Por Hernán Andrés Kruse.-

Hasta no hace mucho era un personaje que llamaba la atención por su histrionismo y su gran locuacidad. Se notaba que en materia económica lejos estaba de ser un improvisado. Estudioso de los grandes pensadores neoliberales como, entre otros, Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Karl Popper y Murray N. Rothbard, pasó a ser el emblema del libertarianismo, corriente filosófica cuyo padre intelectual fue el último de los pensadores recién nombrados. Estoy hablando, obviamente, de Javier Milei ese personaje extravagante que hoy ha pasado a ser una seria amenaza electoral tanto para el FdT como para JxC.

La frase de cabecera de Milei es la siguiente: “la casta política es la causante fundamental de nuestra decadencia”. Para el libertario los políticos constituyen una camarilla hermética, que se maneja con sus propios códigos, que utilizan sus cargos para enriquecerse. Los políticos viven en una burbuja, alejada por completo de las necesidades del pueblo. Cabe reconocer que su diagnóstico es por demás acertado. Si hay algo que tienen en común los dirigentes del FdT y los de JxC es su desinterés por lo que le pasa al ciudadano de a pie, su total carencia de empatía por el sufrimiento de millones de argentinos que padecen a diario la inflación y la inseguridad.

Lo que aconteció la semana pasada en Virrey del Pino lo puso dramáticamente en evidencia. Un colectivero de la línea 620 fue salvajemente ejecutado por un delincuente. El hecho causó una gran conmoción. Cerca del mediodía Sergio Berni se hizo presente para dialogar con un buen número de colectiveros enfurecidos. Se acercó al lugar en helicóptero y apenas aterrizó fue increpado y agredido por un puñado de colegas de Daniel Barrientos, el trabajador ultimado hace unas horas. Cuando las aguas se tranquilizaron varios colectiveros reconocieron ante las cámaras de televisión que estaban hartos de las mentiras de Berni, de sus promesas incumplidas. Ese estado de ánimo, que fue creciendo con el correr de los años, hizo eclosión el lunes de la semana pasada. Fue un hecho muy grave que, afortunadamente, no le costó la vida al funcionario. Porque ese pudo haber sido el desenlace si la policía porteña no lo sacaba del lugar a empellones.

¿Cómo reaccionó la casta política? De la peor manera. Lo primero que hicieron tanto Berni como el gobernador Kicillof fue insinuar que se había tratado de un asesinato político orquestado desde el Pro, más precisamente del sector que lidera Patricia Bullrich. La reacción de “Pato” no se hizo esperar. Exigió la renuncia de Berni y acusó al kirchnerismo de estar del lado de los delincuentes. En ningún momento Kicillof y Berni se acercaron a los familiares de Daniel Barrientos para, aunque sea, palmearlos en la espalda en señal de apoyo espiritual. Tampoco lo hicieron los referentes del Pro. La casta política aprovechó el luctuoso hecho para pelearse pensando en las elecciones venideras. Una verdadera vergüenza.

¿Cómo no se van a sentir abandonados los atribulados ciudadanos bonaerenses? Para ellos levantarse cada mañana para ir a trabajar es toda una odisea. Muchos están obligados a tomar el colectivo en plena madrugada y en lugares que son una invitación para los delincuentes. ¿Algún policía los protege? No. Están, por ende, abandonados a su suerte. ¿Cómo no van a sentir bronca, impotencia e indignación? Para colmo, las fuerzas especiales de la bonaerense no tuvieron mejor idea que apresar a uno de los colectiveros que agredió a Berni como si fuera un delincuente de extrema peligrosidad o, como afirmó Cristina, un narco. Ya que existen esas fuerzas policiales ¿por qué no son utilizadas para combatir el crimen organizado, para arrestar a los narcos? Estas preguntas vienen mortificando a los bonaerenses desde hace mucho tiempo, pero mucho más los mortifican el silencio y la desidia gubernamentales.

¿Cómo no le van a creer, entonces, a Javier Milei? ¿Cómo no van a creer en su crítica a la casta política? A esos miles de bonaerenses poco les importa la formación académica del libertario. Ellos no tienen la menor idea quiénes fueron Mises, Hayek, Popper y Rothbard. No tienen la menor idea qué libros escribieron. No tienen la menor idea en qué consiste el libertarianismo. No les importa lo que piensa Milei. Ellos ven en el libertario una esperanza en un futuro mejor, en alguien que por fin los tiene en cuenta, en alguien que es capaz de decir las cosas de frente, por más duras que sean. No les importa si tiene vinculaciones con el hijo de Antonio Domingo Bussi. Probablemente no tengan la menor idea de quién fue Bussi. Sólo les interesa el discurso anti “casta política” del libertario. Su canto de guerra sería algo así como “que se vayan todos, que se quede sólo Javier Milei”.

Ello explica, me parece, el crecimiento electoral del libertario. Cada día aparecen más artículos de colunnistas políticos referidos a Javier Milei. Cabe mencionar, entre otros, a Eduardo van der Kooy (Clarín: Elecciones 2023: qué significa el voto Milei, 6/4/023), Carlos Tórtora (IP: ¿Arrasa o se desinfla al final?, 7/4/023) y Javier Calvo (Perfil: No sigan jodiendo con Milei, 9/4/023). Síntoma elocuente de que el libertario es hoy, como expresé al comienzo de esta nota, una seria amenaza electoral tanto para el FdT como para JxC. Se trata de un crecimiento sustentado en la emoción, en la bronca contenida durante demasiado tiempo. Y la historia argentina ha demostrado que cuando el factor irracional se desborda, no hay con qué pararlo.

Una de las primeras intelectuales que advirtió el fenómeno Milei fue Beatriz Sarlo. El 29 de abril del año pasado, publicó en Perfil un artículo titulado “Por qué atrae Javier Milei; una autopsia de la derecha”. Escribió la autora:

“La derecha tiene, como la izquierda, sus utopistas. Son parecidos, porque unos y otros observan el mundo desde una perspectiva totalitaria, o las cosas son y se hacen como yo digo, o todo saldrá mal y todo pensamiento será equivocado. Nuestro utopista hoy es Javier Milei que, muy tempranamente en su vida, escribió una especie de autobiografía, “El camino del libertario” (…).

Evidentemente, Milei combina inteligencia con una suerte superlativa. El pasillo de un edificio de oficinas o un ascensor pueden ser el escenario de promesas de ascenso. O de una relación conveniente: a Juan Carlos de Pablo se lo encuentra en un ascensor y, como Milei estaba furioso, como de costumbre, comienza el diálogo. Después, Fantino lo “catapultó en los medios”, cuando lo invitó a su programa “Animales sueltos” y Santiago del Moro lo llevó a “Intratables”. Digamos que fue bendecido por estar en el lugar adecuado y el momento preciso. Este curriculum que presenta Milei en el comienzo de su temprana autobiografía nuestra un semillero de oportunidades (…).

No se equivoca Milei cuando escribe que la vida fue generosa con él. Conoce a Alberto Benegas Lynch en una reunión en Nueva York, se reúne con Guillermo Calvo en la Universidad de Columbia, donde hablan cuatro horas sobre el libro que proyecta el joven economista. La siguiente reunión con Calvo fue en la Chacra de Punta del Este donde Milei fue invitado y pudo hablar doce horas seguidas con su distinguido anfitrión. Al otro día, Guillermo Nielsen lo invitó a otro asado (…).

En el recital autobiográfico de amigos, relaciones y conocidos, que en este punto doy por finalizado, Milei intercala máximas que definen su filosofía económica, como si las hubiera tenido claras desde el principio: el Estado es peor que un ladrón común y corriente, porque le saca todo; los políticos son sociópatas, porque quieren hacernos creer que no podemos vivir sin ellos. El Estado nos roba y los políticos nos engañan. Para frenar estas argucias y despojos, Milei siente que debe responder al llamado a la acción pública (…) Milei sostiene que lo siguen los jóvenes “porque son rebeldes al statu quo”. Y a esos jóvenes rebeldes les propone un sistema de “vouchers”, que les permita inscribirse en la universidad (privada) que elijan, para que la educación deje de ser una “máquina de lavar cerebros” (…).

En verdad, Milei es un utopista de derecha. Como algunos utopistas, cree está abierto para todos el camino que las circunstancias favorables a él lo ayudaron a recorrer. Es decir que toma al pie de la letra la promesa igualitarista, aunque no se preocupa por crear y fortalecer las condiciones materiales para que se realice. El capitalismo crea desigualdades tanto como agita promesas de igualdad futura. Milei, un utopista soñador, apuesta por esas promesas.

Milei sabe que el estilo que mejor le queda tiene que combinar la exageración y el grito (…) Sus asesores o él mismo deben haber examinado los diversos estilos políticos: el razonador, el amable, el buen divulgador, el que se apoya en ejemplos, en la historia o en la hipótesis. Por su formación académica, Milei podría haber elegido alguna de esas variantes. Pero alguien, o él mismo, llegó a la conclusión que es evidente cuando se escucha a ciudadanos del común, pobres con bajos empleos, sin perspectivas de progreso; desprecian la política porque se sienten estafados o defraudados (…) Sabe que un rockero tiene el estilo de la época, mucho más que un joven académico que sepa explicar los problemas. Por eso Milei ha combinado con éxito ambos estilos, que no admiten grandes discursos, sino consignas vociferadas como estribillos de la música popular (…).

Sabe que los medios de comunicación construyen el imaginario a través de un aparato simbólico donde el éxito mediático es la prueba de calidad y el camino de consagración. Sabe que los votantes muy jóvenes, esos que no terminaron la escuela, van a pesar en todas las elecciones futuras y, en consecuencia, son tan valiosos como los trabajadores sindicalizados de antaño o los militantes de la década del setenta. Sabe que esos jóvenes son la verdadera representación de lo real. Si se quiere ganar elecciones, a ellos hay que dirigirse (…).

A estos sectores jóvenes o desmemoriados, Milei les propone su populismo de derecha. El populismo fue nacionalista y Milei es antinacionalista. El populismo jugó con identidades de izquierda y Milei aborrece la izquierda (…) El populismo de derecha encuentra el camino corto para emocionar y conquistar a los desilusionados. No les habla de las complejidades y conflictos de las democracias. Por el contrario, les habla de la simplicidad que podría alcanzarse si prescindimos de los partidos. Este discurso simplificador es amistoso con los ciudadanos que no tienen ni tiempo ni ganas de intervenir en la esfera pública y, en consecuencia, prefieren un dirigente que vocifere frases simples. En este panorama desolador, Milei es un líder que exhibe el atractivo de sintonizar con lo más elemental de los reflejos ideológicos y políticos. Sus gritos parecen más verdaderos que los discursos complicados de la política de izquierda o de derecha. Para convencerse con esos gritos no se necesita sino un estado de la subjetividad: el hartazgo (…)”.

Hartazgo. He aquí la palabra clave. Milei está en el candelero político porque millones de argentinos están hartos que los engañen, que les mientan, que se rían de ellos. Están hartos de los políticos tradicionales. Milei se les presenta contra el antídoto perfecto. Por eso no sería de extrañar que el 10 de diciembre suceda a Alberto Fernández. Después se abre una caja de Pandora cuyas consecuencias serán impredecibles.

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