Por Máximo Luppino.-

Cuando Mauricio Macri dio comienzo a su mandato presidencial la hazaña era posible, parecía avecinarse a pasos agigantados a días dorados de infinita gloria amarilla. Al desafiante grito de: “Hambre 0”, “La inflación es fácil de dominar” y “Basta de impuesto a las ganancias” hasta los desahuciados, económicamente hablando, sonreían esperanzados en “La lluvia de inversiones”.

Desde la tribuna, todos los partidos parecen fáciles de ganar, otro cantar es cuando se sale a la cancha y hay que transpirar la camiseta, cuando desde el gobierno se enfrenta la realidad con sus mil matices de dificultades residuales, cuando el “mejor equipo de los últimos 50 años” jamás tiró un pase gol, cuando nunca pelotearon en la canchita del barrio. Los ministros de Mauricio parecería que apostaban al rival de Argentina. Dicho más concretamente, las fortunas de los más altos funcionarios del ejecutivo nacional se encuentran depositadas en el exterior, dinamizando economías ajenas a nuestro criollo sentir.

¿Cómo ganar un partido si nuestros deportistas apuestan por los contrincantes? ¡La historia dirá si existió demasiada negligencia o traición a la Nación que los vio crecer!

El choque con la verdad fue tremendo: una legión de conciudadanos pasan hambre, la clase media está agonizando, jubilados abandonados con remuneraciones indignas e insuficientes, jóvenes sin perspectivas laborales abandonados por un sistema arbitrario y utilitarista. La industria nacional fue asfixiada por la insensible torpeza económica que habilitó importaciones arteras contrarias a los intereses de nuestros fabricantes.

Es incomprensible que con las restricciones para la compra de moneda extranjera, llamada “cepo” por algunos, se vendan, aún así, reservas para mantener el valor del dólar en renglones aceptables para la dramática coyuntura reinante. ¿Las reservas serán suficientes para aguantar la presión imperante? ¿Llegará Mauricio con cierta dignidad al fin de su mandato? Todo indica que una cierta obstinación suicida se apoderó de los residentes de Balcarce 50, empeñados en acelerar el rumbo del Titanic de cara a las inmensas montañas de hielo que amenazan con un inminente naufragio.

El descrédito de Cambiemos es de tal magnitud que la puja que los ocupa es develar quién será “jefe de la oposición” en un eventual gobierno peronista de Alberto Fernández. La terna tiene al mismísimo Macri peleando este incómodo renglón de premio consuelo. María E. Vidal, Rodríguez Larreta, Martín Lousteau son referentes insoslayables en el futuro panorama político nacional. Además de la firme insistencia de Miguel Pichetto que no se resigna a colgar los guantes de combate en un rincón de nuestro hermoso sur patagónico.

Las semanas que se aproximan prometen fuertes tormentas política y económicas que sacudirán la frágil estabilidad emocional de los habitantes de nuestro suelo. Algo distinto tendrá que realizar Macri para que aflore una estabilidad medianamente soportable para su fin de mandato.

El desbande económico es inmenso, proporcional a la angustia e incertidumbre poblacional. Demasiada necesidades para ver al 10 de diciembre como cercano. Hoy, fin de año se erige como un continente nuevo e inexplorado.

Cambiemos aún no despertó, le cuesta asumir la luz de un nuevo amanecer de la Nación. Ellos sólo aguardan a la sombra de la historia que estos días sean lo más benignos posible con sus desprestigiadas acciones políticas.

Alberto aguarda su momento. Su protagonismo crece exponencialmente según las horas transcurren, viendo una vez más al peronismo volver al centro del ring, un lugar que le es muy grato a los seguidores del General.

Share