Por Hernán Andrés Kruse.-
Javier Milei ganó el ballotage del año pasado proclamando a viva voz su devoción por la libertad. Sin embargo, una vez en el poder demostró que lejos está de ser un genuino liberal. ¿Por qué? Por una contundente razón: su incapacidad para respetar a quien piensa de otra manera, para quien osa cuestionarlo. El presidente es un anarcapitalista en lo económico pero es un autoritario en lo político y filosófico. Por un lado, cree que su pensamiento es una verdad revelada y, por el otro, que instituciones centrales del liberalismo político, como el Congreso, son innecesarias.
El presidente es, por ende, un claro ejemplo de lo que se ha dado en llamar el “liberalismo autoritario”, de un liberalismo que en los hechos implica la fornicación del liberalismo como filosofía de vida. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Leandro Matías Saidel (Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos) titulado “El neoliberalismo autoritario y el auge de las nuevas derechas” (Repositorio Institucional Conicet Digital-2021). Brinda una clara explicación del tema (por razones de espacio me limitaré a transcribir una parte del paper).
INTRODUCCION
“En los últimos años, especialmente después de la crisis financiera global de 2007 y la respuesta que distintos Estados occidentales tuvieron frente a la misma —desde el salvataje a los bancos, los desahucios, los programas de ajuste estructural para los Estados endeudados, la represión de las protestas y el endurecimiento del workfare y el debtfare—, diversos teóricos han señalado la emergencia de un neoliberalismo autoritario (Bruff; Tansel; Ryan) o punitivo (Davies). Para algunos, esto representa una nueva etapa en el capitalismo neoliberal, que puede ser claramente diferenciada de su período hegemónico (Davies), caracterizado por un intento de construir consensos en torno a la legitimidad y necesidad de las políticas neoliberales (Davies; Bruff; Tansel). Incluso, la radicalización de la crisis con los mismos remedios neoliberales que la habían generado —como las respuestas de austeridad desarrolladas sobre todo por la Troika en Europa o los ciclos de endeudamiento y ajuste en América Latina—, ha sido el caldo de cultivo de lo que varios autores han denominado como “fascismo neoliberal” (Giroux; Fassin), “neofascismo” (Lazzarato; Sztulwark; Cavallero y Gago; Guamán et al), “postfascismo” (Traverso) o “autoritarismo libertario” (Brown).
Este momento autoritario del neoliberalismo encontraría su culmen en la consagración electoral de Trump y Bolsonaro como representantes más destacados de la derecha radical populista (Antón-Mellón y Hernández-Carr; Mudde; Acha). Cabe reconocer así dos fenómenos concomitantes que deben ser analizados en su singularidad y en su relación recíproca. Por un lado, el devenir autoritario del neoliberalismo y, por otro, el auge de una nueva derecha radical capaz de ganar elecciones y ejercer el poder político, desplazando así el eje de la política actual hacia coordenadas cada vez más reaccionarias. En lo que refiere al primer aspecto, sin desconocer algunas diferencias empíricas entre distintas etapas y geografías del neoliberalismo, no quisiéramos exagerar las discontinuidades entre un neoliberalismo supuestamente consensual, democrático, globalista, abierto, multicultural, plural y progresista y este nuevo neoliberalismo reaccionario (Fraser & Sunkara), pues daría lugar a una periodización predominantemente eurocéntrica (Ryan) o atlántica.
En efecto, plantear la existencia de un autoritarismo neoliberal como una novedad absoluta equivaldría a desconocer, al menos, sus violentos orígenes políticos en las dictaduras genocidas del cono sur, en los programas de ajuste estructural impuestos mediante el chantaje de la deuda a países de América Latina y África, en los shocks privatizadores de los países ex socialistas (Klein), no solo de Europa sino también de Asia y en el “populismo autoritario” (Hall) de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, los cuales, según el propio Davies, han sido las figuras centrales de la etapa combativa del neoliberalismo (Davies). Incluso supondría olvidar las raíces imperialistas de los dispositivos de poder financieros, biopolíticos y disciplinarios que tuvieron sus orígenes en la dominación de los pueblos colonizados (Alliez y Lazzarato; Lazzarato; Mbembe) y la realidad persistente de la acumulación por desposesión (Harvey).
Por lo que respecta al auge de nuevas derechas, diferenciaremos, en el campo de la ultraderecha (Mudde; Acha), a la extrema derecha, con poca relevancia a nivel electoral, de la derecha radical, que es la que mejor ha sabido capitalizar el descontento popular en diversos países frente a la crisis generada por el propio neoliberalismo autoritario e incluso frente a experiencias de izquierda que han sido derrotadas, como la llamada “marea rosa” latinoamericana o la coalición de Syriza en Grecia. En ese marco, distinguiremos entre derechas radicales nacional-liberales o neoliberales autoritarios, que rechazan a las instituciones globales por considerarlas un estorbo de burocracias socializantes para el desarrollo del capitalismo nacional, y una derecha social-identitaria, crítica de las políticas de austeridad recomendadas por la governance neoliberal, y que promete una defensa de los derechos sociales de los trabajadores nacionales y de los valores tradicionales, excluyendo a los inmigrantes.
Ahora bien, si aceptamos que el capitalismo financiero sigue siendo el modo de acumulación predilecto y que la razón neoliberal establece las normas que rigen nuestras conductas, deberemos insistir en la distinción entre las políticas de estas nuevas derechas, signadas por una defensa de las jerarquías de raza, clase, género y nación, y el autoritarismo y la violencia inherentes a la propia racionalidad neoliberal. Esta busca transformar a los seres humanos en agentes económicos en permanente competencia. Sin embargo, a diferencia de cuanto afirman ciertas teorías del capital humano, el homo oeconomicus nunca puede ser del todo desantropologizado, en la medida en que se mantienen jerarquías raciales, nacionales y sexuales entre quienes pueden ser empleados y quienes deben descartarse y entre quienes pueden autogobernarse y quienes deben ser gobernados (Cornelissen; Elyachar; Salzinger). En lo que sigue, buscaremos profundizar en estas distinciones analíticas para comprender no solo las continuidades y rupturas al interior del capitalismo neoliberal sino también de qué manera caracterizar a las nuevas derechas”.
NEOLIBERALISMO Y AUTORITARISMO
“Si bien el concepto de neoliberalismo autoritario comienza a circular en las ciencias sociales en especial a partir de la crisis global del 2007, también sirve para marcar una continuidad profunda con las raíces mismas del proyecto neoliberal y con su materialización política. Por supuesto, el neoliberalismo podría ser interrogado como una simple teoría de la economía, o como una teoría económica de la sociedad y la política que entiende defender la libertad del ser humano a partir de garantizar la competencia en el mercado y evitar la intromisión del Estado en la planificación económica o la redistribución de la riqueza.
La pregunta que surge inmediatamente es: si en teoría el (neo)liberalismo tiene como objetivo último producir espacios de libertad para la toma de decisiones, ¿cómo es posible que se vuelva cada vez más autoritario? ¿Esa libertad es en su materialidad la misma para todos? ¿Es lo mismo ser un trabajador asalariado que uno precarizado, migrante, racializado, feminizado, etc.? Teniendo en cuenta estas tensiones entre lo formal y lo material hay quienes, parodiando la vieja tensión entre las egregias teorías socialistas y sus decepcionantes materializaciones históricas, han marcado una diferencia entre neoliberalismo realmente existente y las utopías del libre mercado. Más allá de que el neoliberalismo nunca se planteó en dichos términos, con esa separación la teoría parece quedar inmaculada, puesto que nunca fue realmente puesta en práctica. Así, las ideas no se ven contaminadas por la violencia que supuso la implementación de las políticas neoliberales y el fracaso de sus predicciones en cuanto al crecimiento económico y el bienestar colectivo.
En el extremo opuesto se sitúan quienes hacen de la realidad un simple reflejo de las ideas. En ese marco, quienes defienden el ideario neoliberal sostienen que la idea comunista es la que está en la base de los crímenes de los totalitarismos socialistas del siglo XX y que la búsqueda de la igualdad, la justicia social o incluso la planificación económica lleva siempre al totalitarismo. Mutatis mutandis, quienes se oponen al capitalismo neoliberal podrán decir que toda forma de sociedad basada en la competencia y en el individualismo propietario llevarán necesariamente a un darwinismo social y a una ruptura del lazo social que será colmada por una violencia cada vez mayor.
Estas simplificaciones pueden evitarse considerando conjuntamente al neoliberalismo como “colectivo de pensamiento” y los procesos de neoliberalización, puesto que, si por un lado, los teóricos neoliberales se opusieron a los regímenes totalitarios de la década de 1930, sus teóricos promovieron una visión elitista y antidemocrática de la sociedad y bendijeron, más tarde, regímenes autoritarios y genocidas como las dictaduras de Chile, Brasil y Argentina. En ese marco, cuando hablamos de neoliberalismo autoritario tenemos presentes las propias reflexiones, preferencias e intervenciones de quienes se pensaban a sí mismos como defensores de la libertad —principalmente económica— frente al socialismo, el keynesianismo y el estado de bienestar y que, para ello, no dudaban en poner límites a la soberanía popular.
Este es el caso de los ordoliberales como Walter Eucken, Wilhelm Röpke, y Alexander Rüstow, que abogaban por un Estado fuerte que garantizara el funcionamiento del mercado y que, hacia el final de la república de Weimar, estaban de acuerdo con la crítica del pluralismo democrático realizada por Carl Schmitt. Para Rüstow, el Estado fuerte debía permanecer aislado de la dinámica erosiva de la democracia de masas. En los años sucesivos, estos autores van a defender la concepción de un Estado autoritario y jerárquico en oposición al totalitarismo/ colectivismo. En un sentido similar, el austriaco Friedrich Hayek distinguía a la democracia, como método de producción de leyes, del liberalismo, como una doctrina sobre lo que la ley debería ser. Así, el liberalismo se opone al totalitarismo y la democracia al autoritarismo.
Así como la democracia puede conducir al totalitarismo, pueden existir regímenes autoritarios e incluso dictatoriales que sean liberales. “El liberalismo […] se preocupa principalmente de la limitación del poder coactivo de todos los gobiernos, sean democráticos o no, mientras el demócrata dogmático sólo reconoce un límite al gobierno: la opinión mayoritaria. La diferencia entre los dos ideales aparece más claramente si consideramos sus oponentes. A la democracia se opone el gobierno autoritario; al liberalismo se opone el totalitarismo. Ninguno de los dos sistemas excluye necesariamente al opuesto. Una democracia puede muy bien esgrimir poderes totalitarios, y es concebible que un gobierno autoritario actúe sobre la base de principios liberales” (Hayek). Por lo demás, Hayek señala la incompatibilidad entre una democracia ilimitada y el funcionamiento del mercado. Por eso se debe garantizar que el proceso político sea manejado por élites con visiones neoliberales con mínima posibilidad de control popular y elección democrática. Esto debería incluir medidas constitucionales que eviten resultados socialdemócratas en el plano impositivo y la extensión de la democracia al ámbito económico.
Un espíritu similar, aunque mucho menos enfocado en el aspecto institucional, encontramos en Milton y Rose Friedman, quienes sostienen que se deben limitar los impuestos y el gasto, prohibir las políticas keynesianas, constitucionalizar el monetarismo, y prohibir medidas regulatorias que desafíen los flujos económicos internacionales. En ese sentido, la economía política neoliberal es impensable sin su objetivo de destronar a la política. Tanto Hayek como Friedman y James Buchanan reafirmaron estas convicciones cuando prestaron apoyo a dictaduras liberales como la de Pinochet, que representó un experimento crucial para el neoliberalismo global. De hecho, Friedman también estaba fascinado con la performance económica de Hong Kong, un Estado no democrático que tuvo un gran éxito económico debido, según el autor, a no involucrar políticas redistributivas como lo hacían Inglaterra, Estados Unidos o Israel.
Otro tema donde pensadores neoliberales claves muestran una concepción autoritaria refiere al racismo y la inmigración. En cuanto a lo primero, dichos intelectuales se oponían a la descolonización ya que consideraban, en base a presupuestos racializados, que las poblaciones subdesarrolladas del tercer mundo carecían de la madurez necesaria para autogobernarse. Por ejemplo, en los sesenta, Röpke defiende el Apartheid al sostener que los “negros de Sudáfrica no son solo personas de una raza completamente diferente, sino que al mismo tiempo pertenecen a un tipo y nivel de civilización completamente diferente”. Para el alemán, estos dos factores, raza y subdesarrollo, estaban íntimamente conectados.
Por lo que respecta a la inmigración, en 1950 Röpke defiende el derecho de los países a controlar los flujos migratorios, no solo en función de sus necesidades económicas, sino también de su raza y cultura. En una afirmación que podría ser suscrita por las ultraderechas actuales, señalaba que las naciones tienen un derecho esencial a salvaguardar a sus poblaciones de inmigrantes “que pueden amenazarlas por sus cualidades… o incluso por su cantidad”. La inmigración de trabajadores debe ser controlada cualitativamente para cuidar el patrimonio espiritual y biológico, la tradición política, el carácter etnolingüístico y la estructura social del país.
Como vemos, el propio pensamiento neoliberal contiene elementos autoritarios y antidemocráticos, ya que una parte de sus defensores consideran que las jerarquías raciales, culturales, de clase, etc. son inamovibles y que para poder instaurar el libre mercado es necesario un gobierno de expertos que se oponga a los caprichos de las mayorías, lo cual hace preferible una dictadura liberal a una democracia iliberal. Como señala Biebricher, el vínculo entre neoliberalismo y autoritarismo surge en gran medida de los propios presupuestos teóricos del neoliberalismo, donde las condiciones de la democracia realmente existente se describen de modo tal que “[…] no hay forma de concebir la transición hacia un estado de cosas más neoliberal, a menos que sea a través de actores extraordinarios y condiciones excepcionales […] Para decirlo de otra manera, el pensamiento neoliberal inadvertidamente llega a anhelar actores políticos autoritarios que se pintan a sí mismos como destructores del status quo establecido. Solo ellos pueden cortar el nudo gordiano de la democracia de masas y disolver los triángulos de hierro que encadenan cualquier tipo de dinámica transformacional para mejor”.
11/09/2024 a las 11:06 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Jubilaciones: el Gobierno jugó negociaciones al límite para salvar el veto, pero sigue cerrado en su círculo
Eduardo Aulicino
Infobae
11 de Septiembre, 2024
Con diferencia de pocas horas, el Gobierno mostró el tejido de negociaciones a la carrera para una batalla política de fondo en Diputados y, a la vez, expuso la cerrazón de su círculo como ejercicio de poder. Hubo tratativas visibles con aliados -en primer lugar, el PRO- y fragmentos de la UCR para sostener el veto a la ley jubilatoria, además de contactos con gobernadores que podrían tener efecto menor aunque sensible en filas peronistas y de espacios provinciales. Junto a ese dato, trascendió el rechazo inicial a la demanda reiterada por algunos de esos interlocutores para que sea revertido el decreto que limita la ley de acceso a la información pública.
El estado de necesidad del oficialismo, frente al previsible panorama de nuevas derrotas legislativas, no repara en gestos que de hecho provocan reproches incluso en sus filas. Un ejemplo: la foto de Javier Milei con cinco diputados radicales -podrían sumarse dos o tres a la hora de votar o ausentarse- fue evaluada de mínima como desproporcionada dentro del PRO, en contraste con su aporte numérico y en alerta por posibles gestos posteriores. No es lo único. Existe malestar de arrastre entre gobernadores de diferente origen -los que siguen presentándose como JxC, peronistas dialoguistas y provinciales, sobre todo del Sur-, que se sienten desatendidos y son requeridos ahora frente a las urgencias del Congreso.
El inestable terreno legislativo aporta a esa mezcla de sobresaltos y respiros que vive el oficialismo cada semana, después de las virtuales vacaciones de invierno. Junto al recuento de votos para este miércoles en Diputados, el foco estaba puesto también en el Senado, convocado para el jueves, pero fuentes de UxP, LLA y provinciales daban anoche por virtualmente caída la sesión.
La Cámara alta ya había postergado el tratamiento de dos temas con posible desenlace de derrota para el oficialismo: el proyecto de financiamiento de universidades nacionales y el rechazo al DNU de los fondos para la SIDE. A cambio, se decía, podría avanzar la iniciativa sobre la Boleta Única de Papel. Las cuentas no asomarían tan claras. Habría alguna fisura en la bancada de la UCR sobre la reforma electoral -empujada junto a la LLA- y el peronismo/kirchnerismo no estaría en condiciones de garantizar número, al menos este jueves, para los otros dos temas.
De ser finalmente así, se postergaría en el ámbito de Victoria Villarruel uno de los puntos de mayor tensión política de esta semana. El otro, se ha dicho, está en Diputados, en el recinto y en la calle, por la movilización que motorizan organizaciones sociales y franjas sindicales más vinculadas al kirchnerismo, con su correlato de fisuras en la CGT.
Pero no sólo se trata de lo que ocurra hoy con la ley de movilidad jubilatoria. También los pasos previos son significativos. El Gobierno mantuvo dos encuentros seguidos con el PRO y otros espacios allegados. Por supuesto, fue una respuesta al extendido malestar por el modo de actuar del Presidente y su entorno, que oscilan entre el espasmo coyuntural en el Congreso, agudizado después de derrotas, y el destrato. Es decir, la carencia de un sistema de acuerdos. Se lo acaban de exponer sus aliados en las dos citas en la Casa Rosada, la última encabezada por Karina Milei, mientras se repone Guillermo Francos. Se verá si finalmente se pone en funcionamiento algo así como un mecanismo político más o menos estable.
Por lo pronto, el otro tema que surgió en las dos reuniones, además del veto presidencial, es el reclamo de una rectificación del decreto que limita la ley de acceso a la información pública. Surgió entonces un compromiso de reuniones más bien reservadas entre legisladores que conocen y participaron de la redacción de la ley -incluidos radicales y de la CC- y funcionarios del área específica. El primer encuentro no anotó avance alguno. “Están cerrados en su posición”, fue el resumen inicial de quienes consideran un retroceso la medida oficial y creen, para completar, que es puro costo para el Ejecutivo.
Como se ve, en sus negociaciones al límite, el Gobierno alimenta mensajes contradictorios. No es nuevo: los jefes provinciales, como quedó a la vista en un documento de compromiso después de renovar autoridades del CFI, demandan concretar o cumplir con lo expuesto en diversas tratativas. El tema repetido es el traspaso de obras públicas. Pero aún así, el oficialismo anota algunos avances y lo hace caminando en el terreno de la fragmentación opositora.
Para el capítulo de las jubilaciones, y fuera de la articulación con aliados, coronó las conversaciones que venía sosteniendo con media docena de diputados radicales. Eso agudiza las internas en el bloque que preside Rodrigo de Loredo, que podrían terminar en fractura y cuya onda expansiva impacta en la conducción partidaria. Menos ruidosos, algunos cambios de posición o ausencias podrían expresarse en otros espacios. Y no se descarta alguna diagonal que reponga el debate sobre el modo de compensar la pérdida de alrededor de 8 puntos porcentuales por el empalme entre el anterior sistema de movilidad jubilatoria y el que rige por decreto, atado a la inflación.
El Gobierno espera este miércoles con la mirada puesta también en la difusión del IPC de agosto. Ese dato, que según consultoras privadas podría estar apenas por debajo del 4%, es central para Milei en términos económicos y también políticos. Va de la mano con otros registros que aparecen cada vez más en la exposición directa o indirecta -sobre todo, redes sociales- del oficialismo.
En estos días, destacan un salto positivo de indicadores de la industria y la construcción, en la comparación entre julio y junio, todavía con fuerte caída en el registro interanual. También, informes de los bancos locales sobre crecimiento del crédito al sector privado y relevamientos propios de cierto freno a la destrucción de empleo. No faltan sobreactuaciones con efecto claramente adverso, como los referidos a la situación de ingresos o el nivel de haberes jubilatorios.
El Congreso, de todos modos, va a seguir amplificando debates. Y en el listado que sigue, un renglón destacado será para el Presupuesto. Milei se apresta a cumplir en fecha con el envío del proyecto: un buen dato, siempre. Y se prepara para una gran puesta en escena: el domingo que viene, a la noche, lo hará personalmente en la Cámara de Diputados. Otra vez entrarán en juego la atención a los socios legislativos, el tendido de puentes en el archipiélago opositor y los contactos con gobernadores. Se reeditará la tensión entre las necesidades y la cerrazón del círculo de Olivos.
11/09/2024 a las 11:12 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei, la síntesis de las dos vertientes más exitosas del peronismo
Luciana Vázquez
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
10/9/024
La llegada de Javier Milei al centro de la vida política viene generando una oportunidad impensada: la desregulación del régimen del sentido común. Desde el desembarco de Milei, todo lo sólido del ideario kirchnerista y del progresismo cooptado por el kirchnerismo se disuelve en el aire. O, al menos, queda en igualdad de condiciones a la hora de disputar la legitimidad. Los últimos días ofrecen pruebas claras de ese fenómeno: la polémica en torno a la reaparición pública de Mario Firmenich, liderada por la voz de Victoria Villarruel y Patricia Bullrich, o a la intervención de la Universidad de las Madres, decidida sin contemplaciones desde el ministerio de Capital Humano, son las últimas perlas de esa saga desregulatoria de las verdades aceptadas. Las palabras del mismo Milei, en el encuentro del Foro de Madrid en el Palacio de la Libertad el jueves, intensifican ese efecto de desregular todo lo concebido hasta el momento. Fue con munición gruesa contra “el centrismo bien pensante que lo único que logra es que el zurderío nos lleve por delante”, dijo, entre otras tantas cosas.
Las vacas sagradas de los costados iliberales del kirchnerismo, y no sólo del kirchnerismo, desplazadas a codazos libertarios. En su dimensión más constructiva, la Argentina bajo Milei podría resultar una oportunidad para resetear la matriz conceptual del argentino promedio no sólo en temas macroeconómicos. La calidad republicana y el reingreso del concepto de libertad de alcance amplio, de los económico a lo institucional y social, como ejes del nuevo proyecto político y vital. Pero esa desregulación simbólica empieza a encontrarse con varios límites.
Se trata de un lado B que se viene intensificando y que opera en el sentido directamente opuesto a desregular: la voluntad de Milei de controlar la palabra pública. Es decir, una disposición política que lo hermana directamente con el kirchnerismo y su intervención decidida en la planificación centralizada de la conversación social. Las herramientas para lograrlo son distintas porque los tiempos que corren son distintos, pero el tono político es similar.
Del kirchnerismo de Néstor y Cristina Kirchner al menemismo, Milei empieza a definir sus bordes como la síntesis más acabada de las dos vertientes peronistas más exitosas de los últimos cuarenta años. No es casual. Hay un porqué. Y Santiago Caputo es clave en esa estrategia: el asesor estrella de Milei es el que más piensa en el proyecto mileísta como un proyecto de poder antes que como proyecto de nación. Sobre la mesa del poder, precisamente, hay dos manuales de enorme efectividad. De un lado, el manual menemista que le garantizó a Menem convertirse en el candidato único del peronismo a fines de los ‘80 y luego, en presidente durante una década. La recuperación del ideario menemista por parte de Milei y su éxito en el balotaje es prueba de la vigencia estructural de esa opción argentina. La memoria de la Convertibilidad es una prueba material de una lógica económica que los votantes recuerdan, aunque no entiendan del todo. Con el eslogan anticasta y anti emisión inflacionaria, Milei lo hizo todo.
Del otro lado, está el manual kirchnerista, con idéntica efectividad. Aseguró la continuidad del proyecto de Néstor Kirchner, después de su presidencia, en los dos gobiernos sucesivos de Cristina y después de una dura derrota, la recuperación del poder en el gobierno de Alberto Fernández y en el presente, la centralidad de una Cristina Kirchner. La expresidenta no tiene reemplazo a la hora de funcionar como némesis de Milei pero con una lógica parecida. Hay más distancia entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri que entre Milei y la expresidenta. Mientras que en 2015, Cristina Fernández mostró su condena a Macri negándose a cumplir su papel institucional en el traspaso de poder, en la asunción de Milei operó convencida de su rol de vicepresidenta anfitriona en el Congreso. Las escenas de diálogo distendido entre Cristina Kirchner y Milei en el recinto van en ese sentido.
El mileísmo también se funde con el menemismo y el kirchnerismo en la concepción de pacto político de cúpulas en temas de justicia.
El manual macrista, al contrario, es un ejemplo para Milei de una promesa incumplida. Un fracaso político por la brevedad de esa experiencia, una muestra de la incapacidad de calar hondo como visión del mundo y quedar fuera de juego al menor desafío de la alternancia presidencial. El hecho de que Macri no pudo renovar su mandato es un dato político central para Milei, su hermana Karina y el joven Caputo. La decisión de Macri de mantener los recursos simbólicos del Estado casi al margen del debate público y dejarlo librado a la libre competencia de las ideas es una lección que el mileísmo ve con atención: para los libertarios, ese buenismo de mercado político atentó contra el proyecto de poder de Macri, entre otras cosas.
La voluntad de opacidad y de discrecionalidad mileísta opuesta a la búsqueda de mayor transparencia que definió al antikirchnerismo tradicional de Pro y Juntos por el Cambio no es nueva. Tuvo su debut el día de la asunción presidencial de Milei cuando la jura de ministros se hizo a puertas cerradas y el concierto del Teatro Colón no se transmitieron para el público en general. Indicios de un modus operandi que viene subiendo de tono.
En su marcha hacia la construcción de un poder con chances de continuidad, Milei se vuelve no sólo bilingüe: se vuelve un políglota de la política y recurre a lenguas prestadas. La lengua de un liberalismo extremo, que llega al anarcocapitalismo, para dar su visión sobre la economía y el rol del Estado: un hijo pródigo de Menem que eleva su legado político económico a la enésima potencia.
Para los asuntos lejanos a la economía, apela a otras lenguas. Ya se vio en 2023, cuando en el debate presidencial de octubre, recuperó la lengua del Proceso, inspirado sin dudas en Villarruel, para referirse a la violencia de Estado de los ‘70 y habló de “excesos” para hablar de los crímenes de lesa humanidad. Fue una novedad en su discurso político que luego no retomó.
En política, redujo su vocabulario a la consigna anticasta. Pero desde hace meses la viene ampliando hacia una batalla por la circulación de las opiniones y las ideas, muy centrada en sus ataques al periodismo. En ese caso, recurre a la lengua de otro espécimen arquetípico del menemismo histórico, el actual procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, exministro de Justicia de Menem y antes, miembro de la Corte Suprema en los años menemistas de la cuestionada “mayoría automática”. La ampliación de la Corte que busca Milei hoy trae suspicacias que remiten a aquella Corte de Barra, que le aprobaba todo a Menem.
En la restricción del acceso a la información pública se lee entre líneas el espíritu de Barra. El decreto de Milei incorpora la noción de “buena fe” que debe cumplir un pedido de información pública y las consecuencias judiciales de la “violación de la buena fe”, además de restringir la noción de “información pública”, privilegiando la vida privada de los funcionarios. En 1996, el proyecto de Barra de Ley Mordaza pretendió domesticar al periodismo crítico de Menem ampliando las penas por calumnias e injurias. “Calumnias” es una de las críticas más usuales que Milei le hace al periodismo. El Barra de los ‘90 también intentó blindar al poder con una ley anticorrupción que prohibía publicar las declaraciones juradas de los funcionarios públicos.
Está claro que Milei no va a perder elecciones ni por Ariel Lijo ni por su pacto con el kirchnerismo para aumentar los miembros de la Corte y por la limitación del acceso a la información pública. Como no perdió Menem por las denuncias de corrupción. Ni el kirchnerismo en cuatro elecciones, después de convertirse en un gobierno de opacidad serial, con la corrupción como rasgo identitario de su forma de hacer política. Esos manuales de poder blindaron a sus protagonistas.
Pero el Gobierno de Milei tiene un problema. Si Milei quiere dejar una Argentina que se dirija hacia el progreso libre de manera imparable y sostenida, cualquier institucionalidad atada a la discrecionalidad de un gobernante se convierte en algún momento en un obstáculo para ese camino. Por ejemplo, cuando las dificultades para que la economía responda a las expectativas de la gente empiezan a jugar políticas. Cuando la espuma de la opinión pública pasa, y a la larga siempre pasa, la alternancia resuelve la cuestión. Lo que dura en los países más sólidos de la región es la normalidad y la racionalidad no sólo económica sino también institucional.
11/09/2024 a las 11:17 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei, una pieza en el ajedrez de Cristina Kirchner
Carlos Pagni
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
10/9/024
Por debajo de los avatares de la política, de las discusiones y los problemas, va transcurriendo la transformación de un país que cambia de fisonomía. Lo hace, muchas veces, sin que ese cambio sea advertido por nosotros mismos. Es una mutación en cámara lenta que se consolida con el descenso de la inflación. Algunas encuestas registran los datos de esta transformación que, cuando uno la advierte, se vuelve sorprendente.
Un trabajo de Hugo Haime, un encuestador prestigioso y tradicional, muestra cómo percibe la gente el nivel social al que pertenece. Observa un cambio de largo alcance. Compara el 2002, que tiene como hito la salida de la convertibilidad, con el 2024. Hace 22 años atrás, 2,4% de las personas se consideraba de nivel alto. Actualmente, menos de la mitad se ve de esa manera: el 1,1%. Con respecto al nivel medio, estaba compuesto por el 35,2% de los encuestados en 2002. Hoy representa al 24,8%. Si nos detenemos en el nivel bajo medio, conformado por un público muy ligado a Milei, estaba conformado por el 38,7% hace dos décadas. Ahora alcanza al 33,6% de las personas. Sin embargo, la gran novedad se encuentra debajo de estos niveles: ¿Quién se considera pobre? En el 2002 era el 23,6%. En el 2024 el 40,5%. Cabe destacar que ambos fueron años en los que había crisis.
Otra encuesta, esta vez de Isonomía, compara los mismos datos, pero comprendidos en 2011 y 2024. En el 2011, el 70% representaba a quienes querían vivir en un país donde la mayor parte de las cosas las hace el Estado por sobre el privado. Fue el año en el que Cristina Kirchner ganó por el 54% de los votos. Hoy, en 2024, sólo el 42% quiere residir en una Argentina que sea estadocéntrica. Hay un cambio de sensibilidad respecto del Estado. “¿Cree que el Estado es más ineficiente que el privado?”, es otra de las preguntas que plantea el estudio. Para ambos casos, sí. Hace 13 años atrás, el 69% coincidía con aquella afirmación. Actualmente, solo bajó un punto y se encuentra en 68%. En relación a la percepción de la ciudadanía respecto de su nivel social, en 2011 el 70% se incluía dentro de las clase media. Ahora solo el 35%. El fenómeno inverso y llamativo, que hace juego con la labor de Hugo Haime, ocurre para con la clase baja. En 2011 representaba al 29% y hoy está conformado por el 63% de los encuestados.
Un gráfico producido por Casa Tres de Mora Jozami completa el panorama. “¿Tenés mejor, igual o peor presente económico?”, es el interrogante que plantea el estudio. En la clase baja, el 14% se siente mejor, mientras que en la clase alta asciende a 31%. En la clase baja, el 55% se siente peor mientras que en la clase alta desciende a 33%. La percepción de mejora social solo se da en los ricos, en los sectores más altos de la sociedad. Los sectores más bajos tienen una sensación de pendiente. La vieja promesa argentina de la movilidad social ascendente se ve traicionada en aquellos que más la necesitan.
Si hacemos énfasis en la coyuntura argentina, una encuesta de la consultora Mide de Gonzalo de Janin permite vislumbrar las prioridades que hay en la cabeza de la gente en este momento. Respecto a cuál es la principal preocupación a nivel país, un 25% dijo que es la pobreza. Le siguen la inflación (14%), inseguridad (10%) y la desocupación (10%). Es el cuarto mes consecutivo en el que se observa un desplazamiento en la preocupación de los argentinos. La pobreza reemplazó a la inflación. Es un dato importante para la posterior evaluación política de lo que pase con la oposición de acá hasta las elecciones.
Un último trabajo de Mora Jozami para Casa Tres analiza la percepción de la caída de la inflación en función al nivel socioeconómico. En promedio, si se toman los datos obtenidos de los encuestados de clases bajas, medias y altas, entre abril y agosto, quienes creían que la inflación había bajado pasaron de ser el 45% al 27%. Hubo una especie de pérdida de noción. Individualmente, los que perciben una mayor baja de la inflación son los más ricos, en un 49% en agosto. En el mismo mes, los más pobres lo ven en un 22%. Pareciera que los beneficios de la estabilización económica son más percibidos por ricos que por pobres. Tal y como apunta Juan Carlos Torre en su libro sobre la experiencia económica de Juan Sorrouille, “Una temporada en el quinto piso”, cuando se estabiliza la economía y la inflación baja, a la sociedad se le saca una foto y cada uno sabe en qué lugar quedó. Eso, para mucha gente, es frustrante. Se le asigna un estrato distinto y peor del que suponía y estaba en la carrera de los precios y salarios.
En relación a cómo es percibida la gestión del presidente Javier Milei, otro trabajo que condujo Haime vislumbra una caída en la aprobación, que se empieza a producir en abril, donde es menor que la desaprobación. Pasó de 52% en diciembre a 42% en agosto. La desaprobación, por su parte, subió de 39% a 56%. La encuesta exhibe asimismo las temáticas que caracterizan la evolución de la evolución pública. La desaprobación fue mayor con la marcha universitaria, los problemas con los comedores comunitarios, la aprobación de la Ley Bases, suba del dólar y derrotas del Gobierno en el Congreso. Aún cuando el Presidente se encuentra todavía en una buena situación, ya que tiene un 42% de aprobación tras nueve meses de Gobierno, las preferencias empiezan a cambiar. Habrá que ver si esta mutación tiene vínculo alguno con el desplazamiento de las cuestiones sociales por la inflación en la cabeza de la gente.
Todo esto vuelve más ansiosos a los ciudadanos que aguardan por la reactivación. La administración Milei continúa apostando por la baja de la inflación como bandera central, inclusive para ganar las elecciones. Esto lleva a que en el equipo económico comiencen a pensar en que la liberación del mercado de cambio se adoptará después de los comicios por el miedo a que una devaluación o quita del cepo termine afectado esa conquista.
Este lunes, Pablo Gerchunoff posteó en la red social X que, si hay expansión del crédito y apreciación cambiaria, debería registrarse “inevitablemente” una reactivación. Esta reactivación sin embargo obliga a mayor demanda de dólares, consumo y producción, lo que implica también una mayor importación de bienes, insumos y presión sobre las reservas del Banco Central, todo en un Gobierno que decide intervenir el mercado cambiario pero no la política comercial. Un detalle sutil pero crucial. Si comparamos con Massa, hablamos de un mercado de cambios intervenido y la cuotificación de las importaciones. Por el contrario, hoy tenemos un mercado de cambios intervenido y una liberalización de las importaciones. Esto último es obra de Pablo Lavigne, que está al frente de la política comercial del Gobierno y decide no restringir las importaciones. Por lo tanto, la presión sobre el dólar no obedece únicamente a una reactivación eventual de la economía sino también a la liberalización comercial. ¿Puede generar un problema en el mercado de cambios y forzar una devaluación no querida? Es la pregunta del millón. Nadie sabe contestarla. Están los que dicen que es un disparate. Entre ellos, economistas como Juan Carlos de Pablo y Ricardo Arriazu, que sostienen como positiva la política del Gobierno y ven un horizonte mucho más despejado hacia adelante en materia cambiaria.
Este es el contexto general de un oficialismo eufórico. El Presidente elogió a todo su equipo en Mendoza. Faltó en realidad mencionar a un miembro del equipo económico, que no mereció ninguna referencia por parte de Milei: José Luis Daza. Es un tanto irónico ya que se anunció que se sumaría al Gobierno hace más de 15 días y todavía no está firmado el decreto de incorporación. Daza es un prestigioso economista nacido en la Argentina y criado en Chile, con gran desarrollo en Wall Street. Tiene intención de unirse al Gobierno porque ve en la política de Milei un mérito de carácter internacional. Luis Caputo lo convocó pero nada pasó. Y el mandatario no lo mencionó. ¿Habrá algún problema del Presidente con las ideas de Daza? Todavía no lo sabemos. Sería bueno que no sea así.
Con este telón de fondo aparece también el debate político entre Cristina Kirchner y Javier Milei. ¿Qué significa para la política de Milei y para un peronismo que está en una ebullición controlada, con atisbos de reemplazos y de desafíos a su configuración tradicional? En pos de analizar esta discusión, primero hay que recordar el esquema en forma de cuadrilátero que suele plantear entre sus amigos el ideólogo político de este Gobierno, Santiago Caputo. El “Mago del Kremlin” dice que hay, por un lado, dos figuras que son antagónicas: Javier Milei y Cristina Kirchner. “Esa debe ser la polarización permanente. Son dos modelos de país. Son dos proyectos políticos que piensan, cada uno a su modo, en un destino saludable para la Argentina”, plantea. En los otros dos vértices están Mauricio Macri y Sergio Massa, en los que él ve sujetos políticos que agotan su proyecto en especulaciones personales. Este esquema coincide “secretamente” con la visión que tiene el Gobierno sobre el mapa político, con una aspiración adicional permanente: “La casta acá y nosotros allá. Y dentro de la casta, cada vez más menciones a los periodistas”.
¿Cuándo aparece la polémica entre Milei y Cristina Kirchner? En un momento en el que sucedía algo muy novedoso: una especie de despolarización. Algo rarísimo e inconcebible hace un año.
En la Cámara de Diputados, y veremos si no se repite en la de Senadores, se votó el DNU que asigna fondos especiales a la SIDE por US$100 millones, un decreto muy polémico para un gobierno que dice no tener fondos. En Diputados, votaron juntos el PRO y el kirchnerismo. Uno podría decir Macri-Cristina. Y no hubo un escándalo. No se produjo una crisis interna, especialmente en el PRO, por haber votado contra Milei junto a la bancada de Unión por la Patria.
Daría la impresión de que, o el kirchnerismo parece más tolerable para una parte de la sociedad, o parece, probablemente, más inofensivo, lo que lo vuelve más aceptable. Está como eclipsado, en una especie de crepúsculo, cuya duración veremos. Esta posibilidad de convergencia, que también se dio entre el radicalismo y el kirchnerismo para votar la reforma de la fórmula de ajuste jubilatorio (vetada por el Presidente), entre eventuales aliados del Gobierno y la bancada de Cristina Kirchner, es un problema enorme para Milei. Si esa composición se repite sistemáticamente, significa que el rumbo de la política, especialmente en lo fiscal, lo marcará una oposición que incluye al kirchnerismo. Es decir, una oposición que no tiene una fuerte conciencia de la restricción presupuestaria, que es el objetivo principal de La Libertad Avanza.
Por lo tanto, polarizar con Cristina nuevamente sería una forma de quebrar estas composiciones adversas para el Gobierno. Muy probablemente, esto sea un objetivo central en la cabeza del equipo político del Gobierno, expresado a través de esta discusión entre Milei y la expresidenta. Es muy interesante el panorama que se describe sobre la situación política en la Argentina, especialmente en torno a las próximas votaciones en el Senado, como la del DNU de la SIDE y la ley de estabilidad fiscal para las universidades. Ambos temas parecen continuar con esa tendencia de convergencias inesperadas entre sectores, como radicales y kirchneristas, lo cual sugiere que la dinámica política está en un estado de cambio.
Hay que recordar que vienen votaciones importantes en el Senado. Se va a votar el DNU de la SIDE, si el Senado lo rechaza de la misma forma que lo hizo la Cámara de Diputados, sería un precedente significativo, pues sería la primera vez que ambas cámaras rechazan un DNU presidencial. Este desenlace pondría en jaque una de las herramientas de poder del Ejecutivo y podría señalar un nuevo nivel de resistencia o control sobre los poderes que hasta ahora no se habían visto. Además, se votará la ley de estabilidad fiscal para las universidades, que consolida los ingresos de estas instituciones, y donde convergen, por ejemplo, radicales y kirchneristas.
Todo esto sucede en un momento interesante, donde Milei exhibe una gran exaltación autocelebratoria: “Soy una de las personas más importantes del planeta junto con Donald Trump”, “Los que me miran y me critican son ratas que miran a un gigante”. Esa exaltación de la personalidad de Milei, casi megalómana, coincide con un momento en el que parece que se está moviendo el piso de La Libertad Avanza. Hay problemas con Macri y el macrismo en el bloque de Diputados y en el de Senadores, que quedó reducido a seis. Se dieron el lujo de expulsar a Francisco Paoltroni, pero no pudieron o no quisieron hacer lo mismo con Bartolomé Abdala. Los criterios son confusos. Expulsan a Paoltroni por defender una bandera que uno podría decir es la bandera de La Libertad Avanza contra la casta, contra Ariel Lijo, pero mantienen a Abdala pese a llenar su oficina de “ñoquis” destinados a ayudarlo en su campaña para gobernador en la provincia de San Luis. Criterios cruzados, con una escala de valores modificada.
Lo cierto es que hay fisuras en los bloques de La Libertad Avanza en el Congreso, en un momento en el que se suponía que iban a atraer gente de otros bloques, algo que el Presidente y su equipo político piensan hacer si el esquema económico y la política económica les dan los éxitos que creen que van a lograr, especialmente si aparece la reactivación.
Cristina Kirchner está igual que Milei, pensando que la confrontación con el otro abroquela el frente interno. Es lógico que Milei salga a pelear con el otro cuando tiene un problema en su propio frente. A las circunstancias adversas se les suma su disputa, cada vez más evidente, con la vicepresidenta Victoria Villarruel. La expresidenta también tiene que abroquelar su frente y sale a discutir en un terreno que probablemente sea el menos beneficioso para ella, sobre todo con un gobierno que está bajando la inflación, el tema de nuestro tiempo: el terreno económico. Cristina repite su visión de la economía y afirma que el problema de la Argentina no es el fisco, sino que no se generan dólares. Planteos que se alimentan con informes del economista Hernán Letcher y con informes del entorno de Axel Kicillof.
Interesante el planteo de la expresidenta, a quien creo que se la lee superficialmente porque su documento contiene un largo capítulo que uno diría que es autocrítico. O, por lo menos, muestra una discontinuidad con lo que sería su pensamiento tradicional. Si uno mira de cerca, en realidad repite algo que ya mencionó hace unos meses y que pasó sin pena ni gloria. Cristina habla de la necesidad de modificar el régimen de relaciones laborales y de revisar la cuestión del déficit fiscal. Cristina Kirchner, mostrando sensibilidad por el déficit, apunta a algo muy curioso: menciona que hay que observar lo que se llama el gasto tributario, los subsidios, actividades que están exentas. ¿Habla de Tierra del Fuego? Ahí hay una coincidencia extraordinaria entre ella y Milei. A Rubén Cherñajovsky y a Nicky Caputo no se los toca. El régimen de Tierra del Fuego parece sagrado, entre otras cosas, porque los partidos se financian con ese régimen. Pero Cristina sugeriría que habría que tocarlo. El único que sostiene esta idea dentro del Gobierno es Federico Sturzenegger. Está hablando de una nueva política social no clientelista, que refuerce las asignaciones automáticas universales, como si fuera la Asignación Universal por Hijo, en contra de lo que podríamos llamar el Plan TrabajAR o Argentina Trabaja. También menciona una reforma educativa y en el régimen de seguridad. ¿Qué está diciendo? Que para que el peronismo vuelva a ser competitivo, tiene que tener otro programa. Pero si yo soy Alberto Fernández y la estoy mirando por televisión, bien puedo pensar que si me hubiera dejado hacer estas cosas, llevar adelante un programa reformista, probablemente habrían ganado las elecciones. Es un programa posterior a la derrota, o motivado por esta.
Cristina Kirchner tomó la iniciativa antes de que lo hagan otros. Antes de que alguien la desafíe diciendo que fue ella quien los llevó a la derrota, la que condujo al peronismo a una situación complicada, siendo la jefa desde hace 20 años, o al menos desde la muerte de Néstor Kirchner en 2010.
La expresidenta observa a dos personas: a una no tan intensamente, pero a la otra con lupa. La primera es Victoria Villarruel. Inteligente como es, Cristina dice que ahí hay un problema. Lo percibe cuando aparecen peronistas de derecha, como Guillermo Moreno, que afirman que la vicepresidenta es peronista. O, por ejemplo, Sergio Berni, quien dijo que le gustaba Villarruel. También está José Mayans, nada menos que el presidente del bloque de senadores de Unión por la Patria, que en plena sesión dialoga amistosamente con ella en el Senado. Cristina ve que Villarruel, a quien los propios miembros del gobierno hostigan, convirtiéndola en alternativa de este mismo Gobierno, podría, en un escenario aún improbable, convertirse en la figura de una coalición apoyada por sectores del peronismo de derecha. Entiende que esto podría significar un drenaje de votos hacia la derecha.
Quizás estas ideas rondan en la cabeza de la expresidenta. Cristina exagera el rol de Villarruel y asegura que no se sumará a ninguna aventura de juicio político contra Milei, y que apoyará al Presidente hasta las últimas consecuencias porque fue votado por la gente. ¿Existe la idea de un juicio político a Milei con Villarruel como eje? ¿Hay una conspiración alrededor de Villarruel? ¿Cristina lo cree? Lo que es seguro es que Milei lo cree, y ha estado pensando en ello desde hace mucho tiempo. En parte, el ruido con Macri también se vincula con la idea de que el expresidente simpatiza con Villarruel, aunque le atribuyen reuniones que nunca ocurrieron, etc. Hay bastante paranoia, como suele suceder en todo gobierno con un poder muy concentrado. Es un gran negocio llevarle conspiraciones al jefe.
La otra persona a la que Cristina mira, como alguien mucho más amenazante, es nada menos que Axel Kicillof. En la provincia de Buenos Aires aparecieron pintadas que decían “Axel o Milei”. ¿Cómo es eso? ¿No debería ser “Cristina o Milei”? Esa parece una consigna con el espejo retrovisor, mientras que “Axel o Milei” apunta al futuro. ¿Se está hablando ya de la elección presidencial de 2027? En otra pintada se lee “La patria es el otro”. Quien está detrás de estas pintadas es la agrupación de Andrés “Cuervo” Larroque, el principal operador político del gobernador bonaerense.
Esto debe mirarse en combinación con otras jugadas dentro del peronismo que insinúan una renovación que no va directamente contra Cristina Kirchner, pero sí contra La Cámpora. Aquí radica un problema para la exmandataria. Ella es líder de una fuerza política y, al mismo tiempo, madre. Habrá que ver hasta qué punto la maternidad y su rol como “patrona” de La Cámpora, al elegir esta agrupación como su principal instrumento de intervención en la política, no la limita como líder, restándole flexibilidad para dirigir un proceso de renovación dentro del PJ. Porque aparece Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, kirchnerista de pura cepa, militante del Instituto Patria y un alfil de Kicillof en el tablero bonaerense, realizando actos en Quilmes en contra de Mayra Mendoza, y en Lanús en contra de Julián Álvarez. Es decir, está invadiendo, provocando y desafiando a los intendentes de La Cámpora.
En la jefatura del PJ bonaerense está nada menos que Máximo Kirchner, quien convocó a elecciones para discutir nuevamente quién será el presidente del partido el 17 de noviembre. Sin embargo, ahora parece que esas elecciones internas se suspendieron. ¿La Cámpora se siente amenazada? ¿No quieren acelerar el conflicto o que quede en evidencia? Máximo está reconstruyendo su red dentro del peronismo bonaerense. Reapareció en el cumpleaños de Federico Achaval, intendente de Pilar, jefe, socio y amigo de Darío Yenua, secretario de Tecnología y una figura poderosa en este Gobierno, subordinado al “mago del Kremlin”. Yenua fue secretario de Hacienda en el municipio de Pilar, bajo Achaval, el hombre que celebró su cumpleaños con dos amigos a su lado: Máximo Kirchner y Martín Insaurralde.
En una nota de Pablo de León, publicada en el diario Clarín, se contó la reaparición de Insaurralde. Pero lo irónico es quién editó esa página: me gustaría saber si estuvo detrás el astuto, sagaz y mordaz Ricardo Roa. Porque, debajo de la nota donde aparecen juntos Insaurralde y Achaval (ambos vinculados a los juegos de apuestas en la provincia), se puede ver una publicidad en contra de las apuestas que dice: “Si creés que tu hijo apuesta, apostá por el diálogo”.
Hay una disputa por el control del PJ, y eso es lo que está sucediendo. Por eso también Cristina aparece y convierte a Milei en una pieza de su propio ajedrez. Axel Kicillof es candidato a presidente para el 2027, asociado al gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, quien ahora aspira a ser presidente del PJ. El riojano está haciendo actos por todo el país, y en esos actos, como el de Paraná, se ve la participación de figuras cercanas a Cristina, como la diputada Blanca Osuna. En La Rioja, una diputada muy cercana a la expresidenta, Beba Aguirre, también milita, obviamente, junto al gobernador riojano. Hay que observar qué representa Quintela. Es un gobernador que difícilmente el Gobierno pueda captar, ya que es un enemigo acérrimo de los Menem, especialmente desde que los financió y luego dejó de hacerlo.
Este martes, Quintela organizará un acto en la sede histórica del peronismo en la calle Matheu. Pero antes, alguien tendrá que pasar con un plumero a limpiar las telarañas, ya que hace dos años que esa casa no se abre. ¿Le pidieron permiso a Cristina? Aparentemente no. Frente a Quintela está Wado de Pedro, de quien no sabemos si se animará a encabezar el peronismo. Si no lo es él, será alguien cercano, como Vanesa Siley, muy vinculada a temas judiciales y también oriunda de Mercedes. Esa ciudad parece ser una especie de semillero de juristas; allí también están los Mahiques, el boxindanga y sus hijos. De Pedro está en el centro de la operación judicial y aparece negociando con Santiago Caputo y Guillermo Garat, socio de Caputo, quien maneja las relaciones públicas, el marketing y la publicidad, sobre todo en YPF, tratando de resolver el problema de la designación de jueces de la Corte.
En esa negociación, Wado de Pedro es el representante de Cristina, quien desbarató la candidatura de Lijo. En contraposición, aparece Sergio Massa, a quien el exministro del Interior acusó de tener gente dentro del Gobierno. El exministro de Economía jugaba, o sigue jugando, a favor de Lijo. Sin embargo, la operación Lijo parece enfrentar cada vez más obstáculos. El sábado, hubo declaraciones muy importantes de una senadora cercana a Cristina Kirchner, Juliana Di Tullio. Ella dijo: “Nosotros sabemos que Lijo y Mansilla son candidatos del Poder Ejecutivo porque enviaron los pliegos. Según ellos, alguien se los ofreció; Caputo, que no es funcionario del Gobierno. Todo es irregular en esta situación, absolutamente. ¿Ahora resulta que Lorenzetti, un juez de la Corte, es quien le ofrece a Lijo integrar la Corte? Es raro, irregular. Ninguno es funcionario del Gobierno”.
Lo interesante de lo que dice la diputada es que a García Mansilla lo propone alguien que es asesor del Presidente, contratado por su hermana bajo un contrato de locación de servicios: Santiago Caputo, quien maneja dos tercios del Estado. Y señala que a Lijo lo propone un juez de la Corte. Es decir, la Corte se estaría “armando a sí misma”, en contra de cualquier principio republicano.
Esta defensa además viene del kirchnerismo, que agredió tanto estas reglas de división de poderes. Lo cierto es que Cristina Kirchner al decir, como señala Di Tullio, “no votamos candidatos del Gobierno” abre una discusión adicional y compleja en la Cámara de Diputados: la ampliación de la Corte. Es difícil pensar que Milei pueda pactar con Cristina Kirchner en este punto si es que quiere seguir polarizando. Son varios los conflictos que aparecen en esta jugada. También una disputa entre Cristina Kirchner y el senador José Mayans o, más bien, entre Cristina Kirchner y el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, quien es un socio de Lijo. Lo salvó de la causa de The Old Fund. Cristina recibió a Insfrán la semana pasada para saldar estas diferencias.
El armado de la Corte se ha transformado en una especie de arena movediza para el Gobierno y para algunos miembros de la oposición. En el dictamen hay cuatro firmas y otras cuatro más tentativas. Todavía falta una. Guadalupe Tagliaferri, del Pro de la Capital, dice que no firmará en favor de Lijo. ¿Qué hará Martín Lousteau? Está entre la popularidad, los votos porteños o lo que le pida Daniel Angelici o Emiliano Yacobitti. Sobre este último circula una versión insistente: que en una negociación con Santiago Caputo habría asegurado los votos del radicalismo para Lijo, a cambio de que pase sin problemas la ley que garantiza la caja universitaria. Habladurías.
Sigue la tensión alrededor de Lijo. Un pacto entre Cristina Kirchner y Javier Milei es cada vez más difícil, a pesar de que coinciden en muchas cosas. Sobre todo en una: el ataque a la prensa y la concepción de que el que piensa distinto es un enemigo.
11/09/2024 a las 11:23 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La carta de Cristina y el cruce con Milei
Gabriel Solano
Prensa Obrera
10/9/024
Queremos dedicar este programa de 14 Toneladas al análisis de las posiciones que elaboró Cristina Kirchner en su carta y el debate que suscitó, tanto con el gobierno nacional como dentro del peronismo. Aunque no dice nada muy nuevo en relación a cartas anteriores, es interesante por el contexto en el cual Cristina decide publicarla. Es un contexto en el cual hay luchas políticas y sociales importantes pero el peronismo está borrado, y eso dentro de las filas de la militancia peronista suscita muchísimo debate y muchísimas críticas.
En segundo lugar, aparece en un momento en el cual hay muchísima evidencia -y los periodistas toman nota de esa evidencia y la hacen conocer en el cual hay una negociación subterránea entre el gobierno nacional y el kirchnerismo, con el aval de Cristina, para avanzar en el Senado con la nominación de jueces importantes, empezando por los de la Corte Suprema de Justicia y uno muy controvertido como es Ariel Lijo. Esto como parte de un pacto más amplio por el cual el gobierno actual, que impulsa allanamientos contra los comedores populares (más de 100 en todo el país) y causas contra los luchadores populares, entre ellos los compañeros del Polo Obrero que están siendo procesados en una causa completamente injusta y arbitraria; pero llamativamente no aparece ningún tipo de denuncia de corrupción ni tampoco ninguna acción judicial contra el kirchnerismo.
Muchos entienden que estas negociaciones judiciales forman parte de un pacto más amplio de impunidad, y por lo tanto esta carta de Cristina es como un: “vengo a decir algo para que nadie piense que ya me pasé directamente a las filas de Javier Milei, o para que no piensen que la tregua con el gobierno nacional es absoluta”. Una especie de delimitación.
Ahora, cuando uno va a haber contenido de la propia carta creo que no exageramos nada si decimos que es una “batalla cultural” -como solía llamar el kirchnerismo en otro momento- que Cristina la pierde con Milei, porque abiertamente la carta reconoce los puntos de vista de Milei y por lo tanto es una capitulación política e ideológica frente al gobierno libertario. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Nosotros tenemos que explicar al conjunto de los trabajadores, aunque una parte de ellos pueda seguir al kirchnerismo, por qué a raíz del contenido reaccionario de esta carta se puede entender la actitud completamente cómplice del peronismo con el gobierno de Javier Milei. Hay una relación directa entre contenido de este texto y la posición que el peronismo ha adoptado durante todos estos meses de gobierno libertario.
Antes de ir al programa que Cristina formula como salida a la crisis del país y a lo que ella entiende por la crisis del peronismo, detengámonos un minuto sobre cuál es el diagnóstico que hace de la crisis. Ella dice que el problema de Argentina “es la economía bimonetaria, estúpido” (aludiendo a una frase de Bill Clinton en una campaña electoral norteamericana, que decía “es la economía, estúpido”). Esta afirmación nosotros no la compartimos. Es una caracterización que debe ser explicada; decir que el problema Argentina es la economía bimonetaria no explica el problema, porque es cierto que Argentina tiene una moneda devaluada que es el peso, que solamente se usa para las transacciones más inmediatas de la sociedad, y tiene otra moneda que es el dólar que se utiliza para el ahorro, para la compra de determinados bienes como puede ser un inmueble, que se utiliza como medida de valor incluso para ese tipo de mercancías. Esa bimonetariedad a la que Cristina alude existe, es mayor que la que podemos ver en Brasil, en Chile, u otros países incluso de la región. Pero, ¿por qué pasa eso? El texto no lo analiza. Es decir que la explicación que ella da no explica nada, porque debe ser explicada.
La existencia de una economía bimonetaria se debe fundamentalmente al saqueo financiero y económico que la clase capitalista realiza sobre el propio Estado argentino y sobre el conjunto de la economía. La manifestación más clara de este saqueo es la enorme fuga de capitales que Argentina tiene. De acuerdo a estadísticas del propio Indec, lo que se suele llamar “formación de activos externos” que tiene la clase capitalista en el exterior orilla menos de los 400 mil millones de dólares; estamos hablando de casi un PBI entero del país. Una parte sustancial de eso, casi 300 mil millones, es directamente dinero que está depositado en cuentas, y otros 100 mil millones son activos como propiedades, embarcaciones, inmuebles. Esto no lo tiene el laburante común. Esa formación de activos externos es directamente una política de la clase capitalista, que no reinvierte sus utilidades en el país sino que la fuga, con la consecuencia de la destrucción de la moneda nacional.
Pero también la moneda nacional se destruye porque la clase capitalista impulsa permanente y sistemáticamente en la historia argentina devaluaciones monetarias para tratar de desvalorizar el salario. Porque no es cierto que el problema de las devaluaciones permanentes que ha tenido Argentina -y como consecuencia una gran inflación- hayan sido siempre resultado de una restricción externa por una crisis en balanza comercial. No es así. Argentina ha tenido durante mucho tiempo un superávit en su bala lanza comercial. El interés de la clase capitalista por devaluar la moneda es dar un golpe a los trabajadores para desvalorizar su salario, y a la vez -mediante esa desvalorización- tratar de defender una posición de la burguesía argentina en la competencia internacional.
Eso explica el carácter capitalista de la crisis del país, que tiene que ver: 1) con la desvalorización del salario porque la clase capitalista no invierte para ganar productividad sino que busca obtenerla artificialmente desvalorizando la fuerza de trabajo, y 2) a través de esta fuga de capitales sistemática. Esto lo hemos tenido durante años y años, incluso bajo los gobiernos kirchneristas, tanto de Néstor Kirchner como los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner y luego el último gobierno del Frente de Todos que tuvo a Alberto Fernández como presidente y a Cristina como vice. En ese período existió la fuga de capitales y tuvimos devaluaciones que fueron un golpe a los trabajadores porque desvalorizaron su salario.
Ahora vemos esta situación en la cual la economía argentina está quebrada. Cristina acá no descubre la pólvora. Dice que los números que muestra Milei como favorables son artificiales: que no tenemos realmente un superávit fiscal, porque ha sido logrado a través de la postergación de determinados pagos, y tampoco la posibilidad de pagar la deuda como está previsto para los meses siguientes, especialmente para los vencimientos de 2025. De hecho, que al riesgo país le cueste bajar de los 1.500 puntos se debe justamente que Argentina no asegura el pago de la deuda para el próximo período. Eso es una constatación de la realidad. Pero el problema que Cristina plantea es: ¿con qué programa salimos de esta situación? Y adopta de una manera muy clara un programa muy parecido al de Javier Milei.
Ella dice que el peronismo “se torció” porque no se dio cuenta de que lo que dice Milei tiene razón. Por ejemplo, porque no se da cuenta que las relaciones laborales se han modificado sustancialmente. De esa manera termina acercándose de una manera muy clara a la reforma laboral que el gobierno de Javier Milei primero impuso en el decreto que sacó al inicio de su mandato y luego la Ley de Bases.
Ella dice, y es falsa esa información, que tenemos una clase obrera que se ha debilitado estructuralmente porque no ocupa el lugar de la producción que ocupaba en el pasado. ¿Quién produce las cosas? Sigue siendo la clase obrera. En la Argentina que tiene unos 13 millones de trabajadores casi 11 millones directamente son asalariados y 2 millones son monotributistas, una parte de los cuales también son asalariados y el monotributo es un fraude laboral que esconde esa relación -y el capitalista trata de convertirlo en monotributista para evadir aportes patronales. Pero en la clase obrera argentina sigue siendo muy importante. Si se ha debilitado no es por un problema sociológico de la economía argentina sino por el avance capitalista en la tercerización, en la flexibilidad laboral, en el trabajo no registrado, en el cual todos los gobiernos -incluidos los gobiernos de Cristina Kirchner, de Néstor Kirchner y de Alberto Fernández- fueron responsables.
Y si el sindicalismo se debilitó, como dice ella, se debe a la complicidad que tuvo la burocracia sindical con todo ese proceso. Nosotros tenemos memoria y tenemos muy en cuenta cuando Cristina Kirchner se ponía el gorrito de Pedraza diciendo que era “el sindicalismo que construye”, y lo presentaba como ejemplo. Pero Pedraza era el artífice de la gran tercerización laboral en el ferrocarril, como resultado de la cual los trabajadores se levantaron, se organizaron, pelearon y esa burocracia no tuvo ningún problema en asesinar a Mariano Ferreyra el 20 de octubre de 2010 cuando Cristina Kirchner era presidenta. No es un proceso sociológico inevitable. Lo que tenemos acá es un proceso de ofensiva capitalista con la complicidad de los gobiernos y la burocracia sindical. La burocracia se ha debilitado como resultado de eso. Entonces cuando Cristina dice “hay nuevas relaciones laborales, tenemos que discutirlas y no dejárselo a Milei”, capitula frente a Milei.
Dice también que hay que revisar el papel del Estado. Nosotros no somos estatistas como es el kirchnerismo, pero Cristina lo dice no como una crítica al estatismo capitalista -que tiene mucho de parasitismo, de corrupción- sino para avalar las privatizaciones que Javier Milei está llevando adelante. Esto también es una capitulación y un triunfo de la batalla cultural de Milei.
Luego se mete con el tema de la educación y dice que hace falta una amplia reforma educativa. No dice en qué consiste esa reforma, pero si vemos lo que está pasando en las provincias donde gobierna kirchnerismo tenemos que mostrar que son todas reformas que tienden a la descalificación, a la destrucción de la calidad educativa y a orientar al proceso pedagógico en relación a los intereses directos que tiene la empresa en la prestación de los trabajadores. Esto vale para todas las provincias sin excepción, no importa si gobierna el peronismo, el macrismo o el radicalismo. Todas sus reformas educativas se caracterizan por la tendencia a la descalificación pedagógica y a imponer la presión capitalista sobre la escuela pública. Cristina también ataca a la docencia, a la cual responsabiliza por la crisis de la educación.
También se mete en el tema de los planes sociales, y dice que el peronismo se equivocó en no hacerlos universales. Pero eso es resultado también de su política. No los ha hecho universales por un motivo muy simple: porque es tal el crecimiento de la pobreza y de tal envergadura la crisis que se ha generado en relación al trabajo no registrado que si se universalizan los planes sociales llegamos al número que tuvimos con la IFE en la pandemia con casi 10 millones de personas, y el Estado argentino quebraría.
Entonces Cristina termina de alguna manera allanando el discurso de Javier Milei. ¿Por qué hace esto? Evidentemente Cristina ve la crisis del peronismo y le dice a la clase capitalista: “ojo, que yo también estoy con ustedes. Ojo, que yo no soy una oposición desde un punto de vista de los trabajadores, sino que estoy dispuesta a continuar los logros de Milei: reforma laboral, ataque a la educación pública, ataque a la asistencia social, privatizaciones, el Rigi”. Cristina avala el Rigi diciendo que bajo su gobierno comenzó todo lo que fue la entrega de Vaca Muerta a los monopolios internacionales. ¿Qué otra cosa que esto es el Rigi? Entonces es una carta de derecha, una carta reaccionaria, con la cual Cristina busca presentarse ante los capitalistas como un posible reemplazo a Javier Milei en el caso de que haya una crisis política.
Esto nos lleva a otro tema que también es importante, y es un debate dentro del peronismo. Cristina ha dicho en diferentes ocasiones que no hay que salir a la calle contra Javier Milei, que no hay que enfrentarlo, que hay que ganarle por los votos; pero esto pero esto significa dejar hacer al gobierno y obviamente fortalecerlo, porque un gobierno que logra imponer su programa contra los trabajadores termina fortaleciéndose frente a la clase obrera. En la relación de fuerzas entre las clases sociales, que es lo que luego una elección termina constatando, el gobierno se puede fortalecer si no se lo enfrenta. Ella dice “no vamos a hacer nada, no tenemos que movilizarnos y pelear”. Y aparece otra voz, que es la de Guillermo Moreno, que ha tenido elecciones marginales pero en los últimos meses ha tenido mucho recorrido en el peronismo, diciendo que hay que impulsar un juicio político y critica a Cristina porque no tiene ese punto de vista.
Él dice que una parte muy considerable de la dirigencia peronista se ha pronunciado por el juicio político contra Javier Milei. Dice que esto termina mal -en ese punto podemos acordar mucho-, y que el juicio político debe llevarse adelante para evitar que la crisis de gobierno se termine resolviendo en la calle. ¿Cómo sería en la calle? Él dice que la calle sería la insurrección que pregonan los trotskistas. Y cuando dice esto uno diría, ¿no está exagerando? Pero Argentina es la de las jornadas de diciembre del 2001, y una bancarrota Argentina va a llevar a eso. Argentina es la lucha que derrotó al gobierno de Macri en diciembre de 2017. Entonces lo que quiere justamente Moreno con su política del juicio político es evitar que el pueblo salga a la calle y derrote al gobierno de Javier Milei. Ahora, ¿quién tiene en cuenta este punto de vista?
Los hechos represivos que estamos viviendo ahora, tan fuertes y en buena medida exagerados porque a veces son marchas pequeñas (el otro día la marcha de los jubilados no era multitudinaria pero había más policías que manifestantes), ¿por qué se hacen? Porque quien es más consciente de que esta bancarrota económica puede generar una rebelión popular es el propio gobierno. Por eso arman operativos represivos descomunales, porque es una forma de intimidar el pueblo. Han creado incluso un “comando unificado de seguridad productiva”, que es una brigada antipiquetes directa para imponer lo que dice la Ley de Bases en contra de los piquetes en puerta de fábrica y las ocupaciones de fábrica.
Es decir que el gobierno es muy consciente de que su política puede llevar una rebelión popular, y nosotros tenemos que impulsar esa salida. Porque el juicio político, ¿a qué lleva como orientación? A no hacer nada. Coincide con Cristina. Si vos no querés en la calle derrotar del gobierno, el gobierno se termina fortaleciendo; y si el gobierno se termina fortaleciendo no tenés ni una “insurrección trotskista” ni tampoco el juicio político. Entonces la orientación de Guillermo Moreno, como la de Cristina, es un dejar hacer a Milei. ¿Cómo se explica ese dejar hacer? Por estas posiciones programáticas. No es una mera capitulación, no es mera una cobardía. Son los intereses de clase que el peronismo representa, que son muy similares a los intereses de Javier Milei.