Por Roberto Fernández Blanco.-

Nuestro país se desmorona corroído y carcomido por una profusa metástasis mafiosa, mafia heredada del gobierno nacional kirchnerista-peronista, mafia de gobiernos provinciales, mafias en intendencias, mafias sindicales, empresarias, policiales, mafias del narcotráfico, del juego, de trata de blancas, de trata de pobres, mafias piqueteras, una explosiva proliferación de pequeñas mafias de pandillas criminales y solo nos falta la recidiva de las mafias terroristas que aún anida latente y activa en la mente alienada de grupúsculos violentos arrogados de patológica omnisciencia con raíz en un fundamentalismo socialista cuyo catastrófico final está evidenciado por las implosiones de la URSS de Lenin-Trotsky-Stalin, de la Alemania nazi, de la Italia de Mussolini, de la China de Mao, de la Cuba Castrista, de la Venezuela de Chávez, de la Nicaragua de Ortega, etc. Tenemos urgentemente que detener esta acelerada decadencia. Necesitamos una garantizada convivencia pacífica, una comunidad espontáneamente armónica, libre de mafias, en la que podamos actuar libremente dando rienda suelta a nuestra enorme capacidad productiva, creando riqueza de todo tipo, produciendo bienes y servicios e intercambiando libremente el fruto de nuestros logros sin la intervención reguladora de esa multiplicidad de oligarquías mafiosas explotadoras que integran los cuerpos políticos corruptos instalados como voraces parásitos en las estructuras gubernamentales, compitiendo ferozmente entre ellos con sus visiones mediocres y sus batallas egoístas, con palabrerías huecas y diatribas violentas e injuriosas, tratando de adueñarse de un poder esencialmente despótico para continuar nutriéndose salvajemente del pueblo que genera la riqueza destruyendo nuestra capacidad productiva, el libre funcionamiento de nuestros emprendimientos y esquilmándonos con impuestos confiscatorios para seguir sustentando sus inmorales privilegios. Necesitamos un shock de sensatez. Basta de socialismo y de su derivado el justicialismo populista. No insistamos con un sistema que las evidencias históricas y mundiales demuestran que conduce a un inevitable colapso, a la pobreza y al sometimiento.

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