Por Máximo Luppino.-

La sed de gloria del dinámico Sergio encuentra una oportunidad fabulosa de beber el dulce néctar del triunfo. El flamante superministro se transformó en el político más destacado del presente y la persona con más poder real luego de la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández.

Este momento público de Sergio Massa no llega por una “travesura del destino”, es un tiempo que Massa supo construir a lo largo de su extensa carrera como exitoso funcionario en diversas etapas de su vida política.

Pero los triunfos se elaboran luego de un sin números de sin sabores, de “tragos amargos”, de ingratitudes y escollos en el camino que se deben superar con valentía e intrepidez. Hacemos esta reflexión pensando en Daniel Scioli y Silvina Batakis, quienes pasaron episodios engorrosos y profundamente incómodos públicamente, pero que supieron colocar el Bien Común como prioridad de su conducta personal. En estas líneas valoramos y agradecemos el ejemplo de generosidad y solidaridad con la República que brindaron Scioli y Batakis. Retoma Daniel la embajada en Brasil y Batakis aceptó el desafío de ser presidente del Banco Nacional de la Nación, puesto clave para poder implementar un correcto plan económico exitoso.

Combatir la inflación infame es el gran desafío del Frente de Todos a cargo del flamante ministro que se exhibe solvente y firmemente determinado a lograr tan impostergable desafío.

Frenar al alza provocada del dólar, generar más empleo y lograr concretamente la tan anhelada estabilidad económica con la mesa llena de alimentos en la casa de los trabajadores y humildes de la patria.

El desafío del flamante ministro es rotundo. Cada medida que implemente Sergio repercutirá en forma directa en la economía cotidiana de los argentinos. El porvenir de Massa promete sólo dos opciones: la gloria absoluta o el abismo más profundo.

Las marchas y contramarchas de Alberto Fernández con la triste impronta de llegar tarde, muy tarde, a la solución de los problemas es una situación que Massa sabe que debe revertir de entrada en su nueva gestión.

Sergio Massa desea ser presidente de los argentinos. Para intentar llegar a su dorado sueño debe obtener un éxito indiscutible en los desafíos que acaba de aceptar. Es un hierro caliente que lo golpeara con fuerza o será el escalón que lo depositará en la cima del poder político nacional.

Desde la CGT a la Cámara de Industria, más un poderoso sector agrario, ven en Massa una posibilidad de despegue económico definitivo. Las cartas están echadas, la presión es mucha y el margen de error es nulo. Esto es a “todo o nada”.

Las horas parecen días y los días meses. La noticia de ayer parece provenir de la prehistoria. Tal es el vértigo de ansiedad en que se encuentra inmersa la sociedad nacional.

La órbita Massa promete un nuevo derrotero estelar mucho más audaz del que se especula en instancia primera. Sin dudas se espera demasiado de Massa. No por malsana animosidad, es efecto de una prolongada espera a la cual fue sometida la comunidad de la República.

Cristina, Alberto, Sergio, junto con los gobernadores peronistas juegan un partido con la luz apagada, donde todo vale, menos fracasar.

El aliento se entrecorta, todos miramos debajo de las aguas turbias de una acción política compleja con intentos de golpe financiero en manos de una oposición enceguecida por obtener poder de cualquier forma y al costo que fuera. Estas ideas democráticamente repudiables encontraron por estas horas un estrepitoso freno. Observa la oposición venir una locomotora de frente a toda velocidad que no sabe ni quiere frenar. La audaz máquina de llama Sergio Massa.

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