Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 29 de mayo, Página/12 publicó un artículo de Mempo Giardinelli titulado “El Manifiesto Argentino en Santa Fe”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “El sábado que viene, 3 de junio y en la ciudad de Santa Fe, se llevará a cabo el primer Congreso Nacional de El Manifiesto Argentino, colectivo político que no deja de crecer y ya está en todas las provincias argentinas” (…) “Como en 2001 y 2002, y en 2015 y 2016, en muchos puntos del territorio nacional miles de ciudadanos/as enfrentan la destrucción institucional, económica, social, educativa y cultural de nuestro país, unidos en el firme rechazo al neoliberalismo que encarna el gobierno macrista-radical, en cruce con una fuerte disposición a la lucha pacífica y de principios para desplazarlos del poder con la única y mejor arma republicana, que es el voto. Sabemos que el Manifiesto Argentino es apenas un modesto aporte en una circunstancia compleja como la que vive nuestro país, pero no nos parece poca cosa algunos logros, como haber instalado ya en la agenda política argentina algunas ideas que empiezan a ser fundamentales para la vida nacional. En primer lugar la necesidad de una reforma constitucional profunda y popular de la que resulte una nueva Constitución, idea que promovimos contra nuestros escepticismos pero que hoy es de generalizada aceptación por parte de las mayores fuerzas políticas. En segundo lugar nuestra afirmación de que es imposible una reforma judicial, puesto que la corrompida e incorregible “Justicia” vigente en todo el país no deja otra opción que sustituirla in totum. Y sustitución que sólo será posible por vía de una nueva Constitución Nacional que disponga que el Poder Judicial sea declarado en comisión (específicamente el funcionariado superior, jueces y fiscales) con un hiato jurídico de entre seis y doce meses durante los cuales se creará una nueva Judicatura en todo el país y en todos los fueros, mediante concursos de antecedentes y oposición ante jurados formados ad-hoc por renombrados juristas de todo el mundo. A su vez, la nueva Corte Suprema de Justicia deberá ser recompuesta con por lo menos 9 miembros elegidos por votación popular y con desempeño de funciones durante un máximo de 10 años, no renovables” (…) “Es claro que la organización, control y eficacia del nuevo Sistema Judicial deberá ser supervisado por esa nueva Corte, mientras el Congreso apoya y controla esa revolución judicial democrática con leyes y medidas excepcionales para superar la emergencia y dejar encarrilado un nuevo Servicio de Justicia” (…) “Y en tercer lugar fue este colectivo el que desde comienzos de 2016 identificó al gobierno macrista-radical como “gobierno de estafadores”, porque trampearon a conciencia la voluntad popular para, entre otras calamidades, encajarle al pueblo una deuda de imposible legitimidad, que deberá ser repudiada. Y todo eso tornando indefenso, débil y lelo al Estado a favor de negocios familiares y amicales y al servicio de intereses extranjeros neocolonialistas” (…) “Es claro que la irresponsabilidad generalizada del mundo M justifica ese Ideario (Político), ya que en el gobierno actual practican diversas formas de corrupción los mismos tipos que prometían limpiarla y combatirla. Todavía se escucha a algunos contentos que gritan esa pelotudez suprema e incomprobable: “¡Se robaron todo!”. La vociferan como Cruzados de la verdad repitiendo el libreto que les escriben e inoculan Clarín y La Nación desde hace años sin ver que en la banda de “Mauri” se chorea a cuatro manos o más si se incluyen las de parientes y amigos” (…) “es difícil ser elegantes y educados frente a las bestias. Cuando te asaltan es difícil razonar con el ladrón. Es imposible acordar nada con el torturador. Ni con genocidas y obispos que cacarean una “reconciliación” que es moralmente imposible si antes no hay arrepentimiento. Por eso para la inmensa mayoría de los argentinos es hoy tan difícil soportar en silencio el atropello institucional. Estos tipos no sólo hacen negocios malolientes, sino que están jugando a repropiciar la anarquía. Provocan furias que todavía no se desatan, pero a las que seguro gustarían reprimir con ferocidad, como parece que una ex montonera de oligárquico apellido sueña con ordenar. Así, estos cuando se larguen a reprimir van a ser videlitas de guante blanco, menenditos con prensa asociada, masseritas con votos de barrios paquetes que corean “defender la democracia”.

En su edición del 29 de mayo, el portal Infobae publicó un artículo de Ernesto Tenembaum titulado “Griselda Siciliani y el desfile del “como si nada hubiera pasado”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “El sábado por la tarde, la talentosa actriz Griselda Siciliani expresó, de manera moderada y respetuosa, su incomodidad ante el desfile militar que se realizaba en la Avenida del Libertador” (…) “Pero estoy entre las personas a las cuales la reacción de Siciliani le pareció apropiada y pertinente. Porque el desfile militar del sábado fue insensible e irrespetuoso” (…) “La Argentina es una sociedad muy inclinada a discutir alrededor de símbolos, sobre todo después de la última dictadura: qué feriados se deben festejar, qué monumentos se deben erigir o desplazar, qué números se deben aplicar, de qué manera se deben llamar a las cosas. Sin embargo, cualquiera que conozca algo de historia judía reciente, sabe que no se trata de un rasgo excepcional” (…) “Mucho antes de que se discutiera si fueron o no treinta mil los desaparecidos, el mundo entero debatió si los judíos asesinados durante el holocausto fueron o no seis millones. No hay una investigación histórica concluyente que determine un número exacto de víctimas. Sin embargo, en el mundo occidental hay cierto consenso de no discutir el tema porque hiere a sobrevivientes, familiares y a todos los que han hecho propio su dolor. Tal vez ese consenso haya sido irracional. Tal vez se haya vulnerado así la verdad histórica o la libertad de expresión. Pero es lo que ocurrió. Y no fue un gesto de estalinismo, sino de cuidado, de piedad, de comprensión” (…) “Todavía hoy, más de setenta años después del final del holocausto, en Israel se discute si se debe o no tocar libremente música de Wagner y de Strauss” (…) “Wagner murió antes de la llegada de Hitler al poder pero su música sonaba en algunos campos de concentración. Strauss fue nazi. Está claro…que la prohibición implícita de hacerlo (ejecutar sus composiciones) vulnera la libertad artística. Pero, en el medio de todo esto, están las víctimas, su dolor lacerante que, por momentos, produce consecuencias autoritarias: de eso no se habla, eso no se discute, eso no se mira, no se escucha, no se toca” (…).

“Esos dos dilemas no necesariamente fueron bien resueltos. En realidad, eso está en la lógica intrínseca de un dilema: no tienen solución sin costo. ¿Quién sabe cuánto se debe respetar el dolor y cuánto debe primar la libertad de que cada uno escuche la música que quiera?” (…) “Por eso, dado que los símbolos en casos tan sensibles generan dilemas, mejor administrarlos de manera inteligente, sobre todo cuando alguien ocupa la conducción de un país” (…) “No se trata de prohibir nada a nadie pero a veces, aunque parezca contranatura, el poder debe tener corazón. Y eso no es lo que ocurrió el sábado. Un desfile militar, para la sociedad argentina, no es un hecho cualquiera. Es cierto que se trata de una larga tradición” (…) “Pero desde 1983 no se realizaban. Y eso ocurría por una razón obvia. Entre la época en que nos llevaban de la mano a ver los desfiles y la llegada de Macri al poder, ocurrió la peor tragedia de la historia argentina: la represión ilegal. Dado ese antecedente, es todo un detalle que en los desfiles militares organizados por el macrismo todo ocurra como si nada hubiera pasado” (…) “La sociedad argentina se debe aún un debate, que tal vez no sea prioritario, sobre el rol de las Fuerzas Armadas. Desde la guerra de la independencia que no está muy claro para qué sirven” (…) “Pero, si por la razón que fuese, un gobierno cree que deben volver los desfiles, en medio de ese símbolo tan polémico debería estar registrada la historia reciente, contemplado el dolor de las víctimas, lo que ocurrió entre ese pasado supuestamente feliz y la decisión de suspender estas demostraciones. ¿Hubo un minuto de silencio por los desaparecidos?” (…) “¿En qué momento del desfile se pudo apreciar que las Fuerzas Armadas registraron que algo pasó, al menos para serenar cualquier duda? Con ese solo gesto simbólico, el problema estaría salvado. Y si nada de eso ocurre, uno puede preguntarse por qué. ¿Qué quiere decir ese silencio? ¿Que repudiar la represión ilegal es aún un tema conflictivo para la familia militar? ¿Y entonces? ¿Qué estamos festejando? ¿Cambiaron o no cambiaron?” (…) “En los 33 años que lleva la democracia argentina, sus logros en relación con lo ocurrido durante la dictadura, son gigantescos. En principio, este es el período más largo de libertad política de la historia” (…) “Ya no existe el poder militar” (…) “Y hay una sólida condena social a ese período histórico. En ese contexto, la década kirchnerista añadió un elemento muy agresivo: su utilización para callar voces, su manipulación para tratar de definir conflictos menores del presente y, además, una reivindicación velada de los movimientos guerrilleros que funcionaron entre 1973 y 1976. Era natural que el cambio de Gobierno introdujera una visión más abierta e inclusiva que la de sus antecesores. Sin embargo, esa visión matizada, tal vez sanadora, parece muchas veces retroceder frente a hechos poco entendibles como la discusión apasionada sobre el número de 30 mil desaparecidos, la falta de colaboración para que el esclarecimiento sobre lo ocurrido en la dictadura llegue a las escuelas” (…) “En este contexto, es muy lógico que muchos argentinos se sientan incómodos frente al desfile como se sintieron insultados por la designación de César Milani al frente del Ejército o indignados ante el escándalo de Sueños Compartidos. No se trata, una vez más, de ser kirchnerista o antikirchnerista: el bien y el mal muchas veces están por encima de esas categorías tan efímeras. Es cierto que el uniforme de los generales lo usó San Martín. Pero también lo usó Videla. Contar la mitad de la historia es, siempre, sesgado. Y eso ocurrió el sábado, en la Avenida del Libertador, en el desfile del “como si nada hubiera pasado”.

En su edición del 28 de mayo, Página/12 publicó un artículo de Alfredo Zaiat titulado “El origen”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Brasil está sumergido en una crisis de proporciones que está teniendo impactos negativos en la región” (…) “No sólo aparecieron cientistas sociales que han empezado a minimizar la relevancia de Brasil como potencia, sino que también han concentrado la explicación del estallido exclusivamente en la debacle de los políticos asociada con una red de corrupción pública-privada. De ese modo desplazan del debate el origen que gatilló el derrumbe y que dejó al desnudo las miserias de un sector importante de la clase política y del establishment brasileño. Ese punto de partida es la crisis económica precipitada por un descomunal ajuste fiscal y monetario” (…) “El dispositivo para exculpar a las medidas económicas de castigo a los sectores populares con concentración de la riqueza se basa en orientar el análisis acerca de una clase política decadente. Así quedan libres de responsabilidad quienes han promovido e implementado iniciativas que lanzaron a la principal economía latinoamericana a la depresión. Es la inversión del sentido común. Brasil se hunde, en un contexto externo no tan favorable, cuando comienza a satisfacer todas las demandas del establishment, especialmente la de reducción del gasto público social. El objetivo exigido era la destrucción de las bases económicas del populismo. La ortodoxia económica arrastró al país de ese modo hacia el desastre” (…) “Otras experiencias en la región e incluso en Brasil enseñan que las tormentas políticas son manejables cuando la economía ofrece indicadores positivos en un contexto de bienestar general. Las crisis políticas con desenlace en represión, muertes y desorden social son consecuencia de una crisis económica desencadenada por el ajuste” (…) “La habilidad del poder económico dominado por la lógica de las finanzas globales, cuyos representantes públicos en cargos o en los medios son economistas de la ortodoxia o heterodoxos conservadores, es desentenderse de los efectos de medidas que castigan a la mayoría de la población y hunden a la economía en la recesión. Cuando irrumpe la reacción por el hastío social por la pérdida del bienestar, gran parte de la clase política no sabe dar respuesta a esa situación porque, convencida por ideología o comprometida por negocios corporativos, se abrazó a los verdugos o son parte de ellos. En ese momento comienza la cacería de políticos, arrinconados por casos ciertos o inventados de corrupción o por la ineptitud en la gestión diaria, pasando a ocupar el lugar de los principales culpables de la crisis” (…) “Esa clase política obviamente es responsable de la debacle pero lo es, fundamentalmente, por haber dispuesto programas que hunden a la economía en la depresión” (…).

“El derrumbe del gobierno de Raúl Alfonsín, con saqueos, muertes, represión y entrega adelantada del poder político, fue el saldo traumático de una política económica que derivó en hiperinflación. Fue el fracaso de economistas radicales que no supieron como administrar los efectos negativos de un contexto internacional desfavorable y las pujas por los recursos públicos entre la banca acreedora y los grupos económicos locales, entonces denominados “Capitanes de la Industria”. El liderazgo político se diluyó al quedar subordinado a la lógica del ajuste, que comenzó con la llamada “Economía de guerra” de 1985” (…) “El ocaso de Alfonsín fue el síntoma de una economía desquiciada. Varios de los economistas que transitaron parte de esa experiencia reincidieron en el gobierno de la Alianza de Fernando de la Rúa y fueron parte de otro acontecimiento traumático en términos políticos…el saldo final fue la crisis de 2001 donde se sucedieron cinco presidentes en pocos días. Fue otro fracaso de un grupo de economistas que no supieron, estaban convencidos o no se animaron a romper con la lógica del ajuste de la convertibilidad, hasta que fue convocado el padre de la criatura para terminar de desmadrar el cuadro económico” (…) “La crisis política fue consecuencia de medidas económicas regresivas que castigaron a gran parte de la población. El ciclo político del kirchnerismo es la contratara de esos ciclos caóticos. La preservación del bienestar general en ese período de doce años pese al shock externo negativo de 2009, la irrupción de la restricción externa en 2011 y la devaluación del 2014, incluso con un sendero económico no tan bueno en el segundo gobierno de CFK, permitió mantener la fortaleza política. No hubo ajuste ni endeudamiento. El establishment postulaba con ganas la inminencia del estallido de una crisis económica y, tras ese deseo, la anunciaba una y otra vez sin éxito, para debilitar al gobierno con la expectativa de un derrumbe político” (…) “CFK terminó el mandato y se despidió con una Plaza de Mayo colmada” (…) “El recorrido económico de la gestión de la Alianza macrismo-radicalismo es inquietante teniendo en cuenta lo que está sucediendo ahora en Brasil y las experiencias traumáticas que se vivieron en el país en el pasado reciente. Analistas del establishment eluden evaluar la debilidad económica de base. Plantean que los interrogantes que tiene el poder para decidir inversiones se deben al temor a un eventual retorno del populismo con el triunfo electoral de CFK” (…) “La economía está transitando una crisis autoinfligida con elevados costos sociales y laborales. La emisión descomunal de deuda facilita su maquillaje. El crecimiento acelerado de las Lebac y del pago de intereses de la deuda del Tesoro Nacional son dos potentes perturbadores de la estabilidad. Cuando la política no pueda dar respuesta a esas dos restricciones, no será la incertidumbre de un eventual resultado electoral débil del oficialismo lo que acelerará la crisis económica, sino que será oportuno recordar, como enseña hoy el caso brasileño y las experiencias argentinas de 1989 y 2001, que el deterioro económico fue el origen para la posterior debacle política de otro capítulo neoliberal”.

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