Por Hernán Andrés Kruse.-

La marcha de la CGT fue gigantesca. “Paro general” fue el pedido unánime de los miles y miles de trabajadores que se acercaron al centro porteño para exteriorizar su bronca y frustración. Trabajadores sindicalizados, organizaciones sociales, partidos opositores y un buen número de los denominados “independientes”, dieron lugar a la protesta más relevante hasta el día de la fecha contra el Gobierno. Si bien los jerarcas sindicales confirmaron el paro general, no anunciaron la fecha concreta de realización lo que provocó un gran malestar que derivó en escenas de violencia. Hacía mucho tiempo que no se veía a los jerarcas sindicales abandonar un acto en medio de insultos y escupitajos. La CGT tiene ahora la última palabra y todo parece indicar que en las próximas horas dará a conocer el día del paro (finales de marzo o la primera semana de abril).

Desde horas tempranas se percibía que la convocatoria cegetista sería masiva. Tal como aconteció en abril de 2016, las adhesiones abarcaron la totalidad del arco político opositor: La Cámpora, Camioneros, Movimiento Evita, Nuevo Encuentro, la CTA y la izquierda. Sin embargo, el clima estaba más caldeado que hace un año. Los numerosos carteles que portaban los manifestantes demostraban la existencia de un hartazgo generalizado provocado por una administración que sólo se interesa por satisfacer los intereses propios y de sus amigos más cercanos. Una pancarta, sostenida por una mujer, decía “Macri es el fin de la industria”, mientras que en un cartel adherido a un kiosco de revistas sobre la avenida Belgrano se leía “Los grupos económicos de la dictadura son el gobierno actual”. Una de las columnas más vitoreadas por la concurrencia fue la Bancaria a raíz de la derrota que le infligió al Gobierno en el marco de las paritarias. Llamó la atención un hombre con una careta de goma de Macri que tocaba el bombo a más no poder.

Como no podía ser de otra manera, hubo una nutrida presencia de dirigentes políticos, casi todos pertenecientes al peronismo. Se los vio al ex gobernador bonaerense Daniel Scioli, a su rival en la interna que finalmente no tuvo lugar, Florencio Randazzo, a varios intendentes del conurbano como Verónica Magario (La Matanza), Jorge Ferraresi (Avellaneda), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Fernando Gray (Esteban Echeverría) y Gabriel Katopodis (San Martín), entre muchos otros. También se hicieron presentes Fernando Espinoza (peronismo bonaerense), José Luis Gioja (titular del PJ Nacional) y Víctor Santa María (jefe del PJ porteño). También se hicieron ver Héctor Recalde, Diana Conti, Jorge Landau, Carlos Kunkel y Aníbal Fernández, quien intentó acercarse al palco pero se encontró con una guardia pretoriana que se lo impidió. La izquierda se hizo presente por intermedio de Nicolás del Caño y Myriam Bregman. No se vieron, en cambio, dirigentes del massismo.

El cierre del acto estuvo a cargo de los tres popes sindicales. El primer en hacer uso de la palabra fue Acuña, quien había estado presente el día anterior en el acto de los docentes. Llamó la atención que se hubiera adelantado una hora a lo previsto sin explicación de parte de los organizadores. El orador fue interrumpido varias veces por la multitud que coreaba “paro general”. “Basta de manoseos”, dijo el titular del gremio de empleados de Estaciones de Servicios, que le exigió al Gobierno que reconozca una inflación por arriba del 40 por ciento y negocie paritarias acordes. Luego le tocó el turno a Juan Carlos Schmid, titular del gremio de Dragado y Balizamiento y titular de la Confederación Argentina de Trabajadores de Transporte, quien expresó que mientras el oficialismo propone “llegar a la pobreza cero en veinte años, ha sido muy veloz para responder a las demandas de los poderosos, cosa que agiganta la brecha social”. También cuestionó la política de inversiones del gobierno. ¿Dónde se encuentra? preguntó, “¿en las importaciones, en los capitales especulativos, en las facilidades para ir de compras a Chile?”. “La falta de acción golpea a los más desprotegidos y se manifiesta en despidos y vacaciones adelantadas” mientras “la inflación está bajando a costa de los trabajadores”, acusó. Pese a pronunciar el discurso más combativo, Schmid también fue blanco de los insultos de los presentes. “No estamos aquí para dilatar nuestra propuesta: venimos a anunciar que habrá medidas de fuerza en la Argentina antes de fin de mes”, arengó pero sin lograr satisfacer a la audiencia. Finalmente habló Héctor Daer, quien tuvo serios problemas para hablar dado lo caldeado que estaba el ambiente. “Vinimos hasta acá a decir que si no hay rectificaciones, habrá paro, pero tiene que ser acompañado por todos los sectores de la sociedad”, señaló. En un momento dado el sindicalista, al referirse a la fecha del paro, se valió de la expresión “antes de fin de año”. Fue, obviamente, un furcio pero que no hizo más que encender la chispa que generó el incendio. Luego de los disturbios, Daer procuró hacer responsable de lo que acababa de suceder a “un grupo de La Cámpora de Berazategui”. Sin embargo, los manifestantes camporistas se encontraban en ese momento a más de tres cuadras del lugar, sobre la Avenida 9 de Julio. La respuesta del oficialismo llegó vía Twitter. Francisco Cabrera, ministro de la Producción, expresó: “vamos a seguir confiando en el diálogo entre gobierno, trabajadores y empresas como el mejor camino para el desarrollo de la Argentina”. Por su parte, Marcos Peña, jefe de Gabinete, escribió: “muchos dirigentes gremiales no están siendo lo más francos posibles sobre el rumbo económico del país, que va a ser de crecimiento este año”. El martes 7, en el programa “Intratables”, el ministro de Trabajo Jorge Triaca expresó: “La verdad es que nos preocupa cómo terminó esto. Esta movilización estuvo muy teñida de intereses políticos y eso se manifestó al final. Había sectores muy vinculados a lo que se fue del país que gritaban “volveremos”, “volveremos”. Cree que hay sectores vinculados al kirchnerismo “que se están resistiendo al cambio y defienden intereses personales y sectoriales que van en contra del bien común”. Criticó a aquellos que pretenden retornar “a la situación de privilegio anterior”, que durante años no fueron capaces de resolver los problemas de la gente y que los está resolviendo este gobierno. Por último, manifestó que “los que han gobernado los últimos 30 años no pueden decir que no tienen responsabilidad de lo que está pasando. No merecemos estar en situación de pobreza” (fuentes: a) Nicolás Lantos, “Un multitudinario reclamo contra el Gobierno”, Página/12, 8/3/017); b) La Nación, “Qué dijo Jorge Triaca después de la marcha de la CGT”, 8/3/017).

En su edición del miércoles 8, Página/12 publicó un artículo de Mario Wainfeld titulado “La voz de la calle, la sordera del palco”. Dice el autor: “Parecía difícil echar a perder o por lo menos deslucir la movilización de ayer. Todo se conjugaba a favor. Primero y principal, la muchedumbre de laburantes que se expresó de modo pacífico y claro” (…) “A los oradores, los triunviros de la CGT, solo les cabía cumplir con su palabra y cumplir el reclamo de las bases: anunciar por enésima vez el paro general y, tarde pero seguro, fijarle día. Cometieron dos errores o torpezas o defecciones, cada quién y el tiempo dirán. Adelantaron la hora de sus discursos, privando a muchas personas de llegar y participar. Y, lo que es más grave, divagaron sobre la huelga, no determinaron su fecha y hasta supeditaron a un imposible cambio de la política económica del macrismo, en el plazo de un mes. No fue un ultimátum ni una oferta viable sino una concesión, incomprensible a esta altura” (…) “Habían perdido su momento, su tenue liderazgo, tal vez una oportunidad histórica. El saldo los perjudica, más que a los trabajadores que demostraron su estado de ánimo y sus demandas”.

“El lugar de la concentración es raro, atípico. Seguramente se eligió para ahorrarle parte del dolor de cabeza al Gobierno del presidente Mauricio Macri. No en la Plaza de Mayo, donde mandaba la historia, sino en las puertas del edificio que supo ser de SOMISA, luego sede de la Jefatura de Gabinete de ministros y ahora albergue de algunas dependencias del ministerio de la Producción” (…) “Decenas o más factiblemente cientos de miles de personas serenas y alegres dotaron de sentido a ese “no lugar”: lo habían transformado. La avenida Belgrano, que es el acceso más ancho, mostraba cuadras y cuadras colmadas (no menos de ocho) a las tres de la tarde, una hora antes del cierre anunciado. La Diagonal Sur también albergaba columnas interminables. Por la 9 de Julio seguían llegando cantidades de trabajadoras y trabajadores. Las calles aledañas rebosaban de grupos “sueltos” o columnas que buscaban un lugarcito en las avenidas” (…) “Se veían trabajadores sindicalizados, informales, de la economía popular. Los que tienen algún conchabo y el creciente conjunto de desocupados. Movimientos sociales, agrupaciones políticas del variado abanico peronista y de la izquierda” (…).

“Carlos Acuña, Juan Carlos Schmid y Héctor Daer tenían una baraja ganadora en la mano, que a la vez era su jugada única. La desperdiciaron y se privaron de expresar en serio la marejada que puso el cuerpo y a millones más que estaban representados. Representados, se entiende, pero sin esos dirigentes a la cabeza. Explicar por qué lo hicieron será motivo de discusiones o justificaciones en los días por venir” (…) “Como fuera, un acto de esa magnitud es siempre un diálogo entre la masa y los oradores o dirigentes. Aquel que maneja el micrófono debe armonizar con la calle. Desoírla, desafiarla, tiene sus costos. Los triunviratos como las diarquías, son formas imperfectas usualmente precarias de conducción, que trasuntan falta de consensos o de liderazgos. Ayer se hizo palpable. Ni Saúl Ubaldini ni Hugo Moyano (por mentar dos referentes sindicales de las décadas recientes) hubieran dejado picando esa pelota frente al arco sin empujarla hacia la red” (…) “La conducción de la CGT quedó sin margen. Ninguna movida inmediata la dejará bien parada, ni la regresará al punto en que estaba, pongámosle, ayer a las dos de la tarde. Si le pone fecha al paro se leerá como un reflejo tardío y bajo presión. Si lo retracta, será una abdicación, por decirlo de forma piadosa. El final del acto, con griteríos, empujones y una salida desdichada de los oradores será mostrado como un triunfo por el macrismo. Una nueva prueba de la violencia “del peronismo”, de su imprevisibilidad. No fue para tanto, ni eran todos peronistas los que se enfrentaron en el palco e inmediaciones” (…) Ese final eclipsa solo de momento a la segunda gran movilización anti macrista de la semana, con intensa participación popular” (…) “El rechazo al modelo económico y cultural del Gobierno crece, la oposición social pone el cuerpo. La dificultad de dirigentes políticos y gremiales para ponerse a la cabeza de esas protestas tuvo ayer una expresión extrema, preocupante. La historia continuará”.

En su edición del 8 de marzo, La Nación publicó un artículo de Morales Solá titulado “Atrapados en el laberinto de las facciones peronistas”. Dice el autor: “A pesar de los errores y del descenso en las últimas encuestas conocidas, el gobierno de Mauricio Macri puede dormir tranquilo. Durante un tiempo, al menos. Resumidas en una síntesis tal vez arbitraria, las imágenes de la marcha cegetista de ayer significan que el peronismo y los gremios están divididos (y, a veces, peligrosamente enfrentados) hasta para confrontar con Macri. Sin ganas de ir de las palabras a los hechos, los líderes de la CGT terminaron pidiendo el cambio de la política económica del Gobierno. Es una manera de no pedir nada. ¿Qué gobierno que se precie de tal aceptaría cambiar el rumbo de sus políticas según las protestas del día? ¿Por qué dirigentes sectoriales le impondrían políticas a un gobierno elegido democráticamente por una mayoría social?” (…).

“Para resumirlo en una pregunta: ¿qué pueden hacer juntos en la vida y en la política Armando Cavalieri y Emilio Pérsico? El acto de ayer estuvo claramente dividido en dos sectores: el peronismo clásico y los gremios ortodoxos, por un lado, y la izquierda política y sindical junto con el kirchnerismo, por el otro. Estos últimos son los que al final coparon el escenario (que casi se derrumbó) para reclamar una fecha para el paro general. La cúpula cegetista tenía tan poca convicción sobre ese paro que Héctor Daer, uno de los tres jefes de la CGT, prometió en su discurso que el paro se haría “antes de fin de año” (…) “Esa lucha interna dentro de la central obrera fue acompañada por los cánticos de la izquierda y el kirchnerismo. Por ejemplo: “Se va a acabar la burocracia sindical”, un eslogan que no se escuchaba desde hacía más de 40 años. El peronismo deja de ser alternativa política, aunque sea momentáneamente, cuando regresa a la violencia entre su derecha y su izquierda. Tratar de unir esas franjas en un acto pacífico resulta siempre una ingenuidad. Franjas mayoritarias de la sociedad independiente dieron signos inconfundibles de fatiga frente a la eterna lucha entre facciones peronistas” (…) “En efecto, cuando los caciques sindicales abandonaron el escenario, éste fue copado por personas excesivamente excitadas, que basculaban entre la grosería y la violencia y que no llevaban banderas políticas. Fue una maniobra astuta, pero el diablo se esconde en los detalles. Algunos vestían remeras con las caras de Milagro Sala, de Néstor o de Cristina Kirchner. No hacía falta más identificación. Ésas son las figuras icónicas del kirchnerismo” (…).

“Los sindicatos y comisiones internas de izquierda están pisando los talones de “los gordos” y de los independientes, cuya capacidad de movilización, debe consignarse, quedó otra vez demostrada ayer. Es el gran problema del sindicalismo. Daer prefiere a Sergio Massa, Juan Carlos Schmid responde a Hugo Moyano, y Acuña tiene como referente a Barrionuevo. La izquierda está muy lejos de cualquiera de esos líderes políticos o sindicales. Sin embargo, la competencia dentro del propio gremialismo es con la izquierda dura y pura. Semejante ensalada de corrientes políticas y sindicales hizo eclosión ayer al término del acto. Viboreó en el medio el kirchnerismo, cuyos objetivos son de tan corto plazo que se remiten sólo al próximo procesamiento, infaltable, de Cristina Kirchner. La variopinta muchedumbre de ayer, construida por las discordias en la cúpula, obligó a cambiar la hora y el programa del acto. Se adelantaron los discursos antes de que se calentara el ambiente” (…) “Desesperados por encontrarle una salida al laberinto, los dirigentes gremiales eligieron saltar el cerco. Pidieron directamente otra política económica, más proteccionista, sin tantos alardes de apertura con el mundo, una versión más atenuada de “vivir con lo nuestro”. Se cuidaron de subrayar, en declaraciones previas, que no estaban pidiendo que “vuelva lo anterior”, pero en su receta casi describieron lo anterior” (…) “De todos modos, gran parte del discurso sindical de ayer pareció influenciado por sectores de la pequeña y mediana empresa que adscribieron al kirchnerismo. Estas empresas también son proteccionistas, enemigas de la apertura y amigas de aranceles tan altos que cerrarían de hecho la Aduana. Es lo que repiten los gremios. Le temen a un “mundo que se cierra”, según describen. El único que parece cerrarse es Donald Trump, pero hasta México se convirtió en un adversario en el discurso de esos sectores del nacionalismo económico. Adiós, entonces, a la Patria Grande, según el viejo paradigma kirchnerista. El kirchnerismo es un grupo político reducido, pero sus ideas tienen un eco profundo en amplios sectores de la dirigencia social argentina. En el sindicalismo y en algunos empresarios, por ejemplo. La dimensión del cambio cultural que pregona Macri no se la imagina ni el propio Macri”.

En su edición del 8 de marzo, Página/12 publicó un artículo de Luis Bruschtein titulado “La fecha”. Dice el autor: “El acto fue masivo, impresionante. Tal vez más grande que el del primero de mayo del año pasado. Un acto claramente opositor al gobierno, por lo menos en el ánimo de los manifestantes, sin importar colores partidarios. El dato más fuerte, donde no pusieron suficiente atención los tres dirigentes cegetistas, fue que la convocatoria era una válvula de escape del clima que había presionado para que se realizara. Y ese clima se sentía a medida que el acto crecía, crecía y crecía. En las diferentes columnas que confluían desde toda la ciudad se podía sentir el enojo, la calentura con el gobierno” (…) “Había una contradicción en la convocatoria. El triunvirato de la CGT se esforzó para que el acto no apareciera como antigobierno, por eso no fue en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Se convocó en un lugar incómodo para semejante multitud, frente al Ministerio de la Producción porque la intención era que quedara claro que el acto criticaba aspectos puntuales de la política económica y social del gobierno. Pero también se convocaba con la idea de que se iba a anunciar un paro contra el gobierno. Se creó una expectativa para confrontar la política económica del gobierno en el marco del fuerte impacto de esas políticas en los bolsillos de los trabajadores. La convocatoria apuntaba a convertir el malhumor y la bronca en una acción de protesta concreta” (…) “Se hizo una convocatoria sobre la base de un clima de enojo contra el gobierno en el universo del trabajo. No se puede ir contra ese clima. El trío que conduce la CGT surgió de otra situación en la sociedad, cuando recién asumía el gobierno de Cambiemos, y le resulta muy difícil reflejar el cambio que se produjo. Las políticas que representa esa alianza gremial se enredan en sus propias contradicciones y no puede contener la presión cada vez más fuerte de las bases. Es una conducción que reflejó otro momento. La política del gobierno de Cambiemos genera una fuerte polarización y en ese contexto, el opoficialismo tiene poco margen, cada vez más superado por la bronca. Se están produciendo despidos, suspensiones y cierres en todas las ramas de la industria y en los servicios, la preocupación por la estabilidad en el trabajo, que antes no figuraba, se convirtió en un tema central de los trabajadores” (…) “Estos contrastes que se produjeron en el acto constituyen un tema de debate en el movimiento obrero. Pero desde el punto de vista del macrismo y sus aliados, el acto fue una impresionante y masiva demostración contra el gobierno, un anticipo del clima social que están creando sus medidas económicas. El hecho de que las posiciones más conciliadoras dentro de la CGT hayan sido desbordadas por el enojo de la muchedumbre, enfatiza esa percepción”.

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