Por Luis Alejandro Rizzi.-

Los primeros pasos de Mauricio Macri se dirigen en dirección a dos temas que parecerían obsesionarlo: el trabajo en equipo y la gestión.

Precisamente sobre estos temas intentaré, en la brevedad de una nota periodística, ejercer mi derecho a criticar, en el sentido que le da a la expresión la RAE.

Pienso que Macri no entendió que las formas tradicionales de gobierno están siendo sustituidas, como dice Pierre Rosanvallon, por procedimientos difusos que podríamos resumir en lo que se da en llamar “gobernanza”, que el autor citado define como “un modo de regulación caracterizado por formas flexibles de coordinación, resultantes de múltiples canales e insertas en una sucesión de encuentros.”

Esto significa que los poderes legal y formalmente constituidos, elegidos por el voto ciudadano, deben dialogar y llegar a acuerdos con instancias medias de la sociedad que aún hoy son ciertamente difusas en cuanto a su real representatividad. De hecho, habrá que hacerlo con las existentes, las que seguramente mejorarán paulatinamente a medida que este ejercicio se convierta en uso.

La falacia es creer que ese diálogo es directo con la gente, porque ello es imposible. ¿Cómo imaginar a cada funcionario de gobierno hablando con cada uno de los 40 millones de habitantes? Si ello fuera posible, sería absolutamente inútil.

La democracia participativa es otra cosa.

Hoy día esas “instancias medias” son los gremios de trabajadores y de empresarios, otras ONG que realmente son representativas, teniendo en cuenta que la mayoría son simples sellos y no representan absolutamente a nadie o intereses perversos, mezquinos o extremadamente sectoriales. Algunos partidos políticos, hoy reemplazados por estas alianzas circunstanciales, que en general son más bien opositoras, expresan lo que no quieren, porque entienden a la democracia como un medio de confrontación; son coaliciones negativas y logran constituir mayorías circunstanciales, mayorías, al fin, meramente reactivas. Un porcentaje importante de los votos obtenidos por “CAMBIEMOS” tiene un claro origen “anti K” y parte de los votos obtenidos por el FPV, un contenido “anti Macri”.

La Argentina ya tuvo experiencia con la Alianza constituida en la elección de 1999, cuyo fracaso estaba en su peculiar ADN.

“Cambiemos” es otra ALIANZA pero su riesgo está en su objetivo, que nunca se definió, y los primeros pasos demuestran que podrían ser parcialmente erróneos.

Mauricio Macri estaría cumpliendo con un loable objetivo de “formar equipos” de trabajo para gobernar. Selecciona a gente que presuntamente ha sido exitosa en el ámbito privado pero cuyos comportamientos como grupo social dejaron mucho que desear en estos doce años “K” en los que, salvo el caso de Juan José Aranguren, prefirieron el camino de una cuidada obsecuencia y beneficiosa sumisión, sepultando el concepto de dignidad en nombre de una suerte de derecho a sobrevivir.

Los equipos de Macri apuntan a la gestión y quizás crea que la gestión reemplaza a la política.

La política es un modo de gestionar la cosa pública y su objetivo esencial ya lo enunciaron hace cientos de años tanto Aristóteles como Santo Tomás: es promover el bien común. Es un objetivo muy diferente al que impera en el ámbito privado.

En este ámbito se administra y gerencia lo propio; en el público, lo ajeno.

La gestión privada apunta a lo sectorial y tiene objetivos y normas de conducta muy diferentes a las que se deben aplicar en la gestión pública.

La gestión política exige, y más aun en estas épocas, ponderar cuáles son los límites de la sociedad; precisamente esos límites serán los que enmarcarán la acción de gobierno por más loable que ella sea.

El primer error que noto en Mauricio Macri es que puede ser cierto que esté armando los mejores equipos, pero está obrando sin consensos sociales de ningún tipo y hasta parecería que con mínimos consensos de sus socios políticos. Además, tengamos en cuenta lo exiguo de la diferencia obtenida en el balotaje.

Son equipos formados desde arriba hacia abajo y uno de los pocos nombramientos que parecería tener consenso es la designación de Jorge Triaca como Ministro de Trabajo, luego de la patinada con la del Señor Jorge Lawson, que fue rechazado, diría hasta con grosero respeto. Es obvio que Triaca fue más resultado de un consenso que de una imposición.

El otro error que me atrevo a señalar en Macri es que designa gente que luego de un plazo deberá rendir cuenta de lo obtenido, pero no sabemos si ése será un resultado de cantidad, de calidad o de valoración política desde la relación de la gestión en la perspectiva del bien común.

Un caso emblemático es el de Aerolíneas Argentinas y Austral, y allí se busca un “CEO” de excelencia, pero no se tiene en cuenta que su personal está representado por seis gremios: APLA, APTA, AAA, APA, UPSA y UALA, y que esos gremios limitarán a la nueva gestión. La designación del nuevo “CEO” expresión que no es de mi gusto, no es una cuestión de urgencia; puede ocurrir una semana o veinte días después del 10 de diciembre, cuando el gobierno realmente conozca dónde está parado.

Llegado a ese punto, deberá enunciar una política de transporte, fijar prioridades y adjudicar recursos.

En el caso de Aerolíneas Argentinas, según la información de que dispongo, facturará este año U$S 1.900 millones y necesitará del Estado alrededor de U$S 500 millones. Es decir, en grandes números, la facturación de la empresa no cubre sus gastos y por lo tanto como empresa no sería sustentable.

La cuestión es exponer a su personal este cuadro de situación y fijar en un plazo de tres años una reducción de los aportes del estado, por ejemplo del 33% por cada año y a partir de allí deberá ser sustentable como cualquier empresa. No se puede confundir el objetivo de Aerolíneas Argentinas con el del Estado.

Una vez cumplida esa etapa, deberá designarse a su conducción sabiendo cuáles serán las líneas de acción del gobierno, sus políticas de transporte y las prioridades, y el personal sabrá cuál será su esfuerzo. Ello, sin perjuicio de crear un sistema de gerenciamiento de avanzada con participación de su personal.

En mi opinión, es esencial proponer una política para facilitar el transporte de tercer nivel. Esto quizás es más importante que la propia cuestión de Aerolíneas Argentinas y Austral.

La nueva conducción de Aerolíneas Argentinas deberá también ser informada previamente sobre la política que se aplicará al sector y estimo que se deberá ir a una política de “cielo abierto” o “cielo único” para todas las empresas con AOC expedido en países de Latinoamérica, por lo menos durante el plazo de gestión de este gobierno y en especial teniendo en cuenta que LATAM y Avianca Holdings son una realidad y, frente a esos hechos, nuestras políticas y derecho aeronáutico son obsoletos.

En líneas generales y específicamente en el caso de Aerolíneas Argentinas y Austral, es demostrativo de un verticalismo que dista mucho de ser moderno y de estar a la altura del tiempo.

La crítica debe ser oportuna; en este momento puede ser útil, porque “criticar” implica una valoración, como dice la RAE: “Analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate”.

La crítica, para tener mérito, debe ser útil y oportuna.

Ése es mi objetivo.

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