es menester apelar a las teorías de la Guerras de 4ta Generación difundidos por el historiador militar William Lind y los cánones de la guerra revolucionaria establecidos por el político ruso Valdimir Lenin.

Empezando por el primero de ellos podemos decir que Lind define a la Guerras de 4ta Generación como aquellas en las que el Estado ha perdido el monopolio de la violencia y es combatido por una mirada de entidades no estatales. Pudiendo ser estas desde minorías étnicas hasta grupos de fundamentalistas religiosos.

En este sentido, las Guerras de 4ta Generación no representan una novedad, sino un regreso a formas de conflictos previas a la existencia del Estado. Como tales adquieren características que las asemejan a las técnicas de hostigamiento y de pillaje que tenían lugar durante ciertos periodos de la Edad Media.

Por su parte, para Lenin la tarea de todo militante es la instaurar la Revolución y derrotar a las fuerzas de la contrarrevolución. Para lograr este objetivo, defendía una estrategia basada en dos premisas: la necesidad de contar con una vanguardia esclarecida y la exigencia de luchar contra las fuerzas gubernamentales hasta la obtención del triunfo definitivo.

¿Cómo se combina todo esto en el caso Maldonado? Veamos.

Empecemos diciendo que en las Guerras de 4ta Generación se produce una estrecha interrelación de los niveles de conducción. A saber, el estratégico el destinado a concebir las operaciones, el operativo destinado a librar las batallas y al táctico llamado a pelear los combates sobre el terreno.

Sucede que un hecho táctico menor bien puede tener consecuencias estratégicas. Tales como producir un verdadero shock, como sólo podría producirlo en la guerra convencional, una gran victoria o una gran derrota operacional.

En este sentido, la desaparición -forzada o no- de Maldonado le presenta a las fuerzas legales que luchan por el Estado una derrota terrible. Pues, implican una gran pérdida de la legitimidad de su lucha. Simplemente, porque en las Guerras de 4ta Generación las fuerzas estatales están lejos de ser el lado fuerte de la confrontación.

Esto es así porque en ellas el componente moral que las integra es mucho más importante que el psicológico y que el físico. Pues, se genera el denominado «Síndrome de Goliat», por el cual las simpatías de la población van directamente hacia los oponente, aparentemente más débil, antes que a las fuerzas estatales que aparecen como abusando de su poder.

Si las fuerzas estatales quieren ganar la confrontación deben comenzar por entender este punto y admitir que no ganarán la lucha por su potencia de fuego, sino a pesar de ella.

Otro historiador militar, Martin van Creveld, nos trae un excelente ejemplo cuando relata que los británicos pudieron permanecer ocupando Irlanda del Norte por 4 siglos simplemente porque estuvieron dispuestos a aceptar más bajas que las que las que le infligían a sus oponentes.

En pocas palabras, aprendieron a perder para poder ganar.

Elevándonos al plano político debemos reconocer que no es bajo los parámetros de la política tradicional, democrática y partidocrática que podremos entender el fenómeno, que se encuentra en sus inicios y que comenzó a mostrar su verdadero rostro en los desmanes de la Plaza de Mayo en ocasión de una marcha que protestaba contra la desaparición de Maldonado.

Acá no importan ni los números ni los mecanismos normales de representación política tradicional, Pues se trata de un hecho revolucionario. Cuál es la explotación del hecho, en el marco de una acción destinada a la toma del poder mediante acciones de agitación revolucionaria.

Estas acciones se encuentran muy bien explicadas y están ampliamente disponibles en la Internet en diversos manuales de guerrilla urbana como el de Carlos Marighella.

Para terminar, me permito citar una famosa frase de Lenin que ilustra como la minimización de este tipo de conflictos puede ser mortal para el Estado que los debe combatir. El nos decía, no sin cierta sorna: «Los burgueses nos van a vender las cuerdas con las cuales los vamos ahorcar.»

Esperemos que este no sea el caso. Ya que se trata el nuestro de un gobierno compuesto por CEOs.

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