Por José Luis Milia.-

Estas cuatro calificaciones definen por su propio valor la manera como se llevaron adelante las negociaciones post Malvinas: la necedad alfonsinista, las payasadas de Menem acompañadas por el desguace del proyecto del misil Condor, el uso ignominioso del sentimiento Malvinas y su banalización llevada adelante por la delincuencia kirchnerista con un no disimulado apoyo a cobardes y traidores que incluso han renegado de sus hermanos de guerra y con esto me refiero a los mangantes del CECIM y la hasta hoy no negada tilinguería con que se maneja la cancillería de Cambiemos. Todas estas variantes de una política de estado carente de coherencia sólo ha tenido un eje conductor: desacreditar a las Fuerzas Armadas Argentinas.

Cada tanto, desde hace treinta y cuatro años, recibimos con formato de alarma la noticia que el Reino Unido va a llevar a cabo maniobras militares o navales en las Islas y es en ese momento en que el avispero político vernáculo se acuerda de Malvinas y una catarata de nacionalismo inconducente llena las declaraciones altisonantes de funcionarios ignorantes y de cuanto infeliz pretenda tener algo de representatividad política. (1)

Más que sobre las reiteradas provocaciones británicas de lo que debemos hablar es de esta ola de afectada indignación que se repite cada vez que el albañal político de la República necesita incluir a su pueblo detrás de alguna estupidez o hacerlo olvidar de la inflación y preguntarles a los políticos por que fuera de reuniones inconducentes nada hicieron en serio por Malvinas en esta larga posguerra. Treinta y cuatro años de idas y vueltas, de desconocimiento y estupideces reiteradas hasta el hartazgo, de declaraciones ambiguas y relaciones carnales en las cuales resignamos hasta el uso de la vaselina nos han demostrado que los políticos argentinos- de Alfonsín a Macri- no solo no tienen interés en recuperar las islas sino que para ellos la posibilidad de descubrir una fórmula mágica que hiciera desaparecer de la cabeza de los argentinos la idea de unas Islas Malvinas recuperadas sería el súmmum de la felicidad.

La guerra fue hace treinta y cuatro años. Hoy ya no tiene valor discutir si fue la locura de unos desquiciados o si una serie de provocaciones británicas llevaron al gobierno de entonces a tomar esa decisión, diez mil héroes y seiscientos cuarenta y nueve muertos que hacen guardia en la turba y en el mar nos exime de entrar en esa polémica, como tampoco interesa discutir hoy si durante dos días- como lo afirman Woodward, Hasting y Thompson entre otros- el Reino Unido estuvo a punto de perder la guerra, posibilidad que jamás se hubiera concretado ya que a Margareth Thatcher le sobraban maldad y ovarios como para meter un petardo nuclear en la meseta patagónica o, ¿por qué no?, en Santa Rosa o Bahía Blanca.(2)

Lo que hoy es urgente saber es si en verdad quienes por elecciones llegan cada tanto al poder en Argentina quieren, más allá de declaraciones altisonantes, a las Islas Malvinas dentro de la República o si es un tema ríspido que no les interesa y que solo sirve para disfrazar la vacuidad de sus declaraciones.

Si nosotros, el pueblo argentino, creemos que las islas deben ser nuestras es menester obligar a los funcionarios a rever toda la política que se ha llevado hasta ahora. Volver a una situación bélica sería otra manera de estupidez política, si bien de signo opuesto a la imbecilidad con la que el poder político se ha manejado hasta ahora, pues sería un nuevo salto al vacío sin retorno del mismo. Lo único inteligente para hacer es lo que a hoy no se ha hecho, buscar posiciones de fuerza desde la cual negociar.

Reflexionemos sobre aquello que a muchos de los que manejan los destinos de la nación les interesa que no sepamos. Si bien el compromiso de defensa que el Reino Unido tomó con respecto a las Islas se mantiene, su costo anual ha ido decreciendo. La guerra le costó al Reino Unido, prima facie, 2.000 millones de libras y alrededor de 900 soldados británicos perdieron la vida en el conflicto (2). Una vez terminada la batalla por Malvinas de 1982 y durante el primer año de posguerra quedaron apostados en las islas 7.000 efectivos y hasta que pudieron arreglar el aeropuerto tuvieron al portaaviones Illustrious- que llegó a la zona de las Malvinas antes de la terminación de la guerra- como plataforma aeronaval (3). Los buques que protegían las islas y al Illustrious durante los tres primeros años de posguerra era una flotilla compuesta de dos destructores Type42 y tres fragatas Type 22. También solía aparecer por la zona, un submarino nuclear clase Resolution. Al finalizar el cuarto año el número de soldados en las islas había disminuido a 4.000 efectivos, el Illustrious se había ido con sus aviones y en su lugar dejaron al escuadrón 1435 de la RAF con sus typhoons. En 1992 la cuenta final del costo de la guerra dio para el Reino Unido mucho más de los 5.000 millones de libras presupuestados inicialmente y, aunque ya en 1989 la cantidad de personal militar se había reducido a 2.800 efectivos el presupuesto se mantuvo, hasta 2003, en alrededor de 100 millones de libras anuales.(4)

Hoy, manejándonos con datos de 2012-2013, los efectivos británicos en Malvinas no pasan de los 1.300 soldados los que incluyen a la compañía del FIDF (Falkland Islands Defence Force) compuesta por isleños, al 2 Scots ( 2nd Battalion of the Royal Regiment of Scotland), dos escuadrones del 33 Engineers Regiment y algunas otras unidades o subunidades del Ejército Británico parte de las cuales vienen a “descansar” luego de haber servido en Afganistán. Desde 2003 a 2012 el presupuesto se ha ido reduciendo en un 4,5% anual llegando en el ejercicio 2012-13 a 63 millones de libras.(5)

El ahorro ganado por los ingleses se debe exclusivamente a la política de “apaciguamiento” llevada por los políticos argentinos en su afán de ser considerados políticamente correctos y civilizados en lugares que son manejados por el inglés y sus aliados, léase Naciones Unidas. Peor aún, esta política ha sido sumamente beneficiosa para el inglés pues ha sido acompañada por un plan basado, como dijimos anteriormente, en el maltrato ético que desde 1983 han recibido las Fuerzas Armadas Argentinas por parte de la clase política, maltrato que se materializó en una debilidad operacional lamentable.(6)

Los pocos intentos de dar una idea de fuerza- penalidades a empresas que pescan en Malvinas o que hacen exploración marítima en busca de petróleo- no han dado resultado. No menos de tres empresas petroleras británicas que operan en el país, también han estado explorando el mar alrededor de Malvinas. Sea por corrupción política o simple ineptitud, y que esto sirva de ejemplo, hemos sido testigos de que grupos pesqueros españoles, p. ej. Pereira o Pescapuerta operan tanto en Malvinas como en los caladeros nacionales (7). Tampoco ha tenido efecto la “solidaridad” latinoamericana respecto de los buques que enarbolan la “Falkland’s flag”. En 2011 los presidentes del Mercosur votaron una declaración por la cual los buques que enarbolaran esta bandera no podrían entrar a los puertos del Mercosur, sin embargo, estos buques con doble bandera reabastecidos y reparados en Montevideo y el comercio de las islas con Brasil y Venezuela hacen que la doble bandera sea vista frecuentemente en Santos o en La Guayra.

Esta presunta política de fuerza, basada en la “hermandad latinoamericana” (8), no dio ningún resultado, al igual que las políticas antimilitaristas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos, desde la repetida charlatanería en Naciones Unidas hasta la bajada de calzones urdida por Carlos Menem cuando con el apuro propio de un tape colonial al que solo le interesa ser aceptado por los anglosajones dio las órdenes pertinentes para que Argentina firmara la rendición incondicional, esto es, el inconstitucional Acuerdo de Madrid pues jamás el Congreso autorizó al Ejecutivo a la firma de semejante «Declaración conjunta» en Madrid, ya que se trata de una cuestión bélica, y esta «declaración» nunca fue analizada, aprobada ni autorizada por el Congreso previamente a su firma (9).

Reiteradamente, el reino Unido ha mostrado de manera explícita que no tiene amigos, solo intereses (10) y basándonos en ese concepto es posible que una manera diferente de encarar la posguerra podría haber cambiado la situación que ahora vivimos.

Sólo imaginemos, aunque ya se han perdido treinta y cuatro años, una Argentina en la que, si bien sus Fuerzas Armadas habían perdido una batalla, sus dirigentes políticos hubieran tenido la convicción de hacer difícil y costosa la ocupación de las islas por parte del Reino Unido. Lamentablemente esto es hacer historia contrafáctica, pero no está demás imaginar que hubiera sucedido durante estos treinta y cuatro años si se hubiera mandado seis o siete veces por año un submarino que se acercara a la zona de exclusión, que un par de destructores hicieran lo mismo mientras hacían su entrenamiento anual, que aviones volaran hasta lo permitido generando la alarma consiguiente no solo entre la población de Malvinas sino, lo más importante, entre las tropas británicas. Y que supieran que, tanto la Infantería de Marina como las Brigadas IX y XI vivían casi permanentemente en maniobras, agregando a estas operaciones internas a las Compañías de Comandos 601 y 602 las cuales se entrenarían casi exclusivamente en zonas de frío. Seguramente los hubiéramos obligado a una erogación mucho mayor de dinero y a mantener en las islas muchos más hombres de los que hoy tienen; que en lugar de cuatro typhoons se hubieran visto en la necesidad de duplicarlos para prevenir cualquier problema y obligarlos a pensar que, en esta situación imaginaria, circunscribir la defensa naval de las islas a un patrullero, el HMS Clyde, y a un destructor Type 45 con los problemas que el diseño de este buque viene sobrellevando desde hace tiempo (sobrecargas eléctricas que lo dejan ciego y mudo, problemas no resueltos en su sistema de armas, etc.) era realmente riesgoso y que deberían volver, al menos, a reubicar un par de fragatas type 23 para prestar apoyo antiaéreo, sin contar con el lío que un avión o un buque con un sistema electrónico desarrollado podría causar en las defensas británicas.

No nos equivoquemos, nada de esto- si se hubiera llevado a cabo- hubiera podido ser catalogado como una acción bélica, ya que el libre movimiento de naves y aeronaves de guerra tienen que ver con medidas perfectamente aceptables que un país soberano puede y debe hacer con respecto a la salvaguarda de su mar y de su espacio aéreo y al entrenamiento de sus Fuerzas Armadas, pero hubieran servido para que los intereses británicos, es decir el bolsillo de sus contribuyentes, sufriera y cuando sufre el bolsillo -es una ecuación universal- cualquier cosa puede pasar.

Lamentablemente es solo un sueño. Un impensable sueño ya que la clase política que nos ha gobernado se ha ocupado de destruir sistemáticamente la capacidad disuasoria de nuestras Fuerzas Armadas ignorando de manera canallesca que no puede existir una política exterior que haga creíble nuestra soberanía sin Fuerzas Armadas en condiciones de sostenerla.

__________________________________

1) “Cada vez que el gobierno argentino necesita distraer al pueblo de algún problema o llevarlos detrás de sí, el grito ‘Malvinas Argentinas’ se escucha más fuerte, pero nada más.” Vice Almirante (Ret.) Sir Richard Jeffrey Ibbotson, ex Jefe de las fuerzas británicas en Malvinas en 2002.

2) Robert Green, Commander, RN (Ret.). “Breaking Free from the Hoax of Nuclear Deterrence”. 10th Annual Frank K. Kelly Lecture on Humanity’s Future. 2011, Santa Bárbara, CA.

3) Simon Wren-Lewis “The cost of the Falklands war”. Profesor de Economía Política, Universidad de Oxford. Conferencia en la Blavatnik School of Government

4) Jon Yanagisawa. “After the Falkland’s war”. Iwanami Shoten, Tokío 1992,

5) Louisa B. Holland. “The defense of the Falkland Islands 2012-13”. House of Commons Library.

6) Mark Bell, PhD in political sciences, MIT. “Can Britain Defend the Falklands?” The Huffington Post.

7) Diario Jornada. Trelew, 06/07/2015.

8) Recordemos que en 1982 el único país que nos apoyó con aviones y pertrechos fue Perú, país al que le pagamos su solidaridad- verdadera y no declamada- vendiéndole la Argentina armas de contrabando a Ecuador en la guerra del Alto Cenepa en 1995 cuando Carlos Menem era presidente y Martín Balza, jefe del Ejército.

9) “Corresponde al Congreso […] Autorizar al Poder Ejecutivo para declarar la guerra o hacer la paz». Constitución de la nación Argentina; art. 75 inc. 25.

10) “No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Solo nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos.” Henry John Temple, Lord Palmerston, 1er. Ministro del reino Unido (1784-1865).

Share